sábado, 16 de marzo de 2024

Plantando arroz...en Tailandia...

  

 ¡Fue muy divertido y cansador el día de anteayer, 😂! Además, el traje era algo más sentador, tanto así que algunas compraron la chaqueta de jornalera, poniendo en aprietos a los de "Siripanna", los administradores de la villa-resort de la ciudad de Chiang Mai, distante a unos 15 minutos de nuestro alojamiento. Ingresamos al complejo poco antes de las 9 horas. Nos entregaron la vestimenta y nos explicaron el proceso del cultivo del arroz. La verdad, es que la mayoría nos habíamos hecho la idea de que iríamos a algún arrozal y, tal vez, tendríamos la oportunidad de ver la siembra, el trasplante  y la cosecha. Pero no fue así. No era una plantación, sino un resort que vendía la "experiencia" de parte del proceso en pequeños espacios de tierra existente entre unos edificios del resort. Lo interesante es que la experiencia tuvo mucho sentido.

  Para empezar, el color azul es mi preferido, así que contenta con la ropa azul de mezclilla. La blusa tipo chaqueta era un modelo muy sentador. Por ello, partimos muy bien con la actividad, 😉.Una vez transformados en jornaleros, escuchamos la explicación del proceso, que dura entre 3 a 4 meses (siembra, trasplante y cosecha). Luego de sacarnos las hawaianas (acción necesaria pues éstas podrían quedar perdidas en el barro) nos metimos al barro "a pata pelá". Nos distribuimos en dos grupos en ambas "parcelitas", para dar inicio a la dura tarea. Un jornalero de verdad entregó a cada "trabajador" un manojo de plántulas de arroz, indicando con el ejemplo cómo debíamos hacerlo: se separan unos 7 ejemplares y se plantan en el barro, con una distancia de 10 a 15 cms. entre cada manojito. Fue divertido ver cómo cada persona entendió las instrucciones. Una compañera de fila avanzó rapidísimo; claro, iba haciendo una fila única, 😂.Yo logré transplantar 4 manojos de arroz y quedó todo bastante bien, 😊🤗. Me sentí satisfecha, a pesar de que nuestro trabajo no duró más de 20 minutos y ya estábamos muy embarrados. El paso siguiente fue lavarnos los pies en el mismo prado, con una manguera y agua sacada de un recipiente grande con jarros. Luego vino la hora de cambiarse ropa. ¡Y ahí quedó la escoba!, pues una persona -mujer- quiso saber qué valor tenía una blusa-chaqueta, lo que tomó de sorpresa a las jóvenes encargadas, pues no vendían la vestimenta. No pasó mucho rato, hubo algunos conciliábulos y aceptaron vender las que quisieran. Varias compraron. A mí no me faltaron ganas, pero no había ninguna blusa limpia de mi talla. En todo caso no eran tanto las ganas, pues habría podido comprar una utilizada en ese rato y luego lavarla. Pero decidí que era un objeto supérfluo, por tanto se podía sobrevivir sin él, 😂.

   Nos despedimos y volvimos al hotel a ducharnos antes de hacer check out, pues nos cambiaríamos de establecimiento y de ciudad. ¿Hacia dónde iríamos en el último tramo de nuestra aventura? ¡Tatatatán!...¡Ya les contaré!   

   A mediodía abandonamos el "Ratilanna Riverside" y nos dirigimos por segunda vez a la "Villa-Resort Siripanna". No volveríamos a sembrar arroz, pero, aunque éste estaba recién en la segunda etapa, cocinaríamos nuestro almuerzo de ese día, siguiendo una receta thai, 😊🤗.Se nos entregó delantales, formamos grupos de a 5 a 6 y nos ordenamos en torno a los mesones preparados con los ingredientes y las cocinillas. Primero se nos fue presentando los ingredientes: leche de coco, aceite, curry rojo, cúrcuma, trocitos de pollo o de cerdo, salsa de pescado, azúcar, tallarines de huevo precocidos, tallarines fritos (ya preparados), agua. Todo ello, ordenadamente, fue integrándose. En realidad, sólo dos cocinaban, el resto miraba y se puso los guantes de puro gusto, 😂 😂.Según cómo quedamos ordenadas (yo me integré al final pues había ido al baño, 🥴) tomaron el mando dos compañeras. Como a la que iba echando los productos a la olla no le gustaba lo picante ni lo agridulce, debimos conformarnos con un pichintún de curry y de azúcar. Los tallarines fritos se agregaron cuando ya el plato compuesto de todo lo anterior estaba cocinado y en los cuencos, agregando además cebolla picada, cilantro y trozos de pepinillo.  
 La verdad, aunque no le teníamos mucha fe a la preparación, el guiso quedó exquisito. Tanto es así, que nos comprometimos a realizar la preparación en casa. ¡Veremos!🤔. Debo añadir que la clase de cocina no fue tan seria y silenciosa. ¡No, de ninguna manera! Hubo risas, gritos grupales, pasos de baile y todos nos divertimos. Hasta a la chef la sacaron a bailar, una joven muy simpática. Luego de servidos los platos, nos fuimos a sentar a degustar "nuestro producto", lo que se pudo acompañar con jugo, bebida o...¡cerveza! En nuestra mesa de 3, pedimos 2 cervezas. ¡Estaba heladita,😇😇! ¡🙏.¡Nos comimos toda la comida! Estábamos en la sobremesa ya, cuando nos dijeron que teníamos que preparar un segundo plato. La dinámica fue similar a lo anterior. De nuevo la leche de coco como base, teniendo como producto estrella,  ¡adivinen!....¡mini berenjenas tailandesas! (va la foto) y otros ingredientes como albahaca, lemon gras (no lo conocía), unas especies de arvejitas (con regusto amargo, 😬), etc. Ahora la proteína fue cerdo.  
   Nos sentamos a la mesa con nuestra segunda preparación. Personalmente, me gustó más que la anterior, aunque esas "arvejitas" no me simpatizaron. Nos ofrecieron arroz preparado por la casa de acompañamiento, pero pasé. Comimos pero ya habíamos quedado satisfechos con lo anterior. Mi compañera de mesa no se tomó su 🍺, así que debí sacrificarme, 💪🤣. Pronto nos hicieron llegar un postre que probamos y algo más, para que no se diga que no apreciábamos el gesto. El postre era ...¡zapallo calabaza 🎃 en leche! 🙄. No estaba mal, pero yo no lo prepararía. Al final, antes de retirarnos del lugar, para nuestra sorpresa, se procedió a una simpática ceremonia de entrega de diplomas por haber "aprobado el curso de comida thai", 😂 😂. Así que gorro de cocinero en cada uno, entrega de diploma (¡con recetario!), fotos y aplausos. ¡Muy entretenido!...¡Comida hecha, amistad deshecha!  
   Nos subimos al bus, que nos llevó al aeropuerto de Chiang Mai. Pasamos rápidamente, con algunas requisiciones para algunos, pero nada grave, según cómo se mire en lo personal. A mí, por ejemplo, me quitaron una botella de agua. Pero, ¿¡cómo!? ¿Otra vez?, pensará alguien. Si ya sabías, ¿por qué insistir? Lo mismo pienso ahora, 😂 😂. Pero, en el momento de ese viaje, me dije que las botellas anteriores -dos-, me las quitaron porque iban a la vista. Entonces, se me ocurrió la brillante idea de dejar una botella al interior del equipaje de mano🙄😭, que pasa por scanner. Frente a la falta en que me sorprendieron, tuve que abrir la maleta para sacar y botar la botella. ¡Flor de estrategia! Claro que lo mío fue como el pelo de un buey, porque a Claudia le requisaron todos sus menjunjes de belleza, que olvidó dejar en la maleta de  bodega. 

   Nos subimos a las 17 horas al avión ✈️ y estuvimos en nuestro destino en dos horas después.  Esta vez llegaríamos al sur de Tailandia, una región  y ciudad llamada Krabi, el paraíso de las playas e islas más famosas y exóticas del mundo. El panorama era y seguía siendo espectacular. No más templos, diría más de alguien, 😉😆. Hasta pronto. ¡Vamos a la playa, oh, oh, oh, 🎶 🎵!




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