domingo, 24 de julio de 2022

Sobredosis...

   

  Ayer "apuré" las últimas gotas de esta sobredosis, que no ha sido precisamente de sustancias alucinógenas. Ya lo he dicho en otras ocasiones, nunca me sentí tentada a probar, a pesar de tener al alcance de la mano la posibilidad, al menos de marihuana, en los espacios compartidos con compañeros universitarios de la misma carrera o afines en la década del '70 en la UACh. Tampoco posteriormente tuve "necesidad" de aquello -tampoco oportunidades para ser franca-. Mi mayor adicción fue y es el café, 😅 (el vino me gusta pero no alcanza para adicción,  ...creo).

    Con el título, menos aún hago alusión a la obra de Alberto Fuguet, personaje en un tris de ingresar ya a la sesentena, pero que cuando lo leí recién estaba ingresando a los treinta y era parte de la camada de los escritores chilenos jóvenes y "emergentes". Precisamente hoy busqué Sobredosis en mi biblioteca física, pero no encontré el libro. Debo haberlo leído de prestado. El que sí encontré fue Mala onda, su primera novela, que compré el año 1994 y que nunca avancé en su lectura porque no me gustó, a pesar de la benevolencia de algunos críticos chilenos de ese tiempo. No sé si Fuguet llegó muy lejos. Al parecer, por las pocas obras que veo en su biografía, no alcanzó el éxito que le auguraba su fanaticada (pienso en él y me viene a la mente, por asociación, Baradit, 😠). Creo que fue sobrevalorado por muchos en su tiempo. Para darme la oportunidad de, tal vez, cambiar de opinión, releeré algunos relatos de "Sobredosis" e intentaré leer "Mala onda", a ver qué onda. Quizás los años transcurridos, la experiencia de vida, los aporreos de la misma, la relajación de los valores que seguro han hecho mella en mí también me permitan una nueva apreciación.    

  En fin... Fue una mañana feliz, con emociones intensas, casi como un paseo por la montaña rusa pero sin el miedo característico de esta "entretención". He terminado con los ojos hinchados como papas (la verdad, no sé si las papas se hinchan) luego de mucho tiempo de sequía. Gonzalo me condujo de la mano al recuerdo de mi hija, provocando en mí la duda acerca de mi maternidad: ¿fui realmente madre o madrastra de Mirella? Hice muchas cosas inadecuadas, omití acciones acertadas, la relegué a un segundo lugar no debiendo hacerlo, no perseveré lo suficiente en conocerla como debería haberlo hecho son algunas de las dudas-interrogantes que vuelven a emerger y que nunca ya tendrán respuesta. El final de la novela me trajo tu recuerdo, querida Mirella, y me enfrentó a la evaluación de ese lapso de mi vida y de la tuya y de mi relación contigo. ¿Habré cumplido con lo que se esperaba de mí o con lo que tú esperabas de una madre, la única que tuviste en tu corta vida? No hubo oportunidad de conocer otra o de ensayar tú la misma función, con tus propios aciertos y errores, tal vez con más aciertos que yo. Todo este cuestionamiento y otros parecidos me fueron surgiendo mientras avanzaba en las últimas 70 páginas de la novela Poeta chileno de Alejandro Zambra, poeta y novelista chileno de 46 años.  

   [Entre paréntesis: yo no sabía  nada de Alejandro Zambra hasta que trabajé en CEPECh -2014 a 2018-, es decir, sólo hace algunos años. Antes de que alguien se escandalice por mi ignorancia imperdonable, escuchad, por favor, lo que tengo que decir a mi favor. Desde que dejé de hacer clases de literatura -el año 1991-, si bien seguí leyendo diversos textos, no tuve la urgencia de estar al día en literatura chilena especialmente. Eso lo suplí con la adquisición, según mis fondos me lo permitían, de algunos textos de los últimos que iban apareciendo en el mercado. Por ello tengo algunos libros de autores como Carlos Cerda, Gonzalo Contreras, Darío Osses, Roberto Ampuero, Pedro Lemebel, Pablo Simonetti y de algunas féminas. En todo caso, los más afortunados conmigo fueron Isabel Allende, Hernán Rivera Letelier y Marcela Serrano, entre los connacionales. Pero de Zambra, nada. Como digo, lo "conocí" mientras fui docente preuniversitaria, pues en algún ejercicio de comprensión lectora apareció uno u otro fragmento suyo, que me agradó, pero que demoró en fructificar y salir a la superficie. Hace unos meses encontré una obra suya y la descargué, pero como era una más de las varias existentes en mi biblioteca virtual, recién en estos días decidí leerla y ...no fue la única. En total, fueron cinco los libros leídos, tres novelas cortas, una colección de cuentos y su última novela, la más extensa, de 300 páginas, que terminé ayer a mediodía y me llevó por caminos inesperados. Cierro paréntesis]. 

