sábado, 3 de agosto de 2019

El día en que se detuvo la Tierra ...II PARTE...Asumiendo... Mañana

Asumiendo...                                                      [Mañana]          Ese día habían decidido partir definitivamente. La madre de Ami ya se había recuperado completamente, luego de dos semanas de convalescencia y descanso. El alimento del que disponían había disminuido considerablemente, de manera que era hora de emigrar o, mejor dicho, buscar respuestas ...y sobrevivientes. Era extraño, pero en esos quince días no habían podido establecer  contacto con nadie más y eso que intentaron variadas vías y medios. Las redes sociales, antiguas y actuales no funcionaban: internet había caído. No era sólo una falla eléctrica, pues el generador de emergencia del edificio había funcionado algunos días y, a pesar de ello, no fue posible ninguna comunicación tradicional. También habían probado por los alrededores del distrito en que estaban ...y nada. Nadie, nada... ni siquiera un cadáver... Sólo destrozos y escombros.

 A lo lejos, se divisaban algunas torres aún en pie, pero el bosque que ellas conformaban con anterioridad al "desastre" había sufrido una gran "tala". Y eso era lo que más les extrañaba a todas. ¿¿Por qué sólo ellas estaban allí, vivas, y nadie más?? Era una incógnita que debían despejar cuánto antes, además de buscar a otros como ellas. ¡No podían ser las únicas!
    Maui aún lloraba la "desaparición" de su madre (así como Ami, la de su progenitor). Habían logrado llegar hasta el apto. de ella, pero, además, de constatar lo mismo que en todos los casos -la destrucción-, no encontraron ningún indicio de ella ni de los vecinos. Era un verdadero campo de guerra sin ninguna víctima visible. Luego de volver dos veces más, mientras la Sra. Sho se recuperaba, Maui asumió que su madre ya no estaba en ese mundo, como tantos otros. Y la rabia reemplazó a la desesperanza. Rabia contra el o los responsables de ese cataclismo, ya sea por voluntad directa o por negligencia, que había costado millones de vidas  si aquello no sólo era allí sino en el continente y los demás. No sabía si lograrían saber cuántos algún día y si descubrirían la verdad de lo sucedido. Había un largo camino por recorrer, literal y figuradamente.
    Abandonaron el edificio esa mañana, luego de alimentarse. Llevaban en sus molis (mochilas) todo lo que pudiera resultarles útil: provisiones, agua -en grageas-, medicamentos, ropa, domos portátiles y algunos aparatos de telecomunicación. Parecía mucho -y en realidad era bastante-, pero contaban con un reducidor de materia, de manera que todo estaba miniaturizado. ¿Cómo era posible aquello? Ninguna de ellas era capaz de explicarlo, pero les bastaba con que funcionara, por lo menos hasta ese momento. Lo llevarían consigo en su viaje, aunque no sabían cuánto más tiempo estaría en funcionamiento.    

Miraron con cariño y nostalgia el lugar que les había servido de refugio durante ese tiempo. Ignoraban si regresarían algún día, que encontrarían en el camino, qué sería de sus vidas. Pero de los que sí estaban seguras era de intentar, juntas, buscar otros seres humanos y salir adelante. 
  -Vamos, chicas. ¡Es hora!, dijo la Sra. Sho e inició la marcha. 
   Habían decidido ir haciendo relevos en su ubicación, cada ciertos tramos, de esa manera el cansancio de ir en vanguardia sería menor si se repartía. Claro que no contaban con Liu en aquellos turnos; él iría según sus intereses. Por el momento, iba al lado de Maui, desplazándose con pequeñas carreras y luego esperándola. Difícil saber lo que pensaba, pero lo importante es que les acompañaba y alegraba la vida, esa vida de la que aún gozaban. 
    Su destino inmediato era Kobe. Una vez allí, analizarían alternativas. Entre los enormes montones de escombros, parecían hormigas en su tarea cotidiana.   

viernes, 2 de agosto de 2019

El día en que se detuvo la Tierra... ...II Parte Infancia......Hoy

Infancia....                                                                [Hoy]
     Maui corría feliz por la pampa aledaña a la casa. Sus competidores eran su hermano menor y la Luna, que en el momento del crepúsculo, brillaba, nueva, como un balón dorado. Su risa y sus gritos de alegría por seguir a la cabeza de la competencia se oían desde lejos y alegraban el alma de quienes los escuchaban. 
A pesar de no tener un porte atlético, con fuerza, entusiasmo y resistencia estaba logrando su objetivo y sólo le faltaban unos pasos para alcanzar la meta. Al hacerlo, se sentó en la hierba a descansar. Respiraba acezante pero feliz. Había superado a su hermano aunque no a la Luna. ¡Era una competidora invencible!
     Pronto escucharon la voz de su madre, llamándolos. Era hora de entrar a casa, lavarse, servirse una taza de café con pan, para luego ir a acostarse. El día había llegado a su fin.  
   Tenía poco más de 6 años y ya el sistema escolar la había atrapado. Pero le gustaba ponerse su delantal blanco en las mañanas para concurrir a la escuela con su hermana mayor. Su hermano ingresaría al año siguiente, así que, por el momento, ellas eran las privilegiadas en la atención de sus padres. El propósito era que  desarrollen con éxito la etapa escolar. Faltaba muy poco para que terminen  ese período académico y comiencen las esperadas vacaciones de verano. A Maui le gustaba ir a la escuela, pero también le gustaba perderse entre los árboles con sus hermanos y vecinos a la hora del buen tiempo. ¡Era fantástico!  En todo caso, ese año, el primero como estudiante permanente, no había sido del todo regular. Un gran acontecimiento había interrumpido, por un buen tiempo, su tarea -y la de todos-. La escuela, destruida por un gran terremoto debió ser trasladada a otro lugar, una casa inmensa, la que fue habilitada para las clases y tenía la ventaja de  quedar más cerca, además de contar con un enorme patio. Eso sí, el lago estaba lejos. ¡¡Lo añoraba!!
   Para ir a la nueva escuela,  habiendo buen tiempo acortaban camino por las pampas existentes desde el fondo del retén y llegaban en 15 minutos a su destino, luego de atravesar un par de cercas divisorias. Si llovía era más complicado, pues debían cuidar de no caerse en las charcas o hundirse en el barro de los pasos habilitados. No habría sido muy grato para su madre tener que lavar delantales blancos sucios de lodo. 
   Eran los primeros días de diciembre de 1960. La huerta ya empezaba a mostrarse verde y pujante; los árboles frutales, especialmente los cerezos, eran examinados por Maui a diario, en espera de la maduración completa. ¡Mmmm! Se le hacía agua la boca pensando en esas pequeñas esferas de color rosa y rojo, carnosas y jugosas. Ya faltaba poco para disfrutarlas. Estaba impaciente.
....
   Creo recordar que no había jazmines en el jardín de la casa en que vivíamos en ese tiempo lejano, pero fuimos muy felices. Bien alimentados y cuidados, con una vida tranquila y sencilla, con todo el espacio para jugar, correr y entretenernos, el reloj marcaba las horas pausadamente. Fue el tiempo de los cuentos clásicos y las historias de terror;  el de los juegos a las casitas y a la  escuelita  durante el invierno; fue la época de la caza de mariposas, saltamontes y lagartijas en verano; fue el período de las casas imaginarias arriba de los árboles frutales; fue el tiempo de la leche al pie de las vacas todas las mañanas, de las papas asadas en la ceniza, de las callampas silvestres asadas sobre la cocina; el tiempo del juego y la aventura cotidiana, de las carreras y los saltos,  de los sustos nocturnos a veces, de los amaneceres diáfanos y tranquilizadores...tiempo que ya no volverá y que se añora...
  Esa Maui pequeña y juguetona quedó definitivamente atrás, pero su cara de inocente alegría se suele asomar entre el tumulto, en blanco y negro, como diciendo "no me he ido del todo; sigo aquí hasta que me recuerdes".

El día en que se detuvo la Tierra...II PARTE...Indicios... Ayer

Indicios...                                                                      [Ayer]
   Habían pasado muchos soles y varias lunas y Maui seguía avanzando sin haber encontrado otros humanos, pero no se amilanaba. Total, era lo mismo que estar permanentemente en un lugar. En esta nueva etapa, si bien carecía de un habitáculo que pudiera considerar de su uso exclusivo y de su propiedad, el cambio, la novedad y las pequeñas sorpresas posibles en cada jornada eran un aliciente interesante. 

   Estaba aprendiendo a  no conformarse con lo que le tocó. Ya no era suficiente con sobrevivir cada día, cazar, cocinar, comer; necesitaba algo más. Y así como ansiaba, sin desesperarse, el contacto humano, en el proceso había aprendido a valorar la experiencia, el conocimiento cotidiano y la aventura. Era independiente y sabía manejar la soledad, lo que no podían decir todas sus descendientes. 
   El sol estaba llegando a la mitad de su recorrido diario cuando divisó algo que le llamó  la atención. Era una nube diferente. No "caminaba" como ella -hacia adelante-, sino hacia arriba. Se detuvo un momento y su rostro, primero con muestras de preocupación, repentinamente se relajó y mostró una gran sonrisa. ¡Es humo!, se dijo. Y si hay humo, hay humanos con toda probabilidad, pensó acto seguido.
  Al tomar conciencia de aquello, a la alegría y la sorpresa, se añadió la ansiedad y cierto temor, formando una mezcla difícil de manejar en su interior. Se mantuvo quieta hasta calmar el cúmulo de sentimientos y decidir su plan de acción frente a tamaña contingencia. Era lo que la había movido a dejar su "residencia", era lo que había esperado encontrar todo ese tiempo, por lo tanto, debía actuar en consonancia con aquello. 
  "Bien", se dijo mentalmente. "¡Allá vamos!", e inició el camino hacia la larga columna de humo que se distinguía a la distancia. 
  Lo que inicialmente le pareció muy fácil, no resultó tanto. La distancia era más de lo que pensaba, el humo era mayor de lo previsto y seguía observándose a pesar del avance y de las horas, por lo que debería establecer otras premisas. Reflexionó unos momentos, llegando a las siguientes conclusiones:
1. El humo era producto de un fuego mayor del necesario para la vida cotidiana, por lo tanto, podría involucrar peligro para cualquier ser vivo, incluida ella u otro congénere. 
2. El humo y, por ende, el fuego que lo producía, al revestir peligro, habría alejado a quien hubiera estado cerca o lo hubiera provocado. 
3. Lo cual, por último, no necesariamente significaba que pronto pudiera encontrar compañía. 
  Al ser consciente de lo último, se desanimó al instante. "Tanto caminar para ...¡No!, ¡un momento! ¡No fue para nada! ¡Hay avance!, pensó positiva, luego de unos momentos de pesadumbre. Estaba más cerca que antes. ¡Había indicios humanos! -¡ojalá!-. Así que, sacudiendo su pesimismo, emprendió nuevamente el rumbo. La esperanza volvió a nacer  entre el humo que seguía siendo su guía.