miércoles, 15 de enero de 2020

Manzanas...

   ¡Llegué a soñar con manzanas! Así de intenso era el deseo de comerme una al menos, hace más de un mes. Pero no se trataba de cualquier manzana, sino de una verde ("...que te quiero verde..."). 
   En vísperas de Navidad, casi como regalo de Santa Claus, conseguí comprar unas cuantas (4 ó 5, ya no me acuerdo) a un precio razonable ($1.200). Sin embargo, no estaban completamente verdes, duras y dulces. Fue una decepción en parte, aunque logré calmar, en algo,  mi obsesión ya casi patológica.    

Han pasado los días y las semanas, con kilómetros de distancia y un océano entre medio, además de gente querida. Y...hoy,  (¡al fin!) logré lo inesperado y casi milagroso, más maravilloso por carecer de expectativas. ¡Encontré manzanas verdes, frescas, duritas y económicas! No podía creer cuando, al pasar por caja, el costo por kilo resultó $799. ¡Fantástico! ¡Casi regresé al interior a buscar más! (jajaja)   

      Al llegar a casa con mi preciosa carga, lo primero que hice fue ponerlas en el refrigerador para refrescarlas (estaban acaloradas, jaja). Mi objetivo era darles dos usos: como ingrediente de la ensalada junto a la lechuga y como fruta de mediodía o media tarde.  ¡Mmm!   
   La grata sorpresa se produjo cuando le hinqué el diente a la manzana-fruta  (no ensalada) mientras degustaba el jugo y la pulpa de la primera mascada, regresé como en un flash back a mi infancia. No se trataba de una manzana verde tradicional medio madurada a la fuerza, sino una manzana verde de quinta rural, como las que comía a diario en los veranos de mi niñez en Puerto Nuevo.
   Y allí me vi, merced a una mascada de manzana verde, pequeña y regordeta, arriba de un manzano, con un papel arrugado con sal en una mano y en la otra, una manzana  a medio madurar. La verdad, es que estuvieran verdes-inmaduras o verdes-maduras, igual las comíamos con sal (robada para mayor abundamiento) en aquellos tiempos edénicos. 
   Así que, resumiendo, compré a $ 799 el kilo de una fruta que, a la vez, era una máquina del tiempo. ¡Eso se llama andar con suerte!

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