Última ciudad portuguesa: Oporto, o, como le dicen los locales, Porto. Arribé pasado el mediodía del martes 4 de marzo, lo que significó una gran ventaja en recorrido y conocimiento de la ciudad-puerto, pues tuve toda la tarde para recorrer la ciudad. Lo increíble que es un puerto fluvial. El río, ya conocido de otros viajes al otro lado de la frontera es el Duero Acá le llaman Duoro. Como casi todas las ciudades portuguesas visitadas, la característica principal de Oporto es su vocación de "cabra montañesa", 🤣😂, si pudiera llamarse así. Todo es colina, escaleras, subidas y bajadas. Todo es una lucha diaria -imagino- con la necesidad de no caer por alguna pendiente. También lo fue en Coímbra y en Lisboa. Coincidentemente, las tres ciudades mencionadas están regadas por ríos de caudalosos cauces, el Tajo, el Montego y el Duero.

Para felicidad mía, las primeras horas en Oporto fueron soleadas, de manera que pude recorrer, sin preocuparme de lluvia ni de frío, sus calles y paseos. Al contrario, el sol 🌞llegó hasta a "asorocharme" en algunos momentos. Eso y el esfuerzo de la caminata en subida y/o bajada, que de eso harto saben los portugueses, especialmente de las ciudades visitadas, a excepción de Batalha. Esa tarde hice shopping desde que salí a la calle, pues a menos de media cuadra estaba el principal paseo peatonal Sta. Catarina, que debe su nombre a la Capela Sta.Catarina o Capela das Almas (capilla de las Almas, siglo XVIII) que se encuentra en una esquina y es toda un imperdible en el álbum fotográfico de los turistas. ¿Qué tiene de especial? Su frontis y el lado que da a la calle están llenos de azulejos con escenas religiosas, todo en blanco y azul. Cabe señalar que la ventana de mi cuarto daba al lateral de la capela, 🙄😳🤩. Ayer quise ingresar a la Capilla, pero tenía un horario permanente de servicios bien nutrido y estaba llena a rebozar.

El martes, decía, salí con la alegría de la compradora compulsiva, que pasa mirando en todos los escaparates y entra en algunas tiendas para ver si hay algo qué le gusta para comprar, zapatos, souvenirs, joyas, etc. El "Paseo Peatonal" devino en avenida. y me encontré con otra igreja digna de mi Galaxy. Estaba en una colina y también en su frontis se destacaban los azulejos con escenas religiosas. Al llegar por allí, en una terraza, pasé a averiguar precios para almorzar. Pregunté al garzón por el menú del día y opté por pescado frito. Era con arroz pero yo pedí ensalada y un vaso de cerveja preta, 😋; hacía calor y correspondía "apagar" la sed como fuera, 😆😅. Al llegar mi pedido me sorprendí: 2 trozos de pescado, ensalada y en una ollita aparte, super caliente🥵, un guiso de arroz con porotos con su punto de chorizo. ¡Estaba exquisito! Creo que así no había probado el arroz nunca -o quizás una vez-. Lo primero que "ataqué" fue aquel guiso y luego de pedir más limón, continué con lo demás. No pude comerme todo el arroz, apenas un tercio, pero estuvo bien, muy 👍. Por ello pagué la suma de 12,5 euros nada más.

Después de almorzar, me dediqué a caminar hacia el Paseo Fluvial. Bellas panorámicas obtuve desde dos de los puentes (Ponte Don Henrique y Ponte Don Luis I). El que contenía mucha gente en sus dos pisos o plataformas era el segundo, que, además, en la parte superior, permite el paso de la línea D del Metro de Oporto para ambos lados. En la primera plataforma también transitan vehículos, además de peatones. Este puente (construido el año 1886) tiene el estilo de Gustave Eiffel a pesar de que el famoso arquitecto también participara en el concurso y no lo ganara. En todo caso, el ingeniero alemán Seyrig fue socio de Eiffel. Este puente junto con una construcción religiosa llamada la Torre de los Clérigos son los símbolos característicos de la ciudad (pretendí entrar a esta última, luego de haber subido acesante la cuesta que lleva hasta ella como quien sube el Gólgota, pero los simpáticos clérigos cobraban nada menos que 25 euros por el ingreso, salvo que la vista me haya fallado, 😬; ¡tanta avaricia! digo yo, 😖😠).

Junto con este medio de locomoción ya mencionado -el Metro portuense- en el mismo sector hay un Funicular y un Ascensor de pago; en tanto, al otro lado del Duero, en la ciudad, llamada Vila Nova de Gaia, con más de 300 mil habitantes, existe un Teleférico, todos medios que solucionan los problemas de subida en ambas ciudades. Oporto, a "este" lado del Duero, tiene 250 mil residentes. Todo el lugar cercano al Puente Don Luis I, en ambas riberas, concita la atención de residentes y turistas. Una vez que estuve allí parecía que la temporada alta de visitantes se había adelantado, tanta era la gente que circulaba por el sector. Una buena cantidad de chinos se veía por lado y lado. Las terrazas de restaurantes y cafés estaban llenos, había cantantes urbanos para todos los gustos; además, una feria de artículos de artesanía y souvenirs bajo toldos blancos ofrecía sus productos a muy buenos precios. Lástima que yo ya había comprado todo lo comprable en Portugal, 😂 🤣. Asimismo, había una gran oferta de recorridos en embarcación por el Duero entre los 6 puentes.

El centro histórico de Oporto es Patrimonio de la Humanidad. Junto a los puentes mencionados y de las construcciones religiosas que son decenas, hay paños de Murallas antiguas y más nuevas. Las antiguas son de origen romano, siglo III d.C., en tanto las otras son medievales, siglo XIV. Esa tarde recorrí bastante el centro histórico de Oporto, dejando para el otro día la visita de Vila Nova. Antes de irme a casa, pasé a proveerme de alimento y agua a un supermercado a menos de media cuadra, en un centro comercial top.
El miércoles 5 empecé a funcionar a las 7 am. Su buen café, acompañado de yoghurt y pan me dieron la fuerza para salir a conquistar Oporto, 😉. Inicié la campaña por otro lado y me encontré descubriendo el Mercado Bolhao, modelo en su tipo, de muy buen nivel. Lo recorrí y en uno de sus locales encontré entre las especias nuestro "merkén", 😋.Había múltiples productos, muchos pescados, entre ellos el famoso bacalao que es muy consumido en Portugal, además de las sardinas, que a veces les salen por las orejas. Incluso uno de sus símbolos para souvenir es la sardina, 😅.En varios supermercados de las distintas ciudades visitadas vi bacalao seco importado desde Noruega, que parece ser muy cotizado en Portugal.

Seguí mi recién iniciado camino. Fui vitrineando, mirando edificios, fotografiando iglesias, quedándome fuera de la Torre de los Clérigos, pasando por un Palacio en que también cobraban una buena suma, hasta llegar al paseo marítimo mientras un pequeño tranvía recogía pasajeros para su recorrido. Estaba casi lleno; lo dejé para más tarde; por el momento estaba con todo el power para seguir caminando. Llegué al Ponte Don Luis I, lo crucé por la plataforma inferior y me fui a recorrer la ribera del Duero perteneciente a Vila Nova. Los locales que se veían desde el frente eran de diferentes y conocidas Bodegas de vino, del que se produce mucho en Portugal y, al parecer, también se consume. Hay varios que tienen fama internacional, como el vino Oporto, el Beirao, un licor de cereza, etc. También hay muchos restaurantes y oferta de viajes por el río, así como por allí está, además, la entrada al Teleférico.

Salí de la ribera y me adentré en la ciudad, subí escaleras y llegué, ¡ufff!, a la cumbre, a un Mirador especial para sacar fotos panorámicas. Junto con ello, me encontré con la entrada a la segunda plataforma del puente por el que regresé, pues ya estaba lloviendo, no intensamente, pero mojaba. Luego de aquello me dediqué a vitrinear un poco, 😅, bajo techo. Después caminé por el Paseo Peatonal hacia arriba buscando dónde almorzar. Al final desistí, luego de entrar a un restaurante vegano por error, 😂, y me fui a un supermercado donde compré mi almuerzo: huevos duros cocidos, ensalada, tutitos asados y calentitos de ala de pollo, jugo y pan. Con todo aquello me fui al hotel y agregándole un café bien caliente calmé mi hambre y me dediqué a descansar. Ya había caminado unos 14 kms. Eran algo más de las 15 horas.

Siendo las 18 horas salí de nuevo a la calle. Esta vez tenía un destino determinado. Debía llegar a un local llamado Fado Maior, para asistir a una última función de Fado como despedida de Portugal. Había comprado la entrada por Internet, así que me fui con tiempo suficiente para ubicar el local. Quedaba a orillas de la ribera del Duero. Demoré unos 35 minutos en llegar allá y el lugar casi me da repeluz. Sin embargo, al ingresar, todo al interior se veía apto para la función: mesas redondas pequeñas alrededor de un pequeño escenario, velas sobre las mesas y más sillas tras las mesas de la primera fila. Sólo había llegado un par de personas, así que pude elegir dónde ubicarme y, ¡claro!, lo hice lo más cerca de donde se desarrollaría el espectáculo, que duró una hora y tuvo dos conjuntos: uno de intérpretes y músicos jóvenes, todos varones y, otro, de Fado tradicional, con dos guitarristas de sus años y canas, con una mujer de intérprete, que cantaba estupendamente. La función fue acompañada de un traguito de vino oporto para cada asistente, unos 25 en total.
La presentación tuvo exponentes de muy nivel en su calidad vocal y en lo instrumental. Opino en mi calidad de amateur en el tema, eso sí. Fue un buen espectáculo pero debo confesarles que no termina de convencerme el Fado. Prefiero otros ritmos portugueses, más alegres. Este me parece deprimente, cargado de aura negativo. Habla de pasiones, sentimientos intensos y todo eso, pero no es ejemplo de alegría de vivir que digamos. Y aunque el Flamenco tampoco lo es, me quedo con él, y ¡olé! 💃. Sin duda el baile y el colorido de la danza flamenca son los aspectos que inclinan la balanza a su favor. En fin, en cuestiones de gusto, ya saben, se han escrito muchos volúmenes, 😉 a lo largo de la historia de las letras. Llegué pasadas las 20,30 h. al alojamiento y aún había personas en muchas terrazas de restaurantes o transitando.

Luego de tomar una once liviana me puse a arreglar la maleta a medias. Digo "a medias" porque al día siguiente debía agregar varias cosillas que sólo se pueden agregar a última hora. Un taxi me dejó en la última estaçao portuguesa en que estaría. Flix Bus nuevamente sería la empresa en la viajaría, esta vez, a Salamanca. Demoramos 6 horas en llegar a ciudad universitaria, contando una hora de paradas técnicas y detención para almorzar. Nuevamente, no hubo control de frontera, la que está en las cercanías de una ciudad llamada Vilar Formoso. Por el lado español, la primera urbe con la que nos encontramos fue Ciudad Rodrigo, donde el reloj ya marcaba una hora más que en Portugal. Llegábamos a la tierra que adoptó como hijo al gran Miguel de Unamuno. Llegábamos a Salamanca. Hasta pronto.
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