jueves, 29 de diciembre de 2022

Avatar...

   

   Estoy en el hall de espera del Cine Open Plaza de mi ciudad. Me digo que no debo olvidar poner en silencio mi celular, para que no interrumpa la función a la que estoy a punto de entrar. Sin embargo, luego me acuerdo que estoy en la Cía.Claro, la más "pior"entre las conocidas y, en el mismo hall, la señal es mínima. Deberé esperar unos diez minutos antes de que permitan el paso a la sala 2. Logro encontrar un asiento entre los poquísimos que hay allí y me dedico a observar al público 'esperante' (medio mundo inventa palabras, ¿por qué yo no?, 😂). La mayoría absoluta es gente adolescente, no Abc1 precisamente. Cuando estoy escribiendo esto me "dentra" la duda si borrar lo anterior o no, pues manifiesta claramente mis prejuicios. Decido mantener registrada mi percepción, pues, en último término, si me equivoco no daño a nadie y si acierto, me permite haber estado alerta. Claro que debo agregar que cada grupo -pues las personas van habitualmente acompañadas al cine- va provisto de una buena cantidad de provisiones.  Yo me eché  a la cartera -carterita más bien- un bubble gum pops -me he puesto aficionada a ellos- y no compré nada más que mi entrada 3D obviamente. Con todo lo que gastan los asistentes junto a la entrada para alimentarse mientras observan la película, me cabe pensar que mi primera percepción podría ser equivocada. De todas maneras, debo agregar, que hay "flaites" con plata.   

   Ya estoy en mi asiento, ubicado en la penúltima fila, en posesión de mis anteojos tridimensionales. Espero que las hayan desinfectado. Seguramente es así, pues están en envase plástico sellado. Cuando me siento tomo conciencia de que no traje mascarilla, ¡diablos!, ya he ido perdiendo la costumbre de usarla incluso en lugares de aglomeración. Buscaré una fórmula para no olvidar esta precaución, necesaria en lugares cerrados y con muchos humanos. En este caso es más preocupante la situación, pues elegí la única butaca disponible en la penúltima fila. Cabe señalar que siempre prefiero estar casi en lo más alto de la sala para evitar dolores de cuello, como me sucedió una vez que no encontré otra ubicación disponible. Ya ni me acuerdo qué película fue, pero sucedió. Llegan mis vecinos inmediatos -dos grupos diferentes- provistos de sus respectivas bandejas con alimentos y bebidas. Pensando en lo que consumen creo que más de alguien, si es asiduo visitante, debe aumentar sus buenos gramos con todo aquello, claro, si tiene para comprar cada vez esos extras. De pronto, me siento como ave en corral ajeno, pero, en ningún momento pasa por mi mente escapar de allí y buscar más abajo un asiento desocupado. Me acomodo y, pensando en lo que me costó decidirme a moverme fuera de palacio, me felicito por estar en la sala. Ya no me importa ser la excepción a la regla generacional asistente, ser la excepción a la regla grupal o ser la excepción a la norma alimenticia. En fin, algo acostumbrada estoy en estas décadas de práctica.     

   Desde que me enteré que iba a estrenarse la parte 2 de Avatar, ya hace unos meses, decidí que concurriría al cine. Es una de las películas que más me ha gustado, por varias razones. Es de ciencia ficción, uno de mis géneros literarios y fílmicos favoritos. Es una obra fuera de serie en cuanto a recursos tecnológicos y audiovisuales utilizados. Fue la primera película en 3D que vi, con el tremendo plus que, en aquella ocasión, asistieron conmigo también mi madre y mi hija (además  de Pamela, amiga de Mirella). Así que imposible no ir a ver la segunda parte, con todas esas referencias. En el transcurso de los años, vi un par de veces más Avatar en televisión, claro que sin la gracia de la tercera dimensión. Así y todo, como ya habían transcurrido 13 años desde la primera vez, quise, en estos últimos días, disfrutarla nuevamente para refrescar argumento e imágenes, pero fue imposible. No estaba en Netflix y en Youtube había escenas, comentarios, videojuegos y otros, que intenté revisar pero eran -varios de ellos- puro engaño. En Google busqué páginas para verla gratis, obvio, y todas me exigían registro con número tarjeta Visa (¡ja!,😳), además de que en Disney plus había que pagar contrato. ¡Na! Opté por ver un video resumen de 10 minutos, para tener el contexto muy bien actualizado (bastante bueno el resumen). 

   Llegó el día programado para concurrir al cine -a una cuadra de palacio- y ya comencé a pensar si dejarlo para otro día. La modorra me ganaba. Las ganas de ver el filme no habían disminuido, pero no tenía deseos de cambiarme la ropa para andar en casa ni de salir a la calle. Cuando el letargo me estaba invadiendo y no quería seguir leyendo ni ver televisión, tomé la decisión de moverme. Partí por programar la alarma del celular y logré salir de la "noia", ¡por suerte! Ahora estoy escribiendo y con otras pequeñas ideas en mi cabeza para poner en práctica. A estas alturas no resulta inocuo caer en este estado, sobre todo si uno vive sola. Sé que me debo cuidar de aquello, aunque no dejo de pensar que estos altibajos del ánimo son parte también de la vida, independiente de la edad, aunque en esta etapa sean menos recomendables. En fin, a cruzar los dedos para que me mantenga en la superficie y, si cabe, pueda volar. 

   [Abro paréntesis: mientras escribo, escucho unos cassettes -¡tal cual,"cassettes"!- que eran de Mirella. Escuché varios hace años, pero decido hacerlo nuevamente y esta vez todos. La memoria está más frágil. Además, recuerdo haber visto a mi hija grabarse cantando en más de una ocasión y quiero revisarlos para ver si en alguno de ellos aparece su voz. ¡Me gustaría escucharla! Alguna vez, cuando la necesidad surge intensa, recurro a un par de videos -brevísimos- que grabamos en alguna ocasión, estando mi madre con nosotras, una vez en palacio, mientras estábamos en el balcón y, otra vez, cuando habíamos llegado al hospedaje de Llico, lugar al que fuimos las tres. Vuelvo a los cassettes. Éstos son 33 en total, en su mayoría grabados en forma casera. Ya he escuchado dos por ambos lados: Britney Spears -su favorita por varios años- y Cheer. Ya veré que contienen los demás. Cierro paréntesis]. 

   Avatar, el camino del agua me siguió gustando por sus paisajes y recursos tecnológicos y audiovisuales. De nuevo tuve las ganas de extender las manos para recibir las gotas de lluvia, para coger una hoja que caía, una pavesa de incendio, para alcanzar esas especies de medusas flotantes, las semillas voladoras del Árbol del alma de Pandora. También me sucedió en unas tres ocasiones que, aún sabiendo que la 3D es sólo un efecto visual y virtual, mi cuerpo reaccionó físicamente ante el peligro de una agresión, 😂. Pienso positivo: al menos aún  funcionan mis actos reflejos de protección. Le hice "el quite" a una flecha, a unas balas y a las esquirlas de una explosión,😅.Ese conjunto de sensaciones y reacciones frente al peligro es una de las gracias de la tridimensionalidad, que, además, te incorpora más intensamente a la historia ficticia que se está desarrollando  ante tus ojos.

