domingo, 7 de junio de 2020

Oportunidades...

   Cuando la rutinaria cuarentena no te ha transformado en robot, zombie o ameba y has logrado salir adelante sintiéndote humana/o (aunque no es tan grande la ventaja, después de todo) es tiempo de sacarle el máximo de partido a las amenazas externas de la pandemia, transformándolas en oportunidades luego de fortalecer, opíparamente claro, nuestras debilidades (jajaja). Esto último, olvidémoslo, aunque cueste, porque el resultado al final del encierro será  catastrófico para nuestra autoimagen. 
  En fin...
  Veamos, ¿cómo puedo transformar este tiempo de terror en oportunidades? Fácil (jajaja) : haciéndole espacio a la creatividad e/o innovación. Yo les hablaré desde mi experiencia y realidad, ustedes, más creativas/os que yo (espero), lo adaptarán  a sus pequeños o grandes mundos particulares (me refiero al espacio, por supuesto).
   De la actividad más "cultivada" en este largo  y oscuro periodo medieval (faltando las imágenes y actos religiosos, esto ya parece un encierro conventual, claro que con más tecnología) les "hablo" a continuación. 
   Sembrar o plantar (en cualquier tiempo o en cuarentena).
 En la actualidad, no ser terrateniente, latifundista o parcelero no es impedimento para esta actividad, una de las más  nutritivas, literal y emocionalmente hablando.
   Cualquier esquina de tu patio o jardín, un pequeño rincón  en la terraza o balcón si vives a media o gran altura, es propicio para sembrar o plantar. Pequeños vegetales o flores. Aquí no se trata de poner en marcha una producción  a gran escala ni volver al sistema de agricultura familiar, sino simplemente darte el gusto de probar en tu comida algo que tú lograste hacer vivir merced a tu intervención o gozar de la vista de una hermosa flor o del aroma de una planta medicinal o especiada,  todo depende de las "gracias" de la "verdura".
 Las preferencias mías, que tenía un stock de semillas formado al ir comprando en mis viajes a provincia  (jajaja)son el cilantro, perejil, espinacas o alguna otra que encuentre en el frasco semillero. En estos tres meses he sembrado tres veces cilantro, una vez perejil,  espinacas y rúcula, que encontré, rebuscando en el "alijo" de las simientes, (¡uff!, ¡qué  cursi se ve en este contexto el sinónimo). La última  me encanta, como lo mencioné  en otra ocasión. Ya están  asomando. Y ésa es una de las partes más "nutritivas" de la siembra : ver cada día cómo va creciendo "tu obra". Yo las saludo, las miro, las riego, las cambio de sitio para que les dé más sol matutino, cuando lo hay. Como pueden ver, cada loca/o con su tema. 
   En relación  a esta actividad, les comparto una curiosidad. En una planta ornamental, que "armé" con una patilla de otra, mientras estaba creciendo dentro de una feliz primera infancia (me refiero a la infancia de la planta) comenzó  a crecer a su lado, en el mismo pequeño macetero, una congénere, a la cual reconocí desde pequeñita. Era una lechuga crespa. ¡Cierto aunque parezca mentira! Una semilla viajera que llegó  allí  y fructificó. No quise darle  muerte (😓😓) así  que seguí regando y observando si podían  cohabitar sin problemas. Me han dado una lección  de vida (jajaja). Al parecer, que yo sepa, no se han peleado y ambas siguen creciendo.  Claro que la lechuga, debo decirlo, tiene sus días  contados (bueno, ¡quién no!), así  que  apenas crezca lo suficiente para aportar significativamente a una ensalada la deberé "erradicar" y llevarla a mi cocina.  
   La única siembra que ha resultado un rotundo fracaso en estos días ha sido una de limones. No crean que pretendo una plantación para luego exportar estos frutos aprovechando el alto precio (jajaja). Los pretendía como adorno y para aromatizar el ambiente. De muchas semillas sembradas, cero fructificación a la fecha (hace un mes). Las alternativas son dos: la semilla era estéril o el envase inadecuado. Viviana, mi sobrina, ingeniero agrónoma ella, me señalaba que no era conveniente sembrar en "maceteros" de vidrio por el tema de la luz. Voy a intentarlo otra vez, con otro tipo de limón y ahí les cuento.
   Tareas en el huerto-jardín 
   Debo  señalar, y todos estarán de acuerdo conmigo (los que no, serán sospechosos), que el riego  es una de las acciones vitales en este campo. ¡Obvio! Así como en nuestra especie (que conste que no me refiero a riegos "alcohólicos o más o menos espirituosos", sino al metafórico; la/el que me entienda, ¡felicidades!). 
   En mi afán  de aportar al planeta en el día  a día, hace más de un año que estoy haciendo un real aprovechamiento de ciertas aguas "servidas" para el riego de mi huerto-jardín (un homenaje a mi madre que acostumbraba a hacerlo). Reutilizo el agua del lavado de verduras, de alimentos y de loza relativamente limpia,  que no contenga detergentes. De esta manera contribuyo al ahorro mundial de H2o, además  del menor gasto comunitario del edificio. No es tanto pero todo suma. 
