domingo, 24 de julio de 2022

Sobredosis...

   

  Ayer "apuré" las últimas gotas de esta sobredosis, que no ha sido precisamente de sustancias alucinógenas. Ya lo he dicho en otras ocasiones, nunca me sentí tentada a probar, a pesar de tener al alcance de la mano la posibilidad, al menos de marihuana, en los espacios compartidos con compañeros universitarios de la misma carrera o afines en la década del '70 en la UACh. Tampoco posteriormente tuve "necesidad" de aquello -tampoco oportunidades para ser franca-. Mi mayor adicción fue y es el café, 😅 (el vino me gusta pero no alcanza para adicción,  ...creo).

    Con el título, menos aún hago alusión a la obra de Alberto Fuguet, personaje en un tris de ingresar ya a la sesentena, pero que cuando lo leí recién estaba ingresando a los treinta y era parte de la camada de los escritores chilenos jóvenes y "emergentes". Precisamente hoy busqué Sobredosis en mi biblioteca física, pero no encontré el libro. Debo haberlo leído de prestado. El que sí encontré fue Mala onda, su primera novela, que compré el año 1994 y que nunca avancé en su lectura porque no me gustó, a pesar de la benevolencia de algunos críticos chilenos de ese tiempo. No sé si Fuguet llegó muy lejos. Al parecer, por las pocas obras que veo en su biografía, no alcanzó el éxito que le auguraba su fanaticada (pienso en él y me viene a la mente, por asociación, Baradit, 😠). Creo que fue sobrevalorado por muchos en su tiempo. Para darme la oportunidad de, tal vez, cambiar de opinión, releeré algunos relatos de "Sobredosis" e intentaré leer "Mala onda", a ver qué onda. Quizás los años transcurridos, la experiencia de vida, los aporreos de la misma, la relajación de los valores que seguro han hecho mella en mí también me permitan una nueva apreciación.    

  En fin... Fue una mañana feliz, con emociones intensas, casi como un paseo por la montaña rusa pero sin el miedo característico de esta "entretención". He terminado con los ojos hinchados como papas (la verdad, no sé si las papas se hinchan) luego de mucho tiempo de sequía. Gonzalo me condujo de la mano al recuerdo de mi hija, provocando en mí la duda acerca de mi maternidad: ¿fui realmente madre o madrastra de Mirella? Hice muchas cosas inadecuadas, omití acciones acertadas, la relegué a un segundo lugar no debiendo hacerlo, no perseveré lo suficiente en conocerla como debería haberlo hecho son algunas de las dudas-interrogantes que vuelven a emerger y que nunca ya tendrán respuesta. El final de la novela me trajo tu recuerdo, querida Mirella, y me enfrentó a la evaluación de ese lapso de mi vida y de la tuya y de mi relación contigo. ¿Habré cumplido con lo que se esperaba de mí o con lo que tú esperabas de una madre, la única que tuviste en tu corta vida? No hubo oportunidad de conocer otra o de ensayar tú la misma función, con tus propios aciertos y errores, tal vez con más aciertos que yo. Todo este cuestionamiento y otros parecidos me fueron surgiendo mientras avanzaba en las últimas 70 páginas de la novela Poeta chileno de Alejandro Zambra, poeta y novelista chileno de 46 años.  

   [Entre paréntesis: yo no sabía  nada de Alejandro Zambra hasta que trabajé en CEPECh -2014 a 2018-, es decir, sólo hace algunos años. Antes de que alguien se escandalice por mi ignorancia imperdonable, escuchad, por favor, lo que tengo que decir a mi favor. Desde que dejé de hacer clases de literatura -el año 1991-, si bien seguí leyendo diversos textos, no tuve la urgencia de estar al día en literatura chilena especialmente. Eso lo suplí con la adquisición, según mis fondos me lo permitían, de algunos textos de los últimos que iban apareciendo en el mercado. Por ello tengo algunos libros de autores como Carlos Cerda, Gonzalo Contreras, Darío Osses, Roberto Ampuero, Pedro Lemebel, Pablo Simonetti y de algunas féminas. En todo caso, los más afortunados conmigo fueron Isabel Allende, Hernán Rivera Letelier y Marcela Serrano, entre los connacionales. Pero de Zambra, nada. Como digo, lo "conocí" mientras fui docente preuniversitaria, pues en algún ejercicio de comprensión lectora apareció uno u otro fragmento suyo, que me agradó, pero que demoró en fructificar y salir a la superficie. Hace unos meses encontré una obra suya y la descargué, pero como era una más de las varias existentes en mi biblioteca virtual, recién en estos días decidí leerla y ...no fue la única. En total, fueron cinco los libros leídos, tres novelas cortas, una colección de cuentos y su última novela, la más extensa, de 300 páginas, que terminé ayer a mediodía y me llevó por caminos inesperados. Cierro paréntesis]. 

  Comencé con Formas de volver a casa 🏡 ; seguí con La vida privada de los árboles, Mis documentos (cuentos) y Bonsái, para terminar con Poeta Chileno (2020). Un verdadero tour "lectural". Fue una semana redonda en cuanto a mi oficio de lectora. Y aunque los garabatos y expresiones poco académicas de nuestra habla no me agrada mucho encontrarlos en textos literarios, en esta ocasión,  especialmente en la última obra, no los sentí como un impedimento para gozar la lectura. Es probable que esté más permisiva en este plano, como muchos en la actualidad. Ya es parte de la "normalidad" hablar con garabatos y hasta uno, aunque no los use, ha terminado "aceptándolos" como parte del paisaje. Por eso le daré  otra oportunidad a Fuguet.      

    La escritura de Zambra tiene muchas gracias. Es ágil, cercana, personal, sin preciosidades lingüísticas ni retóricas. Con variados chilenismos, algunos de los cuales sorprende encontrarlos por escrito. Escribe sin tapujos, pero también sin exagerar. Sus historias no transcurren en lugares inexistentes, idílicos o infernales. Son bastantes reales, principalmente Santiago o algún otro lugar secundario donde el autor-personaje ha viajado. El tiempo también es perfectamente acotable y los acontecimientos que suceden en ese escenario y tiempo reales son también históricos. El narrador de Zambra habla desde la experiencia, muy chilena, muy de fines del siglo XX e inicios del presente siglo. La infancia, la relación con los padres, los primeros amores, la vida escolar (la formación del Instituto Nacional no queda muy bien parada en sus páginas), el trasfondo político (detractor de la dictadura militar), entretelones de la bohemia poético- artística chilena, catástrofes nacionales (terremotos del '85 y 2010) son parte de lo que rodea y el medio en el que se desarrolla el narrador que comienza a hablarnos de su infancia en la novela Formas de volver a casa. 

  El tema de no-paternidad biológica parece ser un tema recurrente en la narrativa de Zambra. Lo vemos en La historia privada de los árboles  y en Poeta chileno. El narrador es padrastro de Daniela y Vicente,  respectivamente  (¡me salió verso,😃!). A ella le inventa historias de árboles-personajes y con él va formando todo una trama de cuidado y experiencias personales que permiten el reencuentro posterior y un futuro posible. No me resulta fácil hablar de cada libro por separado. En cada relato el personaje-narrador cambia de nombre, pero es el mismo, tiene la misma "alma", la misma mala suerte con sus relaciones amorosas, el mismo oficio de escritor-profesor y similares experiencias. Y aunque alguien pudiera pensar "¡qué fome!", inmediatamente yo les digo que no es así. El estilo es sencillo, cercano -ya lo dije, ¡me estoy repitiendo!,😓-, muyyy entretenido. No es un personaje resentido y agresivo como los que aparecen en la narrativa de Fuguet. Aquí el protagonista tiene la virtud de reírse de sí mismo, de no ser autocomplaciente, al contrario, es más crítico de sí mismo que de los demás y eso es madurez y sabiduría. En la última novela, me reí a mandíbula batiente en muchos pasajes, en especial de la primera parte, aunque, como lo dije al comienzo, terminé cuestionándome con pena retroactiva, que no sirve de nada.    

   Mis documentos es una colección de cuentos. Es sabido que yo no soy fans de relatos breves. Sin embargo, éstos son geniales y entretenidos.  Se leen muy rápidamente y tienen la gracia, entre otras tantas, de mostrar experiencias tan cercanas a la propia vida de cada lector, que pareciera que uno estuviera leyendo parte de su propia historia. La aparición de los computadores o  la vida como estudiante en un colegio público son parte de los relatos. 