    Lo que no me gustó mucho de Avatar fue la temática originaria, étnica y ecológica demasiado exacerbada, eco de los activismos a nivel mundial, de la Agenda 2030, esta vez llevados a nivel interplanetario. Los terrestres -los seres del cielo- explotando a los Na'vi en su beneficio, destruyendo su hábitat, su mundo, sus creencias y sus ancestros en busca, primero, de un mineral valiosísimo, y luego, en Avatar 2, queriendo transformar a Pandora en una segunda Tierra, luego de la cuasi destrucción de ésta. Creo que todo el ambiente político tan tóxico vivido en nuestro país estos últimos años, profundizado por la elaboración de una Constitución Rechazada, que ponía a los mapuches-na'vi por sobre los "perversos" chilenos capitalistas y neoliberales, me ha "inoculado" de la "sustancia" que me permite ver la realidad real y las intenciones de la Matrix de los Progresistas, al contrario de lo que querían sus creadores. Debo aclarar que usé el verbo 'inocular' aunque Neo no lo haya sido: él eligió la pastilla roja, por lo tanto 'ingirió' la sustancia necesaria. 'Inocular' es más cercano a la acción "refundacional" de los convencionales, por ello, mi elección. 

    Así y todo, hubo escenas que apelaron y afectaron mis sentimientos en Avatar 2. Imposible no conmocionarme ante el dolor de una madre por la muerte de su hijo. Obviamente, no pude evitar que las lágrimas rodaran por mi rostro y trataba, con rapidez, de restañarlas con las manos, pues sabía que la película estaba terminando y pronto se prendería la luz. Como a muchos,  no me gusta mostrar mis emociones en público. De todas maneras, no era la única llorona, 😁. ¡Sorry, por el spoiler! En todo caso, como es ficción, hasta puede que el personaje resucite. No, de veras que se unió a Aiwa. A pesar de ello, los padres tienen la conformidad de verlo en el momento de la unión con los ancestros de la tribu Metkayina.

   Avatar 2 explota acertadamente dos aspiraciones humanas muy sentidas : poder volar y nadar en profundidad. Preciosas escenas nos muestran el deslizamiento veloz de niños y adultos bajo el agua y de vuelos rasantes en ikran o leonopteryx multicolores, en consonancia total con la naturaleza exuberante de Pandora, maravillosa y a la vez peligrosa. Otros seres fabulosos forman parte de este mundo, cada cual con sus características especiales.

   Hasta aquí dejo este comentario de una experiencia audiovisual y tridimensional de 3 horas. Como ya lo he señalado en otras ocasiones, no soy crítica de cine, ¡para nada! Sólo opino desde mis percepciones, emociones, experiencias y conocimientos generales como espectadora "normal". Teniendo en cuenta lo anterior, mi evaluación es completamente positiva, tanto así que me he hecho el firme propósito de asistir al menos una vez al mes de aquí en adelante (porque pa'trás no cunde,😉 ). Hasta pronto.
   

sábado, 24 de diciembre de 2022

¡¡Locura...!!

  

   Estos días han sido una verdadera locura, para mí y para muchos. Casi siempre pasa cuando se acerca Navidad a pasos agigantados y uno no posee aún la capacidad de manejar el tiempo a su antojo, estirando o encogiendo los días. Capaz que nunca podamos acceder a ese poder. ¡Sería una lástima! Aunque pensándolo bien, resultaría un caos. Imagínense cada cual, a pesar de que el privilegio lo tuviéramos muy pocos, querría manejar el reloj según sus intereses -obvio-. Habría que inventar un sistema de funcionamiento para evitar las colisiones y paradojas temporales, que serían pan de cada día y no necesariamente pan de pascua. A propósito,  ¡qué  me gusta este tipo de pan! Así y todo le tengo bastante respeto y evito comprarlo, pues me resulta realmente adictivo. Soy capaz de comérmelo en dos sentadas, es decir, en un par de desayunos u onces. Luego me invade un sentimiento de culpa atroz, pero ya es demasiado tarde. Los gramos corporales  ya se han sumado, si es que no multiplicado. 

  En referencia a lo último,  mi último viaje, lamentablemente, significó un kilo más de contextura (ojalá hubiera podido escribir "envergadura", ¡nooooo!, "estatura"; no soy ave ni avión para utilizar 'envergadura', ¡upss!; errare humanum est). Es que hubo pan de pascua, galletas, tragos, asados de cordero y... más  asados de cordero. ¡Deliciosa aquella carne! ¡Una pena por los corderos! De pronto me imagino a la especie humana siendo los 'corderos' de unos alienígenas invasores y siento algo -sólo algo- de culpabilidad y se me atraganta la saliva. Pero no dura mucho, para ser sincera. Y aunque estemos a horas de la Navidad y se supone que hay que portarse bien para que el Viejito Pascuero me incorpore en su larga lista, mi actitud empática no pasa la prueba de la blancura.    

   Fue un descanso para mi piel estar casi diez días en Coyhaique. Había entre 10 a 17 grados menos de temperatura, lo que arroja una clima ideal si lo comparamos con el caluroso diciembre de la zona central. La luz natural se extiende por más tiempo en cada jornada. A las 5,00 ya está de día, mientras que oscurece a las 22 horas. Quien quiera trabajar más tiempo y ahorrar luz artificial puede hacerlo perfectamente. Sin embargo, el "laburo" del patagónico no es ansioso ni desesperado. Es calmo y conversado, en el campo al menos. 

   Estando en Bahía Murta el último fin de semana, fui de acompañante en la misión de ir a buscar el cordero para el sacrificio. La parcela o fundo (me olvidé confirmar la categoría de la tierra) se ubicaba a unos 15 kilómetros de Murta, localidad cercana a la Carretera Austral, a orillas del lago General Carrera y a 191 kilómetros de Coyhaique. Observando a las partes entendí sin necesidad de explicación -aunque la tuve posteriormente- que la manera de hacer negocios en la Patagonia no sigue el parámetro del resto del país. Hay toda una etapa preliminar -necesaria- de compartir mate con conversación sobre temas diferentes, propios de la vida del lugar. Se habla de los perros, los chivos, los vacunos y las ovejas; de la instalación de electricidad en casa y los cambios que supone, del trabajo del areteo (marcar a los bovinos y ovinos en las orejas), de la veraneada que se acerca, etc. Todo aquello fue parte del intercambio entre los dueños de casa y los vecinos-compradores, mientras el mate daba la vuelta por cada uno de ellos, servido por la anfitriona. Yo escuchaba y degustaba un café, porque de los mates no soy fanática, luego que siendo adolescente y joven, me escaldé más de una vez la lengua, con el mate hirviendo de la zona valdiviana. Recién en este viaje tomé conciencia de que el mate patagónico es amargo y casi frío... En aquella ocasión que relato, luego de unos 40 minutos de conversación, recién se salió de la casa para ir a capturar a la víctima. Me asombraron los perros ovejeros, realmente hábiles, rápidos, incansables y empoderados,  😁

   Unos 20 minutos con el piño controlado por los dos perros (unas 80 cabezas de ganado) y, al fin, el jefe eligió y atrapó de una pata al cordero 🐑,  el que berreaba como condenado, sospechando su destino. Lista la faena, a la casa de regreso a realizar el sacrificio, acción vista innumerables veces en mi infancia y adolescencia, pero que en este lugar tiene una metodología distinta. El "ñachi" no se come, el cuero del animal ya no se vende y los interiores puede que se cocinen o puede que no. En total, debo decir que de los casi 10 días en la zona austral, en seis de ellos consumí carne de cordero, 😋 😋.   

   No tuve mucho trabajo por allá salvo el ayudar en la elaboración de la comida y en tejer a crochet unas figuras y un 'camino de mesa' por pura ocurrencia mía.  ¡No leí NADA! O sea, descansé de la lectura (todavía estoy descansando de ella, la que retomaré  apenas termine de escribir esto, pues la verdad es que el cambio de ambiente, de actividades, el tráfago que suponen las fiestas de fin de año aunque uno sea sola, todo confluye en contra de la tranquilidad que requiere la lectura). Entonces, cociné, hice galletas, preparé pan y tejí mucho. Lo bueno es que en todo ello tuve aciertos, según opinaron los degustantes. ¡Ah, me olvidaba! También caminé algunos días y tomé muchas fotografías de esos paisajes maravillosos.    

  Llegué a palacio y no sabía  por dónde comenzar. ¡Había  que hacer el aseo de todo! Hice lo más que pude, la verdad. ¡Hasta enceré el baño principal! No obstante debo confesar que algunos muebles aún ostentan una pátina de polvo temporal. Además, aparte de proveer la despensa, cocinar, elaborar galletas, ir a visitar a Mirella, se me ocurrió cambiar la distribución de muebles del living-comedor, al mismo tiempo que sacaba de su escondite al árbol de Navidad 🎄 y procedía a ornamentarlo.  Al verlo ya en su lugar noté que la base del pino en contacto con la cerámica  se veía  poco navideña, así que procedí, a matacaballos, a tejer una pequeña alfombra para el arbolillo, a lo que debo agregar el tejido de cuatro pavitos, uno de ellos en onda navideña, para palacio. Los otros se fueron a otros palacios. 

    Las calles de Rancagua, las veces que salí esta semana, estaban abarrotadas de gente, especialmente el Paseo Independencia, invadido en su totalidad por los comerciantes ambulantes, los que en doble fila, copaban todo el espacio peatonal. Los caminantes debían transitar en fila "india", pues de otro modo no había desplazamiento posible. Los toldos azules y de otros colores están por todos lados, con productos repetidos hasta el cansancio. Al final, los espacios más libres eran los que quedaban a pleno sol, que quema la piel de tal manera que, aunque yo caminé sólo unas cuadras bajo sus rayos, mis hombros resintieron sus efectos, toda vez que no había usado bloqueador.

   Ya pasadas las fiestas navideñas vendrá, espero, mayor tranquilidad para caminar, comprar y retomar la vida habitual. Tiempo, además, para conversar con amigas, para evaluar el año y planificar el que viene, a pesar de que ya hay algo avanzado. Tiempo sin sorpresas ni sobresaltos, que, a fin de cuentas, es lo que uno desea a estas alturas de la vida.















martes, 13 de diciembre de 2022

Patagonia florida...

   

 Desde el mismo momento en que salí del Aeropuerto de Balmaceda, en la Región Carlos Ibáñez del Campo, vi la presencia de flores de color púrpura,  azul,  morado o cómo quiera calificarse al tono y color de los chochos omnipresentes en el trayecto a Coyhaique, a la vera del camino. Eran principalmente de ese color, pero de vez en cuando aparecían otros de tonos rosa y algunos,  los menos,  de color blanco. Transitar por la carretera o por un camino de ripio, en los cuales, por ambos lados, se elevan y destacan las flores, es realmente bellísimo. 

    Uno, habitante de zona central calurosa,ante tal panorama olvida que el cielo está nublado, incluso con nubes oscuras y amenazantes, que algún cerro cercano está escondido tras la niebla o alguna capa baja de nubes. Aquello pasa a perder relevancia en el ánimo de una persona acostumbrada al cielo despejado y al aire caluroso. Todo se tiñe de púrpura y tus ojos no dejan de maravillarse del colorido. 

 Al día siguiente salimos a recorrer los alrededores, subiendo hacia un sector llamado Panguilemu, a 12 kms. de la zona urbana. El recorrido es un goce para el espíritu. Cerros cercanos e imponentes, el Mackay, el Divisadero, el Cinchao, el Emperador Guillermo y otros, se acercan a medida que se avanza, distinguiéndose, especialmente del primero, los detalles de su conformación. Se ven con claridad sus aristas imposibles de escalar caminando, pura roca, y sus laderas con vegetación. Su altura es de 1205 m. 

