Sabía que el Libro ya había sido publicado y "lanzado" en dos ciudades: Valparaíso y Santiago (6 y 11 de noviembre). Aunque me hubiera gustado participar en uno de aquellos lanzamientos, mi exigente horario laboral me lo había impedido y lo que me restaba era esperar que la promesa se cumpla: que Cristóbal me entregara el libro este fin de semana.
Llegué a Santiago a las 16,30, más temprano que de costumbre. Al llegar al depto., 17,10 horas, lo primero que hice fue descansar de mi carga y del calor. Luego, mirar el celular, para cotejar si había algún mensaje. ¡Así era! Cristóbal me avisaba que no podría venir a dejarme el Libro (por unas diligencias personales), pero estaría alrededor de las 18 horas en la estación Bellas Artes.
- ¡Humm! Faltan 45 minutos. Le avisaré que voy. A prepararme.-
Me pongo un vestido más fresco, busco unas sandalias. ¡Ufff! A ver cuál de ellas me queda mejor (son las de mi hija, que calzaba un número menos). ¡Bien! ¡Encontré unas: me quedan ajustadas pero no me aprietan! ¡Listo! Tomaré un Trans y ahí buscaré dónde hacer conexión (no me sé de memoria el recorrido, pero sé que está cerca, porque fui hace poco al Museo de Bellas Artes).
- ¡Diablos! ¿Dónde dejé mi tarjeta Bip?
Comienzo mi búsqueda en la cartera, nada; no me convenzo: vacío la cartera para buscar concienzudamente, ¡nothing! Voy a la mochila, aunque no recuerdo haberla abierto una vez que bajé al Metro, luego de bajarme del Bus. ¡La chaqueta! Busco en sus bolsillos. ¡Inútil! ¡El protector del kindle! ¡Rien!
- ¡Se me perdió la Bip! ¡Qué lata! ¿Qué hago? Caminando no alcanzaré a llegar... Compraré, por el momento, boletos sueltos.
De pronto, me acordé que había pasado a comprar unas películas "piratas", así que allí podía habérseme caído la tarjeta. Busqué los videos porsiaca y...¡Eureka! ¡Entre ellos estaba la dichosa tarjetita!
¡Uff! La hora había avanzado: 17,30 horas.
Bajé y me dispuse a esperar el Trans... ¡Hacía mucho calor para caminar, y estaba apurada más encima! ¡De ninguna manera era conveniente hacer el trayecto a pie! ... Claro que el bus demoró más de 10 minutos en aparecer y, como casi siempre, aparecieron en pareja (¡qué poco eficiente para nosotros los usuarios!). ¡Rápido, rápido!
- Tengo que averiguar primero hacia dónde debo dirigirme. ¡Ah, los Domínicos hasta Baquedano y cambio de línea!
Lo mejor de todo era que quedaba bastante cerca e iba a llegar puntualmente... Así fue. ¡18 horas en punto estaba subiendo las escaleras del Metro para salir a la superficie! ¡Miré hacia todos los lados: no vi a Cristóbal. ¡Esperaría!, pero, además, lo llamaría para asegurarme. Me contesta: 10 minutos más estaría allí; venía en el Metro.
Me ubiqué en la parte superior y posterior de la entrada-salida de la estación y observé el mundo. De pronto, ¡oh, sorprise! En la esquina más próxima donde yo estaba, no se imaginan quién estaba. El héroe de nuestra infancia, el Súperhombre básico y fundamental, rojiazul-and-yellow: ¡el mismo que viste y calza! : ¡el gran SÚPERMAN! Hablaba y hablaba por celular, seguramente tenía algún problema con su sofisticado sistema de comunicación interno (jajaja).
Mientras esperaba disfruté de la particularidad del sector: pintura mural en los altos muros de la entrada, restaurantes al cruzar la calle con mesas al aire libre, una plaza a una cuadra, distintos estructuras arquitectónicas en los alrededores. Lindo y tranquilo lugar. Un joven tocaba la flauta sentado a la subida-entrada de la estación...¡y lo hacía muyyyy bien y con un variado repertorio clásico!
A las 18,15 apareció Cristóbal, cargado con unas compras. Nos saludamos. Los libros los tenía cerca... Decidí esperarlo; volvió en menos de 10 minutos.
Fue emocionante tener en mis manos el libro A-mor, último paso del Proyecto de Cristóbal Olivares, Fotógrafo de profesión. Lo agradecí de corazón y una vez que me despedí, tal vez para siempre, regresé a casa. No quise revisar mi tesoro inmediatamente; esperaría hasta llegar al depto. Sabía que había imágenes que me emocionarían y prefería que ello ocurriera en privado.
Sólo me remití a pasar las yemas de mis dedos por sobre los nombres de las mujeres, en una especie de caricia póstuma. Nombres femeninos, entre los cuales estaba el de mi hija; nombres femeninos cuyas dueñas son la muestra terrible y violenta de un A-MOR enfermizo, que más que "amor" fue y es (porque las víctimas siguen sumándose) des-amor, falta-de-amor o un enemigo del amor: celos, posesión, muerte...
Llegué a casa, a tu depto., querida Mirella. Allí abrí el libro y recorrí sus hojas, revisando las imágenes, de las cuales siete corresponden a tu historia, a nuestra historia. Leí los relatos incluidos. Me emocioné con cada uno de ellos. Leí también mi relato que, salvo un par de errores y una expresión que yo no utilizo jamás ("curados"), se ajusta a lo compartido de tu vida ... y de tu muerte. Repasé mentalmente los hechos, los recuerdos, estos casi cuatro años de tu partida, que muy pronto (el 26 de noviembre) se cumplen.
Sólo me resta, en esta ocasión, agradecer a Cristóbal, que sintió la necesidad de visibilizar un grave problema social: el Femicidio, un cruento y terrible atentado contra el verdadero Amor. Gracias en nombre de cada una de ellas y de cada uno de nosotros (los sobrevivientes) que tenemos el consuelo de haber contribuido en algo a que este flagelo se haga más patente, presente y consciente y, como consecuencia, pueda disminuir su negra cifra. ¡Ojalá sea pronto!
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