  Comencé con Formas de volver a casa 🏡 ; seguí con La vida privada de los árboles, Mis documentos (cuentos) y Bonsái, para terminar con Poeta Chileno (2020). Un verdadero tour "lectural". Fue una semana redonda en cuanto a mi oficio de lectora. Y aunque los garabatos y expresiones poco académicas de nuestra habla no me agrada mucho encontrarlos en textos literarios, en esta ocasión,  especialmente en la última obra, no los sentí como un impedimento para gozar la lectura. Es probable que esté más permisiva en este plano, como muchos en la actualidad. Ya es parte de la "normalidad" hablar con garabatos y hasta uno, aunque no los use, ha terminado "aceptándolos" como parte del paisaje. Por eso le daré  otra oportunidad a Fuguet.      

    La escritura de Zambra tiene muchas gracias. Es ágil, cercana, personal, sin preciosidades lingüísticas ni retóricas. Con variados chilenismos, algunos de los cuales sorprende encontrarlos por escrito. Escribe sin tapujos, pero también sin exagerar. Sus historias no transcurren en lugares inexistentes, idílicos o infernales. Son bastantes reales, principalmente Santiago o algún otro lugar secundario donde el autor-personaje ha viajado. El tiempo también es perfectamente acotable y los acontecimientos que suceden en ese escenario y tiempo reales son también históricos. El narrador de Zambra habla desde la experiencia, muy chilena, muy de fines del siglo XX e inicios del presente siglo. La infancia, la relación con los padres, los primeros amores, la vida escolar (la formación del Instituto Nacional no queda muy bien parada en sus páginas), el trasfondo político (detractor de la dictadura militar), entretelones de la bohemia poético- artística chilena, catástrofes nacionales (terremotos del '85 y 2010) son parte de lo que rodea y el medio en el que se desarrolla el narrador que comienza a hablarnos de su infancia en la novela Formas de volver a casa. 

  El tema de no-paternidad biológica parece ser un tema recurrente en la narrativa de Zambra. Lo vemos en La historia privada de los árboles  y en Poeta chileno. El narrador es padrastro de Daniela y Vicente,  respectivamente  (¡me salió verso,😃!). A ella le inventa historias de árboles-personajes y con él va formando todo una trama de cuidado y experiencias personales que permiten el reencuentro posterior y un futuro posible. No me resulta fácil hablar de cada libro por separado. En cada relato el personaje-narrador cambia de nombre, pero es el mismo, tiene la misma "alma", la misma mala suerte con sus relaciones amorosas, el mismo oficio de escritor-profesor y similares experiencias. Y aunque alguien pudiera pensar "¡qué fome!", inmediatamente yo les digo que no es así. El estilo es sencillo, cercano -ya lo dije, ¡me estoy repitiendo!,😓-, muyyy entretenido. No es un personaje resentido y agresivo como los que aparecen en la narrativa de Fuguet. Aquí el protagonista tiene la virtud de reírse de sí mismo, de no ser autocomplaciente, al contrario, es más crítico de sí mismo que de los demás y eso es madurez y sabiduría. En la última novela, me reí a mandíbula batiente en muchos pasajes, en especial de la primera parte, aunque, como lo dije al comienzo, terminé cuestionándome con pena retroactiva, que no sirve de nada.    

   Mis documentos es una colección de cuentos. Es sabido que yo no soy fans de relatos breves. Sin embargo, éstos son geniales y entretenidos.  Se leen muy rápidamente y tienen la gracia, entre otras tantas, de mostrar experiencias tan cercanas a la propia vida de cada lector, que pareciera que uno estuviera leyendo parte de su propia historia. La aparición de los computadores o  la vida como estudiante en un colegio público son parte de los relatos. 

   En toda la creación de este escritor aparece como leit motiv el oficio de escritor y su relación  con la poesía  y la narrativa. Son varios los seres reales que derivan en ficticios en las páginas de Zambra. Por ejemplo, Nicanor Parra, Neruda, Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Gonzalo Millán y muchos más. El protagonista manifiesta con claridad su admiración por muchos y desliza crítica o indiferencia hacia otros, pero sin mala onda, aunque pueda decidirse por alguna ironía. Aproveché algunas menciones para hacer mis propias anotaciones y revisar más adelante si son de mi agrado.  Esta acción me ha dado muy buenos resultados, pues me ha llevado al conocimiento y lectura de autores que de otra manera no habría  buscado. 

    Ya leí un par de cuentos de Sobredosis (me recordaron esos personajes de "La Naranja Mecánica", "terrible volaos" y viviendo en otra dimensión) y comencé a leer Mala onda. No son de mi agrado. Presentan un mundo que rechazo (jaja) absolutamente, agresivo, resentido, lleno de vicios e inanidad. Muchos dirán que responden a la imagen de la juventud "actual"; tal vez, parte de ella, al menos. No obstante, hay mucha juventud talentosa, productiva, positiva y sana. Avanzaré un poco más a ver si me sorprende. Por de pronto, dejaré hasta aquí este escrito, pues la realidad se impone: me ha dado hambre y voy a preparar un rico almuerzo. Hasta pronto.

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