sábado, 8 de octubre de 2016

Renuncias...personales y ajenas...


  No es agradable renunciar, pero debí hacerlo... Debí alejarme de mi cada día más precioso huerto-jardín, de la grata temperatura de la tarde, del respirar la tarde sabatina a algo más de 10 metros de altura, en mi mundo privado... El espectáculo "circense"  dispuesto en la plaza, a pocos metros de palacio, a volumen dominante, casi me impidió disfrutar del final del Dios Emperador de Dune, que estuvo apoteósico. 
   No reniego contra la música chilena, ¡me encanta! Pero obligar a todos los residentes a estar escuchando,  desde el mediodía hasta la noche,  sólo esta música, resulta cansador. ¡Todos los excesos cansan!, dicen...
   Y como mi poder sólo puedo ejercerlo al interior de mis cuatro paredes -y eso-,  me vi compelida a juntar puertas y ventanas y encerrarme al interior de mis aposentos principescos para encontrar algo de silencio que me permita escribir... Así que, aquí estoy, con música orquestada de fondo, pretendiendo  contrarrestar el sonido  ambiente y público.
   Primera renuncia..., la ya descrita, mínima, comparada con otras realizadas inconsciente o conscientemente durante mi vida: a la maternidad indeseada, a un matrimonio rutinario, a grupos de amigos, a lugares de trabajo, a más de algún principio, a continuar con relaciones tortuosas, a uno que otro acto de dignidad personal...¡tantas!, que más de alguna se queda en el olvido... 
   Creo que las renuncias menos dolorosas han sido a algún bien material , precisamente porque algo he aprendido en el decurso de los años. En la balanza de las posesiones lo que menos peso ha tenido, a fin de cuentas, han sido ese tipo de bienes, sin olvidar que, frente a los designios inapelables  del tiempo y de la muerte, carecen absolutamente de sentido. 
   De las renuncias más dolorosas y trascendentes, no siempre tuve plena conciencia. Hubo cantos de sirena que minimizaron las pérdidas, el tiempo suficiente como para que, al darme cuenta de lo abandonado, quisiera volver atrás pero ya era demasiado tarde. Y en ese caso, no hubo más que asumir las decisiones "renunciativas" y seguir p'alante, con algo más de cuidado, aunque no exenta de errores, pero ya mínimos.
   Hay, eso sí,  una renuncia que, en conciencia, espero no asumir  nunca: a la vida y a mis queridos recuerdos, poblados de mis amados seres y de momentos felices. Toco madera para que mi envoltura humana y biodegradable no me traicione y la lucidez me acompañe hasta el final. Si no, qué se le va a "hacérsele" (jajaja)
     Otra cosa son los arrepentimientos. Ésos, son harina de otro costal y, a veces, se acarrean como si pesaran toneladas... En fin...tema para otro escrito...
   Hacía tiempo que un libro no me daba la pelea como éste último que acabo de leer. El cuarto tomo de la Saga DUNE (séptimo libro leído de la misma historia contabilizando los tres Preludios), Dios Emperador de Dune me hizo "chirriar" las neuronas. Expreso mi admiración por el autor Frank Herbert, completamente. ¡Qué ingenio...y qué profundidad! Desarrollar un personaje tan complejo y tortuoso debe haber sido un verdadero desafío, como lo ha sido para mí el adentrarme en la psiquis  sobre-supra e inhumana de Leto II, el Dios Emperador, que por más de 3500 años ha estado gobernando todo el Universo Conocido, para lo cual, como figura mesiánica que es, debe renunciar a su esencia humana, con todo lo que ello significa para su ser individual y con la plena conciencia de que su visión será compartida por muy pocos. De allí, el uso de la religión como sistema de control y premio (¡cuándo no!) y el empleo del poder como forma de mantención de tranquilidad y el progreso. Y si bien, desde nuestra perspectiva humana y superfinita ("finita" de temporal, no de delgada) tenemos sentimientos adversos hacia un "ser" tan manipulador, no deja de inspirar compasión su renuncia a las pequeñas cosas de nuestra vida, a los placeres y goces de la vida diaria, a las emociones y sentimientos, que nos debilitan tanto, pero que suelen ser también la fuerza que nos transforma en héroes o mártires, en un mundo en que éstos ya resultan anacrónicos. 
   Algo de Nietzsche vislumbré en sus páginas. Si te gusta esa "onda", ¿qué esperas? ¡Léelo!


   
  

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