jueves, 7 de enero de 2021

Tombuctú...

 

  No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché esta palabra -Tombuctú- pero sí recuerdo que me sonó a invocación mágica poderosa, al mismo nivel de un "abracadabra" o "ábrete, sésamo". También  la asocié  a expresiones  latinas de una enorme carga significativa como  "alea iacta est" (la suerte está  echada), "sit tibi terram levis" (que la tierra te sea ligera) o una más  conocida como "per secula seculorum"(por los siglos de los siglos). Por último, sin ninguna pretensión herética, al "amén" (así sea) de los creyentes. Más adelante, cuando -bajo el auspicio de google- me enteré de que era una ciudad africana, perteneciente a Malí, la agregué mentalmente a la lista de algún futuro destino, aunque no tan cercano. Sabiendo ya esto, que existe y que nomina un lugar del planeta, igualmente las asociaciones no se hicieron esperar: me "sonó" a Macondo o Madagascar.

   Al hacer el análisis de los diversos planos en que se mueven mis asociaciones (no puedo generalizar, pues sólo tengo conciencia de las mías; aún carezco del poder de la telepatía, así  que habrán de disculpar mi escasa sapiencia en este ámbito), desde lo atávico a lo literario o escasamente conocido, me doy cuenta de que nuestras orgullosas afirmaciones de sofisticación y "civilización  avanzada" de las que hacemos alarde muchas veces, no están muy distantes de lo primitivo que aún respira en nosotros y que aflora ante una palabra, aroma o sonido. Ayer tarde nada más escuchaba los ecos de unos instrumentos musicales mapuches que estaban acompañando una manifestación en la plaza y no dejé de sentirme atraída irracionalmente por su ritmo y sonido. Sin embargo, lamentablemente en la actualidad, mi razón y mi emoción me alejan de esa música 🎶cuando sé que responden a una "causa" que avala y preconiza la violencia, con lo que no puedo estar, ni estoy de acuerdo. Tengo sangre indígena en mis venas, pero esto que podría  haberme hecho sentir más cercana a la tierra, se ha contaminado por la acción  reprochable de varios y por los muchos que los apoyan.    

   Volviendo al inicio,  aunque no al origen, cuando descubrí una novela de Paul Auster (sí, del mismo gringo anterior) llamada  Tombuctú,  ipso facto me aboqué  a descargarla e "hincarle el diente". Jajaja, 😂, y resultó que no tenía mucho que ver con la ciudad real propiamente dicha -y no menos misteriosa por ello-,  sino con el destino mágico y ultraterreno al que Míster Bones se iría, según promesa jurada de Willy, su amo. 

   [Abro paréntesis.  Al comienzo no me di cuenta del significado de "Bones", deberán disculparme, pero mi inglés no pasa más allá de lo básico, de algunas expresiones de uso cotidiano y más encima pésimamente  pronunciadas, porque, como ya sabrán pues alguna vez lo he confesado, casi "odio" este idioma. Sé  que me habría  convenido aprenderlo bien y podría  hacerlo aún. Tengo un par de cualidades que me ayudan, la buena  memoria - aunque no sé  hasta cuándo- y la constancia en lo que me propongo -aclaro enseguida que no en todo, para que no se me acuse de mendaz después-, pero falla mi pronunciación en este caso específico. Doy con el tono del francés, italiano y Latín, pero con la pronunciación  del inglés  se me le traba la luenga . Así  que opté  por odiarlo. Bueno -otra vez me fui a buena parte-, la cosa es que no me di cuenta, al inicio -decía-, del significado de "bones", hasta que me acordé de una conversación sostenida con mi hija en que me confidenció que le gustaba mucho la serie televisiva "Bones", por el análisis científico que hacían  de los huesos para descubrir a el o los culpables de haber dejado en esas condiciones al propietario de ellos. Muchas sugerencias de ella, la mayoría, las seguí  o, al menos, las exploré. Aquélla no. En ese tiempo, no me atraían las series policíacas. Ahora hay tantas... Así que Míster Bones me trajo a la memoria una imagen y conversación queridas... Cierro paréntesis]. 

   Esta novela de Auster, maravillosa, extraordinaria, vibrante, nos presenta a un protagonista canino que añora la "vida de perros" que le dio su amo y amigo Willy, plena de libertad, de compañía, de contacto personal, de aventuras, pero que no lo preparó, al morirse, para seguir adelante en contacto con la  bondad de unos pocos y la maldad gratuita de muchos. Por ello, optó por buscar voluntariamente su tránsito a Tombuctú, ese paraíso y cielo soñado, al que se llega cuando se parte al más allá.    

    Tal vez alguna vez vaya a Tombuctú y quizás encuentre por allá, al llegar, a Míster Bones jugando con Mirella, observados por mamá y papá. Imagino la escena y me parece maravillosa... y creíble. A Mirella le gustaban los dogs. Fue ella, precisamente, quien me presentó a la Srta. July, madre soltera luego de cinco cachorritos, de los cuales Kimba nos conquistó el corazón y nos acompañó una parte de su perruna vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario