miércoles, 1 de junio de 2022

Inexorabilidad...

   

    A pocas horas de cumplir un año más  -¡Dios, cómo pesan los años!, me digo y eso que no soy creyente, 😅 -me detengo por unos momentos. No es que sea una fanática del activismo por sí mismo y me dé  pocas oportunidades para analizar y evaluar mi vida, catastro de haberes y deberes incluidos. No se trata de eso. Lo que sucede es que el agua en la clepsidra ya debe estarse agotando y hay tanto por hacer y aprender; por leer y ver; por caminar y viajar; por reír y compartir que a ratos desespera la posibilidad de no alcanzar a disfrutar todo lo que quisiera con mis facultades intactas, claro está. Bueno, tan intactas, no sé bien, pero al menos, aunque estén disminuidas, lo relevante es que no sea en exceso.  

    Anoche terminé de leer una novela fantástica, de un autor que ya conocía desde hace un tiempo. El relato titulado Berta Isla  (550 págs., publicado en 2017) es del español Javier Marías, obra que acumula opiniones y comentarios elogiosos y algunos premios. Si pudiera, yo también lo nominaría para alguno. Siempre me sorprenden positivamente los escritores que logran adentrarse tan magistralmente en la psiquis femenina. Ya madura, Berta analiza, rememora, evalúa su vida al lado de su marido, Tomás Nevinson, un hombre al que conoció cuando adolescentes y con el que decidió pasar el resto de su vida. Ambos, jóvenes, bellos, felices, inteligentes, de familias acomodadas, se casan pasada la veintena. Se establecen en Madrid aunque el trabajo de Tom lo lleva por largas temporadas a Inglaterra. Trabaja para la embajada de ese país, que también es el suyo, pues aunque nació español, su padre es inglés. Su futuro es promisorio. Posee una extraordinaria capacidad para los idiomas y es precisamente esta habilidad la que lo hace tan valioso para sus superiores. Berta, no menos preparada (profesora de literatura y egresada de la Universidad Complutense), se adapta a una vida que no esperaba. Cual Penélope en Madrid vive su día a día en una espera constante, cuando no del regreso de Tomás, de su próxima partida, lo que asume con el agregado de la escasísima información que recibe de parte de su esposo de aquella otra vida paralela y desconocida que lleva lejos de ella y de su pequeño hijo. Cuando una pareja de "amigos" con su actuar peligroso la pone en alerta y le habla de las sospechosas actividades de su esposo, ella se cuestiona y alarma, dejando su actitud de aceptación de los ya misteriosos y extensos viajes de Tomás. Éste, una vez de regreso, se ve obligado a informarle de lo poco que le han autorizado, pues en realidad trabaja para el Servicio Secreto de la Corona de Inglaterra, lo que lo fuerza a numerosos viajes y peligrosas actividades. De los lugares y del tipo de misiones en que participa nada sabe ni debe saber Berta, situación que la lleva a enfrentarse a la disyuntiva de aceptar seguir viviendo en el misterio y desconocimiento o simplemente emprender un camino distinto. Sin embargo, ama a su marido y él  también parece amarla (a los ojos de ella). Pasan los años, nace esta vez una hija ... y la vida sigue su curso, entre esperas y encuentros permanentes. Nada cambia, sólo que ahora tiene antecedentes certeros para alimentar su imaginación y desesperarse en la eterna espera. No teje y desteje la labor como su lejana antecesora, cría sola a sus hijos, trabaja dictando clases, visita a su familia y a sus suegros, manteniendo la fachada de su esposo. Todo igual hasta que la espera se transforma en meses y años. "Ulises" es dado por muerto, aunque no hay cuerpo ni entierro.

   La última parte la dejaré en suspenso. Sólo planteo algunas interrogantes. ¿Cómo asume Berta su viudez? ¿Sigue esperando, rehace su vida, qué pasa con sus hijos, qué tierra o agua cobijará la humanidad corporal de Tomás? El desenlace es... tremendo. A los hechos narrados se suman los pensamientos, sentimientos, rabias, pesadillas, lágrimas, esperanzas y desesperanzas de Berta, que siente que los años han pasado y ella no ha hecho más que esperar a un hombre que no la valoró lo suficiente como persona, que a la hora de elegir no la consideró en primer término,  que ha sido una cuasi-viuda toda su existencia de joven y adulta y que poco de lo que ha realizado ha tenido un verdadero sentido. 

    Era imposible no involucrarme con la historia. Era inevitable no encontrar algunos puntos en común. Era indudable una incursión  personal en mi propia vida y en mi presente, en lo que quise ser, en lo que fui y en lo que soy. En lo que gané, en lo que perdí; en lo que acerté y en lo que erré. No puedo decir aún- no sé si lo diré alguna vez- como Amado Nervo, "¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!".  

     Ya es miércoles. Pasaron las horas. Son inapelables, aunque en circunstancias luctuosas resultan interminables. Estoy -de nuevo- completando un ciclo. Me siento bien, me siento joven y animosa a pesar de la suma. No obstante,  no dejo de sentirme extrañamente inquieta cuando miro al espejo y no veo el reflejo que espero. Parece que cada vez más mi cuerpo va separándose de mi espíritu, no se ajusta a lo que siento y pienso. Poderosa es la voluntad y vitalidad de la mente, que camina a distinto ritmo de  la piel, la carne y los huesos. Seguramente hoy recibiré el saludo de mis hermanos, cuñadas y algunos de los sobrinos -los más  cercanos-. También  mis amigas se acordarán,  aunque es posible que alguna lo olvide, Facebook no se lo recuerde o, por último, ya no sienta el deseo de saludarme. Perdonable es en todo caso. Los años pasan y no todos los afectos resisten su andadura. Será un día tranquilo, con tareas ya pensadas y autoimpuestas. Es probable  también,  que a pesar de los años transcurridos, Fb me haga llegar un recuerdo querido, de aquel tiempo en que mi vida era algo más que vivir el día a día, cuando el tiempo, el espacio y el grato silencio eran compartidos. Un año más es hoy hasta que las horas se diluyan en la nada, ojalá lo más distante posible. 

   

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