lunes, 29 de julio de 2019

El día en que se detuvo la Tierra... II Parte ...Sigo aquí...Hoy...

  Sigo aquí...                                                             [Hoy] 
Hoy es día de café y música, de palabras escritas y leídas, de hilos e historias ajenas, hoy es un día para mí. 

   Hace frío, el cielo está nublado amenazando lluvia en algunas horas. Me abrigo, casi como una nonagenaria y me acomodo en mi asiento imitación de mecedora.¡Es tan cómodo! Estoy feliz, estoy en paz ...
   Quiero ponerme al día en mis deudas escritas, por eso las palabras fluyen mientras las notas musicales van ayudando en esta grata tarea. No es que yo me obligue a escribir, sino que, sin racionalidad mediante, logro captar cuándo es el momento. Es una mezcla de intuición y sexto sentido, a lo que hay que atender sin lugar a dudas. Son como aquellas piezas sueltas en tu mente, que te ponen en alerta avisándote que algo no calza, por lo que debes extremar la atención para alcanzar el objetivo  armar el rompecabezas. 
   El sol ha logrado separar algunas nubes y llega cálidamente hasta mi espacio. Lo consumo como una adicta, sin pensar en las consecuencias y con pasión.¡Qué gusto! El día ha avanzado en el reloj. Ya es mediodía y los sonidos de la vida cotidiana en el sector céntrico de una ciudad no menor se agregan a mi música. No me molestan ni me desconcentran. Me recuerdan que sigo siendo  parte de un conjunto, que no me he perdido en la soledad de un desierto infértil.¡No! Sigo aquí, hablando de mi pasado y de mi futuro, casi como una pitonisa de los tiempos inmemoriales,  aunque sin el recurso del Tarot, de las hojas de té (sólo para degustarlo), de los astros, de las runas, de hierbas y esencias alucinógenas o de la ouija. Sigo aquí, descubriendo mundos mentales, virtuales o ficticios (como quiera llamárseles) a través de la reflexión, la creación y la experiencia. Sigo aquí, en síntesis, viviendo en esta vida, regalada en primera instancia, nutrida en segundo lugar, decantada y gozada con fruición, por último. 
  

El día en que se detuvo la Tierra... II Parte Culpa..Hoy..

Culpa...                                                                       [Hoy]
Hoy no fue... Lloviznaba, hacía mucho frío (seguramente aparecerá nieve en las montañas cercanas que rodean la ciudad). Transcurría el tiempo y ella, bajo la llovizna, esperaba que pasara un microbús verde en el paradero de costumbre. Pasó uno, pero era justo el que no le servía para llegar hasta su destino. Cuando, luego de media hora de esperar, casi había decidido subirse a un taxi-colectivo, éste venía completo. Estiró su cuello para ver si se asomaba algún bus y nada. Decidió volver a casa, con la mochila de la culpa a cuestas. 

  Camina de regreso en un estado de ambivalencia. Sabe que, racionalizando, puede encontrar varias razones para justificar  su viaje fallido pero eso no aminora la carga. No había un impedimento insoslayable, eso también es una realidad incuestionable. Hacía frío, es cierto, pero no habría muerto congelada, ni nada por el estilo. No llovía a cántaros, como en el sur, por lo que tampoco aquello era razón ineludible. Apenas unas livianas gotas, que lo más que hacen es humedecer la ropa. No estaba impedida física ni biológicamente para concurrir. Simplemente, no hizo el esfuerzo suficiente por egoístas e insustanciales motivos personales. Lo dejó para la próxima semana. 
....
   Casi han pasado 2 años desde el último escrito. El tiempo no se ha detenido, la vida tampoco. Ya puede, sin lugar a dudas, aunque su apariencia la favorezca, decir -y asumir- que ha entrado en el selecto y cada vez más numeroso grupo de Tercera Edad. Algunos hechos relevantes han sucedido, algunas decisiones importantes ha tomado en ese tiempo. Ha dejado de trabajar (se cansó de la brecha generacional y de la robotización juvenil, así como asumió que ya la memoria le estaba jugando algunas pequeñas bromas); se desprendió de todo bien raíz personal y de su querida hija (doloroso proceso que no podía seguir, subconscientemente postergando); aceptó cortar parte del vínculo emocional y físico existente con sus padres (vendieron el hogar familiar);  dejó de participar en la vida socioadministrativa del condominio aislándose del mundo inmediato inició un programa personal de viajes mensuales y permanentes por el país y el mundo, mientras duren sus "ahorros" y esté en condiciones físicas y anímicas de continuar conociendo otros paisajes, ciudades, costumbres y maravillas arquitectónicas; ha asumido su vocación marina, casi emulando a Forrest Gump, pero a paso cansino; ha bajado las barreras a la  antisociabilidad.
.... 
 Pronto el calendario seguirá acercándose a los ocho años de tu ausencia, salvando la distancia temporal de ese aniversario. El dolor ha ido remitiendo, el compromiso emocional sigue vigente, pero ya está mostrando sus primeras fisuras. El "frío" le "impidió" la visita de la semana anterior. Se siente culpable de aquello y de privilegiar su persona, sabiendo que si no cumple ella los ritos, nadie más lo hará. No hay nadie a quien pasarle el testigo, aunque tampoco corresponde. Es su obligación y deber. Eso es lo que significa ser madre. Y no es que pretenda dar muestras ni lecciones de aquello, porque, más importante y por sobre todo está el cariño, el amor, el recuerdo y el agradecimiento por el tiempo compartido y regalado. Es eso lo que Maui no debe perder de vista, aunque sus ojos puedan empezar a fallar con los años de esta vida en soledad tranquila y feliz, que ha aprendido a asumir y construir.  
La nueva etapa se ha iniciado casi imperceptiblemente, sin hitos dolorosos. Parece ya sentir de nuevo el movimiento telúrico, suave y permanente, que en el alocado transcurso cotidiano suele pasar inadvertido. Es el momento de continuar el viaje vital, hasta donde la máquina corporal lo permita. La Tierra continúa moviéndose...

El día en que se detuvo... Treinta ....Ayer

Treinta...                                                                    [Ayer]

  Caminó sin descanso, a ratos a orillas del mar, en otros momentos, en terrenos aledaños, especialmente cuando los roqueríos y grandes peñones hacían riesgoso el desplazamiento por allí. 
En ese caso, se alejaba del agua, adentrándose en pequeños bosquecillos, que le servían al mismo tiempo para refrescarse y descansar. Sólo se detuvo un par de veces, para aliviar su cuerpo y dejar en  reposo un poco sus piernas, pero no abusó de aquello. Sabía por experiencia que si el tiempo de detención era mucho pronto se relajaría demasiado y la continuación sería muy difícil. Claro que ella lejos estaba de pensar y saber el funcionamiento de su cuerpo y su mente. Estaba aprendiendo con la práctica y experiencia personal. Estaba haciendo uso de su inteligencia para sobrevivir.
   Antes que el sol se zambullera en el gran agua, como todos los días, Maui detuvo su caminar por esa jornada. Era el momento de preparar sus pieles para el descanso nocturno y alimentarse como era debido, para luego deslizarse por el mundo de los espíritus. Cuando el Sol volviera a mostrarse, esta vez tras las montañas, sería el momento de reanudar la marcha, que, en una primera parte, no sería recta sino consistiría en subir al peñón más alto para explorar los alrededores y tomar decisiones. Carecía de brújula,  binoculares y de cualquier otro aparato que le permitiera ver más allá; no tenía GPS ni podía acceder a Google maps para ubicar el lugar dónde estaba. No, faltaba muuuucho para aquello. Pero, en cambio, tenía más de dos neuronas haciendo sinapsis, una intuición extraordinaria, un olfato muy desarrollado para oler el peligro y unas piernas veloces, amén de un ligero equipaje altamente calificado para un vuelo low cost o para la barca de Caronte.¡Qué bien!
   Despertó cuando el sol comenzaba su aparición en escena, en ese teatro rudimentario y al aire libre. Tendría un cálido día nuevamente. Se alegró. Se sentía plena, a pesar de las carencias. Tenía esperanzas y metas y estaba trabajando para cumplirlas. Sus días habían adquirido un sentido más profundo, más allá de la comida cotidiana, más allá del estar detenida en un lugar sin más ambiciones. Quería y necesitaba ser parte de algo más: una familia, un grupo, una tribu. La soledad sin peligro no era suficiente.
     Vio montañas interminables, coloridas, cercanas unas, lejanas otras. Vio bosques a la distancia, algunos transformados en sólo manchas verde oscuras de tan distantes y tupidos. 
 Vio el gran agua desde lo alto, inmenso e inabarcable en su tamaño,  ingobernable en su fuerza, azul oscuro en su profundidad. Azul, verde, con pequeñas pinceladas de color  pastel entre un color y otro, desde la lejanía alta y ancha.¡Una belleza! Y el cielo, con nubes blancas y suaves en la altura, completaban el panorama que pudo observar desde la roca a la que subió. 
   Bien, se dijo. Caminaré por la orilla de la gran agua, está bastante despejada. Quiero cazar nadadores y buscar alguna piedra fogar.¡Hoy tendré suerte!
  Dicho y hecho. Bajó de donde estaba, cogió sus pocas pertenencias y comenzó su caminata. No sabía cuánto andaría ese día, si acaso rompería el récord de la jornada anterior o no.¡Imposible saberlo! Carecía de la tecnología y de la app que pudiera ir contabilizando sus pasos, para luego transformarlos en la unidad métrica en uso.¡Pobre Maui, tan desprovista de todo y, tan poderosa sin embargo!¡Qué ironía!
  (Cabe señalar que el pensamiento de Maui 1.0 no es tan claro como lo que se puede deducir de sus  soliloquios.¡No! Son las atribuciones de su creadora, esta Maui contemporánea que desplaza la yema de sus dedos por la pantalla, cuya maravillosa cualidad es servir de transportador virtual.¡Algo bueno, después de todo!).
  

El día en que se detuvo la tierra ... Veintinueve... Mañana

Veintinueve ...  [Mañana]        

Ya habían llegado a su primer destino. Era el momento de enfrentar la realidad. Ami comenzó a subir por la escalera sorteando los escombros, que junto a la falta de luz, hacían difícil un rápido avance. Seguida por Maui se sentía más confiada.
   Un maullido lastimero la sacó de la mecánica y consciente tarea de subir evitando los obstáculos. Su corazón dioun salto y sus pies le acompañaron. La puerta estaba abierta, no, más bien dicho, estaba salida de sus goznes, cerca del ventanal y, bajo ella, se veían los pies de alguien..., de su madre.
-Mamá!!!, gritó desesperada, corriendo a su lado. 
-¡Cálmate!,escuchó que le decía su amiga, llegando a su lado.¡Ayúdame a levantar esta cosa!
  Con mucho esfuerzo lograron levantar la pesada puerta, buscando un punto de apoyo en el piso, para no hacer más daño a la madre de Ami. Una vez levantada lo suficiente, Ami tiró del cuerpo de ella antes de que Maui ya no pudiera sostener más la mole. 
   La sangre cubría parte lateral del rostro de la mujer, tenía un brazo en extraña posición, pero, al parecer nada más. Sin embargo, no se movía. Rápidamente examinaron sus signos vitales, en el cuello, en las muñecas, en el pecho... El llamado de Ami en medio de un desgarrador llanto entorpecía un poco la labor. 
-¡Ami, por favor, cálmate! Sé que es difícil, pero quiero ver si aún respira.Ami!!, le gritó.
   Logró que su novel amiga se calmara un poco y volvió a intentar escuchar la vida en el cuerpo de la mujer.¡Chist! Silencio... Sí, sí, era débil el latido pero lo escuchó. Ahí estaba, indicando que había esperanzas. Ojalá no sea demasiado tarde, pensó para sí.
   Con la ayuda de su amiga levantaron con extremo cuidado a la mujer y la recostaron en el sofá, luego de despejarlo de los escombros. Un quejido de ella les hizo redoblar los cuidados. 
   Luego de haber limpiado cuidadosamente la herida (que no tenía su origen en el rostro mismo sino en su cuero cabelludo, de la cual ya no manaba sangre) y de conseguir darle unas gotas de agua, se dispusieron una a quedar una  en observación, la otra a examinar el lugar y evaluar los daños. 
   No había quedado ventanal en pie y aunque ya sus "vidrios" no eran como los antiguos, igual el polvo de su  pulverización habría dañado si la tromba de la explosión -o lo que fuera- hubiera llegado desde el oriente. Uno de esos fenómenos antiguos (terremotos y huracanes) no habrían hecho menos daño que "aquello". Le parecía estar viendo una imagen en vivo de las que solían proyectarse en aquellos viejos videos de antaño. 
   Luego de revisar las comunicaciones con el exterior (para darse cuenta que nada funcionaba), la despensa (constatando con alivio que el alimento no había sufrido daño), los sistemas de luz y agua (sin funcionamiento) se sentó a descansar. Antes,  volvió a  revisar a la madre de Ami, que ya respiraba con más normalidad. Le pasó una barra alimenticia a su amiga y comenzó a comer la suya, cuando un maullido le recordó que debía buscar alimento para Liu, quien  debería conformarse con los restos de una barra desmenuzada.
    Necesitaba silencio, necesitaba reflexionar, para ordenar las piezas de ese rompecabezas en tanto esperaban que la Sra. Sho despertara.

  

Las avenidas de mi ciudad...

   Si la tranquilidad y la paz te cansan, si el silencio te hace ruido, si el-no-diálogo te tensa las cuerdas vocales, es hora de darle a tu pacífica y silenciosa  realidad cotidiana un vuelco. Es necesario y es sano.
   Para ello, te invito a recorrer algunas avenidas de mi ciudad (ya lo es, después de trece años y medio por acá) 
Empecemos nuestro recorrido por el Paseo Estado, cruzando la pequeña plazuela aledaña, dejando atrás la fuente sin agua desde hace años. Divisaremos la Iglesia de la Merced y el "gran" Mall del Centro y Open Plaza.   A nuestras espaldas, quedarán la Catedral y la Plaza de los Héroes. 
     Si tenemos suerte, llegarán a nuestros oídos los acordes de canciones como "Somewere over the Rainbow" ('En algún lugar sobre el Arcoiris') interpretado por un joven violinista ubicado bajo la marquesina del Mall (todos los días, llega hasta mi balcón el sonido del violín; a veces, dejo todo en silencio al interior para disfrutar los temas interpretados por ese músico digno de Guiness).  
 Desde Cuevas a la Alameda O'Higgins (primera avenida de este recorrido) podremos disfrutar de las dos cuadras  implementadas para paseo familiar en Calle Estado.
 Cruzando la Alameda llegaremos a la Avda. Recreo, que nos introduce en un ambiente constructivo antiguo, de viviendas de adobe y barrios antiguos y tradicionales, adornados por un sinnúmero de grafitis, algunos de los cuales pretenden ser artísticos. Caminaremos por sus veredas hasta llegar a Avda. Grecia, donde, si queremos comprar algo más económico, podemos ingresar al Supermercado Líder, que ahora sí que es súper (cuando llegamos a Rancagua, este local era "Express" y recurríamos a diario a él desde la Población Urmeneta en que vivíamos, ubicada al costado derecho, yendo por Recreo  hasta Grecia).
   Si vamos un día domingo, nos encontraremos con la provista y extensa   Feria de Frutas y Verduras que funciona en Avda. Grecia, entre Recreo y Avda. España. 
  (El primer tramo de este recorrido fue el nuestro por años, pues era la feria y uno de los súper preferidos. Seguramente contribuimos al desgaste del pavimento, especialmente al regreso, cuando volvíamos con nuestro fresco y colorido cargamento. Hermosos recuerdos, cuya añoranza nace desde el momento en que su reiteración adquiere la categoría de imposible por tu partida).
    En día de semana, ir por Avda. Grecia hasta España es una belleza: es un sector residencial bien cuidado, con espacios verdes ídem, en que impera la tranquilidad. Al llegar a A.España, podemos divisar, al otro lado de la calle, una conocida y antigua construcción: la Medialuna Rancagüina, donde año a año, en el mes de marzo o abril, se celebra el evento más relevante del país en el ámbito corralero: el Champion de Chile (entre paréntesis, creo que hay tres o cuatro elementos que le dan identidad propia a mi ciudad: el Champion, la Mina de El Teniente, el Desastre de 1814 y, dicen, que en los años 70, la cantidad de antenas de Tv en los techos de casas y edificios, aparte de la especial versión de la canción "Tu cariño "me le" va" de Buddy Richard, jajaja).
  Desde Grecia, entonces, continuaremos por España, pasando por calle Italia, hasta llegar a la Alameda nuevamente. Hay menos verdura, algo menos de cuidado, pero más comercio.
Seguimos un par de cuadras por la Alameda y nos encontraremos, vereda izquierda, con el Cementerio General de Rancagua, donde, junto a muchos, descansan los restos mortales de  nuestro poeta, Óscar Castro y del cantante Arturo Gatica. Caminando una cuadra más llegaremos hasta calle Sta. María, por cuyas antiguas veredas podemos acceder a Mujica, quedando a nuestro lado derecho el Rodoviario de Buses y Taxis interurbanos, además de un
nutrido y popular comercio, de flores, alimentación y de un cuanto hay, a precios realmente envidiables, con una rica y variopinta mezcla humana, que se desplaza por  las abigarradas veredas que se abren paso entre los numerosos  puestos comerciales de Santa María,  Avda. Brasil hasta llegar a calle San Martín e ingresar al Paseo Independencia.
A la izquierda de Sta.María con Mujica se ubica la "Pérgola de las Flores", dos cuadras de especies multicolores en un espacio equipado en forma óptima, hace pocos años.
   Todo este sector es colorido y pintoresco, ruidoso y popular, un barrio comercial  por excelencia, donde se puede encontrar de todo y el espíritu se colma de alegría y fiesta. Los diferentes acentos y colores de piel otorgan diversidad y riqueza. 
   Al llegar a Avda. Brasil, luego de pasar por una especie de "corredor" con locales comerciales por ambos lados, nos encontraremos con el súper Cugat, empresa regional de precios bajos "para el pueblo". Al ingresar a Avda. Brasil el paso se hace más lento. La cantidad de gente aumenta y los comerciantes ambulantes y establecidos se hacen sentir con sus pregones y música. Aquí aparecen numerosos locales chinos en su estilo ya conocido (largos pasillos de artículos de todo tipo, de costo más económico, aunque también de menor calidad), que se transforman en una entretención ideal para combatir el aburrimiento. Da gusto comprar verduras frescas a los ambulantes que se ubican en pequeños espacios para ofertar su mercadería (limones, naranjas, zanahorias, morrones, ají, principalmente), pues los precios son más atractivos que en los locales establecidos. También abunda la oferta de roscas y "calzones rotos" a cargo de las mismas autoras. 
  Acercándonos a San Martín, comienza uno a escuchar, a media voz y como "para callao" a los vendedores de cajetillas de cigarrillos, producto que habitualmente no está a la vista, lo que resulta una ventaja a la hora de escapar de la fiscalización (cigarrillos de contrabando o robados, no cabe duda).   
  Al finalidad Brasil, si tenemos suerte, encontraremos luz verde para cruzar la calle San Martín; si no es así, deberemos esperar los 60 segundos correspondientes. Al ingresar al Paseo Independencia el aire popular sube de categoría inmediatamente, tanto en lo que tiene que ver con el mayor espacio para circular, como en el cuidado de edificios, así como en la variedad de artistas y vendedores ambulantes, entre otros aspectos. En lo artístico, encontraremos conjuntos folclóricos (nacionales o extranjeros) bailarines de cueca, intérpretes solistas de distinto origen, violinistas, saxofonistas, guitarristas, cantantes no videntes, raperos o, a Nasslo Nicolich, un cantante gitano de los años '70, que frecuentemente se le ve haciendo escuchar sus éxitos y vendiendo sus cds. en el paseo. En el terreno comercial, en el último año, se han transformado en caras frecuentes, algunos vendedores de sandwichs veganos y vegetarianos y muchos inmigrantes haitianos de ambos sexos, que han ido diversificando su mercadería. 
   Al llegar a Plaza de Los Héroes nuevamente, podremos sentarnos a descansar en algún banco de este lugar o degustar un exquisito café de grano en los locales ubicados a un costado, aledaños a la Intendencia Regional, "picada" cada vez más concurrida en el último tiempo. 
   Vale la pena caminar y disfrutar del clima y de la vida que se desarrolla en el tramo elegido. Es otra manera de conocer la ciudad y su gente, además de hacer ejercicio. 

jueves, 18 de julio de 2019

Entre desierto y montañas...

    Cuando, instalada en la oficina de tours, me enteraba de que sí había un viaje programado en una fecha anterior al término de mi estadía en Copiapó, me entusiasmé como una adolescente, pero luego decayó este interés, al darme cuenta que  buena parte del recorrido inicial ya lo había realizado el año 2017. Se trataba de ir a un Salar -el de Pedernales- y a una Laguna Congelada, principalmente,  aunque por la vía de las ciudades de Chañaral  y Diego de Almagro (antiguamente denominado "Pueblo Hundido") y eso a mí no me bastaba. Se me había puesto, "entre ceja y ceja", visitar el Salar de Maricunga, que quedaba más al sur que el anterior y más cercano a la Cordillera de Los Andes. Había oído hablar de él y quería conocerlo. Vista mi postura, el encargado se comprometió a buscar la alternativa que me satisficiera. 
   Cuando me llamó esa noche, el itinerario inicial seguía siendo el mismo, pero el regreso había sido modificado, de manera que se pudiera pasar por el salar de mi preferencia, siempre que las condiciones lo permitieran, se me advirtió. En vista del esfuerzo, acepté participar aunque no tan convencida. No había ningún otro tour, de manera que hacía aquél o ninguno. Claro que no era nada de barato.
   Ya con programa uno de los días que me quedaban, me dediqué a decidir los otros, uno en la misma ciudad y el otro fuera de ella.  Esa misma tarde, me trasladé a Nantoco (exclusivamente a fotografiar la hermosa y antigua iglesia vista el día del eclipse) y a Tierra Amarilla
   Mis últimos días se enriquecieron con la romántica visita al Cementerio local, invitación gratuita que me sorprendió y que creí era habitual para terminar de convencer. Sólo al finalizar el sábado conocería la razón, inimaginable, de esa invitación.
   Y llegó el gran día, sábado 06,00 hrs. Me pasaron a buscar Roberto, el guía, e Irma , profesora de Turismo Aventura en Sto. Tomás. El tour se realizaría en dos camionetas 4x4, con un guía por vehículo, a la vez conductores. María Teresa, una jovencita como yo, fue la tercera pasajera antes de iniciar el viaje. 
   Fuimos viendo el amanecer mientras nos acercábamos a la localidad de Diego de Almagro, donde se recogió a Aldo, en nuestro caso. Ya era de día y hacía mucho frío. 
El lugar estaba como lo recordaba, con su bello paseo en la Avda. principal, construido luego del último aluvión (2017),  pues fue víctima "privilegiada" de éste (al igual de Chañaral, Tierra Amarilla, Paipote y Copiapó). 
   Después de dejar Diego de..., comenzamos a transitar por un trayecto desconocido para mí, aunque con similares características: arena, dunas, distintas cadenas montañosas de coloridos diversos, casi como pintados, uno de los  mágicos encantos del desierto y del altiplano. 
La paleta de colores se mueve entre los distintos tonos de café, verde, blanco, hasta granates y morados, según la composición terrestre o mineral del lugar, mientras que en los atardeceres, el sol transforma en doradas muchas de las cumbres.   
Fueron doce horas de experiencia y aprendizaje en el territorio de la Región de Atacama, que contempló un desayuno a más de dos mil metros de altura, después de pasar cerca de Potrerillos y ver desde el camino los camiones que iban subiendo rumbo a El Salvador, como insectos "agarrados" a la montaña. 
También vimos en forma reiterada los trozos destruidos de la línea férrea por efectos de los aluviones, más algunos restos de lo que habían sido  viviendas, fábricas abandonadas, estación de trenes en desuso en la pequeña localidad de Llanta, ubicada a 31 kms. de Diego ... y que resultara arrasada también durante las últimas catástrofes climáticas.
    Nos detuvimos en las cercanías de un  tambo de origen coya, aunque no compartimos con ellos.  Hasta el improvisado campamento llegaba el "cauce" (un hilo de agua para los que somos de raigambre sureña) del Río de Agua Dulce, que en un sector cercano se une al Río Salado.  
Luego de un opíparo y reconfortante desayuno, nos fuimos a  caminar por los Saltos de agua de la Quebrada de Agua Dulce, viendo en el trayecto los blanquecinos cadáveres de grandes árboles que fueron arrastrados quebrada abajo. 
