martes, 23 de enero de 2018

Experiencias

En SALAMANCA...

...no es primera vez que veo nevar. Si bien, por el clima templado que disfruto merced al lugar en que vivo, en estos últimos años he visto nevar sólo dos veces y más que nieve era agua nieve. A eso, podría agregar un par de veces más en el resto de mi vida. Por ello, en poco más de un mes, llegar a dos ciudades y ver sus calles y alrededores completamente nevados ha sido una experiencia distinta. Claro que lo de Salamanca fue casi nada si comparo la experiencia de estos momentos, en que voy viajando a Cáceres y lo único que no es blanco es la carretera. Todo lo que nos rodea está absolutamente nevado y el cielo hace juego con la superficie... Me produce un efecto de irrealidad impresionante. Quisiera dejarlo plasmado en imágenes pero la velocidad impide una fotografía fidedigna. ¡Una lástima! Claro que resulta cómodo ver este paisaje desde la comodidad y temperatura de un asiento de bus. Son las ventajas de estar de paso. ¡¡Por suerte!!

En MÁLAGA...

...estoy sentada en un banco de la Plaza frente al Anfiteatro Romano y la Alcazaba, vista sin duda privilegiada. Descanso... Raro en este viaje, pero lo hago. Mientras escribo, escuchó a un guitarrista que toca a unos metros de aquí, delante de la pirámide de vidrio que protege los vestigios de unas fosas donde se elaboraba  una salsa que para los romanos era lo máximo (preparada con las vísceras de pescados en fermentación, ¡guácala!): garum. 
   Me mantengo en el asiento que he encontrado, descansando y haciendo tiempo, pues quiero asistir a un espectáculo flamenco que a las 19 horas presentan cerca. Pero a la bella música, acompañan gritos de niños, pues al lado hay un buen grupo con sus padres. ¡¡Ojalá se vayan pronto!! (jajajaja)
   La tarde se ha nublado, a pesar de que el día se anunciaba tanto o más caluroso que ayer. En todo caso, como hasta las 13 horas estuvo veraniego, tanto que yo andaba con parca y polerón de adornos. Por ello, al pasear por la playa la Malagueta y luego por el Muelle Luna, mis deseos latentes de saborear un helado decidieron decir... ¡basta! Así que, cual turista adinerada, pasé a comprar un rico helado de nueces y frutos del bosque a un local top y me instalé, morosamente, a disfrutarlo, en la top terraza del local. Me tomé todo mi tiempo, pues ya llevaba más de dos horas caminando. 
   Málaga es sin duda la ciudad de los Museos. Contabilicé 31 en la guía turística y creo que se han quedado cortos, porque he visto algunos que no aparecen. Sólo visité uno esta vez: el de Pablo Ruiz Picasso. Lo que me interesaba ver lo hice ayer, principalmente, así que hoy, como no me interesa vitrinear, me estoy dando este tiempo de relax, que no me había dado desde mis viajes por Chile.  
  No puedo decir que he visto todo, porque es una ciudad grande y tiene un equipamiento arquitectónico a orillas del mar espectacular. Sólo vi una parte, porque seguir dando la vuelta por la Bahía habría significado quedar derrengada. Realmente, más que ciudad histórica, es una ciudad moderna, actual, viva, de verano, playa y vida social intensa. 
  Y, sin embargo, es antigua como el hilo negro y con una importancia estratégica fenomenal, precisamente por su vocación marítima. Los fenicios, los romanos, los visigodos, los musulmanes le asignaron la importancia habida.
  Hoy es una ciudad eminentemente turística, que tiene para todos los bolsillos, especialmente el abultado, que quiere pasarlo bien, compartiendo tapas, mojitos, cerveza y de un cuanto hay existente en los innumerables restaurantes, taperías, bares, cafés, teterías, etc.

En GRANADA...

