viernes, 18 de octubre de 2019

Rutas del Maule y de Piedra del Lobo... (Bitácora)

    Ya a fines de septiembre, habíamos visitado, en familia, VICHUQUÉN, pueblo típico y tradicional de zona maulina, con sus casas de adobe, iglesias antiguas, tradiciones y creencias locales, que han traspasado las fronteras locales para transformarse en la marca de identidad del lugar. 
Las brujas de Vichuquén, así como las de SalamancaAquelarre (las de Chiloé son cuestión aparte) son un sello de estos lugares que hablan del uso de recursos esotéricos y "oscuros" en la solución de problemas y en el ejercicio del poder, de pueblos de carecen de la magia del mar para elevar el espíritu. El halo de  encierro que las montañas o cerros me provocan en estas localidades sin playas, me aplasta tarde o temprano. De manera que la necesidad urgente de escuchar el sonido del mar y caminar por playas solitarias se hizo perentoria y, casi como una adicta, partí para allá, aprovechando que ésta es la época ideal para ponerla en práctica (me refiero a esta adicción).

   Elegí en esta ocasión transitar por lugares poco conocidos y desconocidos de la costa sur de la Región del Maule e incursionar en la de Ñuble, con la cual tengo mucha tarea pendiente. 

Comencé por  CONSTITUCIÓN, ciudad tristemente célebre luego del 27F de 2010, con 46 mil habitantes según Censo 2017. Ya la había visitado dos veces anteriormente, pero sólo de pasada. No había tenido la oportunidad de recorrer sus calles, aunque ya había estado algunos momentos en el sector de playa y en el Paseo Fluvial, cuando recién estaba reparada la parte central. 
Esta vez estuve dos días y recorrí las  Playas de los Gringos, de los Patos y la otra (no recuerdo el nombre), hollando sus arenas y disfrutando del sonido, del viento y del sol. Por el otro lado, recorrí en su totalidad el Paseo a orillas del Río Maule, pasando por la Caleta Maguillines y más allá.  
Mis pasos llegaron hasta el final del Puente R.Silva Henríquez, construido sobre las aguas del río. 
Cuando inicié el recorrido del extenso puente, cual Quijote recorriendo La Mancha, escuché a lo lejos el sonido de una locomotora (Don Quijote escuchó los batanes), lo que me trajo recuerdos de otros tiempos. Me sorprendió, pues no sabía que estaban implementados los recorridos por línea férrea y a pesar de todo lo que iba avanzando en mi caminata, el "tren" no aparecía por ningún lado y el sonido se mantenía. Al final, debí recurrir a mis extensos conocimientos de la vida y deducir que se trataba de un aserradero, al que descubrí al iniciar el regreso por el puente, escondido entre los árboles. A propósito de aquello, Constitución y sus alrededores es una zona de tradición forestal por excelencia. Múltiples aserraderos y empresas forestales lo avalan, entre ellos la poderosa Celulosa Arauco; también el mal olor que se percibe casi en forma permanente en la ciudad.
 Además, visité el bello Jardín Japonés, aunque la tarde elegida estaba poblado de estudiantes de cuarto medio en trámites de fotografía de licenciatura, según pude colegir. 
La Isla Orrego la dejé para una tarde completa.
 La rodeé caminando en toda su extensión y amplitud, partiendo por el Monumento a las víctimas del 27F, lugar de recogimiento, donde uno intenta captar en una mínima parte el terror que debieron haber  sentido frente a la fuerza del Tsunami, no dejando, al mismo tiempo, de considerarse  afortunado de no haber estado allí. 
   En otro momento, disfruté recorriendo la cotidiana Feria de frutas y verduras, degustando un sabroso ceviche en el pequeño Mercado, ubicado cerca de la Caleta. 
   Dejé atrás Conti...para iniciar, a continuación,  un  itinerario completamente  desconocido para mí, a excepción de haber escuchado los nombres.   Me dirigí, en dirección sur, hacia la localidad de Pelluhue, pasando obligatoriamente por Chanco, donde debía buscar un colectivo para llegar a mi segundo destino: 15 kilómetros, poco ágiles debido a reparaciones en la ruta. 
   PELLUHUE, como comuna, alcanza una población de 7.200 personas, que se organiza en torno, esencialmente,  a dos playas existentes. Tiene un pequeño,  bonito y cuidado Paseo Marítimo. La playa principal es extensa y un lugar ideal para caminar tranquilamente (en esta época del año). En toda la zona recorrida, desde Chanco a Cobquecura, me llamó poderosamente la atención la presencia de dos cultivos predominantes : la frutilla y la papaya (la última es ocupada principalmente en conservas, mermeladas y miel, presentes en ferias y mercados). La frutilla no está aún en etapa de producción anual, de forma no tuve la posibilidad de degustarla.  

Permanecí un par de días en la localidad, recorriendo la ciudad, en primer lugar, y luego conociendo los alrededores, tanto a través de la caminata como en taxi colectivo. 

 Realicé caminando el trayecto al pueblo y Caleta de  CUNARIPE, a una distancia de 7 k. aproximadamente, pasando por los sectores de El Torreón, Las Tres Peñas y Playa el Pez, siguiendo principalmente la carretera, pues el trayecto playero es interrumpido por muchos  roqueríos. 

Cunaripe es una localidad bullente de vida, con presencia mayoritaria de gente de pueblo. Su Caleta es abundante en embarcaciones, con numerosos locales y puestos de venta de productos y de restaurantes. La Caleta, lugar ideal, según mi experiencia, para pasar a servirse ceviche, y cada vez que puedo lo hago con delectación. En esos lugares los preparan muy bien y con todos los aliños requeridos. Esta vez le tocó el turno a un ceviche de salmón darme las energías para seguir el camino. 
Cabe señalar que Cunaripe posee más población permanente que Pelluhue, además de todos los servicios públicos (Municipalidad, Banco y otros). A ojos vista, se observa menos cuidado en la limpieza, el orden y las construcciones, aunque el comercio es variado y en cantidad. Ya había el día anterior en este  pueblo, así que, esta vez, apenas, estuve alimentada, me encaminé, por la playa, hasta Cardonal, distante a 9 k. Toda una hazaña gratificante, ante la belleza y magnificencia del paisaje. 

PLAYA    CARDONAL 
está compuesta princi-palmente por bellas ca-sas de veraneo y mu-chas cabañas de arriendo. Tiene una pequeña Caleta que estaba cerrada. 
No recorrí toda su extensión, era demasiado.  El regreso lo hice en etapas, no porque me detuviera a descansar, sino porque en dos ocasiones, unos amables automovilistas detuvieron su marcha para ayudarme en el avance. Así llegué a Cunaripe, donde esta vez hice el regreso en colectivo, ya que no era prudente seguir caminando, toda vez que el calor era intenso.
     Cumplidos los dos días planificados en Pelluhue, me dirigí a un lugar recomendado por mi cuñada Carmen, llamado Buchupureo distante a 40 k., para lo cual debí hacer un  trato con un taxi colectivo, pues no hay locomoción directa hasta allá. 
Aprovechando la alternativa y agregando unos pesos más, solicité pasar a conocer el sector llamado   ARCOS de CALÁN, una milenaria estructura de piedra erosionada por las aguas, de una belleza imponente (a 29 k. de Pelluhue).
Se encuentra algo alejada de la carretera principal, por un  camino de ripio de 3 k. de extensión, aunque vale la pena hacer el sacrificio. Es un lugar solitario, sin equipamiento ni construcciones.  
  La recomendada localidad de BUCHUPUREO me esperaba y me acogió por dos días más. Encontré un económico y tranquilo hospedaje, donde pude cocinar en forma al fin. Allí no hay cajeros automáticos así que debí abaratar costos en los pocos minimarkets existentes. La población se ubica un tanto alejada de la playa, de forma que había que caminar unos 600 m. para llegar a ella y 3 k. para la salida sur (uff!). ¡Lugar tan largo como nuestro país! 

 De playa extensa y solitaria hacia el norte, aunque para el sur, luego de llegar a la pequeña Caleta, los roqueríos impiden seguir por esa ruta. Como en todos los otros lugares, el agua del que disfrutan no sólo es el del océano, sino también de ríos o riachuelos, lo que agrega otro elemento de disfrute con esos pequeños santuarios naturales.
 Si bien no pude consumir nada del mar, sí tuve la suerte de encontrarme, en el sector sur, denominado Boca Buchupureo, con unas vendedoras de productos típicos, a una de las cuales le compré un delicioso mote con huesillos, con el que repuse fuerzas luego de regresar -caminando- desde Pilicura  
PILICURA es una localidad costera, hermosa, tranquila, limpia y muy florida, ubicada a 9 k. al sur, entre subidas y bajadas, por la carretera, pues no hay una playa expedita como para elegir esa ruta. 
Destaco dos hitos de este lugar: la Iglesia de Piedra , roca milenaria con amplias cuevas que la atraviesan y que ha sido transformada en lugar de peregrinaje de creyentes (hay unas figuras de santos, flores y agradecimientos). Es un lugar digno de verse y que sobrecoge al ingresar a la entrada principal, cuya salida desemboca en el mar. 
 El otro sector digno de verse y de disfrutar es la playa y las bellas construcciones con coloridos jardines, que se extienden en plena libertad por el inicio de la playa. Debí caminar un buen rato y trecho para encontrar un lugar que me permitiera acceder a la carretera para iniciar el camino de regreso. Finalmente, dejando escrúpulos a un lado, crucé por una propiedad privada sin construcción, cuyo cerco en contacto con la playa estaba destruido en parte. Claro que el gateo para salir a la carretera no pude evitarlo.     

