Este título, que coincide no por casualidad con el nombre de una serial vista (sin el plural), es a lo que estamos continuamente enfrentándonos, en mayor o menor medida, durante toda nuestra vida. Precisamente la serial televisiva me ha llevado a la reflexión acerca de los dilemas que he tenido enfrentar en lo personal y/o colectivo. Claro que hablar de dilemas "colectivos" es,... cómo decirlo..., es... más dudoso. ¿Qué quiero decir con esto? Parece simple pero no lo es tanto.
Me explico.
Al formar parte de un grupo, voluntaria o involuntariamente, ante cualquier dilema que plantee un decisión compleja (entendiéndose "dilema" como "situación difícil o comprometida en que hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger porque ambas son igualmente buenas o malas") uno debe necesariamente realizar una evaluación personal que conducirá a optar o plantear una postura coincidente -o no- con otros. Esa solución frente a un dilema "colectivo" mayoritariamente será el resultado de una pluralidad, aunque sólo sean dos fuerzas, seguidas por sus respectivos partidarios. El dilema del líder grupal es doble (si es líder positivo) : debe optar, primero, entre su persona y el grupo; luego, entre las posibilidades "igualmente buenas o malas". Si es líder negativo, ya sabemos cómo enfrentará su decisión. El dilema de los seguidores es distinto, dependiendo de los seguidores. Si son seguidores-ovejas, el cuestionamiento casi pasará por alto, pues se limitarán a continuar el camino que se les indique. Si son seguidores-pensantes (no rumiantes), deberán resolver su propio dilema, dependiendo si son seguidores-pensantes positivos o negativos (y así sigue abriéndose el espectro, casi indefinidamente...)
Hasta aquí, ha quedado meridianamente claro que los dilemas colectivos son, en el fondo, varios dilemas personales respecto a un mismo tema. Por tanto, son solamente variaciones de estos últimos.
Decía que el programa de TV me condujo a la reflexión y al cuestionamiento, como le sucede a varios de los personajes. En la actualidad me observo con la madurez y fortaleza necesarias para enfrentar los dilemas cotidianos y, especialmente, los extraordinarios (calificados así no en sentido positivo sino porque están fuera de lo que la vida diaria te presenta). No es difícil, sobre todo cuando el reloj no esclaviza tu vida, ir solucionando las pequeñas disyuntivas de la rutina diaria: levantarte temprano o tarde, qué ropa vestir, qué cocinar, realizar ésta u otra tarea, escuchar tal o cual música, escribir o leer, comprar o no comprar esto o aquello...o nada, salir a caminar o quedarme en casa, etc. Las soluciones surgen rápidas y claras. Sin embargo, cuando comienzo a captar el regusto de una inquietud, debo analizar más a conciencia.
A los grandes dilemas no hay que tomarlos a la ligera (además de saber reconocerlos). Son como los puntos "jumbar": pueden cambiar tu historia, para bien o para mal, según cómo los resuelvas. Y lo fatal es que no puedes eludirlos, "chutearlos" para adelante, cerrar los ojos para no verlos o hacerte la loca... A ver, seamos claros, claro que puedes hacer lo anterior, pero eso significaría que no decides "tu" vida (¿cuándo en realidad la decidimos?, jaja), que dejarías que las circunstancias, los demás, los acontecimientos, el azar o algún inasible y amoral ser superior lo haga por ti. Loquesea.com (jajaja)...
Y en mi caso, como ya "me han vivido" lo suficiente, ahora quiero yo vivir mi vida, por tanto, solucionar mis dilemas vitales en plena conciencia, con la distancia y tranquilidad necesarias, para no arrepentirme después. Y si, a pesar de eso, me arrepiento, tendré que asumir las consecuencias y seguir caminando.
Los mismos de muchos, que cada cual los resuelve como puede o como le viene en ganas. Por ejemplo, uno, ¿seguir sola o buscar compañía? Primera opción, sin dudarlo. Ya tuve suficientes compañías anodinas unas, nefastas otras. Dos, ¿estar, sentirme, ser feliz o amargada? La primera alternativa, of course. ¿Cómo hacerlo y serlo? ¡Qué difícil!, pensará más de alguien. No tanto, diría yo. Es una cuestión de actitud: de cómo decides levantarte, de cómo evitas o permites que las estupideces cercanas y ajenas, te afecten, de cómo asumes que la pérdida de lo material se supera y se debe lamentar el tiempo justo (no más), de cómo no haces lo que no quieres hacer y que te desagrada, de cómo valoras tu pequeño reino y lo salvaguardas de las intrusiones, de cómo aceptas y toleras (sólo lo necesario) las manías de los cercanos, de cómo no te involucras en la chimuchina cotidiana que llena la vida de muchos, pero que a ti te deja indiferente, ...En fin, de cómo conservas tu independencia de juicio y acción, sin necesidad de agresividad.
Esto último (la agresividad), vaya que importante se ha vuelto para mí. No se trata que me haya transformado en un integrante de la familia Gandhi . No le llegó ni a la suela de su sandalia, además que no me "molan" (jajaja) las "grandes" causas (tampoco estoy contra ellas). La pasión es interesante, atractiva y deseada cuando es productiva y no lo contrario. La agresividad es pasión...destructiva, incontenible o no. He tenido ya la dosis suficiente en mi corta vida. Ahora y mañana es el tiempo del goce cotidiano, de la alegría tranquila, de la pasión saludable, por lo que ya no hay dilema frente a aceptarle "cualquier cosa" a los cercanos (amigos y familia). Simplemente no; si yo no daño ni molesto, no tengo por qué aceptar que me dañen y molesten. ¡¡Eso!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario