Veintidós... [Hoy]
Cuando los examinadores anunciaron que sólo quedaban 20 minutos para que se cumpliera el tiempo máximo de la PSU de Lenguaje y a mí me faltaban dos textos, el mundo colapsó, la Tierra detuvo sus movimientos de rotación y traslación, el aire de cargó de ozono y estuve a punto de un ataque de aplopejía.
Mis manos comenzaron a temblar, mi garganta quedó más seca que el Desierto de Atacama y no me resultó fácil centrarme en lo que estaba haciendo. Me desesperé realmente. Me faltaban algo de 14 preguntas y eso significaba que debía despedirme del desayuno con la Presidenta. No me iba a alcanzar ni siquiera para un petit bouchè con margarina o mermelá, estirando la mano para sacar de las bandejas que fueran pasando por algún pasillo.
¿Qué es lo que había pasado??
La primera sección estaba más difícil de lo que esperaba y, por lo tanto, ocupé más tiempo del recomendable (unos 5 minutos más de lo previsto). Pero más que ese factor, influyó la serie de interrupciones de los otros participantes, que, de pronto, no entendían la información. Por ejemplo, cuando se dijo que ya podrían salir (porque ya se había cumplido una hora) creyeron que se había terminado el tiempo y se asustaron varios. Y para qué decir de los examinadores y otros seres humanos ambulantes, que entraban y salían de la sala que era un gusto. A mí me correspondió la primera fila horizontal, así que no me resultaba fácil sustraerme del continuo tráfico.
Creo que el amor propio fue el que me ayudó a centrarme un poco, aunque detrás mío, había un "jovenzuelo" que comenzó a leer en sordina. ¡¡Me dieron ganas de gritar!!
Nunca me formé en el hábito de la lectura veloz, pues no lo he necesitado. Siempre he leído por gusto, y cuando no ha sido así, me he dado el tiempo para desentrañar y tragar de la mejor manera las lecturas no deseadas. Pero aprender la técnica de la lectura veloz, never.
Vista en dicha situación límite, debí aprender en el campo de batalla, tratando de salir lo menos magullada posible. ¡¡Ufff!!
Empecé a leer siguiendo las líneas como alumna de primero básico, con el fin de atender con la vista y el movimiento de la mano para concentrarme, sobre todo considerando el moscardón que estaba en el pupitre trasero. Hasta me llegué a enojar con Einstein (que aparecía aludido en el penúltimo texto) porque, cómo, pensé yo, encontraba absurda la existencia de los agujeros negros. ¡¡Y tan inteligente que dicen que era!!
Una vez terminadas las preguntas, comencé a traspasar alocadamente las respuestas (Glups, ahora que lo pienso, no cotejé si estaban bien trasladadas) y, luego, a remarcar las demás, cuyo relleno estaba a medias (estrategia para realizar revisión final y, eventualmente, alguna corrección). Los dos lápices que llevé ya tenían la punta roma (gastada quiero decir, no procedentes del Imperio aquel, ampliamente conocido), así que, en contra del tiempo, me dispuse a usar el sacapuntas (el que casi se escapa de mis manos) y desperdiciar más grafito.
Faltaban sólo 5 minutos cuando decidí entregar. Ya no procesaba a esa altura, debido al repechaje final que había ejecutado. Quedaban varios en la sala cuando me retiré. Después pensé que podía haberme quedado hasta el final. En fin, no lo hice. ¡¡La suerte ya está echada!!
Por suerte que los resultados son privados, pienso ahora. Ah, me encontré con la grata sorpresa que uno de los textos lo conocía: el relato de García Márquez, "Un día de éstos". Simpático el relato. Cada vez que lo he leído lo he asociado al gobierno militar. Me simpatiza el dentista.
Lo bueno: el material del facsímil no era roneo, así que me resultó más fácil subrayar y tarjar. Ojalá valga la pena el ataque de colon que me despertó esta madrugada.
Mañana me corresponde la Prueba de Historia y Ciencias Sociales. Mi meta en ésta es sólo 700 puntos, considerando que soy neófita en el asunto.
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Ya terminé la tarea. No estaba fácil la PSU de Historia, aunque debo señalar, que manejé mejor el tiempo (salí 18 minutos antes). Respiré tranquila pues en la mañana logré retroalimentar un poco, practicando la lectura veloz (jajaja). Al salir del liceo, me encontré con 3 alumnos regalones y nos detuvimos a conversar un poco, haciendo algunos comentarios. Fue lindo ver a Valentina, Carlos y Patricio. Les recordé que debían compartir conmigo sus resultados. En respuesta, me señalaron que también esperaban que yo compartiera los míos.
Al finalizar esta tarea autoimpuesta, me asiste la tranquilidad de haber cumplido haciendo el mejor esfuerzo, sin caer en la tentación de inventarme excusas para no asistir.