    Nuestra siguiente detención  fue en el Mirador de Montandón, a 3564 msnm. hasta donde ascendimos por un tramo de varios kilómetros. Ya en el Mirador , observamos desde lo alto las angostas líneas del camino subido, los diferentes cordones montañosos, desde los más cercanos a los casi imprecisos y fantasmales de tan lejanos. 
Personalmente, aproveché la ocasión de seguir recolectando algunas muestras de piedras de distinto y bello colorido, aún estando consciente que, al llegar a Rancagua, más de alguna se iría a la basura, pues el brillo  y la magia la habría abandonado. Álvaro Rojas, el otro guía, al parecer dándose cuenta de mi interés por la geología, se acercó mostrándome un ejemplar de pirolusita, cuya característica es contener en su interior una especie de dendritas, fácilmente confundibles con hojas fósiles. ¡Un aprendizaje más!
  (Reflexionando al respecto, creo que a estos pequeños trozos de realidad, les sucede un poco lo mismo que a las personas, plantas u otros seres vivos, que cuando los cambiamos de hábitat pierden su brillo y energía vital. Y aún sabiéndolo, algunos seguimos queriendo "apoderarnos" de su belleza inasible, como si teniéndolas con nosotros, pudiéramos incorporar en nosotros esa belleza). 
 Una vez bien ventilados en el Mirador,  nos dirigimos al 
Salar Pedernales (3350 msnm.), belleza natural que distinguimos desde lejos al mirar desde la altura. También desde distancia vimos, al pasar, el Volcán doña Inés, nombre en honor a nuestra conocida Inés de Suárez.
 Miramos desde las cercanías el blanco paisaje del Salar, que a ratos, debido al viento reinante, levantaba pequeñas rachas de sal vistas desde nuestro sitio de observación, con el cauce  de un río en su interior, quebrando la blanca superficie como una herida sangrante. Los flamencos estaban ausentes; no era la época de su estadía en el salado territorio.
 Al otro lado del camino, estaban las ruinas de una mina de Bórax que había existido en la zona, en la actualidad abandonada. Se había instalado en 1914 con capitales ingleses. 
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   Para llegar hasta la Cascada Congelada del Río Juncal atravesamos kilómetros de terreno altiplánico, en que tuvimos la suerte de observar más de una manada de vicuñas, alimentándose del duro coirón, mientras nos observaban de reojo. El terreno se hizo más abrupto y el paso obligado fue por medio del cauce fluvial.
 El viento, dueño del lugar, nos traspasaba la ropa. Ahí comprendimos el por qué debíamos llevar bastante ropa de abrigo. Debimos recurrir a los guantes necesariamente para contrarrestar los pocos grados de temperatura. Primero nos dejamos asombrar por los carámbanos de la cascada desde la parte superior. 
Cada cual trataba de obtener más fotografías, en distintas poses, lo más cercanas posibles, con riesgo incluso de caer sobre el agua, hielo y rocas distantes 5 metros más abajo. Grabé unos segundos de vídeo del sonido del agua (pues no toda estaba en estado sólido) pero fue imposible hacerlo sin  humanos. Un rato después, más abrigados por instrucción de nuestros guías, bajamos a la base del Río y Cascada. ¡Hermosísimo lugar y fenómeno natural, nunca visto por mis eyes! Fue el sector ideal para otra sesión de fotografías. 
    Al regresar a los vehículos, nos servimos varios sorbos de café caliente, que nos reconfortaron sobremanera, además de unas rebanadas de queque y algún otro alimento, dependiendo de los gustos.  
 Luego de tener un par de paradas técnicas (jajaja, así se denominaba a la necesidad natural de orinar), que aprovechamos también para obtener bellas imágenes del altiplano amarillento de plantas de coirón y  de unas formas rocosas llamadas "penitentes", nos dirigimos al Salar de Maricunga.
    Aquí debo hacer un alto para comentar una anécdota, a la vez divertida y triste. En una de las detenciones, al intentar bajarme de la camioneta me enredé en mi mochila, teniendo como resultante una aparatosa caída a tierra, con tanta suerte que no sufrí ningún daño pues mi "aterrizaje" fue sobre una planta típica de la zona,  con bastantes espinas pero que, en lugar de hacerme daño, amortiguaron el golpe. Incluso me di el "lujo" de decir, ante el asombro de uno de mis compañeros, que no me había caído, sino que me gustaba sacar fotos en esa postura (jajaja). Me levanté con rapidez y me sacudí lo mejor que pude, continuando con mi actividad turística. Sin embargo, no me di cuenta que, en el momento en que probablemente limpié el polvo de mi ropa, el anillo de mi diestra salió despedido de su lugar, pues me estaba quedando suelto. Sólo un buen rato después, a kilómetros del lugar, me cercioré que me faltaba el anillo, un recuerdo de mi madre. A pesar de buscar en el asiento y en la mochila "porsiaca",  la joya no apareció. Por tanto, debí resignarme a su pérdida y sublimar la situación: algo de mi madre quedaba en el desierto, alcanzando un nuevo sentido. Yo, ya lo había tenido el tiempo necesario; era hora que ese dorado recuerdo fuera a otro sitio.
   El Salar de Maricunga fue todo un espectáculo: nos adentramos en él unos cuantos metros, caminando sobre su suelo blanco y salino.
   Caminar en un salar es una sensación extraordinaria. Aquello de  sentir el crujido de la capa de sal romperse bajo los pies y deslizarse como en la nada blanca, creo que es lo más cercano a enfrentarse a la soledad y a una realidad paralela en su sentido más puro, siempre que uno  lo haga a solas y en silencio. Ahora que lo pienso, era eso por lo que yo quería ir hasta ese salar: en busca de esa sensación, necesaria para recomponer mi alma (si la tengo...o como se llame). Algo de ello percibí aquella vez que nos sentimos "abandonadas" en el Salar de Atacama, cercano a San Pedro, con la diferencia que allí, la costra salina es más gruesa.   
En el lugar, en dirección al Paso Fronterizo San Francisco, a poca distancia del salar, se yergue un cerro piramidal formando parte del mismo terreno, que le da una especial característica al paisaje... Antes de abandonar el sector, cercanos a las 17 horas, nos sacamos una foto grupal.  
   El día ya empezaba a declinar mientras nosotros íbamos descendiendo, disfrutando de la cordillera con pinceladas de nieve e hielo en su falda. Un paisaje realmente majestuoso. 
  Llegamos ya de noche a Copiapó, aunque sólo eran las 19 horas. Antes de terminar el viaje, Roberto Vergara, el guía,  hace una confesión en voz alta. Señala que había participado en él sólo por mí. ¡Jajaja!, me reí, aunque para mis adentros ¡quedé estupefacta! "¡Y a éste que le dio para decir aquello!", pensé. No íbamos solos (jajaja). Pero con la explicación se aclaró su inesperada "declaración". Contó que me había visto en la entrevista de TV y que reconoció en mí a una amiga de su madre, por lo que pidió participar del tour y solicitó que me invitaron al del Cementerio. Al hablar posteriormente con su madre se enteró que la amiga se llamaba Laura y él se había equivocado (¡suerte la mía!). Así que eso explicaba todo. 
    Debo agregar que no es primera vez que alguien me dice "me parece que yo la he visto antes". Esto me confirma que hay más Mauis en este mundo, "pululando" por allí, para confundir a la gente. En fin, constato definitivamente que no soy una belleza especial y diferente, sino muy  corriente y repetida (jajaja)
   (Entre paréntesis, les cuento que, cuando estaba en el proceso de averiguación de tours, llegó hasta la oficina un equipo de la TV Regional a realizar un despacho para el Noticiero y como yo era la única cliente en ese momento, me pidieron entrevista, a lo que accedí. Total, pensé, nadie de mis conocidos me va a ver, jajaja. Pero me vio Roberto y se confundió, de lo que yo obtuve provecho sin saberlo. ¡Qué cosas, no!).   
Maravilloso tour, del cual aún conservo la piel del rostro quemada por el sol y el frío de la montaña. Espero recuperar mi tono habitual de invierno, mientras permanezco estos días en palacio, paseando por mi jardín, donde llegan sólo algunos gratos rayos de sol estacional, a unos 10 msnm. ¡¡Arrivederci!!