jueves, 29 de diciembre de 2022

Avatar...

   

   Estoy en el hall de espera del Cine Open Plaza de mi ciudad. Me digo que no debo olvidar poner en silencio mi celular, para que no interrumpa la función a la que estoy a punto de entrar. Sin embargo, luego me acuerdo que estoy en la Cía.Claro, la más "pior"entre las conocidas y, en el mismo hall, la señal es mínima. Deberé esperar unos diez minutos antes de que permitan el paso a la sala 2. Logro encontrar un asiento entre los poquísimos que hay allí y me dedico a observar al público 'esperante' (medio mundo inventa palabras, ¿por qué yo no?, 😂). La mayoría absoluta es gente adolescente, no Abc1 precisamente. Cuando estoy escribiendo esto me "dentra" la duda si borrar lo anterior o no, pues manifiesta claramente mis prejuicios. Decido mantener registrada mi percepción, pues, en último término, si me equivoco no daño a nadie y si acierto, me permite haber estado alerta. Claro que debo agregar que cada grupo -pues las personas van habitualmente acompañadas al cine- va provisto de una buena cantidad de provisiones.  Yo me eché  a la cartera -carterita más bien- un bubble gum pops -me he puesto aficionada a ellos- y no compré nada más que mi entrada 3D obviamente. Con todo lo que gastan los asistentes junto a la entrada para alimentarse mientras observan la película, me cabe pensar que mi primera percepción podría ser equivocada. De todas maneras, debo agregar, que hay "flaites" con plata.   

   Ya estoy en mi asiento, ubicado en la penúltima fila, en posesión de mis anteojos tridimensionales. Espero que las hayan desinfectado. Seguramente es así, pues están en envase plástico sellado. Cuando me siento tomo conciencia de que no traje mascarilla, ¡diablos!, ya he ido perdiendo la costumbre de usarla incluso en lugares de aglomeración. Buscaré una fórmula para no olvidar esta precaución, necesaria en lugares cerrados y con muchos humanos. En este caso es más preocupante la situación, pues elegí la única butaca disponible en la penúltima fila. Cabe señalar que siempre prefiero estar casi en lo más alto de la sala para evitar dolores de cuello, como me sucedió una vez que no encontré otra ubicación disponible. Ya ni me acuerdo qué película fue, pero sucedió. Llegan mis vecinos inmediatos -dos grupos diferentes- provistos de sus respectivas bandejas con alimentos y bebidas. Pensando en lo que consumen creo que más de alguien, si es asiduo visitante, debe aumentar sus buenos gramos con todo aquello, claro, si tiene para comprar cada vez esos extras. De pronto, me siento como ave en corral ajeno, pero, en ningún momento pasa por mi mente escapar de allí y buscar más abajo un asiento desocupado. Me acomodo y, pensando en lo que me costó decidirme a moverme fuera de palacio, me felicito por estar en la sala. Ya no me importa ser la excepción a la regla generacional asistente, ser la excepción a la regla grupal o ser la excepción a la norma alimenticia. En fin, algo acostumbrada estoy en estas décadas de práctica.     

   Desde que me enteré que iba a estrenarse la parte 2 de Avatar, ya hace unos meses, decidí que concurriría al cine. Es una de las películas que más me ha gustado, por varias razones. Es de ciencia ficción, uno de mis géneros literarios y fílmicos favoritos. Es una obra fuera de serie en cuanto a recursos tecnológicos y audiovisuales utilizados. Fue la primera película en 3D que vi, con el tremendo plus que, en aquella ocasión, asistieron conmigo también mi madre y mi hija (además  de Pamela, amiga de Mirella). Así que imposible no ir a ver la segunda parte, con todas esas referencias. En el transcurso de los años, vi un par de veces más Avatar en televisión, claro que sin la gracia de la tercera dimensión. Así y todo, como ya habían transcurrido 13 años desde la primera vez, quise, en estos últimos días, disfrutarla nuevamente para refrescar argumento e imágenes, pero fue imposible. No estaba en Netflix y en Youtube había escenas, comentarios, videojuegos y otros, que intenté revisar pero eran -varios de ellos- puro engaño. En Google busqué páginas para verla gratis, obvio, y todas me exigían registro con número tarjeta Visa (¡ja!,😳), además de que en Disney plus había que pagar contrato. ¡Na! Opté por ver un video resumen de 10 minutos, para tener el contexto muy bien actualizado (bastante bueno el resumen). 

   Llegó el día programado para concurrir al cine -a una cuadra de palacio- y ya comencé a pensar si dejarlo para otro día. La modorra me ganaba. Las ganas de ver el filme no habían disminuido, pero no tenía deseos de cambiarme la ropa para andar en casa ni de salir a la calle. Cuando el letargo me estaba invadiendo y no quería seguir leyendo ni ver televisión, tomé la decisión de moverme. Partí por programar la alarma del celular y logré salir de la "noia", ¡por suerte! Ahora estoy escribiendo y con otras pequeñas ideas en mi cabeza para poner en práctica. A estas alturas no resulta inocuo caer en este estado, sobre todo si uno vive sola. Sé que me debo cuidar de aquello, aunque no dejo de pensar que estos altibajos del ánimo son parte también de la vida, independiente de la edad, aunque en esta etapa sean menos recomendables. En fin, a cruzar los dedos para que me mantenga en la superficie y, si cabe, pueda volar. 

   [Abro paréntesis: mientras escribo, escucho unos cassettes -¡tal cual,"cassettes"!- que eran de Mirella. Escuché varios hace años, pero decido hacerlo nuevamente y esta vez todos. La memoria está más frágil. Además, recuerdo haber visto a mi hija grabarse cantando en más de una ocasión y quiero revisarlos para ver si en alguno de ellos aparece su voz. ¡Me gustaría escucharla! Alguna vez, cuando la necesidad surge intensa, recurro a un par de videos -brevísimos- que grabamos en alguna ocasión, estando mi madre con nosotras, una vez en palacio, mientras estábamos en el balcón y, otra vez, cuando habíamos llegado al hospedaje de Llico, lugar al que fuimos las tres. Vuelvo a los cassettes. Éstos son 33 en total, en su mayoría grabados en forma casera. Ya he escuchado dos por ambos lados: Britney Spears -su favorita por varios años- y Cheer. Ya veré que contienen los demás. Cierro paréntesis]. 

   Avatar, el camino del agua me siguió gustando por sus paisajes y recursos tecnológicos y audiovisuales. De nuevo tuve las ganas de extender las manos para recibir las gotas de lluvia, para coger una hoja que caía, una pavesa de incendio, para alcanzar esas especies de medusas flotantes, las semillas voladoras del Árbol del alma de Pandora. También me sucedió en unas tres ocasiones que, aún sabiendo que la 3D es sólo un efecto visual y virtual, mi cuerpo reaccionó físicamente ante el peligro de una agresión, 😂. Pienso positivo: al menos aún  funcionan mis actos reflejos de protección. Le hice "el quite" a una flecha, a unas balas y a las esquirlas de una explosión,😅.Ese conjunto de sensaciones y reacciones frente al peligro es una de las gracias de la tridimensionalidad, que, además, te incorpora más intensamente a la historia ficticia que se está desarrollando  ante tus ojos.

    Lo que no me gustó mucho de Avatar fue la temática originaria, étnica y ecológica demasiado exacerbada, eco de los activismos a nivel mundial, de la Agenda 2030, esta vez llevados a nivel interplanetario. Los terrestres -los seres del cielo- explotando a los Na'vi en su beneficio, destruyendo su hábitat, su mundo, sus creencias y sus ancestros en busca, primero, de un mineral valiosísimo, y luego, en Avatar 2, queriendo transformar a Pandora en una segunda Tierra, luego de la cuasi destrucción de ésta. Creo que todo el ambiente político tan tóxico vivido en nuestro país estos últimos años, profundizado por la elaboración de una Constitución Rechazada, que ponía a los mapuches-na'vi por sobre los "perversos" chilenos capitalistas y neoliberales, me ha "inoculado" de la "sustancia" que me permite ver la realidad real y las intenciones de la Matrix de los Progresistas, al contrario de lo que querían sus creadores. Debo aclarar que usé el verbo 'inocular' aunque Neo no lo haya sido: él eligió la pastilla roja, por lo tanto 'ingirió' la sustancia necesaria. 'Inocular' es más cercano a la acción "refundacional" de los convencionales, por ello, mi elección. 

    Así y todo, hubo escenas que apelaron y afectaron mis sentimientos en Avatar 2. Imposible no conmocionarme ante el dolor de una madre por la muerte de su hijo. Obviamente, no pude evitar que las lágrimas rodaran por mi rostro y trataba, con rapidez, de restañarlas con las manos, pues sabía que la película estaba terminando y pronto se prendería la luz. Como a muchos,  no me gusta mostrar mis emociones en público. De todas maneras, no era la única llorona, 😁. ¡Sorry, por el spoiler! En todo caso, como es ficción, hasta puede que el personaje resucite. No, de veras que se unió a Aiwa. A pesar de ello, los padres tienen la conformidad de verlo en el momento de la unión con los ancestros de la tribu Metkayina.

   Avatar 2 explota acertadamente dos aspiraciones humanas muy sentidas : poder volar y nadar en profundidad. Preciosas escenas nos muestran el deslizamiento veloz de niños y adultos bajo el agua y de vuelos rasantes en ikran o leonopteryx multicolores, en consonancia total con la naturaleza exuberante de Pandora, maravillosa y a la vez peligrosa. Otros seres fabulosos forman parte de este mundo, cada cual con sus características especiales.

   Hasta aquí dejo este comentario de una experiencia audiovisual y tridimensional de 3 horas. Como ya lo he señalado en otras ocasiones, no soy crítica de cine, ¡para nada! Sólo opino desde mis percepciones, emociones, experiencias y conocimientos generales como espectadora "normal". Teniendo en cuenta lo anterior, mi evaluación es completamente positiva, tanto así que me he hecho el firme propósito de asistir al menos una vez al mes de aquí en adelante (porque pa'trás no cunde,😉 ). Hasta pronto.
   

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