    De la ciudad se tiene una panorámica espectacular desde el Cerro en que se ubican Panguilemu. Tomando esa ruta, que se abre camino entre los chochos, subiendo entre curvas, se ve la ciudad y el cerro Mackay en todo su esplendor, mientras a un lado, bien abajo se distingue a lo lejos el cauce del Río Simpson. La cantidad de construcciones habitacionales es impresionante, en un terreno que antes estaba casi deshabitado, comenta mi sobrino. Hermosas casas, algunas en construcción pero muy prometedoras. Parece toda una invasión en regla. En invierno la nieve es parte del paisaje. Debe ser desolador y, a la vez, alucinante. Algún ganado se ve pastando a algunos metros del  camino, ovino y bovino. También unos caballares se observan en alguna parcela. Perros cuidan cada propiedad, algunos hacen notar su presencia al paso del vehículo.  Los más  comprometidos, intentan perseguirnos. 
   El colorido, el aire puro aunque sea helado, la belleza de los paisajes, la compañía, todo contribuye a tener una experiencia nutritiva para el alma. ¡Recomendable!












viernes, 9 de diciembre de 2022

Bajo la lluvia...

   

   Imagino que ya adivinarán desde dónde escribo. Desde donde más si no es de Valdivia, la ciudad lluviosa por excelencia. Voy a proponer el cambio de nombre de la región, para  llamarla Región de la Lluvia y a las que siguen, acomodarles su título a las características más destacadas. Algunas ideas surgieron mientras veníamos en viaje a Pto. Montt, como llamar, por ejemplo, a la región C.Ibáñez del Campo R.de la Nieve o a la más Austral, R. del Viento, a Chiloé, R.de las Papas, 😂.  ¡Tonteras que se le ocurren a uno!

   Ayer miércoles fui a Valdivia a encontrarme con Marcela, a quien conocí hace añosss en la ciudad de Lanco, debido a que era "la hija de Carmen F." Ahora tiene existencia por sí misma, pasados los años y caídas unas cuantas hojas del calendario. Recuerdo que me sorprendió su actitud, positiva sin duda, cuando Mirella fue a dar al Hospital de Valdivia producto de un accidente escolar que no pudo ser solucionado en el Hospital de Lanco. Fue el año 1998, hace ya 24 años. ¡Uff! El reloj no se detiene. Ella fue la primera y constante visitante de mi querida Mirella en los días en que estuvo hospitalizada luego de ser intervenida. Ya ni me acuerdo cuántos días fueron, pero eso no es lo importante. Marcela fue la compañía amiga de mi hija, que, entre adultas a la edad 12 años y con su madre lejos -yo en Lanco-, carecía del apoyo emocional que "la Marce" sí le brindó. 

   Nos hicimos amigas de Facebook y en más de una ocasión,  en estos 10 últimos años, no faltó la invitación a encontrarnos y tomarnos un cafecito ☕  cuando yo viajara al sur,  que nunca se concretaba pues el tiempo se me hacía  escaso y en otras ocasiones visité a otras amigas. Esta vez decidí encontrarme con ella y un par de días antes, ya teniendo claro cuándo viajaría desde La Unión a la capital regional de Los Ríos por segunda vez dejé un mensaje en el messenger (la única vía disponible, pues desconocíamos nuestros teléfonos, aunque no era imposible conseguirlos) y ese medio casi antidiluviano, 😂,  dio su resultado. El acuerdo quedó sellado: miércoles 7 diciembre, 12 horas A.M (¿o P.M?), en el restaurante "Cosas Ricas".    

    Llegué  al Terminal Valdiviano bajo una lluvia casi torrencial a las 11,15 hrs., que algo aminoró mientras me dirigía en dirección a la Plaza de la República, por la vereda que me permitía menos exposición a la lluvia abierta. Sólo me quedó tiempo para pasar a Bata a averiguar si vendían botas de goma, ¡de verdad! ¡Nada!, tenían sólo sandalias, 😁.  En un par de minutos llegué al local de Entrelagos y me quedé afuera esperando, no a toda lluvia, eso sí, sino a la entrada de un edificio. Vi el restaurante y estaba lleno y a cada rato entraban Sras. Cuicas (por no decir "Viejas", 😜). No me simpatizaba entrar allí,  pero todo sacrificio era posible por la amistad. 

    Siendo las 11,48 abrí mi messenger para avisar a Marcela que ya estaba esperando y me la encontré escribiéndome, aunque, yo, más  ágil, 😂, le gane el quién vive. Estaba en su casa y se dispuso a salir a tomar un colectivo inmediatamente. Pasaban los minutos, llegaron las 12 del día y comencé a escuchar los sonidos de un carillón con la melodía del Ave María de Schubert. Me pareció el momento ideal para la llegada de mi amiga, que, cual Cenicienta, antes de que terminara la música del carillón, bajaría de la carroza -perdón, del colectivo- con todo su garbo y belleza. ¡Nunca fue!, 😂. Marcela-Cenicienta se vio en la obligación de esperar un buen rato colectivo y llegó con 15 minutos de atraso, lo que no fue impedimento en absoluto para la alegría del reencuentro, el que se desarrolló en el mejor de los ambientes, porque no era en el local de las Viejas Cuicas al por mayor, sino en otro a un par de metros, lugar muy grato y relajado.  

     Empezamos con unos capuchinos, seguimos con colación y chacarero, este último en mi caso. Luego, cuando ya estaban por echarnos del local,  nos fuimos al "Nocciola" a comernos unos helados artesanales dobles,  para terminar en el Terminal de buses a las 18,15 horas. Al parecer, todo el tiempo que conversamos y compartimos novedades de nuestras vidas, había estado lloviendo. Tuvimos la suerte de que mientras caminábamos hacia el Terminal bajó un poco la intensidad y pudimos despedirnos sin dejar una poza de h2o a nuestros pies.  

¡Fue una jornada que pasó volando! Fueron seis horas de palabras escuchadas y dichas, de fotografías compartidas, de experiencias relatadas. ¡Quedamos al día! Y a pesar de la generación que nos separa, al final es cuestión  de voluntad y cariño -más  cariño eso sí- el comunicarnos y encontrar puntos en común,  sin complicaciones  y más rápido  que los políticos, 😁. Hasta pronto, Marcela. Ya nos encontraremos en otro recodo del  camino. Los mejores deseos para toda la vida que te aguarda, para que sigas bregando con ella, como siempre lo has hecho: con fuerza, inteligencia y una tremenda sonrisa!



    


miércoles, 7 de diciembre de 2022

Hermanas...


 ¿Desde cuándo somos hermanas con Gladys? Parece que desde que tengo memoria, tal vez, incluso antes, 😂😂. ¡Claro! Mi memoria comienza como a los 3 ó 4 años y nací antes de esa edad en la misma familia de los mismos padres. Debe haberme mirado extrañada cuando me digné asomarme al mundo en la localidad de Puerto Nuevo. Tengo en la memoria más de una foto en que aparecemos las dos con nuestras vestimentas de la época.

  [Abro paréntesis:  Me he levantado del asiento a revisar imágenes en casa de mi hermana, pero sólo he encontrado fotos familiares del matrimonio  Torres-Álvarez. Vi unas fotos nfantiles muy divertidas de mis sobrinos mayores y me dije a mí  misma: "¡Mí misma, 😁, cómo ha pasado el tiempo!" Busqué los álbumes  de mi madre, pero no encontré lo que necesitaba. Ya gestioné al respecto. Cierro paréntesis].

   En estos días que llevamos juntas, desde el 30 en la noche en adelante, ha habido una porción de tiempo dedicada a los recuerdos. Quedamos al debe con información que nuestros padres deberían habernos transmitido (o que nosotros les debimos haber solicitado) y no queremos que suceda lo mismo con nosotras y nuestros descendientes directos. La idea es transmitirle lo máximo a los hijos y nietos en el caso de mi hermana; en mi caso, a los sobrinos. El jueves pasado fuimos a visitar el Parque Municipal de La Unión y nos dedicamos a repasar nuestras infancias, mientras estábamos sentadas en el sector de picnic, bajo la sombra de los árboles y a orillas del Río Llollelhue, cuyas aguas entregaban la música de fondo. 

