martes, 28 de noviembre de 2017

El día en que la Tierra se detuvo. .. Veintidós... [ Hoy]

    Veintidós...                                                          [Hoy] 
Cuando los examinadores anunciaron que sólo quedaban 20 minutos para que se cumpliera el tiempo máximo de la PSU de Lenguaje y a mí me faltaban dos textos, el mundo colapsó, la Tierra detuvo sus movimientos de rotación y traslación, el aire de cargó de ozono y estuve a punto de un ataque de aplopejía. 
   Mis manos comenzaron a temblar, mi garganta quedó más seca que el Desierto de Atacama y no me resultó fácil centrarme en lo que estaba haciendo. Me desesperé realmente. Me faltaban algo de 14 preguntas y eso significaba que debía despedirme del desayuno con la Presidenta. No me iba a alcanzar ni siquiera para un petit bouchè con margarina o mermelá, estirando la mano para sacar de las bandejas que fueran pasando por algún pasillo.
  ¿Qué es lo que había pasado??
   La primera sección estaba más difícil de lo que esperaba y, por lo tanto, ocupé más tiempo del recomendable (unos 5 minutos más de lo previsto). Pero más que ese factor, influyó la serie de interrupciones de los otros participantes, que, de pronto, no entendían la información. Por ejemplo, cuando se dijo que ya podrían salir (porque ya se había cumplido una hora) creyeron que se había terminado el tiempo y se asustaron varios. Y para qué decir de los examinadores y otros seres humanos ambulantes, que entraban y salían de la sala que era un gusto. A mí me correspondió la primera fila horizontal, así que no me resultaba fácil sustraerme del continuo tráfico. 
  Creo que el amor propio fue el que me ayudó a centrarme un poco, aunque detrás mío, había un "jovenzuelo" que comenzó a leer en sordina. ¡¡Me dieron ganas de gritar!! 
   Nunca me formé en el hábito de la lectura veloz, pues no lo he necesitado. Siempre he leído por gusto, y cuando no ha sido así, me he dado el tiempo para desentrañar y tragar de la mejor manera las lecturas no deseadas. Pero aprender la técnica de la lectura veloz, never. 
   Vista en dicha situación límite, debí aprender en el campo de batalla, tratando de salir lo menos magullada posible. ¡¡Ufff!! 
  Empecé a leer siguiendo las líneas como alumna de primero básico, con el fin de atender con la vista y el movimiento de la mano para concentrarme, sobre todo considerando el moscardón que estaba en el pupitre trasero. Hasta me llegué a enojar con Einstein (que aparecía aludido en el penúltimo texto)  porque, cómo, pensé yo, encontraba absurda la existencia de los agujeros negros. ¡¡Y tan inteligente que dicen que  era!! 
  Una vez terminadas las preguntas, comencé a traspasar alocadamente las respuestas (Glups, ahora que lo pienso, no cotejé si estaban bien trasladadas) y, luego, a remarcar las demás, cuyo relleno estaba a medias (estrategia para realizar revisión final y, eventualmente, alguna corrección). Los dos lápices que llevé ya tenían la punta roma (gastada quiero decir, no procedentes del Imperio  aquel, ampliamente conocido), así que, en contra del tiempo, me dispuse a usar el sacapuntas (el que casi se escapa de mis manos) y desperdiciar más grafito. 
   Faltaban sólo 5 minutos cuando decidí entregar. Ya no procesaba a esa altura, debido al repechaje final que había ejecutado. Quedaban varios en la sala cuando me retiré. Después pensé que podía haberme quedado hasta el final. En fin, no lo hice. ¡¡La suerte ya  está echada!!
  Por suerte que los resultados son privados, pienso ahora.  Ah, me encontré con la grata sorpresa que uno de los textos lo conocía: el relato de García Márquez, "Un día de éstos". Simpático el relato. Cada vez que lo he leído lo he asociado al gobierno militar. Me simpatiza el dentista. 
  Lo bueno: el material del facsímil no era roneo, así que me resultó más fácil subrayar y tarjar. Ojalá valga la pena el ataque de colon que me despertó esta madrugada. 
   Mañana me corresponde la Prueba de Historia y Ciencias Sociales. Mi meta en ésta es sólo 700 puntos, considerando que soy neófita en el asunto.
.... 
Ya terminé la tarea. No estaba fácil la PSU de Historia, aunque debo señalar, que manejé mejor el tiempo
(salí 18 minutos antes). Respiré tranquila pues en la mañana logré retroalimentar un poco, practicando la lectura veloz (jajaja). Al salir del liceo, me encontré con 3 alumnos regalones y nos detuvimos a conversar un poco, haciendo algunos comentarios. Fue lindo ver a Valentina, Carlos y Patricio. Les recordé que debían compartir conmigo sus resultados. En respuesta, me señalaron que también esperaban que yo compartiera los míos.  
   Al finalizar esta tarea autoimpuesta, me asiste la tranquilidad de haber cumplido haciendo el mejor esfuerzo, sin caer en la tentación de inventarme excusas para no asistir. 
  Ahora estaré tranquila-nerviosa esperando el 26 de diciembre para enterarme de mis resultados. Porque la Tierra, me imagino, seguirá su curso, sea el puntaje que sea, gane uno u otro Candidato, marque el termómetro 30, 35 o 40 grados.

jueves, 23 de noviembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Veintiuno... [Ayer]

