lunes, 4 de septiembre de 2017

En la cuerda floja...

   Nunca he tenido vocación de trapecista ni equilibrista. Creo que tampoco habría podido ser de ningún modo prestidigitadora,  malabarista o, por último, carterista (jajaja). Mis habilidades motrices finas quedaron a mitad de camino en su desarrollo. Menos, por supuesto, habría sido mi deporte favorito caminar por la cuerda floja. 

    Expongo todo esto porque no me gusta la sensación que siento y que comparto con algunos, aunque sean más los que, por razones de bienestar y de salud mental,  han decidido hacer oídos sordos y ojos ciegos o, tal vez, esconder la cabeza como las avestruces (dejando el traste al aire, total, no importa, no lo veo...), a lo que está sucediendo.  
  Ese tipo de Corea del Norte de verdad es un insano mental o, acaso, sea un  gustador,  en grado de adicto,  del humor negro. Y nuestro líder caucásico y blondo no se queda atrás ni se achica. Total, pensarán ellos, mientras estemos cubiertos... 
   Hemos vuelto a la atmósfera del año 1962, en que el mundo estuvo en un tris de irse a la deriva debido a la estrechez mental de los líderes de Occidente y Oriente. Yo era una infante en ese año, por lo que no tengo memoria emotiva de aquello, menos si vivíamos en el campo, donde las noticias se escuchaban en una radio a pilas y las transmisiones televisivas estaban en periodo de lactancia en nuestro país. Además ese año la gran preocupación chilena era  cumplir con el enorme desafío de la organización del  Campeonato Mundial de Fútbol,  de manera que todo lo demás pasaba a segundo plano. El "opio" del pueblo comenzaba a tener popularidad en las masas...
   En ese tiempo, hacía poco que habíamos salido del enorme estrés causado por el Terremoto de 1960 y era necesario dar alegrías al pueblo. Estrategia: el mundial futbolístico.  En dicho contexto,  la amenaza del orbe por los misiles instalados en Cuba y que podrían, eventualmente, hacer explosión en varias ciudades de  Estados Unidos,  nos parecía una opción muy lejana de nosotros como para preocuparnos. 
   Hoy, la situación no es la misma: cualquier acción internacional se transforma en global por medio de los tratados, alianzas, contubernios y demases, amén de la instantaneidad con que se propaga la información, especialmente cuando se transforma en relevante para las potencias y para los particulares. En todo caso, si uno de estos "grandes hombres" aprieta el botón o hace el llamado para activar el protocolo de lanzamiento, ya ni nos enteraremos por las redes sociales, pues habrá comenzado la conflagración. Además que, en ese momento clave para la Humanidad y para el mundo de cada uno, será el instante supremo de los "te quiero" y "adiós", antes de caer en el caos.   

 Así que, "porsiaca",  empezaré a despedirme de las personas queridas, de los lugares gratos y entrañables, del cielo azul y despejado,  a respirar a consciencia y sin miedo, a observar el despertar del día, a atesorar el término de la jornada, a mirar la luna y las estrellas, a degustar con fruición la comida, el café o el vino, la música o la lectura, a disfrutar regando mi pequeño huerto-jardín, 
 donde una "suculenta", recién llegada se adapta a su nuevo hábitat (hermoso regalo de Natalia el último sábado), y tantas cosas más ...
   Si no sucede nada y la voz de la razón y la prudencia priman por sobre los egos, habrá que  celebrar intensa e internamente la extensión de nuestro tiempo vital, sin olvidar que sólo es una tregua, cuya duración no depende de nosotros. Y con mayor fundamento, gozar el día a día,  fortalecer los lazos de afecto, entregar lo mejor cada día,  reírse con ganas de lo que amerite, hacer caso omiso de las situaciones superfluas, mirar el vaso medio lleno, en tanto podamos seguir observándolo...
   Es hora de dormir para descansar y recuperar la energía vital, necesaria para seguir entregando y recibiendo en la tarea diaria...¡Que el nuevo día nos reciba como siempre!
  

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