   Anteayer fuimos al Cementerio Municipal de la ciudad. Queríamos visitar la tumba del abuelo de nuestra madre. Nos resultó imposible encontrarla. En más de una ocasión habíamos acompañado a mamá,  pero el cementerio ha hecho modificaciones, completado espacios con más residentes, además de que desapareció la placa identificatoria. Así que nuestra visita no encontró al visitado y debimos regresar sin cumplir nuestro cometido. Seguramente pasará lo mismo con nosotras, especialmente conmigo, lejos geográficamente del núcleo familiar. Pasados unos cuantos años de mi muerte, nadie nos visitará (ni a mí ni a Mirella) así que pasaremos a ser NN cuando las letras de la lápida ya no puedan ser leídas de tan débiles y hasta las flores secas desaparezcan. ¡Es la ley de la vida! : caeremos en el olvido. ¡Uff, me puse tétrica!...pero realista. Cambiemos  de tema "más" mejor.

   No pensé, al comprar los pasajes de mi viaje al sur (viaje a la familia), en septiembre pasado, en retomar el relato de la historia familiar, que iniciara el año 2020. La había dejado en el archivo de los casos cerrados, cuando me fue imposible, a pesar de la insistencia, obtener respuesta de algunos familiares, mientras a otros les fui sacando a cuentagotas información relevante. ¡Me cansé de la falta de respuesta o de las promesas incumplidas! Pero, iniciando octubre y ya en viaje en Europa, me llegó un correo de una sobrina política desde Estados Unidos, retomando el tema. Ellos se han abocado a averiguar datos oficiales de la existencia de los ancestros para la creación de su árbol genealógico, así que tampoco me han enviado sus pequeñas o grandes historias,  😁.  Fue la alarma metafórica que necesitaba para retomar la tarea archivada. Por lo tanto, luego de atender lo urgente (colaboración en el condominio en que vivo, elaboración de la síntesis de mi viaje reciente,  elaboración de un nuevo volumen de escritos blogueros), reinicié la labor comenzando con la revisión de lo acumulado a la fecha. 

    Siempre que uno lee lo que ha escrito hace meses o años, se lleva más de una sorpresa, a veces buena, otras, no tan grata. En mi caso ha sido la primera situación. No sé si mi capacidad escritural se habrá  deteriorado de tal manera  que me entretengo y me admiro de las ideas que he expresado con antelación,  😂. Algo es algo.  ¡Al menos a mí me gusta lo que he escrito, jajaja!  En relación al relato familiar, me di a la tarea de ir completando información y corrigiendo algunos términos  y expresiones.

   He ido avanzando en la misión. Sé que con algunos será una tarea similar a la saga "Misión Imposible" pero ya he tomado la decisión de continuar y terminar. Así que tocará recurrir a los restos de memoria de la época infantil y completar los vacíos con anécdotas cuasi-inventadas, 😂😂. Sabré del acercamiento a la verdad sobre la base de los reclamos. Ahí evaluaré si corrijo o no aunque arriesgue demanda.  

    Nubes negras han surgido en estos días en los cielos unioninos. La verdad, ha habido de todos los colores. En cuanto a la lluvia, por ahora sólo gotas. En los recuerdos familiares, también claroscuros. ¡Oh! Mientras escribo el microbús inicia su recorrido con destino a Valdivia. Ha empezado a llover en forma, como "Dios manda", jajaja. Deberé deslizarme bajo los alambres en la capital regional de Los Ríos. Capaz que deba comprarme botas de goma, pues mis zapatillas son de lona (porfía mía en todo caso). Voy a caminar Valdivia y a tomarme un café con Marcela, el café más postergado del mundo. Llevamos unos años con la invitación-aceptación pendiente. He viajado hasta acá varias veces, pero siempre había otros hitos en el programa. Al fin hoy nos encontraremos. Seguro serán unos gratos momentos. Ya les contaré. Hasta pronto.