Algunas de las situaciones que más satisfacciones me han traído son aquellas que surgen de la "casualidad". Compré los pasajes a Copiapó en tiempos del cyberday (mi primera incursión en ese evento) sin pensar en este magno acontecimiento estelar, pues de haberlo hecho, habría ido a Coquimbo, pero sabía que, a esas alturas, ya tendría problemas de alojamiento. Así que me programé para, desde Copiapó, ir a instalarme varios días a Bahía Inglesa, playa y mar. De lo que sí me preocupé fue de no elegir el 2 para viajar, porsiaca...
Sin embargo, el protagonismo que fue alcanzando el Eclipse, me hizo considerar la posibilidad de acceder a las actividades que en Copiapó hubiera relacionadas con él, aunque no fuera el centro del espectáculo. En la ciudad misma no había nada programado, sino en lugares cercanos y otros más alejados. Del conductor del Transfer, que del Aeropuerto me llevó hasta el hotel, recibí información clave: en NANTOCO, localidad cercana a TIERRA AMARILLA, habría actividades con bandas musicales incluidas. ¡Tate! , me dije. ¡Ésa es la mía!
Una vez instalada, fui hasta la Oficina de Turismo, donde me confirmaron aquello, además de entregarme el listado de otros lugares de observación, aunque más lejanos. Por tanto, ya tenía panorama.
Intenté conseguir los anteojos recomendados para ver el eclipse, sin embargo no me fue bien. Debo señalar, en todo caso, que no hice mucho esfuerzo.
En la mañana de hoy, 9 horas, llamé a tres teléfonos que me dieron en of.turística para conseguir los anteojos. Uno me contestó para decirme que ya no le quedaban, los otros, silencio total.
Luego de desayunar, inicié mi aventura. Me dirigí a una óptica, con resultado negativo. Fui hasta otra, que sí tenía el producto, pero un par de filas de 2 cuadras. Me dispuse a sacrificar un poco de tiempo, pero luego de 45 minutos me di por vencida. Ya iban a ser las 11 horas y aún faltaba algo más de media cuadra de avance, cuando decidí desistir. Me fui al terminal y me subí a un microbús que a los 5 minutos ya estaba iniciando el viaje a ...¡Tierra Amarilla! y ¡¡NANTOCO!!
Al llegar a la localidad, junto conmigo se bajaron tres lolos que me preguntaron dónde era. ¡Diablos! pensé, ¡¡No es aquí mismo!!¡A averiguar! En eso venía un tractor, a cuyo conductor, a gritos, le hice la consulta. "Esa micro va para allá", me dice, indicando a menos de media cuadra. Yo no podía creer tamaña suerte. Fuimos hasta el vehículo y era un bus municipal, nuevito de paquete, que llevaba gratis a los pobladores. Preguntamos y el chófer nos invitó a subir, mientras la encargada iba a buscar a interesados. El bus se llenó y yo, instalada en primer asiento, gozando del paisaje nortino. Llegamos a un sector a unos 10 kms., donde se veían brillar los vehículos desde lejos (más de 2000).
La música ambiente por altavoces hizo grata la espera, el clima estaba ideal: despejado absolutamente, 17 a 20 grados. Los vehículos seguían llegando; yo ubiqué una roca alejada del tumulto y "levanté" mi campamento, en tanto iniciaba el registro histórico del evento astronómico del siglo.
Aquí, me detengo en la relación de la historia, para expresar mi contentamiento por formar parte de esta actividad, aunque sea como allegada (mejor así). Ya lo he dicho, estoy en medio de la gente, pero no soy masa. Y felizmente, la disposición del lugar me ha permitido encontrar mi espacio.
Pero, con los anteojos especiales (suerte que pude comprarlos) se llevaba perfectamente el seguimiento del avance de la luna sobre la ubicación del sol. Fue más de una hora de estar en la tarea de observación.
Cuando se acercaba el final (96% de oscurecimiento) muchas bocinas se hicieron sentir. El frío se hizo sentir bruscamente, también, pero aunque hubo una disminución de la luz, no fue significativa, como para oscurecer, a pesar que el porcentaje de iluminación no interceptada era mínimo. Fue el momento de tomar conciencia del poder del sol y de lo que significaría para nosotros, los humanos, carecer de él.
Fue, sin duda, una experiencia diferente y relevante.
El trayecto de regreso fue impresionante: se avanzaba a la vuelta de la rueda pues la cantidad de vehículos fue tal que había un taco de kilómetros. En recorrer unos 20 kms. demoramos más de una hora y media. Felizmente, mi compañero de asiento era profesor, así que nos pusimos a conversar (más bien yo a escucharlo, jajaja; trabaja en la localidad llamada Los Loros, con razón, pensé) y el viaje resultó grato (no era antipático, jajaja).
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