Veintiuno ...                                                                  [Ayer]
   Se internó en el bosquecillo cercano con dificultad. Los obstáculos que representaban las ramas y los ganchos caídos eran numerosos. Aunque ocupara el resto del día, debía llegar hasta el Gran Bosque. Sólo allí habría posibilidades de caza. Era altamente probable que los animales también hayan iniciado el éxodo. Por tanto, no sería una tarea fácil tener éxito. Pero, pensándolo bien, también cabía la posibilidad de encontrar alguna pieza aplastada y/o muerta, como los animales marinos hallados. 
   De arma sólo llevaba un par de toscas lanzas aguzadas en forma rápida en la hoguera. Por el momento, con eso le bastaría  para asegurar su subsistencia y su abrigo. 
   Según el tamaño de lo que cazara, podría seguir su camino, alejándose más del mar, adentrándose en lugares llanos y de aguas correntosas, buena para tomar. Sin embargo, allá era más helado, le había dado a entender la pareja con la que se había encontrado lunas atrás. Por ello, su plan era mantenerse por los sectores conocidos durante varios soles y algunas lunas, hasta que pudiera proveerse de pieles, elaborar más y mejores armas, fabricar algún utensilio, recolectar frutos, secar carne, sea cual fuere el animal. También necesitaba confeccionar un bolso para cargar pieles, alimentos y todas sus pertenencias.
  Dejó de pensar en el futuro, para preocuparse del presente. Era necesario. ¡Cada cosa a su tiempo!
  ¡Bien, Maui! Concreta y práctica como siempre, sin dejar de lado la proyección temporal. Los pasos deben irse dando de a poco, sin apresurarse. Además, ni a ti ni a mí, nadie nos espera, por lo que nadie te apura. Eres dueña del tiempo y del reloj, eres dueña de tu vida. 
 Caminó con oído atento los senderos ya conocidos, los que pudo reconocer, a pesar de la variación que introdujo el fenómeno telúrico. Fijó los hitos de su ingreso al bosque. Aquello, le permitiría ingresar sin temores porque podría encontrar la salida sin dificultades. Reinició el avance, atenta a cualquier ruido que pudiera escuchar. 
   El silencio la envolvió, dándole un aire de sobrenatural al ambiente. El bosque parecía haber quedado sin vida, salvo que...¡No! ¡Otra vez! Debo protegerme. Oyó el ruido ya conocido la noche anterior, aunque menos intenso. La tierra bajo sus pies comenzó a moverse. Rápidamente, por instinto, se deslizó bajo unas ramas, pues éstas, si no se equivocaba, amortiguarían  el golpe de alguna caída. Sintió alivio cuando el movimiento así como comenzó terminó. Al afirmarse en tierra para salir de su escondite tocó algo blando. Se asustó, emitiendo un grito. Quiso salir arrancando, pero luego pensó que, tal vez allí, tenía parte de su comida o vestimenta. Se movió cuidadosamente y levantó, después de varios intentos, la enorme rama que le había servido de refugio. Cuando se dio cuenta que lo tocado correspondía al cuerpo de un venado, soltó la rama para evitar que éste huyera, si acaso aún estuviera con vida. Se alegró de su suerte, aunque inicialmente el terror casi se apodera de ella. 
 Salió del lugar y buscó otra rama o tronco que pudiera hacer de puntal para levantar la que le interesaba. El esfuerzo se vio recompensado. Logró levantar un sector de la mole de ramas y hojas, dejando al descubierto el cuerpo, inerte, del venado. Agradeció a sus manes por lo encontrado y se dio a la tarea de arrastrar su presa para dejarla en el sendero. El animal había recibido el golpe en la cabeza y una de sus patas estaba quebrada. Aunque hubiera quedado con vida, no habría sobrevivido mucho tiempo. Había sido un hermoso animal. 
   Decidió regresar a su improvisado campamento para desollar y curtir la piel, además de despiezar y cortar carne, la que pondría a secar el mayor tiempo posible. Esperaba hacer todo aquello sin inconvenientes ni sorpresas inesperadas y desagradables. Pero, pero...
    En su entusiasmo, casi se olvida que la sed ya se estaba transformando en una necesidad acuciosa. Por lo tanto, su tarea inmediata era conseguir agua. No podía estar otro día sin el vital elemento. ¡Hum! ¡Cambio de planes! Debería buscar una corriente de agua lo más cerca de allí e instalar un nuevo campamento.  El anterior ya no le servía para la tarea que se avecinaba.
    Se sentó a descansar un momento, aprovechando de planificar sus siguientes acciones. Debería construir una nueva parihuela para llevar el venado. No sabía cuán lejos estaba la corriente de agua, por lo que requería de ese artilugio  para caminar más rápido con su carga e instalar su provisorio hábitat. 
   Se dio a la tarea con afán y pronto tuvo el resultado esperado. Dejó su cargamento en la linde del bosque y fue hasta donde estaban los restos de la hoguera a buscar su piedra fogar. Se encontró con que alguien o algo había estado allí: la comida que había dejado bajo el follaje que le sirvió de lecho había sido descubierta  y ya no estaba. Respiró tranquila. El o los ladrones había(n) dejado huellas pequeñas, por lo que no debía temer. Encontró lo más importante. Luego, escogió algunas proyectos de lanzas y volvió rápidamente al lugar donde había dejado su cargamento. Estaba intacto. Decidió rodear el bosquecillo. Ir por el interior revestía más peligros que ventajas. Dedujo que si allí había vegetación abundante, cerca debía existir una fuente de agua. Siempre era así. 
   El sonido de un tropel  casi la toma de sorpresa. Una manada de venados, pasó cerca de allí a velocidad de huida. Seguramente un depredador los perseguía. No alcanzó a divisar ni a los fugitivos ni al perseguidor(es). De pronto, llegó hasta sus oídos el ruido del chapoteo  que hacían los animales al ingresar a un curso de agua y, a la vez, de nuevo, la tierra moviéndose. Se detuvo y también la tierra. Rectificó su conjetura: no era de un depredador del que huían sino del movimiento telúrico. Se alegró de que aquella fuera la razón y no la primera que había pensado. Eso la tranquilizaba.
   Siguiendo la dirección en que los había escuchado, logró llegar a un pequeño arroyuelo. Se sintió feliz, feliz. Había culminado una nueva tarea con éxito. Ahora, había que poner manos a la obra. 
   Con una piedra filosa a manera de cuchillo, realizó una incisión en el cuello del animal, lo sangró sobre la tierra, agradeció a sus propios protectores y a los de los venados y se dispuso a separar la piel de la carne.

El día en que se detuvo la Tierra.... Veinte.... [Hoy]

  Veinte...                                                       [Hoy]

Tranquilidad es lo que me ha embargado al salir del hospedaje y encontrarme con un día templado y con un lunes tranquilo, de pueblo pequeño, que se niega a vivir las prisas de las metrópolis. Se respira naturaleza a pesar de estar rodeados de desierto. Muchos árboles, con años hasta decir basta, en la Plaza de Armas de Copiapó
   De pronto uno puede caer en pensar que es descuido de los habitantes -no me consta-, pero mirando el contenido que le queda al vaso, prefiero pensar que es la manera de cuidar y mantener lo que se tiene, evitando caer en la cultura del desecho, y, en este caso, hacer leña de ellos. Lo que más me alucina son los árboles con sus flores lilas, chañar o pimiento, me dice el joven del café cuando le pregunto. No está seguro.
   Un buen Capuccino para empezar el día y hacer tiempo, mientras los de una oficina de Turismo, particular, se dignan en iniciar el trabajo semanal. Especifico "particular", pues en la oficina pública de Informaciones  me atendieron temprano y en forma expedita, entregándome todos los folletos necesarios.
   Ahora, aquí estoy, esperando que los benditos encargados de la Office lleguen, aunque ya me comuniqué por teléfono con uno de ellos. ¡Malas noticias! El desierto florido está en extinción. Ése era mi objetivo. ¡Grr! En fin, aprovecharé los días en visitar la región, que también tiene sus encantos, según lo que me informaron. Ya veré el próximo año el florido desierto, aunque tenga que pedir permiso en el trabajo...¡¡Bien!!  

   Viajo a Caldera. Me encantó el puerto. 
Lo recorro por la playa hasta donde ésta termina y debo ascender hasta la calle haciendo uso de mis habilidades físicas. No encontré a nadie en mi recorrido y eso que era pasado el mediodía. Regreso al centro por una Avda. en construcción, con mucho equipamiento de juegos y ejercicios. Tremenda y hermosa inversión. 
   Llego a una Plaza diferente: la del Padre Negro, cuyo hito central es la Iglesia del mismo nombre, la que llamó mi atención por estar en altura, construida sobre una alta base de piedra y de forma cuadrada. Subo la escalinata. Guardando las distancias, me parece estar ascendiendo a un monumento maya. Es pequeña, ornamentada con pinturas muy vívidas. Su altar está construido directamente en la roca. Es hermosa. Fue construida en 1940, gracias a la gestión del Padre Negro, un sacerdote colombiano. 
  Almuerzo en el centro, en una mesa al aire libre. No es una maravilla el menú pero está mejor que el de ayer, que consumí en un restaurante peruano. 

 Luego de satisfecho el hambre, me dirijo a Bahía Inglesa, aquí en Chile. Hermosísima playa de "arena" blanca y aguas color turquesa. Y lo más maravilloso: había muy poca gente. Estuve un par de horas allí, a todo sol.
 Felizmente andaba con un sombrero de mi colección, así que, al menos la  cabeza y el rostro estuvieron protegidos. Fue una delicia leer, mientras el sonido de las olas  llegaba suave, a un par de metros de donde yo estaba.
   Quise conocer la Estación de Ferrocarriles de Caldera, hito histórico en el desarrollo de esta vía de traslado en nuestro país. Pero estaba cerrada por reparaciones.¡¡Plop!! 

 De vuelta en Copiapó, me encontré con la fantástica Estatua por la Paz Mundial, en honor  al rescate de los 33, enviado por China, además de una áurea estatua ecuestre,  que no supe en honor a quién era pues no tenía inscripción. 
De lo que sí estoy segura es que no era don Quijote ni tampoco el nunca-bien-ponderado General de los anteojos oscuros. Se veía imponente al atardecer.
   Siguiente día: viaje a Vallenar y Huasco, pasando por la tristemente célebre Freirina.     
No me gustó Vallenar,  al menos lo que vi. Veredas muy sucias, no con basura que se recoge y se soluciona el problema,  sino con aquella suciedad pegada, que ya no es posible "erradicar". Ciudad muy descuidada y en deterioro subterráneo.  Hay un Paseo, en lo que recorrí,  que está más cuidado, seguramente porque es de más reciente construcción.  Me recordó las ciudades de Talca y Arica (el Paseo, no el descuido ostensible) 

  Me fui a Huasco,  donde el mar me reconcilió con el viaje.  Es un puerto menor que el de Caldera, en el cual se veía muy poca actividad. Los numerosos locales ubicados en la Costanera estaban cerrados. Había un sector  bloqueado por reparaciones. 
  Caminé hasta una escultura gigante que,  parecía un pájaro según desde dónde se le mirara. Volví a la calle principal,  desde la cual divisé una Iglesia de peculiar construcción. Fui hasta ella. Era realmente hermosa. Se levantaba mirando al mar.  No ingresé a ella. La fotografié bastante,  eso sí.  Día caluroso en Huasco. Luego de comprar agua, mandarinas y damascos,  me di a la importante tarea de buscar un Restaurante.  Encontré uno que me satisfizo y el menú solicitado estaba muy rico. Lo hice acompañar de un sauvignon blanc Misiones de Rengo, ¡¡¡exquisito!!!  Luego de negociar el cambio del postre (de chocolate,  ¡puaj! , me carga ese sabor en todo, excepto en las barras del mismo) por un café,  me fui a  caminar por la Costanera huasquina.
 Esta vez llegué al  Faro; más allá estaba la playa... No pude permanecer mucho tiempo: debía regresar a Vallenar.  Lo hice, envuelta en la modorra de media tarde.  
   Llegando a Vallenar me bajé al ingresar a la ciudad. Quise caminar por un Paseo a orillas del río... El cauce era abundante y rápido.  Era un gusto mirar sus aguas en medio de una zona tan árida. Sin embargo,  el lugar, de reciente implementación, estaba completamente descuidado (malezas, pasto largo y basura).
   Faltaba aún para mi viaje de regreso pero opté por esperar en el Terminal, de preferencia, en algún lugar fresco. Antes de iniciar la espera,  a comprar agua y un helado (de H2O, of course).
  Regreso sin inconvenientes, un rico café al llegar al alojamiento con un sándwich con el último pan existente en mi despensa.  
  Otro día,  último recorrido, esta vez hacia el norte: Chañaral.  Un capuchino antes de subir al bus y partimos.  No alcanzamos a recorrer una cuadra y el bus chocó con un poste, rompiendo una luz trasera. Debió regresar al Terminal y se ignoraba la hora en que se continuaría el viaje. ¡Tur Bus!  Pedí el cambio de pasajes para el día siguiente. "No se puede", dice la funcionaria. "Haga un reclamo y le devolverán el dinero". Otra ventanilla,  llenado del formulario correspondiente,  recepción dinero.  Nueva ventanilla, a comprar los pasajes para el día siguiente.  Elijo horarios,  asientos (evitando números fallidos, jajaja) y al querer pagar, el total era el doble. Pensé que había escuchado mal o  me estaba vendiendo cuatro pasajes, pero no. ¡¡Valían el doble!! Después de lanzar un comedido "sinvergüenzas", me fui a la competencia.  Tuve que esperar un rato, pero disponía de un horario más tarde de regreso, con lo que compensaba la demora.  
  No voy a entrar en detalles de lo que hice en el intertanto, pues lo importante es que salí y llegué a la hora a Chañaral.  Por suerte se me ocurrió preguntar por horario de buses a Diego de Almagro, porque de otra manera me habría quedado con las ganas de ir. El mismo bus en que había llegado partía para allá en 30 minutos.  Decisión del caso: me fui a Diego de Almagro antes de conocer  Chañaral.  
  Durante una hora y media,  bajo un sol achicharrante, recorrí algunas calles del pueblo, especialmente su Avda. principal por el bonito bandejón central, lo más recientemente reconstruido. 
Anduve por la Plaza y otras calles aledañas en buen estado, pues había otras, perpendiculares a la principal, que estaban en reparación y sólo con ripio. 
Cuando finalicé mi recorrido y me dispuse a esperar el bus, extraje el agua mineral de la mochila para calmar mi sed. ¡Estaba tibia!
    Una vez de regreso en Chañaral me dediqué a recorrer lo más vistoso a simple vista: el Faro del Milenio, en un cerro y una gruta a la Virgen (o a una virgen, jaja), ambos en altura. 
   Por suerte estaba descansada; así y todo, debí hacer varias detenciones. Luego recorrí todo el borde costero, subiendo y bajando también algunas escaleras. Ya de vuelta, pasé a un Restaurante. Me merecía alimentarme con algo rico, especialmente pensando que en D.de Almagro no había almorzado para lograr recorrer el máximo en las dos horas que tenía. Me prepararon un rico sandwich (un churrasco con palta y tomate)Lástima que la señora no tenía ají. Extraño encontrar un local de comida sin ají. Le disculpo el servicio higiénico, que aún estaba en construcción, ¡pero no el ají! Y el café parece que era Dolca no más, porque ella me llevó la taza ya preparada, como para que yo no gaste mucho, jajaja. En todo caso, no era Nescafé, tampoco Juan Valdez (jajaja). En fin... La necesidad tiene...
   El regreso a Copiapó fue un desastre. Más de una hora de atraso, injustificado desde mi punto de vista, pues el bus no venía de Arica, pues. Me llamó la atención la informalidad de estas personas. 
   Mañana descansaré, aunque no sea el séptimo día, sino sólo el quinto. Me quedaré en Copiapó y visitaré el Museo, si me queda tiempo, pero más importante me parece ir a conocer la Estación de Ferrocarriles, que vi al pasar cuando llegué el domingo...  
  Casi ya cumplido la mayor parte de esta salida, me siento realmente contenta, a pesar de no haber logrado el objetivo primero (no obstante, en las cercanías de Vallenar, pude divisar campos de flores de color fucsia a orillas de carretera). Todo ha sido conocer lugares por primera vez y tomar fotografías preciosas, además de descansar de la actividad laboral. 
  Al finalizar esta parte, debo señalar que las huellas de la catástrofe sufrida por Chañaral y Diego de Almagro aún se notan. La tierra acumulada, los escombros, el polvo en suspensión, las paredes sucias de las casas y hasta las nuevas construcciones son testigos de lo sucedido. 
Sin embargo, es mínimo lo que se observa comparado con lo vivido. Resulta muy difícil compatibilizar las imágenes de lo visto por los medios, en que el agua corría caudalosa por las calles arrastrando lo que encontraba a su paso y la aridez de los cerros y los caminos en la actualidad.  
   Y así como en el desierto las semillas duermen un largo sueño para despertar airosas en invierno y primavera, los torrentes de los ríos, también invisibles la mayor parte del tiempo, de pronto despiertan arrolladores, trayendo consigo el recuerdo al hombre que la naturaleza no se deja dominar tan fácilmente. Y yo, una Maui contemporánea cómoda, visitando el lugar cuando el peligro ya ha pasado. Es dura la vida por acá, lo acabo de comprobar. 
   Al regresar, me llevo en la retina los distintos tonos de café de montañas y cerros, los colores del agua y del desierto, la  intensa tonalidad de las flores, que alegran la vida de estas Mauis chilenas del siglo 21.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Diecinueve...[Mañana]

Diecinueve....                                                         [Mañana]
  Un quejido la despertó. Se movió bruscamente, asustada, sin saber dónde estaba, en un primer instante. Un maullido molesto le trajo a la realidad. La Bella Durmiente, al parecer se estaba despertando, sin necesidad de beso principesco. Se acercó rápidamente a ella. La luz aumentó su intensidad al detectar movimiento. La joven estaba tratando de levantarse, aunque el dolor le hizo desistir de su propósito. Al darse cuenta de que no estaba sola, el terror se reflejó en sus ojos. 
  -¡Tranquila! No pretendemos hacerte ningún daño -le dijo, tocándole el brazo-.¿Cómo te sientes?, inquirió, con el objeto de averiguar si podía levantarla del piso.
  Luego que Ami (así se llamaba la Bella Durmiente) corroboró que no tenía ninguna fractura, le ayudó a ponerse de pie y la acercó al sofá. Allí examinó la herida de su cabeza, comprobando que el corte era pequeño, aunque la protuberancia no era menor. Siguiendo las indicaciones de Ami, encontró los elementos de primeros auxilios y se dispuso a realizar una limpieza y curación de la herida. 
   Limpió y aplicó cicatrizante instantáneo. Una vez terminada su labor de enfermera 6.0, fue a buscar lo necesario para desayunar. Ya era de día. Dejó a cargo del cuidado de la convalesciente a Liu. Ésta sonrió agradecida. Liu, entendiendo la importancia de su rol de macho-protector, se instaló a los pies de Ami, ronroneando suavemente.
   Se alimentaron en silencio. Ya vendría el momento de conversar, indagar, planificar y decidir. Por el momento, la prioridad era recuperar las fuerzas físicas y anímicas.
   Mientras cada uno daba cuenta de su ración, Maui observó a la joven. Era la típica adolescente japonesa. Le pareció ver en ella su reflejo de hace algunos años, con unas diferencias: melena blanca, estrellas rojas tatuadas en el rostro (desde la sien derecha hasta la mejilla, las que sólo pudo detectar cuando le limpió la herida), delgadísima y de una estatura de uno sesenta y cinco, aproximadamente. Vestía un conjunto deportivo dérmico de color plomo, con unas zapatilla kinésicas negras. Bastante discreta, pensó, seguro, signo de madurez, ¡ojalá!
 Una vez que terminaron el alimento, llevó las bandejas al sector alimentación y regresó, disponiéndose enfrentar la situación.
   Maui comenzó su relato haciendo una breve síntesis de su vida y familia, deteniéndose más en la situación actual, explicándole lo que sabía, mientras Ami hacía lo propio. Tenía 16 años, cumplidos recientemente, por lo que hacía muy poco vivía en su domo. No trabajaba pues había obtenido una beca deportiva, lo que la obligaba a un estricto régimen de ejercicios diarios. Esa mañana no había ido al centro de entrenamiento, debido a un compromiso familiar, al que ni siquiera logró llegar. 
   No terminaba su relato cuando Maui le interrumpió para inquirir acerca de los que sabía acerca de lo sucedido. 
   No fue mucho lo que pudieron sacar en limpio. Ninguna de las dos había sido testigo presencial de la hecatombe, sino que habían sufrido sus efectos inmediatos y éstos las habían dejado inconscientes. Tal vez Liu pudiera aclarar sus dudas, pero había un ´pequeño problema: no entendían el lenguaje gatuno.
    Maui le expuso su teoría y aunque analizaron con todos los antecedentes que tenían, que no eran muchos, no pudieron avanzar mucho. La única solución que tenían era salir a investigar la verdad, buscar otros sobrevivientes y, lo más importante, encontrar a sus familiares. 
   Se dispusieron a salir. Ami buscó una mochila en la que guardó alimentos, unas botellas de agua y varias unidades de energía para aparatos tecnológicos. Maui se alegró de haberla encontrado y darse cuenta que, a pesar de menor que ella, estaba bien preparada para las emergencias.
   Al verla salir del cubículo del servicio, el asombro la dejó muda. La hermosa bella durmiente se había transformado: su perfecta cabellera alba había desaparecido para ser reemplazada por una cabellera desordenada, entre blanca y amarilla, que le daba una aspecto de adolescente rebelde y peligrosa. Así y todo, le gustó más esta Ami. Liu maulló desconcertado.  
  -Estamos listos.  Volvamos al mundo exterior.  Uno...
- Dos...
- Miau... 

sábado, 18 de noviembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Dieciocho... [Hoy]

Dieciocho.......                                                            [Hoy]
  Empecé a cerrar ciclos la semana pasada. Uno a uno fueron cayendo, como las hojas del calendario... o del otoño...
  Ha llegado la hora de dar vuelta la página y de emprender nuevos desafíos. He terminado con unas clase particulares (ad honorem) que realicé durante el año; he logrado (todo un triunfo verdaderamente) desprenderme de un cargo comunitario sustentado por largos siete años; me he alivianado de un nuevo bien raíz; he dicho varias cosas que tenía atragantadas; he finalizado el año y el compromiso laboral en la institución actual; estoy a unas horas de iniciar mi período de vacaciones "a todo trapo".
   Con todo, aquello no es suficiente para esta Maui con sus años y experiencias.
  Lo importante es que cada ciclo que he cerrado lo he realizado en orden y de la mejor manera, que es como debe ser. La vida tiene muchas vueltas, por lo que no hay que dejar "pendientes".
  Ha llegado el momento de decir adiós a esta etapa de mi vida y comenzar una distinta, con el entusiasmo y responsabilidad de siempre, pero sin la desesperación de la necesidad ...y eso...¡es impagable! Pero antes de ello, esta Maui tiene una tarea voluntariamente adquirida y, luego, mucho tiempo de relax, hasta que llegue Marzo...
  ¿Cuál es la responsabilidad antes de terminar este año calendario?
  Ni más ni menos que rendir la Prueba de Selección Universitaria en dos áreas, esperando obtener un excelente y un buen resultado, respectivamente. A ratos pienso en qué momento estuve en que decidí aquello. Y luego, pudiendo arrepentirme frente a las dificultades de inscripción, seguí insistiendo como mono porfiado, hasta que obligué al sistema a darme la oportunidad que requería, habiendo tenido la excusa perfecta para eludir la tarea. Es que parece que, después de tantos años "conmigo" (bueno, no tantos), ya casi me conozco y sé que si no lo hubiera intentado hasta el final, luego mi otro yo me habría tildado de cobarde, floja, incumplidora, etc. ¡Y vaya que suele ser molesto mi alter ego! Así que, ¡aquí estoy, a nueve días del Gran Día, casi como Candidata Presidencial esperando el resultado de la votación, después de una larga y cansadora campaña.   

    También está pronta tu fecha, querida Mirella, y aunque no me he comunicado aún con mis amigas que me acompañan  en ese día, seguramente, y por sexto año consecutivo, estarán dispuestas a estar allí, conmigo y contigo.
  Precisamente en relación a este componente fundamental de mi vida y tu vida, la semana pasada recibí una información inesperada y de carácter esotérico. Me daré tiempo para asimilarla y analizar la conveniencia o no de emprender esa vía de posible comunicación contigo. Hay, principalmente, dos razones que me llevan a no descartar de plano la posibilidad. Quien me dio a conocer la alternativa sabe de las distintas formas en que he mantenido tu memoria y ha visto, en los diferentes trabajos solicitados, el proceso vivido por tu ausencia. Segunda razón: me compartió su experiencia personal y familiar reciente.
   Es una decisión crucial  en aras de la tranquilidad espiritual, que dice relación con ciertas certezas fundamentales que podría alcanzar en relación al sentido de nuestra vida ...o vidas. No soy afecta a la charlatanería (a pesar de que eso no me hace inmune a los habilidosos con el don de la palabra sin sustancia. ¡No lo sabré yo!) y aunque soy descreída ante ciertas respuestas humanas filosófico-religiosas, eso no quita  que la duda existencial siga presente en el fondo de mi alma, espíritu o mente, frente a las interrogantes esenciales de nuestra especie: ¿Habrá otra vida después de ésta? Y si la hay, ¿será posible establecer un puente de comunicación con ella?
   Sé claramente que hay incertidumbres que matan emocionalmente, pero también algunas certezas. Y en ese balance de las opciones, lo que se arriesga, para bien o para mal, es mucho.
    Tomaré la decisión al final de este largo y esperado viaje programado. Después de mucho caminar otros caminos, de conocer otros lugares y realidades, luego de estar en contacto con la historia de nuestra historia, con otras gentes, en medio de desconocidos, seré capaz de decidir  con una perspectiva más abierta. Me dejaré llevar por la intuición y la reflexión, extraña mezcla pero no imposible.

El día en que se detuvo la Tierra... Diecisiete...[Ayer]

  Diecisiete....                                                               [Ayer]
  Se asomó a la boca de la cueva para ver si podía recuperar algunas de sus pertenencias, pero no fue así. Sólo descubrió su piedra para hacer fuego cuando paseaba su vista por segunda vez en el pequeño espacio que había quedado despejado, después del derrumbe. Tomó su único bien y se alejó de la caverna, no -corrijo- del lugar de donde había estado su caverna.
  No bien había caminado unos metros (o pasos más bien, porque Maui no sabe de medidas de ningún tipo) cuando sintió moverse la tierra nuevamente, aunque no con la intensidad ni duración del gran seísmo que había ocurrido hacía unas horas.
  "Réplicas", pensó la Maui moderna, mientras "veía" a su antecesora enfrentada a dicha situación límite, sola, desinformada y sin ayuda gubernamental. ¡Fuerza, Maui! ¡Tú puedes!
  Se fue al lugar donde había terminado de pernoctar luego del desastre y se sentó a reflexionar.
   No se trata que nuestra amiga no pueda hacerlo caminando (como suele suceder con algunas - y algunos-), sino que necesitaba toda la tranquilidad y calma posibles.
  Analizó su situación: ya no tenía caverna ni ninguna posesión; tampoco tenía alimentos (habían quedado sepultados bajo el montón de roca), ni armas ni utensilios. Había vuelto a fojas cero. Por lo tanto, debía reaccionar, ponerse en marcha, buscar alimento, conseguir pieles, encontrar una nueva cueva... o construirse un habitáculo, alejado de sectores rocosos para no irse al mundo de los espíritus antes de tiempo.
   Pensado, analizado y ¡manos a la obra! Se sacudió sus ropas, buscó una rama gruesa entre los árboles caídos, la limpió de hojas, pequeños brotes y ganchos, y sosteniéndola en una de sus manos, mientras en la otra sujetaba la piedra fogar, inició su recorrido, esta vez sin retorno.
   Ya cerca del gran agua se dio cuenta que también se habían producido cambios en sus alrededores. Se notaba que las olas habían ocupado espacio que antes no ocupaban. ¡Eran cientos de metros los que mostraban restos de rocas, árboles y... ¡animales marinos!

    Dentro de todo lo gris que veía sus días venideros, apareció el esbozo de una sonrisa en su rostro. ¡Podría alimentarse sin inconvenientes! Buscó un lugar bastante alejado  de la nueva orilla marina, dispuso piedras (recurso natural en abundancia en ese momento) y salió a recoger ganchos y ramas que le sirvieran para realizar una fogata. Dejó los peces que llevaba allí. No demoró mucho en regresar con una brazada de leña, preparó el fuego y una vez ya segura que no se apagaría, ubicó el par de peces sobre unos ganchos traídos ex profeso, sentándose a esperar que la comida estuviera cocida. Esta vez debería consumirla sin la sustancia llamada sal, pues no resultaría fácil ni conveniente por lo ocurrido, darse a la tarea de recolectarla. En estos momentos no eran seguras ni las rocas ni las olas. ¡Su mundo había cambiado de manera significativa!
    Devoró su alimento, quedando completamente satisfecha. El día ya no le parecía tan gris después de saciar su hambre.
¡Primera tarea cumplida! Seguiría caminando el resto de la jornada. Según concluyó al mirar el sol, era la hora mediana. Avanzaría manteniendo la distancia de la orilla del mar, pero transitaría paralela a su ubicación. Intentaría llegar al lugar donde  se encontró, hace algunas lunas, con la familia de la que aprendió el fuego. No tenía muchas esperanzas que allá pudiera encontrar refugio, pues los restos de sedimentos y materiales que arrastró el mar a cientos de metros, le indicaba que el movimiento terrestre había sido poderoso. ¡La tierra, las rocas y el mar se habían movido y parecía que en un extenso territorio!
    Una vez que advirtió que debería alejarse más del océano para dirigirse al sector rocoso, se acercó a su orilla a buscar más alimento para ingerir antes de terminar la jornada.
    Al ir llegando a su destino, la desazón la invadió. Todo tenía similar aspecto a lo sucedido en su hábitat. La Tierra, definitivamente, estaba muy enojada.
   Alejada de pared rocosa, que mostraba abundantes desprendimientos, repitió la tarea realizada a mediodía, logrando en un tiempo récord, contar nuevamente con el alimento necesario para su sustento.
  Terminada su alimentación, procedió a realizar algunos viajes al bosquecillo para acopiar combustible, que le permitiera pasar la noche sin congelarse. No tenía ropa de abrigo ni pieles para dormir. Pernoctar junto a las rocas era un verdadero riesgo; ir al bosquecillo también lo era, por lo que debería dormir a la intemperie.
   El rocío matinal la despertó. No había dormido mucho pero sí lo suficiente. Mientras se estuvo dando vueltas en su lecho de hojas de árboles con algunas delgadas ramas con las que se cubrió, cerca de la fogata (de la que apenas quedaba un sector de cenizas tibias), había analizado su nuevo escenario. De dicho trabajo neuronal había resultado un producto convincente: se quedaría algunos soles en ese lugar para darse el tiempo de examinar el sector boscoso viendo si, además de encontrar alimento, lograba las pieles necesarias para su abrigo.
  ¡Bien pensado, Maui! Seguramente  las pieles que encuentres no sean de visón o marta, pero te abrigarán, que es lo que realmente importa. Evaluando tus circunstancias vitales, querida Maui, intuyo que esa búsqueda de pieles animales, quedó en el ADN de tus descendientes, con algunos ajustes, claro está, producto del tiempo y de la evolución. ¡No me cabe ninguna duda! Las Mauis contemporáneas también salen a cazar pieles, pero a los Malls y Tiendas exclusivas donde el arma es una tarjeta ... o varias. Las preferencias han cambiado, pues el criterio no es "cazar lo que se encuentre", sino lo más exótico y, ojalá, a punto de extinguirse. La carne de su interior carece de valor. ¡Ojalá sirva para alimentar a los niños hambrientos del mundo!, pero si no es así, el peso en la conciencia es uno elevado a cero.
    Sin duda, hemos evolucionado.

El día en que se detuvo la Tierra.... Dieciséis... [Mañana]

  Dieciséis...                                                         [Mañana]
    Por unos segundos se quedaron mirando y midiéndose, casi como si fueran protagonistas de un enfrentamiento heroico. Internamente, una vez remitido el susto y la sorpresa, Maui sintió unos enormes deseos de reírse, como hacía días que no lo hacía. El gato, al parecer, con su felino instinto, captó que el peligro había pasado, dejó la actitud de tensión y lanzó un coqueto ronroneo. "¡Hum!, este gato sabe de humanos, parece", pensó Maui, extendiendo una mano. La respuesta no se hizo esperar. Un miau medio arrastrado, junto a un acercamiento ladino, parecía marcar el comienzo de una relación humano-gatuna. 
   "Bien", pensó, Maui. "Es hora de continuar. Ojalá mi único amigo por ahora, quiera acompañarme". 

   Continuó el camino trazado en su mente, mirando hacia atrás a ratos, para comprobar que el minino la seguía sin dificultades. Quedaba poca luz ya. Antes que se oscurezca totalmente debía buscar un lugar donde pasar la noche. Se estremeció de frío: la  temperatura había bajado a un nivel que no estaba acostumbraba, probablemente por lo sucedido.

   "¡Pronto, pronto!", se apuró a sí misma. Había llegado a un sector habitacional juvenil, al parecer. Alcanzó a divisar un domo caído en la superficie, pero en buen estado. "Ahí podría ser. Ojalá tenga suerte, perdón, gatito, "tengamos", pensó. Se acercó para revisar si el sistema de elevación estaba funcionando. "¡No, qué lástima! Así como voy, habrá que buscar refugio en la vía, en algún rincón en que no corra el riesgo de ser aplastada, ups, aplastados!" Se sonrió, a pesar de la situación en que estaba, por el "amigo" que había hecho. Al parecer, especuló, la solidaridad es un tema transversal a los seres vivos. "¡Jajaja!, ¡qué locura! Es el único animal con el que he tenido contacto y ya me estoy considerando una experta."

   Caminó alrededor de la base del domo y para su sorpresa, encontró el switch que, seguramente, abriría la "puerta" . Lo pulsó, esperando que no revistiera un peligro y que funcionara en su provecho. "¡Eureka!" exclamó en voz alta, al percatarse que el dispositivo había iniciado su funcionamiento y empezaba a abrirse para permitir el ingreso ... o la salida.
    Una vez abierto el espacio suficiente se acercó, seguida de Liu, su flamante y cuadrúpedo acompañante. Caminó cautelosamente, con su "arma" preparada para la defensa o el ataque, según fuera necesario, con movimientos felinos, al igual que Liu.   

Aunque la luz de ingreso no era potente, era suficiente para detectar el extraordinario desorden que había al interior. Estaba prácticamente todo volcado y no se veía a nadie. Avanzó hacia el pequeño cubículo correspondiente al aseo, deteniéndose bruscamente, al pensar que el dueño o dueña pudiera estarle esperando allí para sorprenderle. Extremó las precauciones, pulsó el botón open y esperó agazapada (o mejor dicho, "agatunada"). Respiró sonoramente. No se había percatado que había estado conteniendo el aire. No había nadie ni "nada" al interior, por lo que aprovechó para utilizarlo y recuperar algo de dignidad en un acto tan básico y personal.
   -Bien, ha llegado el momento de buscar algo para comer y luego... ¡a descansar!
   Miró a su alrededor y dedujo que en ese maremágnum sería imposible hacerlo, si es que no ordenaba lo mínimo necesario, en primer lugar.
  - "¡Liu, manos a la obra!".
  Lo que tenían de extraordinario los domos era la optimización de los espacios y la manera práctica en que los elementos básicos se encontraban incorporados en la misma "vivienda". Por lo tanto, no tendría que levantar muebles tradicionales, sino solamente lo que se colocaba sobre o dentro de ellos, que, en esos momentos, estaba esparcido por el piso, especialmente en aquel rincón donde se ubicaba habitualmente el espacio para dormir. Decidió comenzar por despejar el centro del lugar, dejando adosadas a la pared los distintos objetos: ropas,  aparatos tecnológicos, calzado,...
   -¡Veamos, veamos!¿Qué tipo de persona vive o vivía aquí?
   Con una rápida mirada a la vestimenta y zapatos, se dio cuenta que el residente era un "ella", joven y deportista. Lamentó no haberla encontrado, pues habrían podido apoyarse y aminorar el impacto de lo sucedido. Siguió ordenando hasta que, cuando al levantar la ropa de cama en el sector nocturno, la sorpresa fue mayúscula. Tapada por unos cubiertos y cojines estaba el cuerpo de la "dueña de casa", al parecer. Se rió al pensar en aquella expresión antigua, absolutamente en desuso en su mundo. La joven, de unos 15 ó 16 años, se había golpeado en la cabeza: un hilillo de sangre, ya detenido, había dejado su huella desde la sien derecha hasta la mejilla.
   Le habló suavemente, la tocó con cuidado, nada. Se acercó más, tocó su cuello para detectar si estaba viva... ¡Sí! Se sentía su pulso, con bastante fuerza. Por lo tanto estaba herida, pero no de gravedad. Se sintió muy aliviada. De todas maneras, optó por no moverla del lugar, aunque sí la liberó de la carga que la había cubierto. La examinó visualmente lo mejor que pudo  sin detectar ninguna otra herida, lo que podía  indicar que  no habría sufrido otro golpe salvo el que recibió al precipitarse el domo a la superficie. Esperaba que no tuviera alguna herida interna, pues en tal caso, el panorama sería distinto. Felizmente, los domos contaban con un sistema de amortiguación incorporado, que disminuía ostensiblemente los efectos del impacto.
    Luego de ordenar todo lo posible, estuvo en condiciones de circular con mayor facilidad. Se acercó al sector de alimentación, para buscar agua, bebida y algo de comer. Liu la siguió, mientras manifestaba su acuerdo con la acción. La inspección resultó fructífera: encontró provista la "despensa" de todo lo necesario y urgente. Extrajo agua y alimento para ella y Liu, dirigiéndose al espacio central. Allí descansaría en un sofá de pared y esperaría el despertar de la "bella durmiente".
  Ya alimentados, Maui aseguró el ingreso al domo, de manera que no se pudiera abrir desde fuera. Un silencio absoluto reinaba en el interior y exterior. El cansancio los venció y pronto ambos estaban durmiendo. Mientras Liu, echado a los pies de Maui, soñaba con gatitos, mariposas y moscas, ella se sumergía e internaba en una selva holográfica, poblada de voces y presencia de antiguos y extintos animales.