Semana Quinta...
Jueves 5...
Síntesis Particular (lo prometido).
Dicen que siempre hay una primera vez para todo y, los que dicen aquello, claro que tienen razón. Yo, una solitaria voluntaria, tomé la decisión, principalmente frente al problema que significaría la comunicación en países con idiomas tan distintos al nuestro, de participar en un tour grupal en el extranjero. Si todo hubiese salido como lo pensamos al comienzo, no me habría visto en la obligación de socializar, pues íbamos a ir juntas, con mi hermana. Pero, como ella debió desistir por razón de fuerza mayor, yo debí seguir adelante, sola. Cómo me las arreglaría para compartir habitación con una persona desconocida, no lo sabía, pero no me preocupé, no hice de aquello un problema insalvable, ya vería llegado el momento.
Y llegó el momento de iniciar el viaje desde Rancagua. En el terminal, tuve la suerte de encontrarme con otra viajera sola, oriunda de Machalí. En primera instancia, aunque con historias de vida distintas, congeniamos y convinimos en tratar de quedar juntas. La cercanía geográfica nos parecía un elemento en común de buen augurio.
Sin embargo, una vez en el hotel de Santiago, previo al inicio del tour propiamente tal, nuestro plan se vino abajo La suerte estaba echada: todas las habitaciones ya tenían sus ocupantes definitivos. No insistí para no comenzar con malas vibras y decidí hacer mi mejor esfuerzo social para llevarme bien con quien me hubieran asignado. Fue así como conocí a América, un rato después que yo había tomado posesión del cuarto. Para suerte de ambas nos avinimos sin dificultades y, al hacerlo, pasé a formar parte de un grupo que se completaba con las integrantes de otra habitación, una de ellas, amiga de mi compañera desde la universidad. La mayor coincidencia fue que todas éramos profesoras...pensionadas, cada una con una historia de vida y trabajo de lucha y esfuerzo. Desde ese momento, nos transformamos en casi inseparables, cuidando las unas de las otras. En el lote estábamos, una divorciada, dos separadas y una viuda. ¡Lindo cuarteto! Pero lo más interesante, todas, mujeres resilientes, a las que pudieron hacer "tontas" más de una vez, pero que ya están de vuelta de todo y no necesitan al macho para ser felices;... pensionadas, pero felices (jaja).
Si quisiera caracterizar a cada una, podría decir que representamos a tipos clásicos de féminas: la flaca (América), la chica y gordita (yo, la más mejor, jaja), la rubia (Gloria) y la fumadora (la Monroe, es decir, Marylyn). Cada una con sus muletillas, sus gestos y reacciones, sus tonos de voz. Fue tan natural nuestra relación amistosa, que pasados unos pocos días, ya estábamos imitándonos en buena onda y molestándonos, con el mejor sentido del humor.
La verdad es que había y hubo para todos los gustos, como sucede en cualquier grupo numeroso...o en un curso. Estaba "la pinturita", aquella que se creía la más bonita y top, que requería atención inmediata y personalizada, sin importarle el resto, que se sacaba todas las selfies habidas y por haber y, que , finalmente no logró hacer amistad con nadie; estaba "la desubicada", que casi siempre preguntaba lo obvio, que largaba lo que se le ocurría, sin filtro, que se creía la voz de los que no tienen voz, que decía las cosas antes de pensarlas (si es que..., jajaja). Ya pasados unos días, dejó de ser florero de mesa al ser abucheada por varios de nosotros debido a sus desatinos lingüísticos. Estaba "la vegana, yogui y espiritualista", de vestimenta alternativa, que transmitía en su onda, que no nos convenció con sus palabras ni con Buda ni el karma. También estaba "la vieja chica" (así la nominaron y, para mayor aclaración, no era yo, jaja), quien se hacía notar con su voz y risa estentóreas, que a veces divertía, pero las más molestaba, última de "metete", según le oí decir a alguien (jaja), asimismo tenía el filtro roto.
En el grupo en total había siete matrimonios, cuatro pares de hermanas, un trío o cuarteto de sores (uso esta palabra para no repetir hermanas, jaja), una madre con su hijo (muy cuidado y apegado al comienzo, pero que después se despercudió bastante, haciendo de modelo en una presentación y bailando griego en otra) y los demás, mujeres y hombres que viajaron con amigas, más varios solitarios y solitarias.
Había una familia nortina de cinco integrantes, que hacían más ruido que diez juntos, con un complejo de liderazgo galopante, queriendo mandar más que el guía del tour, especialmente "las niñas" (entre veinte y treinta), quienes se las sabían todas y lo que no lo inventaban. Un par de veces que estuve cerca de ellas, las escuché hablar sólo de moda internacional, que si Versage, Vuitton, Carolina Herrera. ¡Uff! ("¡Juventud, divino tesoro...!" ¡Grr!).
Estaba "el hipocondríaco, fijón y pelador", cuyo humor negro no le hacía persona grata. Una caída le hizo foco de atención y cojeaba, no sé si porque le dolía realmente la pierna o para llamar la atención. Se arrimó a nosotros. Aprendimos a contestarle sus bromas pesadas y terminamos aceptándolo en nuestra mesa. Cuando quería ser divertido lo era y nos entretuvo en ocasiones contándonos más de un chascarro de sus empleadores. Por eso le apodamos, cariñosamente, "sanguchito de palta". Entre los caballeros, también estaba "el despistado y buena onda", un señor de sus años, que solía dejar olvidado sus anteojos, otras veces perderse o demorar más de la cuenta y había que esperarlo. Sin embargo, él siempre respondía con su sonrisa si le hacían bromas y aportaba con más de algún comentario divertido, siempre digno.
Entre las hermanas había un par de ellas siempre con cara de enojo; nada les parecía bien, que la caminata, que muchas propinas, que la comida; parece que veían más el vaso medio vacío...de agua (jaja) que medio lleno.
Entre otras individualidades, estaba "el santo y mártir" (según nosotras, jaja), el esposo de la dama desubicada, que nada decía ni aportaba, callado siempre en el grupo, al lado de su esposa. Tampoco podía faltar "el mateo", siempre preocupado de saber más, de preguntar detalles, bien informado, especialmente de las construcciones (era ingeniero), siempre al lado y preocupado de su esposa, que lo abrumaba un poco con sus compras, amable y un gentleman con todos. Y no puedo dejar fuera a la nona, la Mirnita, profesora pensionada también, que con sus ochenta años a cuestas no dejaba de participar en nada, ni siquiera en la cabalgata del camello aunque resultó un tanto averiada. También se cayó en una ocasión, lo que la dejó algo machucada, pero le gustaba andar sola y eso la ponía en riesgo. Asimismo, estaba "la regalona", a la que en todo la atendía su marido, le llevaba la comida a la mesa, le tenía los documentos, se hacía cargo de las maletas de ambos. Al comienzo no nos simpatizó mucho, pero finalmente descubrimos que era una dama; ella se dejaba querer. Se instalaba con otras personas y se olvidaba de su esposo, sin andar poco menos que cuidándolo.
En los grupos, había uno que se distinguió, el de las fumadoras empedernidas (al parecer todas hermanas), que se desesperaban por salir a fumar y que se hacían esperar cada vez, y debido a que eran bien "jovenzuelas", no eran muy rápidas para caminar, incluso una de ellas tenía ciertas dificultades para desplazarse, lo que le costó un par de caídas y moretones, pero seguía en sus trece.
De los matrimonios, hubo otro que se distinguió por su simpatía, buen humor y espíritu de servicio. En muchas ocasiones bajaban los primeros del bus en la puerta trasera y ayudaban a bajar a señoras más viejitas (los escalones de los buses presentaban bastante dificultad). Hubo otro matrimonio que acostumbraba a estar primero en todo, pero no para ayudar, sino para provecho de ellos. Ella tenía una cara de enojona y mala leche que no se la podía. En una ocasión que se perdieron del grupo por la gran cantidad de gente que había en un templo egipcio, reprendió públicamente a Mohamed (éste siempre llevaba la bandera chilena en alto para que lo siguiéramos). Astutamente, en las siguientes visitas el guía le exigió que vaya a su lado siempre (jaja).
No faltaron los buenos "para el diente" (hasta nosotras a veces, de allí los kilos de más, jajaja), claro que algunos se pasaban. No los voy a nombrar para que no crean que soy peladora (jaja), pero que sus platos necesitaban baranda es una realidad.
No he descrito a todos, pues de algunos sólo recuerdo el rostro. Pero del grupo completo, la mayoría éramos mujeres (sólo once hombres si no me equivoco), varias de ellas profesoras jubiladas. Un colectivo de esta estructura da bastante qué hacer a un guía. Los compadecí más de una vez (jaja).
Como pueden ver (o leer más bien), el viaje dio para todo tipo de conocimiento: el material y concreto, el cultural, el histórico, el social y el humano. Todo es cuestión de querer aprender de cada una de estas oportunidades. Me quedo con todo, lo extraordinario, lo excelente, lo bueno y también algunos detalles poco gratos, que, sin embargo, no ensombrecen la experiencia. Con esto ya estoy preparada para formar parte de un grupo de este tipo, esperando que los astros se pongan de acuerdo para darme una nueva oportunidad. ¡Hasta pronto!
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