Emocionada me doy cuenta de la tranquilidad que siento cuando estoy en el departamento que fuera -y es- de mi querida hija. Me he dado cuenta, a pesar de la ubicación del depto., que despierto después de un sueño descansado y de un dormir relajado. Lo único que lamento es que durante meses sólo puedo estar de un día para otro.
Es un espacio cálido. Acá no siento el frío del palacio de Rancagua. No requiero calefacción en absoluto. Y aunque no comparto con nadie (salvo el saludo o alguna consulta a los encargados de Conserjería) me siento acompañada, tranquila y segura. Así debió sentirse Mirella hasta que... sucedió lo que sucedió ...
Ayer, después de cuatro años y siete meses, funcionó el cd room de su equipo musical. Todo este tiempo pensé que estaba en mal estado. La vez anterior que vine me di cuenta que tenía en su interior tres cds y a pesar de que intenté hacerlo funcionar, el resultado fue infructuoso. Ayer, al encender el aparato, mientras buscaba sintonizar una emisora radial, comenzó a escucharse uno de sus cds. Es decir, no estaba en mal estado, ¡Qué cosas no! ¡Tan sorpresivas y casi inexplicables!
Hoy, Santiago amaneció nublado y me imagino que también helado. Y aquí estoy, tras la cortina transparente con flores coloridas, que dan paso al balcón que vio por última vez con vida a mi pequeña. Es la realidad que se impone y que he debido ir aceptando y asumiendo. No obstante, no me siento sola y aunque no creo en la vida ultraterrena que pintan diferentes doctrinas religiosas, siento que algo queda, algo persiste, algo que va más allá del mero recuerdo y del cariño, de la melancolía y de la añoranza.
Estás conmigo y lo seguirás estando, siempre joven, siempre sonriente y, también, con más de un ceño fruncido, tantas veces visto en el tiempo que compartimos o con alguna expresión divertida en la que solíamos coincidir y expresar al mismo tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario