Esta "nueva" Humanidad no parece tan distinta a la de siempre. Las caras cambian, los escenarios son más sofisticados, los recursos, mayores, los apoyos tecnológicos ni siquiera soñados, pero el hombre o ser humano sigue siendo el mismo. Lo guía el poder y la ambición bajo la excusa de la fe y de la preservación de la especie originaria.
Terminé de leer la tetralogía Los Cantos de Hyperión hace tres días. Entre los dos primeros volúmenes (de los que escribí el 30 de mayo) y los dos últimos en la vida de su autor, Dan Simmons, transcurrieron cinco y siete años. Sin embargo, entre la Caída de la Hegemonía y la Red de los Mundos, hecho con el que concluye el segundo volumen y los acontecimientos de Endymión (su tercer texto) hay un lapso de 274 años.
El esquema medieval se repite, con sus lógicas diferencias. La Iglesia, con el brazo administrativo y armado de Pax, domina la galaxia y el más allá. La disidencia es brutalmente combatida y eliminada en nombre del dios cristiano. Poblaciones planetarias completas son eliminadas cuando se niegan a ser parte del rebaño y como la comunicación y la movilización estelar están en manos de quienes detentan el poder, se carece de información actualizada y de medios de transporte espaciales. Es decir, se está inerme frente a Pax y la Iglesia. El poder de Pacem (capital de este gobierno teocrático) es omnímodo. Tienen todo a su favor, pero siguen alertas a las posibles amenazas que, aseguran, son de dos tipos. La pronta aparición de un personaje que está llamado a transformarse en una líder o mesías contra la Iglesia según las creencias y vaticinios, y los Éxters, aquellos humanos modificados y adaptados para sobrevivir en los mundos inhóspitos existentes más allá del Confín. La captura de la futura mesías, "abominación" según la Iglesia (por ser hija de una humana y de un cíbrido) es la misión que se le encarga a un sacerdote-capitán, para lo cual tiene todas las atribuciones y los apoyos imaginables. En tanto, por otro lado, con la avanzadísima flota se planifica una nueva cruzada religiosa contra los enemigos más odiados, epítomes de la acción demoníaca por excelencia: los Éxters.
Raúl Endymión, héroe de esta segunda parte, que se considera a sí mismo antihéroe en realidad, asume como misión vital rescatar y cuidar de la niña Aenea y otra serie de acciones, cual Hércules enfrentando las doce pruebas. En reiteradas ocasiones se arrepiente, pero el lazo que establece con la niña y un cíber-compañero es inquebrantable. Mientras Aenea crece, estudia y se prepara para su misión como 'La que enseña', permanecen en la Vieja Tierra durante cuatro años. Pero llega la hora de iniciar la titánica tarea de enseñar y compartir su sangre transformadora, cual Jesús contra el mal y el pecado. Hay un correlato bastante equivalente a lo ya sucedido al inicio de los tiempos cristianos, sólo que esta vez es en contra de esta misma Iglesia que ha olvidado su verdadero objetivo evangélico.
Un spoiler para los asiduos visitantes actuales de Marte: este planeta de nuestro sistema no respondió a lo que se esperaba de él. La terraformación no tuvo éxito y siguió siendo un territorio gélido, desértico y polvoriento. Sólo una comunidad árabe vive allá. ¡Algo es algo!, dirán.
Un leitmotiv permanente -valga la redundancia- en esta colección narrativa es el tiempo, que no siempre es presente ni futuro, sino también pasado, al mismo tiempo (¡cof,cof!). Algunos seres lo han "vencido", así como al espacio. han adquirido la habilidad de trasladarse sin necesidad de naves y de viajar y de retroceder o adelantarse sin máquina mediante. ¿Cómo lo logran? ¡Ya sabes como enterarte! : leyendo. 😉. ¡Adelante!
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