Ni supe en qué momento ni en qué lugar desapareció la niebla. La cosa es que de pronto me vi en la sexta con el cielo despejado y ya pudiendo distinguir lo que me rodeaba, a través de la ventana. Casi empezaba a dudar acerca de ver algo en el futuro más allá de diez metros. Parecía que íbamos a permanecer en esta situación nebulosa por siempre y de aquí en adelante, después de la niebla de los últimos días acá en Rancagua y en Valdivia.
Esto de la niebla llega a ser preocupante, porque sus efectos pueden llegar a ser tan o más catastróficos que el Brexit o que otra catástrofe cualquiera. Desde la perspectiva de lo inmediato debemos establecer que es un estado intermedio, ambiguo: no es lluvia, claro está, pero tampoco es mal tiempo ni siquiera "reguleque". Y pareciera haberse cernido sobre gran parte de nuestro territorio nacional, incidiendo, por su peso y su composición, en mantener el status quo de las diversas contaminaciones, especialmente de la del aire. Porque habiendo niebla no hay viento, no hay circulación del aire, los humos y gases de todo tipo por lo tanto se mantienen donde están, acumulándose hasta más no poder. Y, por ello, las pre y las emergencias se suceden unas a otras.
La niebla no empapa pero humedece y mantiene la humedad en forma permanente. Como no hay viento, impide cualquier secado... hasta de la ropa...
Es una situación intermedia, plomiza, que cala hondo en el cuerpo primero (el que siente la falta de calor solar y la humedad) y en el ánimo después.
¡Quién se va a sentir animado si hasta el peinado perfecto se apachurra con la humedad reinante!
¿Qué se puede hacer frente a este fenómeno "que llegó para quedarse", como dicen los periodistas? ¿Cómo contrarrestar sus efectos negativos?
Aquí van unos consejos prácticos, cuya primera seguidora seré yo:
1. Hay que abrigarse lo mejor que se pueda, tratando, eso sí de que todas las capas que conformen las prendas que uno se coloque no le impidan movilidad, ni tampoco le hagan parecer una obesa mórbida.
2. Además de la cantidad, hay que seleccionar aquella vestimenta que sea de colores vivos, aunque teniendo cuidado de no utilizar los colores verde, amarillo y rojo juntos, para evitar que todos se enteren de sus simpatías con aquel país caribeño, así como - lo más importante- para impedir, que en medio de la niebla te confundan con un semáforo. De ninguna manera, tampoco hay que vestir ropa de color plomo, negro u otro tono poco definido. Te arriesgas a mimetizarte o transformarte en parte de la nebulosa.
3. Si quieres que el cabello no se te pegue al cuero cabelludo y que mantenga su volumen normal sin que tampoco se transforme, una vez que se seque, en una especie de peluca electrificada, te recomiendo usar una capucha amplia o un pañuelo liviano pero grande. Con la primera, protegerás el cabello y no te quedará como si te lo hubieras planchado (salvo que quieras parecer "pelolay"). En cuanto al pañuelo, te sugiero que lo uses al mejor estilo mujer-hindú, aunque eso signifique que te puedan discriminar si no logran ver la belleza de tu rostro.
Todo esto es una solución momentánea, como para comenzar el día. El problema real aparece cuando debes enfrentar o relacionarte con personas en las que la bruma ha ingresado al poco ánimo que tenían desde que pusieron una "pata" fuera de la cama. Allí sí es otra cosa. La mejor recomendación: aléjate de aquellos ipso facto...o, si no puedes, "agarra" tu celular y evitarás que te molesten. ¿Cómo tan antisocial, dirán ustedes? Es que hay humanos -y humanoides- a los que ya el saludo es darles mucho.
En fin...
Hoy me costó levantarme. Dejé esta mañana libre -sólo por hoy- para realizar unos trámites, por lo que no había obligación laboral que me impulsara, cual resorte, a salir de la cama. Logré hacerlo, luego de tres intentos y una hora de retraso. Alcancé a ver el sol asomando tras bambalinas. ¡Espectacular! Me insufló de ánimo... Ahora estoy en el balcón, absorbiendo energía, casi en calidad de panel solar. Tengo poco más de una hora para continuar escribiendo y leyendo.
En estos días, mi máquina del tiempo me ha llevado hasta plena Edad Media, siglo XII para ser exactos. Inglaterra y sus ciudades en formación, la lucha por el poder entre Stephen y Maud, las vicisitudes de los protagonistas para sobrevivir y alcanzar sus metas: digna sobrevivencia, familia, solvencia económica, poder, comunidad religiosa. LOS PILARES DE LA TIERRA se llama la obra, en dos tomos, cuyo autor es Ken Follett, a quien inicialmente lo tuve en espera, como "loro en el alambre", pues sabiendo que es autor de thrillers, no me convencía. Pero como me lo recomendaron opté por darle una oportunidad... y no me he arrepentido. Es la excepción de las obras de dicho escritor: ¡buenísima!. Voy transitando aún en la primera parte, que tiene su buena cantidad de páginas. Ahora, aprovechando este veranito de San Juan, viajaré hasta Kingsbridge, para enterarme cómo continúa la vida de Aliena y ese pequeño que está por llegar a un mundo tan precario y violento.
Hasta pronto. O mejor dicho, hasta la siguiente...
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