COBQUECURA fue mi último lugar de estadía en esta ocasión, el que le da nombre a la Ruta Piedra del Lobo, característica del sector y Santuario de la especie. Lugar ubicado a 13 k. de Buchupureo, ya con propiedad en plena Región de Ñuble, desde donde me trasladó, graciosamente,  mi anfitriona  y me dejó instalada en una cabaña a unos 200 m. de la playa. Vaya un sincero reconocimiento para la Sra. Inés del Hostal Tropezón, donde no hubo tropiezos, sino sólo buenas vibras. Ciudad muy limpia -Cobquecura- con campaña propia de uso de bolsas reutilizables, con un hermoso Paseo Marítimo, con equipamiento para puestos de Feria Artesanal y de Alimentación, cuyo elemento clave es 
   Piedra del Lobo, nominado Santuario, cuyos habitantes toman el sol y "conversan" indiferentes a los flashes y selfies de los visitantes. Resultó curioso para mí, una persona descreída, ver que en el Parque que es parte del Paseo,  hay una Capilla católica al aire libre.   
   Mucho, sin duda, debieron acercarse a Dios los habitantes de Cobquecura luego del 27F de 2010, en el cual fueron nada menos que el epicentro del Megaterremoto. A casi 10 años del hecho, pocas huellas quedan, algunas casas de las que existen sólo los frontis. Las demás están recuperadas y, en general, bien cuidadas.  

Otra característica digna de destacarse de este pueblo, y que llamó mi atención, fue las casas y cercados construidos con piedra laja. Incluso, la Parroquia también es de piedra. En tanto, en la Plaza, se observaba una llamativa Exposición de paneles para el conocimiento acabado de la nueva Región.
  Observando los paneles quedé muy impresionada por la gran cantidad de personalidades del arte, la música, las letras y del acontecer nacionales  oriundos de la zona: Arturo Prat, Bernardo O'Higgins, Violeta Parra, Nicanor Parra, Víctor Jara, Ramón Vinay, Marta Brunet, Claudio Arrau, Volodia Teiltelboim, Marta Colvin, Pedro Lagos, Arturo Pacheco, etc., a los que se rinde un merecido homenaje. Excelente también la atención en la Oficina de Turismo, con valioso material informativo. Habría que decir que Cobquecura "la lleva" en este aspecto de todo.
   Desde este lugar, y antes de que el clima hiciera un fuerte retruécano, me fui   a la lo visitado   CALETA RINCONADATAUCÚ, sector ubicado a 6 kilómetros al sur. La ida por la playa fue relajada y en total y grata soledad. En las alturas de los cerros, muchas construcciones vacacionales, algunas muy hermosas. 
Antes de llegar, un riachuelo-santuario. La Caleta de tamaño mediano, en la que degusté ceviche de jaiba, bien aderezado y sabroso. También aproveché de comprar merluza fileteada, para preparar un rico y sano almuerzo a mi regreso. 
 Luego, busqué el Arco de los enamorados, hito que lamentablemente no está señalizado. Me puse a escalar las rocas y el cerro aledaños ubicados a continuación, esperando tener suerte en mi búsqueda y, si no era así, al menos obtendría unas fotografías maravillosas.
   La suerte me acompañó, tanto en el escalamiento de subida y bajada, como en el encuentro, Los arcos, sin enamorados esta vez, me recibieron con su pequeña playa y su silencio marino. 
  Inicié mi camino de regreso, esta vez, por la carretera, caminando, pero un buen samaritano me condujo parte del camino. Ya en el pueblo, compré lo que faltaba para preparar las merluzas y una vez preparadas, las degusté con calma, ya habiendo decidido descansar esa tarde y salir sólo a cazar el atardecer, aunque las nubes negras no presagiaban nada bueno.
 Felizmente el día anterior ya había logrado los minutos de disfrute crepuscular suficientes por un tiempo. No demoró en arreciar el viento y acompañarse de lluvia, lo que hizo ideal la tarde de lectura y música.
   Al terminar este viaje (un poco accidente y cansador el regreso, con escala en Chillán) recomiendo absolutamente la zona, que puede ampliada hasta llegar a las regiones siguientes. En vehículo debiera resultar muy fácil. Como turista pedestre es más complejo, pero impagable la experiencia. ¡Vale la pena! ¡Lo recomiendo!
     
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario