domingo, 24 de enero de 2021

Shangri-Lá

     

    Shangri-Lá es el nombre del lugar ideal, del paraíso terrenal, la utopía, la Arcadia en medio del Himalaya, según la obra de Milton. Sin haber leído la novela (confieso esta tarea pendiente), por momentos me parece estar en esa ciudad imaginaria y, por ser ficticia, sólo tiene sustento real a ratos. Por ejemplo, al levantarme. 

Después de darme mi ducha matinal helada, salgo de la cabaña y me encuentro en medio del bosque de avellanos, hualles, maquis, quilas y canelos. El sol se asoma entre las hojas de los árboles. El arroyo suena fuerte y orgulloso, omnipresente. Algunas aves, entonan sus llamados matinales o primeros cantos en el nuevo día que comienza. Algunos insectos también hacen notar su presencia a través de su especial voz. Las arañas siguen tejiendo sus redes entre las ramas de los árboles.  En los alrededores se escucha, a ratos,  el ladrido de unos perros. No se ve ni se escucha a nadie caminando por el paraíso, a excepción de este ejemplar de Eva. 

     No todo el día es posible esta calma, esta conexión con la naturaleza. Pronto  el paraíso  se verá  invadido por mortales humanos y la magia habrá desaparecido, pero se vuelve a recuperar al acercarse la noche, cuando comienzan a bailar las luciérnagas, haciéndoles la competencia a las estrellas lejanas. Es un bello espectáculo.  ¡Nunca había  visto tantas luciérnagas! Al mirar hacia arriba, entre los árboles, brilla la luna creciente 🌙. Las estrellas también se asoman pero no todas logran ganarle en brillo a la luz artificial, que alumbra los distintos sectores del paraíso y que me recuerda que algo puede fallar en él  alguna vez. No todo es tan perfecto y más de un "deja vù" se hace presente.   

    El 12 de este mes abandoné Rancagua y sus héroes. Salí  con destino a Curepto, en la región del Maule, localidad visitada en muchas ocasiones desde el 2012. Allí residen mis familiares más cercanos espacial y emocionalmente (lo que no quiere decir que los otros no sean también  queridos). Fueron casi dos semanas de conversación, actividades en común, de competencias lúdicas, de caminatas y recorridos breves y más extensos, de deliciosas comidas compartidas y saludes tintineantes, por la vida y por la compañía. 

  Pero todo debe llegar a su fin. Permanecer es estancarse. Y el fin de la compañía no pudo ser mejor: en la región de Ñuble, sector  Los Lleuques, comuna de Pinto, en una cabaña en mitad de un bosque de avellanos, maquis, hualles y canelos. Es lo que se estila por esta zona y lo sigue siendo hasta llegar a los pies de los Volcanes Nevados, que poca nieve ostentan en sus cumbres y faldas. Hay decenas de cabañas casi arbóreas, que invitan a quedarse  o volver (lo haré  junto con la nieve). 

Además  de nadar como sirenas 🧜‍♀️ y sirenos en la piscina del complejo Cabañas Aliwen (tomando algunos "mates", en mi caso, por falta de práctica y, tal vez, por exceso de peso, 😁), conversamos a la luz de las luciérnagas, de las estrellas y la luna, dimos cuenta de un par de parrilladas nocturnas, de algunas chelas y vasos de buen 🍷 y nos congratulamos de estar juntos.
   También, entre ayer y hoy, llegamos al complejo hotelero Nevados de Chillán, vimos practicantes de escalada en el camino, mucha naturaleza arbórea  mientras subíamos  hasta el lugar. ¡Hermosos paisajes!

   Al regreso, disfrutamos de El bosque encantado, paseo entretenido y educativo, con una extraordinaria  cantidad y calidad de personajes de cuentos y de mitos griegos, romanos, universales y chilotes, para terminar ayer viviendo la experiencia de un canopy extremo, del cual las damiselas del grupo fueron acompañantes terrestres y fotógrafas oficiales. 

   Hoy día fuimos hasta Shangri-Lá, sector al que se accede por un camino de tierra y piedra medio volcánica,  en medio de una nutrida cantidad de hermosas cabañas a ambos lados de la ruta, hasta llegar a un Eco-Parque. Fue un approach para volver más adelante y realizar las actividades de senderismo, canopy y ascenso del lugar, que permite, según nuestro informante, de vistas privilegiadas de diferentes hitos de la zona. Por lo que pudimos ver, el lugar se merece el nombre. De pronto, las cabañas parecen mimetizarse con el bosque en medio del cual están ubicadas. Sin duda, un lugar ideal para vivir lejos de la ciudad y de lo ingrato.    

    Después  de esa visita, comenzó  el regreso. Yo me he quedado en la ciudad de Pinto, mientras mis compañeros siguieron camino a Curepto. Estaré aquí dos días, aunque mañana viajaré por el día hasta Coelemu. Espero ir cumpliendo mi itinerario,  que esta vez, deberá regirse por los caprichos de la pandemia. Mi objetivo final es Valdivia y La Unión.  Seguiré con mi maleta y mochila a cuestas y con el entusiasmo y suerte de siempre (toco madera). Hasta pronto.     

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