Nada hacía presagiar lo que esa noche sucedería: la Jessi y la Lidia cantando hasta las tantas, bebiéndose hasta el agua del florero que no había en la cabaña, tratando de convencer a la Eli para que se levante a jugar con ellas, pensando que el contenido del pastillero de Anita alcanzaba para un tercer jugador de lotería. Mientras tanto, Marcela trataba de dormir, a sobresaltos, luego de ser sorprendida por unos toqueteos en el vidrio de la ventana de su alcoba, la mejor de todas -me refiero al dormitorio, que no a su residente-. No era Romeo quien la llamaba tras el cristal, ¡no!, eran la Jessi y la Lidia, las que querían compartir un pucho de madrugada. Marcela, cansada de haber conducido durante casi todo el día desde San Martín de Los Andes a Bariloche de ida y vuelta (¡obvio!, si no estaríamos aún allá) en un camino bastante sinuoso, con muchos baches y animales en la ruta, había ahuecado el ala en primer lugar. Yo no aparezco por el momento en esta historia porque apenas mi bello cuerpo entró en contacto con la cama asignada caí rendida en brazos ya saben de quién, 😅. Sólo al otro día me enteré de los últimos detalles de esa noche extraña, bulliciosa y bohemia venida a menos, 😂. Retrocedo en el tiempo para que se entienda cómo habíamos llegado allá.
El día miércoles 20 de septiembre, sin que se hubieran aún extinguido los sonidos de la cuecas y tonadas, a eso de las 9 horas, nos subimos a un Bus Transantin en el Terminal O'Higgins de Rancagua con destino a Valdivia, con bajada en Lanco. Veníamos con Anita (amiga de Machalí de los tiempos de CEPECh) para, desde ese cuartel general, iniciar, formando parte de un grupo de 8, el rumbo a San Martín de Los Andes. Fue un viaje tranquilo, nada de cansador, con llegada a destino a las 18,15 hrs. Allí nos esperaba Marcela, la anfitriona. El jueves 21, luego de haber sobrevivido a una tarde-noche de alta temperatura, 😂, nos encaminamos en caravana (de dos vehículos, 😅, ¡tremenda caravana! ) hacia "las Argentinas". Hablo de sobrevivir a la temperatura de la mansión de Marcela que tenía su estufa a pellet funcionando como una verdadera locomotora. ¡No! Parecía más bien un horno para fundir metales, así de calurosa, lanzando llamaradas, mientras las visitas nortinas tratábamos de capear las oleadas de calor. Lo positivo de aquello es que ya sabemos cómo de caluroso debe ser el Infierno si acaso por una de esas injusticias de la vida y la muerte vamos a parar allá, 😂.
El jueves 21 llegó temprano (o sea, nos levantamos pronto). Se acordó, democráticamente, salir a las 9,30 hrs. e irse por la ruta del Paso Hua Hum. No era tan del agrado de nuestra conductora, la Anfitriona, pero "el pueblo" había hablado y elegido. Además, estaba la ventaja de volver por el otro paso fronterizo, el de Mamuil Malal, que nos permitiría visitar, al regreso, Villarrica y Pucón. Todo funcionó a pedir de boca. Llegamos a Puerto Fuy con poco más de media hora de adelanto de la salida del transbordador, tiempo que aprovechamos para comprar pasajes, traslado de vehículos, uso de servicios, fumar un cigarrillo las viciosas, tomar unas fotografías las fotógrafas aficionadas y nada más. Había llegado la hora de embarcarse. Caía una llovizna heladora en el puerto, que nos acompañó durante toda la navegación por el Lago Pirihueico. Al desembarcar en Puerto Pirihueico luego de una hora y media de viaje, nos encaminamos de inmediato al Paso Hua Hum (a 3 kms.), donde nos abocamos, primero, a lo más importante: fumar e ir a los mingitorios, 🙈.Todo bien hasta que llegamos a la infraestructura fronteriza argentina, casi cayéndose a pedazos, con camino de ripio y lleno de hoyos. Lo bueno: trámite rápido y un gendarme bastante atractivo para alimento de los eyes (eso opinaron mis compañeras, al menos).
Ya en territorio argentino, recorrimos a velocidad moderada los 45 kms.de ripio con baches, orillando el Lago Lácar, con muchos árboles en la zona ribereña. Bonita ruta, a pesar de los movimientos tipo coctelera a ratos. Como es lógico y acostumbrado, una de las pasajeras de nuestro carromato rápidamente se entregó a los brazos de Morfeo, independiente de los movimientos excesivos. Pasadas las 15 horas ya estábamos en San Martín de Los Andes, en el Appart Hotel Rucaleufú. Desde el balcón se veía y escuchaba pasar el sonoro cauce del Río Traunco a unos pocos pasos. Como grupo hicimos uso de dos departamentos, bien calefaccionados durante la noche. Esa tarde, además de instalarnos en el lugar, nos dedicamos a buscar un restaurante para comer "decentemente", pues durante el viaje habíamos consumido alguna fruta, sándwiches y café. Nos fuimos a un lugar ya conocido y recomendado por algunas de las viajeras reincidentes: Pizza Cala. Cuatro pizzas, dos lomos, unos filetes de pollo y gnocchis fueron las solicitudes, que demoraron su resto. Yo realmente gocé, culinariamente hablando, de mi elección: una pizza con gravlax de salmón (salmón curado con sal, azúcar y eneldo cortado en láminas finas, receta de origen noruego, que yo había preparado en palacio incluso antes de visitar Escandinavia, con la salvedad que había reemplazado la ausencia de eneldo en la zona con otros condimentos), rúcula, alcaparras y queso. ¡Estaba deliciosa! De allí, lloviendo copiosamente y habiendo ya oscurecido, nos fuimos a un supermercado y luego al alojamiento. El día terminaba muy bien. Ya de noche vino la primera reunión del grupo en torno a uno de los dos barrilitos de cerveza Kunstman Torobayo que era parte del equipaje desde Chile. Mientras unas daban cuenta del barril, otras dieron cuenta de una botella de un exquisito y top vino chileno, Castillo de Molina. ¡Salud!
Segundo día en San Martín: viernes 22. Un grupo se quedó en la ciudad y el otro, de cinco integrantes, partió a recorrer la Ruta de los Siete Lagos y visitar las ciudades Villa La Angostura y San Carlos de Bariloche. El trayecto es bellísimo, con varios miradores, muchas curvas -en el camino- y nieve en la zona más alta. Las aguas de los lagos Lácar, Machónico, Villarino, Correntoso, Espejo, Falkner y Escondido quedaron grabadas en nuestras retinas y cámaras. La única dificultad: los baches. Dos o tres paradas técnicas en la ruta, una en Villa La Angostura y luego, directo a Bariloche. Estuvimos allá a las 14,30 aproximadamente. Una vez abandonamos el estacionamiento, nos dedicamos a buscar dónde almorzar. Todos los locales estaban llenos de comensales, así que no fue fácil encontrar lugar. Gracias a un dato de un ciudadano compasivo, nos fuimos a una galería que nos recibió con entusiasmo. Mientras preparaban el pedido, que según el garzón no demoraría más de 20 minutos, fuimos con nuestra guía a la Plaza de la ciudad (por suerte alcanzamos a conocerla, pues se nos hizo tan tarde después que no pudimos hacer ningún tour por la urbe, salvo para salir de ella). ¡Hermosa y gran plaza! Caían, en el intertanto, sus buenas gotas. Ravioles, gnocchis y milanesa fueron degustados por nuestros paladares. Yo pedí ravioles de trucha y queso con una helada y cuasi gigante cerveza Quilmes bock. ¡Estaba más rica la cerveza a decir verdad! Claro que los 20 minutos se transformaron en 45 así que se nos hizo tarde para conocer más en detalle Bariloche. Aún así hubo algo de tiempo para comprar algunas golosinas. Regresamos a San Martín sin mayores detenciones ni contratiempos, a excepción de un conductor que viajaba como a 40 kms. por delante nuestro y continuamente traspasaba la vía correspondiente, sin que algún bache justificara su actuar. Era un verdadero peligro. Apenas se pudo, nos detuvimos en un Mirador y ya no volvimos a encontrarlo. Nos quedó la duda si había ingresado a algún camino interior o si se había desbarrancado. Se nos hizo de noche y, esta vez, fue un peligroso caballo el que estaba en la vía contraria, que el automovilista que nos precedía alcanzó a esquivar o no colisionar de chiripazo.
Ya en "casa", se incorporaron a la tertulia nuestras "vecinas" compañeras de aventuras y empezó lo que terminaría a las 02,51 del día siguiente según evidencia del whatsapp. Y aquí volvemos al inicio del relato, al presente, con Carlos Pinto apoyando la narración. Lo que sucedería esa noche comenzó con la compleja tarea de sacar del refrigerador el segundo y último barrilito de cerveza 🍺 , en tanto se abría un nuevo vino, esta vez Casillero del Demonio 😈, 😂.Pronto se inició el canturreo o karaoke protagonizado especialmente por las mejores voces del grupo, las de Jessi y Lidia, aunque las demás intentábamos acompañar de la manera más digna. Sin embargo, no pudimos todo lo que nos hubiera gustado pues el repertorio no estaba, realmente, a nuestra altura, 😂. Entre los Charros de Lumaco y Paquita del Barrio se movió la cosa, con algo de José Luis Perales, Juan Antonio Ríos, Miguel Bossé y alguien más de quien ya ni me acuerdo. El cansancio comenzó a hacer presa de las bohemias participantes y el choclo empezó a desgranarse poco a poco, para finalmente sólo quedar entre el comedor y el balcón, las cantoras ya nombradas. Cuando ya no les quedó nada por beber ni tampoco alguna otra idea loca que poner en práctica, decidieron dar fin a la francachela y dejar descansar a las bellas durmientes y a las no tanto. Con esta actividad se cerraba la mitad de la aventura en tierras extranjeras, con la expectación de lo que vendría y que pronto les informaremos. Hasta siempre.
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