   La nutrición es una misión también insoslayable, si queremos mantener la belleza de cada ejemplar. Lo novedoso en este ámbito ha sido la lectura de unas sugerencias virtuales relativas a cómo fortalecer mis regalonas, a través  del aprovechamiento de cáscaras, por ejemplo, de algunas frutas. He comenzado con las de naranja y limón, a las que he puesto en un frasco lleno de agua, la que utilizo luego de 24 horas. También  tengo a la mano el agua con la que estoy hidratando las algas que prepararé para mi almuerzo de  mañana (ésa  es otra de mis actividades frecuentes  cuando voy a recorrer las playas de mi país: recolectar algas, que luego seco en el balcón,  guardo y consumo durante el año, 😉😉, el que sabe sabe),  un agua enriquecida con sales marinas. Quedo al pendiente con el potasio (deberé comprar plátanos en mi próxima salida, aunque no me gustan mucho). Lo que lamento es no haber sabido antes lo bien que pude haber aprovechado los restos de café de grano que he consumido por mucho tiempo, pero ya lo haré a partir de mañana, cuando retome esta exquisita práctica. 
   En el mismo  balcón y a propósito de aprovechamiento (en el buen sentido) he iniciado un "emprendimiento" (jajaja). Cuando este viernes compré  un apio y me encontré  con la gran cantidad de hojas que debía echar a la basura como en todas las ocasiones anteriores, no me sentí conforme. Sólo  las había  utilizado, picadas como perejil,  como un sazonador muy efectivo de la carne, pero en cantidad mínima en comparación con el total. Busqué  otras alternativas (ya imaginarán dónde) y me encontré  con pesto de apio, con condimento de la sal, para el bloody mary (¡puaj! De sólo  pensar en zumo de tomate se me  revuelve el estómago; detesto el ketchup y la salsa sólo la acepto en los tallarines y siempre que se le agregue cebolla y carne) y en forma de batido matinal (tampoco me gustan los batidos ésos para adelgazar o vitaminizarse). 
  Visto lo anterior, me adapté a mis circunstancias y gustos. El pesto requiere de mucho aceite y eso no me agrada. Consumo el mínimo posible.  Así  que decidí  hacer lo que hago con las algas : deshidratarlas, pero al sol y no al horno. Más barato aún. Luego del proceso de secado, las guardaré  en un frasco y las utilizaré según  la necesidad y ocasión,  ya sea para aliñar la carne, para condimentar la sal, para agregar a un guiso o a la mayonesa (cuando compre, jajaja). 
   Otras tareas relevantes en este maravilloso espacio vital son la poda y/o limpieza. Librar de las hojas secas, de las ramas y ramitas ídem,  va fortaleciendo a la planta, pues deja de gastar energía  en lo moribundo.  Hace poco, viendo que las plantas de cardenales de mi jardín de pared estaban demasiado envejecidas (¡Dios guarde a la presente, jajaja; por suerte no soy un cardenal), procedí a eliminar todas las plantas y sólo  dejé patillas, las que planté  en las  mismas jardineras (me falta nutrirlas convenientemente).Han pasado  tres semanas y ninguna se secó y tendré cardenales sanos por unos cuantos años más (espero verlos, 🙈🙈🙈).
    La que necesita  limpieza personalizada,  en cada una de sus hojas es una yuca que me regalaron, hace unos cuantos años ya, Anita y Miguel Ángel. Ha crecido  mucho, ya está  más  alta que yo (¡imagínense, jajaja!). Cada vez que la limpio le aplico después  abrillantador en sprite y queda espectacular,  como recién salida de la peluquería. 
   Asimismo, forma parte de esta labor la eliminación de plagas que sí da qué hacer en cualquier plantación, por pequeña que sea. Una pobre ruda que tengo, cuando no la atacan las moscas blancas, lo hacen otros bichos. Denantes la "bañé" en desinfectante. No la utilizo, sólo la tengo por si la necesito alguna vez por motivos medicinales, aunque su aroma tiene su "gracia" (en gustos, como todos sabemos, no hay nada escrito). Pero de ninguna manera la compré  para la suerte o la fortuna, como lo hacen algunas personas.
    Instalar tutores en los casos que sea necesario también  es una prioridad, especialmente en las enredaderas o plantas con el tallo débil.  Acá  tengo varias con necesidades especiales de apoyo: un hinojo,  una planta de romero (que crece y crece a pesar del uso que le doy), un helecho plumoso y las buganvilias,  que, para maravilla de la Eva de este paraíso,  este año florecerán  las tres.
 La roja se pasó: ¡abundancia absoluta! (es la más  grande);  la amarilla, más  pequeña, ya va por su segunda floración  anual,  pero con más discreción y la fucsia está  pronta  a mostrarse, recién comenzando. Ellas se han transformado en verdaderas reinas de belleza para este espacio mágico, aunque el aroma lo aportan las matas de la flor de miel o Alysum Maritimum, de flor pequeñita, blanca, pero de un intenso aroma a miel. En las mañanas, cuando ingreso al sector vidriado del huerto-jardín, inspiro profundamente para degustar de sus efluvios.  
   Hasta aquí con el tema huerto-jardinería, una verdadera oportunidad de aprendizaje y práctica en estos días "oscuros". Otro día escribiré sobre otras, tan interesantes y entretenidas como ésta, al menos para mí (jajaja). ¡Arrivederci!
   

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