viernes, 16 de noviembre de 2018

Los entresijos del Poder...

    Últimamente me estoy convirtiendo en una fanática aficionada de la observación y degustación del funcionamiento de la mente humana, especialmente en lo relacionado con el anhelo -o no- de PODER -con mayúsculas-, no porque sea más relevante  la cantidad de los sujetos afectados por él, sino por el ansia y casi desesperación -disimulada o no- con que se persigue. 

   La literatura, la televisión y la vida diaria, en estos días, me han dado mucho material para mi estudio y análisis, que no deja de ser, a pesar de ello,  sólo una aproximación amateur.      

Todo ha calzado "misteriosamente". Mientras he estado, ya hace tres meses y algo más, leyendo con calma, entre otras muchas tareas, una saga histórica  llamada "Roma", en sus seis volúmenes, ambientada en tiempos de la República, comenzando por el año 110 A.C. y terminando en tiempos de Marco Antonio y Cleopatra, (este último volumen está en espera), al mismo tiempo, "casualmente" también he estado disfrutando de unas  series en Netflix, casi paralelas. 
  La penúltima serie vista, en sus cuatro temporadas, fue Vikingos (seguida por "El último reino") que, además de los antecedentes históricos, presenta un desarrollo extraordinario de sus personajes principales, tan complejos y atormentados por el poder, ya sea en su deseo de alcanzarlo como de tener que sobrellevarlo a pesar de no haberlo querido. Y como las "casualidades" se suman misteriosamente, ya sea por obra de Dios, los dioses, el destino o el caos, en la vida cotidiana de mi palacio también surgió una lucha de poder impresionante, del que me alejé olímpicamente, cual Ragnar Lodbrok...
   Todo ello me ha llevado a pensar en los porqué de la ansiedad de su búsqueda y en los efectos de su logro. Partiendo de lo básico, cabe puntualizar que la palabra "poder" tiene una doble función lingüística y, por lo tanto, un doble significado, como mínimo. Una cosa es el "poder" como verbo, la palabra que nomina a la capacidad de realizar algo, ya sea por voluntad y acción propia o instigada por una voluntad o acción ajena (yo puedo, tú puedes, él puede...).  Este "poder" no es el perseguido por muchos ; es el otro, el "Poder" sustantivo, ese vocablo abstracto es el que,  tal vez por más inasible, se transforma en aspiración máxima en la vida de gran parte de la Humanidad. 
    La primera, según registros escritos (considerando sólo la categoría de los  humanos, porque para qué  voy a traer a colación al ángel Malo),  fue Eva, quien se comió la manzana desafiando el "poder divino",  ya sea que ella quiso llevar la contra a Dios y/o a Adán (símbolos de lo  masculino) o ya sea   debido a la atracción de lo prohibido (exacerbado por el aburrimiento de lo cotidiano). Actuó porque "podía" hacerlo, porque quiso y por el placer de darle un mordisco a la sabrosa fruta antes que nadie y por sobre los demás, entre otros,  Adán. Ella, ya con el germen del feminismo en sí, dio el primer paso, pero... debieron pasar milenios y más, antes de tener seguidoras, y si las hubo antes, fueron acalladas por el "poder" masculino, más visible, notorio y acompañado de la fuerza física.  
 Después de ese primer conato de poderío, son miles los ejemplos de la búsqueda del Poder, conocidos y desconocidos, en miles de lugares, en todas las eras y civilizaciones. En los inicios  fue a través de la fuerza física y la violencia; más adelante, mediante los ancestros, la inteligencia, "el verbo", el dinero, el conocimiento, la tecnología...
   En el pasado arcaico, las formas de ejercer el poder eran claras y evidentes; los medios utilizados, rudimentarios y tangibles. En la actualidad, los mecanismos son más sofisticados, aunque no menos crueles.  Es así como somos miles sobre los cuales los poderosos ejercen su dominio sin que estemos totalmente conscientes hasta qué punto se nos manipula. Los teórico-conspirativos ven, prácticamente en cada mirada y en cada paso, una muestra de la dominación del hombre por el hombre. Yo prefiero los términos medios, lo que no aminora los efectos. Es un hecho que, en la actualidad,  una inmensa mayoría quiere prevalecer sobre sus congéneres, pero, como es una aspiración eminentemente individualista, la actuación bajo una misma idea y mente aún no es posible. ¡Por suerte!  Con ello, quiero decir que no descarto que aquello sí se pueda lograr en el futuro, lo que parece ser uno de los grandes temores subyacentes. Las numerosas distopías, cual verdaderas profecías, así lo vaticinan. 
  Por el momento, hay que sobrevivir, de la mejor  manera, entre los míseros autócratas de la vida cotidiana.
   En cada espacio vital encontramos estos entes,  por lo que hay que saber reconocerlos y actuar en consecuencia para no verse succionados por su fuerza centrífuga o centrípeta. Porque así es la situación: o estás con ellos, cual polilla alrededor de la ampolleta, ...o contra ellos.
   Pero,... ¿les cuento un secreto? He encontrado la fórmula mágica para escapar de estas fuerzas "g"...creo... Aún no he logrado identificar todos los ingredientes pero he conseguido un resultado que me permite vivir en un mundo que, independiente de la cercanía o  lejanía de los más o menos pequeños círculos de poder,  se rige por mis propias reglas y, al mismo tiempo, no sojuzga a nadie. Es  una verdadera maravilla, un oasis, una isla Robinson Crusoe en plena capital. Y lo mejor de todo, con comunicación permanente, si quiero, con los mundos circundantes. 
  En esta etapa de mi vida, el único "poder" que me interesa es el que me otorga el verbo, fundamento del otro, pero distinto si puedo mantenerlos separados. Yo puedo leer, puedo  escribir, puedo escuchar música, puedo entregar mi  amistad, puedo ser feliz... Sin duda, ¡¡soy muy poderosa!

  

miércoles, 2 de mayo de 2018

Hace un tiempo...

    Hace un tiempo, más de 6 años, escribí acerca de lo que era la felicidad para mí, que, luego de la muerte de mi querida Mirella, actualicé.  No he vuelto a leer aquello, y si bien recuerdo lo esencial, los detalles se han difuminado en los entreveros del tiempo. 
   Hoy, en este día feriado de semana, en que nada inmediato y terrenal me apremia, vuelvo a sentir una mezcla de tranquilidad, paz, felicidad, aún siendo consciente de la gran ausencia. El sol que cruza los ventanales, las plantas y flores al alcance de mis manos, el silencio sólo roto por los arpegios del piano, el aroma serpenteante del incienso, la vida se fuera escuchada en sordina y, aquí, en mi espacio, mi existencia sin apuros, sin interrupciones, sin necesidades apremiantes, diluyéndose, apasionada, en otras vidas, fabricadas de palabras, pero no menos presentes, interesantes y que atrapan a un lector-espectador con tendencias voyeristas. 
   Felicidad de recuperar el don de la palabra escrita, de sentir el contacto de la juventud en el trabajo, de captar las redes que voy  tejiendo con ellos y que van conformando una relación humana, pasajera pero satisfactoria. Contenta de cada gesto recibido y entregado de y hacia los demás de mi entorno. Feliz de no necesitar cosas innecesarias, de que me baste lo que tengo... y menos. 
    El aroma de un delicioso café colombiano completa el escenario. Lo huelo y lo degusto con adicción. 
    Caigo en la tentación de desear un así para siempre, pero, me retracto de inmediato, pues ya no sería lo mismo. La felicidad la valoramos en retazos, no en un todo permanente. Es un paréntesis de la práctica y de la conciencia. Es un "entender" con los sentidos, es un respirar con algo más que con el cuerpo físico. Es un liberarse de lastres que te atan y te retienen. Es mirar desde arriba y captar, con una especie de supraconciencia, la armonía y el equilibrio alcanzados. 

Domingo...

   Maui se prepara minuciosamente. Arregla su mochila con ropa de cambio. Es probable que la necesite. Pone a tostar unas rebanadas de pan y les echa mayo, un poco de ají, unas rebanadas de salame y pepinillos. Envuelve el par de "sándwich" en papel alusa. Higiene ante todo, se dice. Busca un par de frutas, las pone bajo el chorro de agua y las introduce en una bolsa plástica (sigue sin cooperar con el medio ambiente). Con todo ello va hasta la mochila y completa su equipaje. No sabe a qué hora terminará la tarea, por lo que es mejor prevenir. Afuera, sigue oscuro. Le extraña pero no tanto. Todavía falta para el invierno y la hora no ha cambiado. ¿O lo habrán hecho sin avisarme?, se pregunta. ¡Ah, qué tonta!, piensa. Si fuera así, la hora habría que retrasarla, no adelantarla. En fin, parece que aún no está despierta del todo. A cualquiera le.pasaría: ¡Domingo y levantarse a las 7 horas! 
  Tiene todo preparado. Ya ha tomado la taza de café acostumbrada al desayuno e ingerido el par de galletas de arroz con mermelada. También estiró la ropa de cama, para no tener que llegar a tenderla quién sabe a qué hora.  Le deprime llegar a casa y encontrar la cama sin arreglar. Claro que los días de trabajo no. ¡Ahora no! Este año es laborante de media jornada, quedando con toda la tarde para sí misma ...o para cualquier cosa. Ha sido un verdadero alivio y acierto. Pareciera que la edad me está aportando también sabiduría, piensa divertida. Decide que ya es hora de salir aunque no haya terminado de aclarar. ¡¡No se escucha nada!! ¡¡O todos están durmiendo ...o han desaparecido!!
   Se pone su polerón a rayas con capucha y sale de su fortaleza. Baja prestamente las escaleras. Se siente descansada, activa y dinámica. Las luces ya están apagadas y hay una ligera penumbra. No ve ni oye nada. 
  Accede a la calle y los colores rojo, amarillo y azul se turnan en los semáforos. Rojo...amarillo...azul..., fijos y titilantes... ¿Dije "azul"?, se pregunta alarmada. ¡Debería ser " verde"!, piensa, extrañada. Se detiene. ¿Habrá sido un deja vu o alguien me está haciendo una broma? De pie, sin avanzar, coteja que no hay azul en el par de semáforos que tiene al frente. De pronto, se siente como Neo en la estación de trenes, sin trenes, por supuesto, pero a merced de una inteligencia superior y de la tecnología.
   Camina... Parece ser la única caminante en este frío y desolado domingo de otoño del siglo 21. ¡Nada por aquí, nada por allá! Es como si hubieran vaciado de vida las veredas y las calles. Mientras sus pies devoran con seguridad y rapidez el pavimento, escucha el sonido de una sirena. El ulular, por supuesto, no el canto, al estilo Ulises. ¡Humm! Todavía hay vida en este rincón del planeta, deduce. Escucha el sonido de un vehículo aunque no lo ve.  Como no cree en fantasmas, concluye que debe ir pasando por una calle aledaña. Otro signo de vida, deduce.  Continúa su recorrido, casi como un robot. No es primera vez que realiza este trayecto; lo conoce de memoria. Quiere llegar rápido al Terminal de Buses y optimizar su tiempo. Espera terminar con su cometido en el día de hoy. Cruza los dedos, pues no está muy convencida de que pueda hacerlo, aunque tampoco tiene deseos de volver. Ya se ha despedido del lugar (el desapego es necesario) y lo que debía rescatar de ella ya está en casa, bajo su custodia permanente.    
Vuelve a tomar conciencia de la soledad de las calles. Si fuera de madrugada lo aceptaría como natural, pero son las 8.00 hrs. a.m. y no se encuentra con nadie. Tampoco se trata que añore tanto a la Humanidad. No es su caso. 
   Al acercarse a la Alameda ve, a lo lejos, acercarse a una persona. Es un hombre. Camina normal y se ve ídem. Nada de casi arrastrar los pies con esfuerzo, con el cuerpo torcido y el rostro desencajado y sanguinolento. Suspira aliviada. No se había dado cuenta que estaba conteniendo el aire. Ya no soy leyenda, concluye. Tal vez apenas el comienzo de un mito nada más... Y este día solitario y oscuro no es un Domingo postapocalíptico, sino uno de mediados de Otoño en el país más al sur del mundo. ¡Menos mal!

jueves, 19 de abril de 2018

Siempre presente...

   Pasados los años -más de seis ya, quién lo diría-  creía en mi humana soberbia que el mar ya estaba calmo, que el dolor había remitido, que tu ausencia ya estaba asumida. Sin embargo, ciertas decisiones tomadas, al transformarlas en acciones, me demostraron que el dolor estaba ahí, agazapado, preparado para explotar con mayor fuerza de la esperada. Éste no había desaparecido, sino que simplemente había logrado ir empujándolo hacia el fondo del baúl de mis experiencias vitales . 
   Cuando tomé la decisión de vender tu departamento -que no fue nada de fácil y que hasta hace poco ni siquiera me lo había planteado racionalmente- no pensé nunca que la carga emocional de preparar el traslado de tus pertenencias terrenales iba a ser tan difícil. Al darme cuenta que no podía traer absolutamente todo, debí iniciar la tarea de seleccionar y fue en ese momento en que el pragmatismo y el poco tiempo que tenía mientras llegaba el camión de mudanza, gobernó mis actos y me llevó a realizar más rápido la labor.

  Dejé para el final lo más difícil, sin estar plenamente consciente de ello revisar tus cuadernos. Ver tu pequeña y ordenada letra, junto a innumerables ejercicios matemáticos que formaban parte de las diferentes asignaturas de tus estudios universitarios, casi me noqueó. 
Observar aquellas páginas laboriosamente escritas me llevó a recordarte inclinada sobre tus cuadernos desarrollando las guías de ejercicios en más de algún sábado o domingo que compartimos en Santiago o Rancagua. Los recuerdos me invadieron... Sin embargo, me vi en la necesidad de seleccionar, y mientras lo hacía iba pidiéndote perdón mentalmente por lo que estaba haciendo. Me pareció estar borrando tu memoria, no valorando tu esfuerzo, negando parte importante de tu historia. El sentimiento de culpa me inundó...
   Pasado el momento, sólo puedo asegurarte que no te he olvidado, que te quiero igual o más que en vida, que agradezco haberte conocido y formar parte de tu historia por veinticinco años, que sigo acá -si es que hay un más allá- sólo porque mi trayectoria ha sido más larga y no está en mí darle fin.  Sólo espero que, al igual que Coco, no se me olvide tu existencia ni cada una de las alegrías y tristezas compartidas. 
  Siempre presente, querida hija...

martes, 23 de enero de 2018

Experiencias

En SALAMANCA...

...no es primera vez que veo nevar. Si bien, por el clima templado que disfruto merced al lugar en que vivo, en estos últimos años he visto nevar sólo dos veces y más que nieve era agua nieve. A eso, podría agregar un par de veces más en el resto de mi vida. Por ello, en poco más de un mes, llegar a dos ciudades y ver sus calles y alrededores completamente nevados ha sido una experiencia distinta. Claro que lo de Salamanca fue casi nada si comparo la experiencia de estos momentos, en que voy viajando a Cáceres y lo único que no es blanco es la carretera. Todo lo que nos rodea está absolutamente nevado y el cielo hace juego con la superficie... Me produce un efecto de irrealidad impresionante. Quisiera dejarlo plasmado en imágenes pero la velocidad impide una fotografía fidedigna. ¡Una lástima! Claro que resulta cómodo ver este paisaje desde la comodidad y temperatura de un asiento de bus. Son las ventajas de estar de paso. ¡¡Por suerte!!

En MÁLAGA...

...estoy sentada en un banco de la Plaza frente al Anfiteatro Romano y la Alcazaba, vista sin duda privilegiada. Descanso... Raro en este viaje, pero lo hago. Mientras escribo, escuchó a un guitarrista que toca a unos metros de aquí, delante de la pirámide de vidrio que protege los vestigios de unas fosas donde se elaboraba  una salsa que para los romanos era lo máximo (preparada con las vísceras de pescados en fermentación, ¡guácala!): garum. 
   Me mantengo en el asiento que he encontrado, descansando y haciendo tiempo, pues quiero asistir a un espectáculo flamenco que a las 19 horas presentan cerca. Pero a la bella música, acompañan gritos de niños, pues al lado hay un buen grupo con sus padres. ¡¡Ojalá se vayan pronto!! (jajajaja)
   La tarde se ha nublado, a pesar de que el día se anunciaba tanto o más caluroso que ayer. En todo caso, como hasta las 13 horas estuvo veraniego, tanto que yo andaba con parca y polerón de adornos. Por ello, al pasear por la playa la Malagueta y luego por el Muelle Luna, mis deseos latentes de saborear un helado decidieron decir... ¡basta! Así que, cual turista adinerada, pasé a comprar un rico helado de nueces y frutos del bosque a un local top y me instalé, morosamente, a disfrutarlo, en la top terraza del local. Me tomé todo mi tiempo, pues ya llevaba más de dos horas caminando. 
   Málaga es sin duda la ciudad de los Museos. Contabilicé 31 en la guía turística y creo que se han quedado cortos, porque he visto algunos que no aparecen. Sólo visité uno esta vez: el de Pablo Ruiz Picasso. Lo que me interesaba ver lo hice ayer, principalmente, así que hoy, como no me interesa vitrinear, me estoy dando este tiempo de relax, que no me había dado desde mis viajes por Chile.  
  No puedo decir que he visto todo, porque es una ciudad grande y tiene un equipamiento arquitectónico a orillas del mar espectacular. Sólo vi una parte, porque seguir dando la vuelta por la Bahía habría significado quedar derrengada. Realmente, más que ciudad histórica, es una ciudad moderna, actual, viva, de verano, playa y vida social intensa. 
  Y, sin embargo, es antigua como el hilo negro y con una importancia estratégica fenomenal, precisamente por su vocación marítima. Los fenicios, los romanos, los visigodos, los musulmanes le asignaron la importancia habida.
  Hoy es una ciudad eminentemente turística, que tiene para todos los bolsillos, especialmente el abultado, que quiere pasarlo bien, compartiendo tapas, mojitos, cerveza y de un cuanto hay existente en los innumerables restaurantes, taperías, bares, cafés, teterías, etc.

En GRANADA...

... impresionante la cantidad de turistas en esta época del año. Creo que, junto con Madrid, ha sido la ciudad más populosa encontrada en este viaje. Había turnos para visitar La Alhambra, por ejemplo. La cantidad de asiáticos en la Alhambra así como en la ciudad era de consideración. Poco grato resultó, al menos en este lugar icónico, tener que luchar con las selfies por doquier. Hasta para tomar fotografías había que hacer cola. No obstante, valió la pena. Me queda, eso sí, la siguiente duda: ¿cómo será en periodo estival?¡¡!! En esa época del año habrá que incluir, no me cabe duda, una gran dosis de paciencia también. 
   Fue precisamente en Granada que tuve una experiencia extrema en el momento de almorzar. Buscando, buscando, algún buen precio  y lugar, me detuve en una callejuela cerca de Plaza Nueva. El local estaba lleno (pero todos estaban completos a esa hora) y era de buen nivel. Un hombre, que resultó ser el dueño o jefe, que estaba afuera, me indicó por dónde ingresar y luego me pidió que esperara mientras se desocupaba una mesa-barril. Son típicas de acá para instalarse a tomar unos tragos con algo de acompañamiento. Pronto quedó libre y me vi en la tarea de encaramarme en una de esas sillas altas, especiales para dicha mesa o una barra. La oferta de almuerzo estuvo bastante buena para el precio, pero la bullanguería era atroz (jajaja). Por suerte estaba en una esquina, algo protegida de los demás clientes que me rodeaban. Había cerca un grupo, inicialmente de tres, que luego se transformó en seis, que transmitía para todo el bar, que, en todo caso, no era muy grande. A ratos, uno de ellos, gritaba, cantaba, hablaba con alguien de afuera, con un complejo de florero galopante. Estaba terminando mi ensalada vegetariana (muy rica y bien presentada) cuando llegó un grupo mixto de seis personas. Se ubicaron a mi alrededor, pues no había otro espacio. Pronto estuvieron ocupando parte de "mi" barril, lo que no me provocó rechazo, por suerte. La desgracia del poco espacio había que compartirla. 
  Con tanto público, mi almuerzo terminó demorando más de lo acostumbrado, porque la garzona debía multiplicarse. Al fin quedé algo más holgada cuando mis vecinos se fueron, agradeciendo el porcentaje de barril. Antes de irme, vi un desorden afuera, que repercutió en el joven-florero: era un par de varones, nada de agraciados, un poco entrados en carne, que andaban disfrazados con tutús y otras prendas femeninas aunque no se veían afeminados. Se veían grotescos y grotesca fue la actitud de los clientes del bar para con ellos. Les invitaron a un trago, le pedían que se bajen los pantalones y uno de ellos hacía el ademán correspondiente. Muy burdo todo y eran recién las 15 horas de un sábado, en las callejuelas cercanas a la Plaza Nueva. Aquello completó el panorama que me he hecho de un sector de la sociedad española (compuesta de jóvenes, adultos y mayores), con unas costumbres muy relajadas y una moral ídem; que beben y fuman mucho, que gustan de una vida social pública, grupal, bulliciosa, frívola y con estos toques de chabacanería evidentes.

En CARTAGENA:

...ya abandonaba la ciudad con una gran sensación de decepción frente al descuido y suciedad de una buena parte de la urbe, ante el cuidado incipiente  y poco esmerado de su patrimonio histórico, agregando a ello los inconvenientes en el alojamiento (el más caro de los 25 a la fecha) y al hecho que ayer lunes todos los Museos y Centros de Interpretación estaban cerrados. 
   La hora de mi "billete" a la próxima ciudad sólo me daba un margen de unos 45 minutos para visitar sólo "un" lugar. Elegí las Murallas Púnicas y aún me congratulo de mi elección. ¡No podía haber sido  la mejor! Todo lo romano ya lo he visto en otros lados y aunque cada vestigio es único y trascendental en sí mismo y en su aporte a la reconstrucción de la Historia, éste es el único lugar del que tenía noticia de la presencia relevante de los Cartagineses. ¡Y vaya que sí! Faltaban 5 minutos para la apertura de las puertas y yo ya estaba esperando, con mis maletas a cuestas, por las que no me presentaron inconvenientes y las dejé por ahí instaladas mientras yo disfrutaba de mi visita. El vídeo inicial ya me confirmó mi  acierto. Todo lo que sabía gracias a la lectura de una trilogía de Santiago Posteguillo era histórico: la dinastía Barca en la Península Ibérica, la importancia estratégica de Qar Qadast (Cartago Nova posteriormente, Cartagena en la actualidad) en el dominio cartaginés en parte de Iberia, la muerte de Amílcar y la sucesión por parte su yerno Asdrúbal, la creación y fortificación de la ciudad, el ascenso de Aníbal ante la muerte de Asdrúbal (apodado "El Bello", seguramente para diferenciarlo de uno de los hermanos de Aníbal, del mismo nombre, pero no con similares  atributos), la partida del ejército cartaginés a la península Itálica vía Los Alpes, con elefantes incluidos, la caída de la inexpugnable Qart-Hadast en manos de los romanos, bajo el liderazgo del joven general Publio Cornelio Escipión, que, a futuro, sería la bestia negra de Aníbal en territorios africanos.
  Encontrar allí mismo, bajo mis pies, vestigios de la muralla que rodeó la ciudad en tiempos de Asdrúbal (siglo III a. C.), reconocer los detalles que el vídeo explica de su estructura, resultó emocionante.
 También lo fue encontrar los vestigios de la  Cripta de la Ermita de San José, que se construyó en el mismo lugar,  muchos siglos después, sobre todo si se observaba en algunos compartimentos restos óseos humanos y una calavera (que probablemente sean réplicas). Y de nuevo debí superar el miedo casi cerval de caminar sobre  vidrio, lo único que me separaba de caer sobre las ruinas...de la historia cartaginesa en la Península Ibérica. Fue un visita emocionante y adrenalínica, que me reconcilió con Cartagena..

sábado, 6 de enero de 2018

Sensaciones...

En LUGO...
...un fuerte sobrecogimiento me produjo ingresar a la Domus do Mitreo, casi tanto como para que los ojos se vieran en apuros. Tenía frente a mí, bajo nivel, los vestigios de una casa en que habían vivido, siglos atrás, personas de la cultura de la que somos deudores. ¡¡¡Yo estaba allí!!, siendo espectadora de parte de lo que fue uno de los  más grandes imperios de la Historia, hasta ahora. La prohibición de sacar fotos me llevó a un examen más minucioso de cada espacio, ayudándome de las imágenes  virtuales existentes en cada tramo, para retroceder en el tiempo y reconstruir la Domus (casi como Carpentier en el relato "El viaje a la semilla", salvando las distancias, claro está). Traté de imaginarla entera, en pleno funcionamiento, incluso estuve calculando cuántas personas cabrían en determinado espacio... Luego, el video, para completar los antecedentes...    
Salí como pisando nubes del edificio, aprovechando de sacar unas fotografías desde el pasillo de salida, cuya pared era vidriada, con el objetivo precisamente que  uno tuviera un "petit bouchè" antes de ingresar a la recepción. Recuerdo claramente mi "¡¡ohh!!" de asombro, de expectación, de emoción cuando iba ingresando... ¡¡Fue una visita espectacular!!


En SANTIAGO de COMPOSTELA...
...mucha frustración, frío, no saber qué hacer cuándo lo que caía del cielo no era maná sino agua y en gran cantidad. Podría haber regresado al alojamiento, pero esto no me pasó por la mente. Cuando estoy de viaje, como en este caso, sólo utilizo el alojamiento para dormir y descansar. Desde las 9,30, hora en que salí, hasta las 12 horas estuvo lloviendo, con bastante intensidad a ratos.  Y, como las calles del casco histórico son la mayoría en pendiente, el agua corría por ellas y yo debía caminar apegada a la pared como un musgo cualquiera. Lo que más me interesaba era que mis zapatos no se filtraran. ¡¡Lo conseguí!! A ratos caminaba bajo los soportales, especialmente los de la "Platería", que tienen una longitud de unas cuatro cuadras, con un par de metros de espacio descubierto cada tanto. Yo, está más decir, no era la única, pero tampoco éramos tantos.
 Aproveché de ingresar a la única sala de exposiciones que vi abierta al público (era domingo) y allí me entretuve un rato con las obras del escultor César Lombera. Con sorpresa descubrí que "mis amigas gallegas" se llamaban María, las mismas con las cuales me había sacado una foto el día anterior 
y que la escultura del escritor español Ramón del Valle-Inclán (a quién leí en tiempos universitarios) era también obra de él.  Terminada la visita de la expo, de nuevo  a la lluvia. 
Volví a los soportales y, aprovechando algunos locales abiertos, (el mínimo considerando la enorme cantidad que existe) comencé a vitrinear. Fue la ocasión de comprar unos recuerdos para mis amigas y para mis sobrinas. Seguía el diluvio. Me empezó a dar frío. Tenía la capucha de mi "sudadera" -dijeran los españoles- completamente mojada, por lo que el frío ya empezaba a hacerme sonreír (jaja). Entonces tomé la decisión de comprarme un polerón para cambiarme. La caza de éste no duró mucho. En el segundo local consultado lo adquirí. Los del primero eran muy poco discretos en los estampados. La prenda resultó ser bastante gruesa, con polar por dentro, lo que me quitó el frío de inmediato, pues me la "encasqueté" allí mismo. 
   A mediodía, por una media hora, el cielo dejó de llover y las personas, cual callampas después de la lluvia y sol, aparecieron como por ensalmo. Fue el momento propicio para tomar sol y alegrarse, pensando que la vida era bella, que ya no llovía, que mis pies estaban secos y que ya no tenía frío.


En ASTORGA...
...maravillada, es lo menos que puedo decir, cuando salí de la Estación de Autobuses y vi, frente a mí, mis objetivos de la visita a esta ciudad: ahí estaban, iluminados y soberbios el Palacio de Gaudí y la Catedral. ¡Extraordinarios!  
No había ningún taxi alrededor así que pregunté dónde quedaba el hotel y, para mayor alegría, me dijeron que estaba detrás del Palacio. Sólo tuve que cruzar la calle, subir una corta escalera, pasar por los alrededores y allí estaba mi lugar de alojamiento. ¡¡Qué mejor!! No demoré mucho en instalarme, tomar un pequeño refrigerio y salir a la caza nocturna de imágenes. Sin necesidad de plano de la ciudad, pues es pequeña en comparación con otras visitadas, me di a la tarea de reconocer el lugar, en sus calles aledañas, tomando fotografías de lo posible. Me gusta tener las dos versiones, si la iluminación lo permite, de los edificios que llaman mi atención. A veces, la noche les da un aire de misterio y fantasía fascinante. Lo ideal es tener primero una visión diurna de los edificios para luego ver su imagen nocturna, porque a la inversa suele suceder que a la luz del día
(como en otras situaciones de la vida) desaparece parte de la magia.


En PALENCIA...
...mientras caminaba a orillas del Río Carrión, entendí por qué ese sector se llamaba Parque dos Aguas. En un tramo, el río se divide debido a una pequeña isla y el cauce sigue su curso, inquieto, por la hoya fluvial, en dos direcciones que, luego, vuelven a transformarse en una.
 El sonido del agua se introduce en el cuerpo y te calma. A ratos, disputan mi atención los patos o unos pajaritos, albinegros, muy llamativos, y que he encontrado en diversas situaciones de este viaje. ¡Son hermosos!  
Camino casi solitaria. A ratos, suele cruzarse en mi camino algún deportista o un ciclista. O el dueño/a de un perro que lo ha sacado a pasear. El día está fantástico, de la temperatura adecuada para no desabrigarse. Una brisa mínima, sólo para refrescar se siente a ratos. Mañana relax y de unión con la naturaleza. ¡Qué mejor!


En ZAMORA...
...una persona frente a unas 40 que parlotean a destajo...¡¡Uff! Casi como ave en corral ajeno y, como estamos aquí, podría decirse como cigüeña en nido extraño. Sin embargo, el bullicio de las conversaciones y los gritos de los niños no es más que música de fondo, mientras yo disfruto de un almuerzo gourmet, uno de los mejores a la fecha. 
Un vino que se me ha subido a la cabeza y  tiene embotada mi par de neuronas (medalla  de oro 2016 en un Concurso Mundial en Bruselas, ¡¡bien!!). Las voces, de ninguna manera en sordina, impiden hablar, pero como estoy sola y a espaldas de los parlantes, cero problema.  Sigo degustando el vino (Valbusenda, Toro, Roble 2008 con denominación de origen). Saldré seguramente "balbuceando", pero no importa, no tengo obligación de conversar con nadie. Espero el postre.  
El ambiente es absolutamente grato y embotante, después del frío y viento gélido de la mañana a orillas del Río Duero, tan frío
(aunque las farmacias indicaban 2 grados, a mí me pareció 0 grado) que debí entrar a un café-bar y servirme un americano delicioso y gratificante. Era primera vez que lo hacía. Se veía luminoso el local, blanco y la joven que atendía era rubia (jajaja). Necesitaba ir al  baño y recurrí a ello, pero el café me reanimó.
   Después, al cruzar el Puente de Hierro y ver un par de carpas modestas (fabricadas con restos de tela) en una pequeña isla a orillas de la ribera del Duero, donde un hombre estaba tratando de hacer unos arreglos precisamente en su "vivienda", no me sentí de lo mejor y el efecto benefactor del café llegó hasta ahí: yo quejándome internamente del viento y el frío y allí había personas que vivían a un paso del agua, a merced del viento, sin ningún servicio básico y, lógicamente, en situación de completa precariedad. 
La realidad golpea, a veces, nuestro cómodo mundo. Felizmente, ¡¡no soy culpable!! (evito decir, "soy inocente", pues no me parece lo mismo)...