   En toda la creación de este escritor aparece como leit motiv el oficio de escritor y su relación  con la poesía  y la narrativa. Son varios los seres reales que derivan en ficticios en las páginas de Zambra. Por ejemplo, Nicanor Parra, Neruda, Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Gonzalo Millán y muchos más. El protagonista manifiesta con claridad su admiración por muchos y desliza crítica o indiferencia hacia otros, pero sin mala onda, aunque pueda decidirse por alguna ironía. Aproveché algunas menciones para hacer mis propias anotaciones y revisar más adelante si son de mi agrado.  Esta acción me ha dado muy buenos resultados, pues me ha llevado al conocimiento y lectura de autores que de otra manera no habría  buscado. 

    Ya leí un par de cuentos de Sobredosis (me recordaron esos personajes de "La Naranja Mecánica", "terrible volaos" y viviendo en otra dimensión) y comencé a leer Mala onda. No son de mi agrado. Presentan un mundo que rechazo (jaja) absolutamente, agresivo, resentido, lleno de vicios e inanidad. Muchos dirán que responden a la imagen de la juventud "actual"; tal vez, parte de ella, al menos. No obstante, hay mucha juventud talentosa, productiva, positiva y sana. Avanzaré un poco más a ver si me sorprende. Por de pronto, dejaré hasta aquí este escrito, pues la realidad se impone: me ha dado hambre y voy a preparar un rico almuerzo. Hasta pronto.

domingo, 17 de julio de 2022

Cazadores...

 

   En este mundo de contrastes y opuestos, de belleza y fealdad, de razón y de locura, de amores intensos y odios profundos, hay unos seres que se mueven como peces en el agua. El caos les moviliza, les alimenta y les beneficia. Son los cazadores, grupo, tribu o parte de la especie que sabe de metas claras. Hoy el ser humano ya no caza sólo lo necesario para alimentarse, sino lo máximo que le permita sacar provecho más allá del alimento personal o familiar. Caza para medrar por sobre otros. Y eso está bien (jajaja, apuesto que más de alguien pensaba que iba a lanzar diatribas sobre quien caza para emprender) siempre que no deje un reguero de víctimas a su paso. No estoy contra el emprendimiento, para nada; al contrario, admiro la voluntad, creatividad y esfuerzo de aquellos que se atreven a emprender. ¡Ojalá hubiera pertenecido a ese grupo! Pero no, soy más bien de materia observadora que de actriz, más planificadora que creativa, más organizadora que actuante.  

   Cuando uno analiza grosso modo a la especie humana en esta selva presente, pareciera que sus integrantes -entre los que debo contarme- siguen categorizándose según la dualidad cazador-presa, aunque la ropa que vistamos no sea primitiva ni nos adornemos con plumas en la nuca. Algunos le hacen honor al sentido primigenio del oficio (participan en safaris "a todo cuete" o en pequeñas salidas particulares o de amigos), otros experimentan el adrenalínico oficio con presas menos políticamente aceptables, al estilo de don Juan Tenorio o de Jack el Destripador, dependiendo de sus respectivas tablas de valores o disvalores (¡de todo hay en la viña del Señor!, claro, cazadores y cazados). Otros incursionan en el mundo de la política (cazando adeptos), del comercio (clientes), del mundo bursátil(💰y acciones), de la delincuencia a distintas escalas o de la estafa. Hay para todos los gustos. Algunos cazan a cazadores desprevenidos o descuidados y se llevan la tajada del león, aunque con más riesgos que el rey de la selva que descansa más bien en su fama que en la demostración constante.Pensándolo bien, debe ser cansador aquello de estar permanentemente probando ser el macho Alfa de una manada. 

  Habemos algunos que, aun cuando compartimos con los demás del rubro la pasión por la búsqueda del premio especial, no hacemos daño. Respetamos los límites, pues queremos -y hacemos- que respeten nuestro m2. Ahí me ubico yo, 😃.  Buscamos en solitario y gozamos de la alegría del encuentro. Somos los cazadores de momentos especiales, ya sea en contacto con el entorno o con nosotros mismos. No me refiero a los cazadores de tormentas, de récords en diferentes áreas, que muchas veces arriesgan sus vidas o la de cercanos. No, esto es mucho más inocuo y tranquilo, más personal. Me refiero a practicar la caza de imágenes, que es una de mis pasiones.

   Lograr la mejor imagen de una luna de fresa o luna llena, la óptima fotografía de un árbol deshojado recortándose en el cielo, las nubes de una tormenta que se aproxima, un arcoris jugando a abrazar la tierra, una puesta de sol luminosa e inolvidable, las huellas de alguien en la arena, la visión de una embarcación recortándose en el horizonte, unos surfistas haciendo cabriolas sobre las olas, el vuelo de unas aves, el aleteo de una mariposa al llegar la primavera, una mullida alfombra de hojas otoñales,...¡eso es lo máximo! Claro que hay detractores, que dicen que uno se pierde el goce real por estar preocupado de captar con una máquina intermediaria un momento único o una imagen hermosa. Cada cual con su cada cual. En gustos -dicen- no hay nada escrito, 😉. 

  Hace unos días salí de palacio luego de unas jornadas in door, producto del frío, la lluvia y la innecesaria obligación de abandonar mi refugio. La salida no podía ser más puntual y práctica: la compra de unos fármacos a sólo cuatro cuadras de distancia. Sin embargo, la atmósfera me atrapó en sus hilos (¿?) y amplió mis objetivos. A lo lejos, a media altura, se veía la nieve en un promontorio montañoso. Y como la Montaña 🌄 no podía venir a mí, yo fui hasta ella. Ya en la mañana, al levantarme la había divisado a lo lejos sobre el perfil de los edificios (había sido el primer llamado). Las cuatro cuadras se transformaron en cuatro kilómetros porque "necesitaba" imágenes sin cables, semáforos ni postes. 

Me fui por una ruta ya conocida, Avda. Baquedano, pero hice una incursión no planificada. En realidad, toda la caminata había sido un producto espontáneo. Me introduje al Parque Baquedano (ex Cementerio N°2, ahora lo sé). Hermoso lugar, a pesar de su propósito. Me encontré de sopetón con un sector de numerosas tumbas a ras de tierra, muy juntas y ordenadas. Al leer el monolito que la preside me enteré de que allí yacen las víctimas de la Tragedia del Humo, suceso que ocurrió en 1945, que ocasionó la muerte de 355 obreros de El teniente, fallecidos por la inhalación de monóxido de carbono al interior de la mina, hecho sin parangón en su rubro a nivel mundial (¡triste récord!). Recorrí parte del cementerio, con hermosos y antiguas tumbas y algunos mausoleos. Al fondo, la Cordillera de la Costa brillaba nítida bañada por los rayos del sol sobre la nieve. Sólo al llegar al sector de los Nichos recordé que había estado una vez en aquel lugar (acompañando a un funcionario en la sepultaron de su madre) 

    Mi caminata no terminó allí. Llegué hasta la Ruta H-210, caminé por ella e inicié el camino de regreso por una avenida paralela, la Alameda. El trayecto por la ruta me permitió obtener imágenes más "puras" de los picachos nevados,... ¡hermosos! Al final fue un muy buen ejercicio (10 kms.de recorrido), respirando a pleno pulmón un aire helado pero bastante puro, con el añadido muy importante de una buena cantidad de hermosas fotografías.    


    Un par de días después, al realizar la visita quincenal a mi querida hija, no pude dejar de admirar la otra cadena montañosa, la Cordillera de Los Andes, blanca ya desde baja altura. ¡Imponente, majestuosa, nuestra! Ese día sábado -ayer- la vuelta a casa la hice caminando y aunque la caza no fue abundante, mi cuerpo se sintió agradecido de la energía consumida. Mens sana in corpore sano. ¡Aunque sólo sea de vez en cuando! Peor es nada. Hasta pronto. 



viernes, 15 de julio de 2022

Piano, pianíssimo...

   

   Cierro los ojos y deslizo mis dedos con fuerza y rapidez por las teclas, más lento, más rápido, según sea necesario. ¡Qué delicia sentir que las notas que liberan las teclas merced a mi tacto invadan el silencio y penetren en mis oídos y mente, eliminando cualquier intrusión inoportuna! ¡Qué delicia y qué goce!   Momento de ensueño que he tenido más de una vez a lo largo de los años. Pero, sólo es eso, ensueño, porque jamás tuve talento para interpretar la música. Si me hubiera esforzado tampoco lo habría logrado, salvo alcanzar la certeza de la carencia. 

   Definitivamente no nací ni cultivé (o cultivaron en mí) la aptitud para la música, la buena música, la docta. Ni siquiera la escuchábamos en nuestro medio. Al contrario, durante nuestra infancia aún era habitual que para la celebración de Semana Santa las radioemisoras, único medio de comunicación existente en esa década en la zona rural y en las pequeñas ciudades, sólo transmitían música 🎶 clásica y, como no había otra alternativa, nos dedicábamos a odiarla con todas nuestras fuerzas. Lo mismo ocurría para todos los 21 de septiembre, día de la Radiodifusión, que también se optaba por esa categoría musical. Sólo cuando fui profesional comencé a desarrollar mi interés e, incluso, quise aprender a tocar piano 🎹, pero el tiempo y la poca habilidad me lo hicieron cuesta arriba y no pude cumplir con mi naciente y exquisito gusto musical recién estrenado,😊.   

   La lectura de la novela Los otros días del escritor gallego Alfredo Conde trajo a mi memoria este gran anhelo vital y mi aterrizaje forzoso en la medianía o torpeza musical. El relato tiene varios elementos que me resultaron muy interesantes. Por un lado, el protagonista es un cultor del arte mencionado, lo que permite entrar en contacto con el mundo descrito a través de una mirada distinta a la "normal" y prosaica: la realidad es vista con la sensibilidad de un artista, por lo que el lenguaje es exquisito. Sin embargo, este artista no las tiene todas consigo: ha pasado los setenta y ha vuelto al terruño de su infancia a retirarse y a sobrellevar de la mejor manera la enfermedad que ha comenzado a aquejarlo, el Parkinson. Su futuro -si es que le queda- no es nada de halagüeño.   

    Cuando, luego de unas semanas, decide visitar "La Ciudad de Piedra" -como le llama al lugar en que vivió junto a su familia- luego de más de 20 años de ausencia, recorre sus calles húmedas, reconoce lugares, activa recuerdos, añora espacios que ya no están, recupera experiencias ya olvidadas. Es un reencuentro temido pero también añorado. No se menciona el nombre de la ciudad. No obstante, a través de la descripción pormenorizada de sus calles y pasajes, de los monumentos religiosos, del clima, logré descubrir que se refería a Santiago de Compostela, una ciudad en que se respira religiosidad medieval, pero también humedad permanente. Yo estuve allí al inicio del año 2018, ya en pleno invierno europeo y la experiencia fue imborrable, no sólo por caminar por un lugar milenario, sino también por el frío que pasé debido a que la lluvia intensa, que me mojó sin piedad. Tanto así que me vi en la obligación de buscar con desesperación precisamente el día 1 de enero ropa más abrigadora... y seca (un polerón grueso que uso en los días más  helados de nuestro invierno)

   Volvamos a la novela. El relato también nos permite conocer y lamentar los síntomas de esta enfermedad, maldita para quienes la sufren y sus cercanos (toco madera,😓). Es un duro golpe a la libertad personal, al descanso merecido, al desarrollo intelectual, al hecho de llegar a la vejez satisfecho de lo realizado. Junto con la enfermedad, a este director de orquesta que se le presenta la oportunidad de despedirse de su "fanaticada" en Milán, le pesa ahora no haber vivido nada más que para la música, sin haberse dedicado a otros menesteres o disfrutes, que ya no pueden ser. Junto con saber de estos arrepentimientos tardíos (que no faltan en cada una de nuestras vidas) nos enteramos de que es sacerdote, oficio que casi no practicó debido a su virtuosismo musical. 

    Es un interesante y emotivo recorrido por temas muy cercanos y sensibles para los lectores que ya hemos vivido "su poco" (😁,¡qué eufemística!). Nos acerca a situaciones muy humanas: al deterioro psíquico y físico, a la añoranza de la infancia, a los arrepentimientos inútiles, al anhelo del contacto amoroso. ¡Uff!, casi nada, ¡qué pena! En fin, a la nostalgia de "los otros días " que ya no volverán.   

    La campesina es el título que le dio a una de sus obras el ya conocidísimo novelista Alberto Moravia, la que fue publicada el año 1957 (en 1960 fue llevada al cine por Vittorio de Sica). Me llevó unos días leerla debido a sus 400 páginas y a mis otras tareas. Es un relato en primera persona, a cargo de su protagonista, Cesira, una joven viuda italiana que vive en Roma en medio del escenario bélico del año 1943. La situación política del país es cada vez más caótica, pero a Cesira no le importa para nada. Es dueña de un pequeño almacén y, gracias al negocio del estraperlo -comercio ilegal con productos de la canasta básica en tiempos de guerra-, no pasa mayores apuros. Pero ahora el Duce ha sido apresado y los aliados avanzan desde el sur. Con posterioridad es rescatado por los alemanes para encargarlo de la República Social Italiana ubicada en la zona norte de Italia, en tanto los aliados siguen ganando terreno. La guerra llega a Roma. Aquello obligó a Cesira a cerrar su local y casa y partir con su hija adolescente,  Rosetta, a la zona rural de la que era originaria. Fue una fuga llena de peligros: tren atacado por aviones, línea férrea cortada, trayecto a pie con maletas, pequeño pueblo -Fondi- bombardeado y abandonado, refugio y estadía en casa de una familia de delincuentes, huida hacia la zona montañosa de Sant' Eufemia, donde permanecieron nueve meses como refugiados, con mínimas condiciones de comodidad, higiene y alimentación, con el peligro constante de bombardeos, ya sea de alemanes o ingleses. Viven en un estado de marasmo permanente, del que sólo salen para buscar alimento. Y llegó el gran día: el avance de los aliados y la huida de los alemanes. Es el momento de regresar a casa. 

   Cuál fue el periplo seguido en el viaje de retorno y las graves consecuencias de la "victoria" y del final de la guerra, lo dejo en el misterio. Lo que sí quiero señalar es que el paraíso de la paz tiene más de una serpiente en alguna esquina. Nadie vuelve a ser igual luego de un suceso tan terrible. Precisamente es aquello lo que Moravia nos comparte en voz de Cesira. Nadie se salva de sus efectos aunque no haya participado.    

   No quise "cerrar página" con esta historia hasta no haber visto el film de 1960, llamado "Dos mujeres" basado en la novela de Moravia. A pesar de la participación de dos famosos actores, Sophia Loren y Jean Paul Belmondo, me  resultó un bodrio. A rasgos generales respeta el argumento, pero cambia varios elementos que "suavizan" la situación de refugiadas que vivieron y la permanente "necesidad" de mostrar la exuberancia de la Loren vanaliza el drama. ¡Mejor no hubiera visto la película! En fin, a veces la vida está llena de decisiones tontas. Obviamente, me quedo con la novela. Es un "testimonio" en primera persona de las consecuencias de una guerra.

    Al término de este escrito me acompañan los sones de la Sinfonía N° 40 de Mozart, molto allegro, que disipa los recuerdos leídos acerca de la guerra (¡toco madera de nuevo!). Suspiro y pongo el punto final. Hasta pronto.

lunes, 4 de julio de 2022

Amores inadecuados...

    

     Dejo establecido desde el inicio que no hablaré en términos personales, tampoco impersonales. Si no es lo uno ni lo otro, a qué amores me referiré se preguntarán. Para poder responder debo pensar en lo que queda entre lo "personal" y lo "impersonal". ¿Habrá términos medios entre este par de antónimos? La verdad es que las palabras no existen en dualidades únicas y contrapuestas solamente. También contamos con vocablos que representan la unión de estos opuestos iniciales en diferentes grados y proporciones, es decir, mezclados o "impuros", si se me permite decirlo, no desde una perspectiva moral, sino lingüística. Todo depende, en todo caso, a qué o a quién apliquemos los adjetivos, además del contexto, a lo que se agrega si lo hacemos usando la acepción en sólo un sentido o contemplamos el lenguaje figurado. Bien, hasta aquí estas divagaciones que pueden turbar vuestro entendimiento. Disculpadme; a veces me entusiasmo con el plano metalingüístico de lo que escribo, que probablemente no sea del gusto de una mayoría. 

 Hablaré, en síntesis, de amantes y amores inadecuados, pero ficticios, no porque no tengan existencia en nuestra realidad, sino porque aparecen en obras literarias, lo que no obsta encontrar su símil en nuestro mundo o, al contrario, su origen. No quiero hablar de amantes reales, famosos o desconocidos, ni ajenos (porque eso ya sería pelambre) ni propios (los dejaré para mis memorias,😉). Quiero sí establecer que utilizaré la palabra "amantes" en su sentido etimológico más estricto: 'seres que aman' (sin las connotaciones negativas de lo prohibido por las leyes y la sociedad que suele atribuirse a este vocablo).  

   Tres hombres son los autores de estas tres historias. De los tres ya os he hablado con anterioridad: Roberto Bolaño, chileno; Alberto Moravia, italiano, y Paul Auster, estadounidense. Comienzo...   

  La pista de hielo de R.Bolaño es una suerte de novela detectivesca muy sui generis. Son tres los personajes, varones, que van intercalándose en el relato de cada capítulo, como si cada narración formara parte de una declaración ante la policía. Uno es un chileno -se dice escritor-, Remo Morán, otro es un mexicano-poeta, Gaspar Heredia, y el tercero, un psicólogo catalán, Enric Rosquelles. Coincidentemente, los tres se transforman en "amantes" en el transcurso de la historia. Remo, divorciado y ya con experiencia, se enamora de una hermosa joven patinadora del lugar (Z se llama el pueblo, cercano a Barcelona) de la que, sin embargo, ignora muchas cosas pues el silencio y el misterio la rodean. Este chileno ha logrado cierto éxito económico en el rubro del comercio. Gaspar, en cambio, vive casi en la inopia. Por intercesión del chileno, consigue un trabajo de vigilante nocturno en un camping, lo que le permite seguir sobreviviendo. Entre todos los usuarios del lugar aparece un par de mujeres, que se gana la vida en la calle, a través  del canto de una de ellas. Gaspar comparte con las campistas a ratos, una taza de té, algo de conversación o compañía silenciosa. Cuando desaparecen del camping (adeudaban estadía) las busca incansablemente, especialmente a la joven; se ha enamorado de ella, 😍. Enric es la mano derecha (izquierda más bien) de la alcaldesa de Z. Considera que realizó un excelente trabajo en el Ayuntamiento, que mejoró considerablemente con su gestión todos los ámbitos, éxito que le acarreó numerosos enemigos, señala. Todo iba bien hasta que conoció a Nuria, cuenta en la primera parte del relato.

   Lo interesante de esta novela no sólo es el formato narrativo en que los personajes van tomando turnos para su relato, sino que a través de cada intervención, el argumento va desplegándose para llegar a develar el crimen anunciado, del que se sabe que ocurrió desde el comienzo pero del que todo lo demás se ignora (víctima, lugar, modus operandi, victimario), lo cual se va,   poco a poco , revelándose en las últimas páginas. Me falta agregar qué tipo de amante es Enric: es de los frustrados. Tiene poder y acceso a recursos, es una persona relevante y profesional, pero su físico no lo acompaña (es gordo y bajo de estatura, 😖). Lo peor es que se enamora de una belleza y está dispuesto a todo por ella.   

    En La mujer leopardo  Alberto Moravia, a través de su protagonista, Lorenzo, nos enfrenta al sentimiento de los celos. Como parte de su trabajo periodístico, Lorenzo debe participar en un viaje a Gabón, África. Su esposa duda en acompañarlo y eso lo desazona. Luego de haber dicho que no lo hará, cambia sorpresivamente de opinión, lo que no alegra a su enamorado esposo, pues ella "se ha dejado convencer" por Colli, dueño del periódico que también es parte del viaje. Desde ese momento (y tal vez un poco antes por opiniones de Nora acerca de su jefe) Lorenzo se ve envuelto en el infierno de los celos, al igual que la esposa de Colli, sin tener la certeza, a pesar de las múltiples situaciones en que se separan del grupo para estar solos, del engaño de su esposa. Pero no actúa como el famoso Otelo de Shakespeare, aunque su mundo se trastoca por completo, viviendo inmerso en una vorágine de angustia, desesperación, incertidumbre y desencanto. Su esposa, "la mujer leopardo" (llamada así por su mirada inasible, incomprensible, vacía de significado), no responde, no afirma ni niega, con una frialdad y lejanía que desespera. Se llega al desenlace, sorpresivo, sin que se aclare si hubo o no infidelidad. Curiosamente es la última novela de Moravia, de publicación póstuma. Es un relato más de este escritor en que lo central es el ser humano, sus sentimientos, emociones  -o falta de ellos- y su relación con los demás. Un mundo complejo, donde la felicidad pareciera ser sólo parte del  pasado o de un sueño.   

    Viajes por el Scriptorium  de Paul Auster. Un anciano, Mr. Blank despierta en un cuarto sin recordar nada de su vida (ni siquiera sabe si ése es su nombre). Observa que los objetos que hay en el cuarto tienen letreros indicando qué son (como en ese pasaje de Cien años de soledad en que los personajes se vieron atacados por la peste del insomnio), que hay documentos y fotografías en un escritorio y que, al parecer, está encerrado. Lo llaman por teléfono y lo visitan distintos personajes, a los que no reconoce. Varios de ellos se manifiestan molestos y hostiles con él por lo que les ha sucedido, de lo cual -dicen- Mr. Blank es el responsable. A quien sí recuerda levemente es a la mujer que lo atiende (lo asea, lo viste, le lleva su comida), aunque también está consciente de que ella ha sufrido por su culpa. Entre los documentos hay una historia que habla de una guerra civil, de la cual no tiene información y también existe un informe llamado Viajes por el Scriptorium, que contiene su propia historia tal como inicia en el primer capítulo, cuya lectura abandona molesto. 

    Este relato no es recomendable para alguien que recién comienza a leer a Paul Auster. Va a quedar, sin ninguna duda, con un gran signo de interrogación y sin ánimo para volver a intentarlo. Sucede que el misterio se va develando poco a poco y es a través del nombre de los personajes, más que a través de lo poco que dicen, que uno se va dando cuenta de que el anciano es el alter ego de Auster, quien, en diálogos casi "surrealistas" conversa con diferentes personajes de sus creaciones literarias, quienes al final cobran presencia y voluntad, también venganza, siendo los que mantienen al anciano escritor encerrado en el cuarto, 😘. 

    En este escrito avancé con lentitud. Debía encontrar el elemento unificador de las lecturas, o inventarlo, como los políticos. Total, la realidad puede crearse,  aunque  esto sea una sinrazón en sí misma. En el intertanto, leí dos novelas más de Roberto Bolaño y vi dos filmes, entre los muchos visualizados en estos días, que me gustaría destacar. Los filmes los conocía desde hace años, pero me reencontré con ellos, con 22 y 5 años desde su aparición. Me refiero a "Ojos bien cerrados" y "Animales nocturnos". En ambos me volvió a impactar el grado de violencia presente. Sofisticada y cruelísima en la primera película 🎥 , salvaje y aplastante en la segunda. En ambas historias, el individuo está y se siente inerme, no tiene nada qué hacer frente a la fuerza del grupo o colectivo, que impone sus reglas sin asco y sin otra motivación que el propio goce del ejercicio de la violencia. No pretendo hacer crítica de cine, no soy una entendida en este quehacer humano, pero menciono estas obras porque, como casi todo el arte y la vida, están cruzadas por el mismo tema, el amor, en oposición al placer, puro y duro. Dentro de todo me llevé una grata sorpresa. Ignoraba que el tema musical con el que comienza el primer filme es una composición que me encanta y he escuchado muchas veces sin saber que se llamaba Jazz Suite N°2 y que su autor es Dimitri Shostakóvich. Una belleza musical.    

   Los nuevos relatos leídos de Bolaño son Estrella distante y Amuleto, muy interesantes y atractivos de leer, en los cuales Chile, México y España vuelven a aparecer como escenarios, al mismo tiempo que la vida bohemia de poetas y escritores de tono menor es similar aunque el espacio geográfico sea distinto. Pareciera que la Poesía, transformada en personaje (discúlpeseme la blasfemia), dijera "allí donde dos o más se reúnen en mi nombre" siempre habrá anhelos insatisfechos, egos superlativos, amistad sincera, envidia subterránea y otras pasiones no tan poéticas. Son historias de amores y desarraigos, de vidas vividas al límite, inacabadas, incompletas, desarrollándose entre la incertidumbre de la caída  y la certeza lejana del éxito.  Casi como toda vida, en verdad, ni más ni menos. 

   Antes de finalizar, salí a cazar una imagen: la de Roberto Bolaño, pintada en parte de la muralla exterior del local El Aleph Sur Libros de calle Cuevas. Consideré que era la ideal para acompañar este escrito. Hasta pronto.