jueves, 25 de marzo de 2021

Gelificada...

    

  Con esto de andar con el gel en la cartera, además  de echarse gel cada vez que uno ingresa a un local, creo que se me va a formar una nueva dermis sobre mi epidermis, transparente, gelatinosa, pegajosa y con un aroma poco atractivo, aunque tampoco tan terrible, para ser honesta. Es posible que cuando esta pandemia se acabe y ya no sea necesario usar gel, estaremos como las serpientes, tirando los restos de nuestra piel pandémica, tal como nos gustaba hacerlo luego de una puesta al sol  con insolación incluida. 

   Como animal de costumbre que soy (al igual que ustedes,😁), ya casi mecánicamente estiro la mano para recibir el chorrito gelificante o aprieto el envase o pedestal donde se ubica, a la entrada de cualquier local o centro comercial. Para qué decir con la temperatura corporal. Ya ni me importa la cantidad que marco ni me asombra, a excepción de que surja una cifra de 34 o bajo ese número, como me ha sucedido en varias ocasiones. Cabe señalar que no tenía frío en dichas circunstancias ni estaba a punto de congelamiento ni de colapso, por lo que, seguro, el aparato estaba haciéndose el chistoso o estaba aún a medio funcionamiento, por no decir en mal estado. Sabido es que marcar bajo 35 ya debiera ser índice de hipotermia, con los consiguientes síntomas.  

   De pronto se me ocurre pensar que habría sido interesante que el gel hubiese sido de distintos colores, para alegrar la vida, digo yo. Habría sido divertido ver manos de distinto colorido o de algún  color indefinible si hubiera habido mucha  mezcla, lo que no hubiera sido muy elegante. En fin, ideas locas que surgen. A propósito de ideas, me surge una duda e interrogante (se nota que me levanté  temprano hoy, 😊) : ¿servirá  de algo -positivo, claro- echarse gel en la cara? ¿Tendrá algún efecto rejuvenecedor a mediano o laaaaaarrrrgo plazo, como dicen lo tiene el barro del Mar Muerto? ¡Hummm! No voy a probarlo, en todo caso. En un par de ocasiones me he puesto una "máscara de pepino" en crema en la face y no es grata la sensación, además de lo que cuesta eliminar todo aquello después. ¡Qué decir del barro!  

    Imagino que tanto echarnos gel no traerá un daño colateral (lo habrían advertido los señores médicos, claro, siempre que se pusieran de acuerdo). El área sanitaria lo ocupa permanentemente, y no se ha sabido de que a alguien se le ha "caído" una mano tanto echarse gel, por ejemplo. De todas maneras, cuando toda esta situación pase, algo de esta medida va a permanecer en nuestras costumbres: creo que seguiré con el frasquito de gel o alcohol (aclaro, alcohol sanitario; de otro modo  sería  una "petaca" y eso no hablaría muy bien de  mi bella persona) en la cartera, especialmente cuando reinicie una de mis actividades favoritas, viajar. Hasta pronto,👋👋.

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