domingo, 16 de mayo de 2021

Vanidades...

    

  No hablaré de la famosa y conocidísima, además de antigua, 😁, revista de variedades, especializada en moda y noticias de farándula, que alguna tuve en mis manos adolescentes y de adulta joven, especialmente cuando estaba a la espera de alguna atención médica o dental.  Aún existe (lo averigüé) en algunos países, pero ya en estado comatoso, al parecer. Es probable que se haya adaptado al formato digital, tratando de capear el vendaval de las redes sociales que han arrasado con las publicaciones más conservadoras, pero no me consta pues no consideré necesario ocupar minutos en investigar aquello.

   En el último tiempo me ha estado sucediendo algo curioso, un detalle poco relevante para la marcha de la humanidad, 😅, pero del que he tomado conciencia y lo  consigno para que se puedan entender los vaivenes de mis lecturas. Aparte de mi experiencia y del azar como vías para elegir los libros que leo, he agregado las recomendaciones de terceros, especialmente de algún video de YouTube o de otra lectura. Es así como me vi en la tarea de buscar y leer la novela La hoguera de las vanidades del escritor y periodista norteamericano Tom Wolfe, que resultó toda una sorpresa, muy grata y fascinante.    

   En esta novela (de sus buenas 700 páginas) el autor realiza una sátira de la sociedad neoyorquina de la década de 1980 aproximadamente. Sus personajes protagónicos son hombres de distintos ambientes, a través de los cuales se va esbozando una pintura de la gran ciudad, capital del mundo financiero. Entre los personajes sobresalen un yuppie de mediana edad que se desempeña exitosamente en la exigente Bolsa de Valores de Wall Street, un vicefiscal que ejerce en los tribunales del Bronx, un periodista alcohólico de un diario sensacionalista de la ciudad, un pastor evangélico de Harlem, entre otros. Todos ellos bordean los 40 años. El hecho circunstancial que los une es el atropello de un joven negro en un sector del Bronx, cuando Shermann, el asesor financiero en pleno pináculo de su fama, recorría el lugar junto a su amante, buscando la forma de volver a su sector residencial. 

    El pastor moviliza a su gente y sus contactos al enterarse de que el posible causante del accidente que tiene al borde de la muerte a Henry es una persona adinerada y ...blanca. Inicia una cruzada al estilo "Black life matters", ofreciendo la exclusividad noticiosa a un periodista destacado (aunque ya ahora en franca baja ) para  poner en la agenda de los medios y de los lectores el hecho (de más está decir que su objetivo no es humanitario y piadoso, aunque se disfrace de tal). El acontecimiento va adquiriendo tal fuerza, que presiona a actuar a la policía y a la justicia, con mayor razón considerando que las elecciones distritales se acercan. La información con la que se cuenta es mínima, pero las manifestaciones, las presiones y el seguimiento periodístico cotidiano van dando sus frutos.  

    En verdad,  Shermann no es culpable. Él, por distracción, se introdujo mal en una vía y fueron a dar al Bronx, lugar desconocido para ellos. En sus intentos de salida toman una avenida en que son interceptados por unos obstáculos puestos en la vía, ex profeso para hacerlos detenerse. Sufren un intento de atraco, verdadero o simulado es lo de menos, y al escapar, habiendo asumido la conducción del vehículo su amiga, a Shermann le parece que el vehículo ha golpeado al muchacho más joven. No hay seguridad en aquello, pero no se detienen porque lo único importante para ellos en ese momento es escapar de sus atacantes. 

    Larry Krammer, el vicefiscal, ve la oportunidad de ascender en su mediocre carrera profesional  y se aboca al tema, con la ayuda de un par de policías conocedores del ambiente. En tanto, en los ratos libres y con la magra cantidad de dinero que le resta de sus gastos familiares, trata de cumplir el sueño de establecer una relación extramarital con la integrante del jurado de uno de sus casos, que se ha transformado en su fantasía  erótica.       

   En los pensamientos y preocupaciones de cada personaje se nos muestra la disconformidad con su status, su anhelo y aspiración de ascender en la escala social, de manera tal que le permita acceder a más dinero, privilegios y tranquilidad financiera, además de obtener el reconocimiento de los demás, con todo lo que ello trae aparejado (trato especial, aumento del atractivo personal, fama, más "amigos", etc.). Las vanidades que arden y crepitan en la hoguera de cada nivel asombran, para bien o para mal, a los que logran asomar sus ojos (y el resto del cuerpo) a ese mundo desconocido que simboliza el paraíso ...o el infierno, según quien lo observe.

    Tom Wolfe  conduce a su lector desde la risa al terror. Risa por la ridiculez y vacuidad existente en la obra y vida de los que viven desde Park Avenue hacia arriba y terror ante la sordidez y el peligro de la vida en Harlem y el Bronx, especialmente si los que experimentan esa inmersión pertenecen al otro mundo. Resulta sobremanera divertido leer las descripciones de los domicilios de la gente del bien vivre. Los muebles se describen según su estilo y valor monetario; la vestimenta, según marca y costo; la decoración, según el artista de moda; la comida, según su exotismo y delicadeza. En tanto, en su primer encuentro con ese mundo lleno de "negros y latinos", Shermann experimenta -y nosotros con él- el terror a lo desconocido, a la violencia, a la humillación, a la vulgaridad, delincuencia y abuso. 

   El relato es una experiencia valiosa que nos permite recorrer en parte las distintas capas de la sociedad neoyorquina, en las que el peso de los inmigrantes italianos, judíos e irlandeses ya no es tan gravitante, en las que los ingleses "de cepa" siguen despreciando a los estadounidenses por su falta de sofisticación, en que la delincuencia y el narcotráfico existente en el Bronx y en Harlem ya son un flagelo generalizado. 

   Ayer tarde me había programado para ir a votar. Lo había planificado para después de almuerzo. Sin embargo, estaba en el 77 por ciento de la lectura de La hoguera de las vanidades. Ir a votar significaba dejar de enterarme prontamente del final de la historia. No fui a votar ayer; preferí seguir leyendo y saber en qué acababa todo. Es lo que pasa con los libros que atrapan. Éste es uno de ellos.

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