... impresionante la cantidad de turistas en esta época del año. Creo que, junto con Madrid, ha sido la ciudad más populosa encontrada en este viaje. Había turnos para visitar La Alhambra, por ejemplo. La cantidad de asiáticos en la Alhambra así como en la ciudad era de consideración. Poco grato resultó, al menos en este lugar icónico, tener que luchar con las selfies por doquier. Hasta para tomar fotografías había que hacer cola. No obstante, valió la pena. Me queda, eso sí, la siguiente duda: ¿cómo será en periodo estival?¡¡!! En esa época del año habrá que incluir, no me cabe duda, una gran dosis de paciencia también. 
   Fue precisamente en Granada que tuve una experiencia extrema en el momento de almorzar. Buscando, buscando, algún buen precio  y lugar, me detuve en una callejuela cerca de Plaza Nueva. El local estaba lleno (pero todos estaban completos a esa hora) y era de buen nivel. Un hombre, que resultó ser el dueño o jefe, que estaba afuera, me indicó por dónde ingresar y luego me pidió que esperara mientras se desocupaba una mesa-barril. Son típicas de acá para instalarse a tomar unos tragos con algo de acompañamiento. Pronto quedó libre y me vi en la tarea de encaramarme en una de esas sillas altas, especiales para dicha mesa o una barra. La oferta de almuerzo estuvo bastante buena para el precio, pero la bullanguería era atroz (jajaja). Por suerte estaba en una esquina, algo protegida de los demás clientes que me rodeaban. Había cerca un grupo, inicialmente de tres, que luego se transformó en seis, que transmitía para todo el bar, que, en todo caso, no era muy grande. A ratos, uno de ellos, gritaba, cantaba, hablaba con alguien de afuera, con un complejo de florero galopante. Estaba terminando mi ensalada vegetariana (muy rica y bien presentada) cuando llegó un grupo mixto de seis personas. Se ubicaron a mi alrededor, pues no había otro espacio. Pronto estuvieron ocupando parte de "mi" barril, lo que no me provocó rechazo, por suerte. La desgracia del poco espacio había que compartirla. 
  Con tanto público, mi almuerzo terminó demorando más de lo acostumbrado, porque la garzona debía multiplicarse. Al fin quedé algo más holgada cuando mis vecinos se fueron, agradeciendo el porcentaje de barril. Antes de irme, vi un desorden afuera, que repercutió en el joven-florero: era un par de varones, nada de agraciados, un poco entrados en carne, que andaban disfrazados con tutús y otras prendas femeninas aunque no se veían afeminados. Se veían grotescos y grotesca fue la actitud de los clientes del bar para con ellos. Les invitaron a un trago, le pedían que se bajen los pantalones y uno de ellos hacía el ademán correspondiente. Muy burdo todo y eran recién las 15 horas de un sábado, en las callejuelas cercanas a la Plaza Nueva. Aquello completó el panorama que me he hecho de un sector de la sociedad española (compuesta de jóvenes, adultos y mayores), con unas costumbres muy relajadas y una moral ídem; que beben y fuman mucho, que gustan de una vida social pública, grupal, bulliciosa, frívola y con estos toques de chabacanería evidentes.

En CARTAGENA:

...ya abandonaba la ciudad con una gran sensación de decepción frente al descuido y suciedad de una buena parte de la urbe, ante el cuidado incipiente  y poco esmerado de su patrimonio histórico, agregando a ello los inconvenientes en el alojamiento (el más caro de los 25 a la fecha) y al hecho que ayer lunes todos los Museos y Centros de Interpretación estaban cerrados. 
   La hora de mi "billete" a la próxima ciudad sólo me daba un margen de unos 45 minutos para visitar sólo "un" lugar. Elegí las Murallas Púnicas y aún me congratulo de mi elección. ¡No podía haber sido  la mejor! Todo lo romano ya lo he visto en otros lados y aunque cada vestigio es único y trascendental en sí mismo y en su aporte a la reconstrucción de la Historia, éste es el único lugar del que tenía noticia de la presencia relevante de los Cartagineses. ¡Y vaya que sí! Faltaban 5 minutos para la apertura de las puertas y yo ya estaba esperando, con mis maletas a cuestas, por las que no me presentaron inconvenientes y las dejé por ahí instaladas mientras yo disfrutaba de mi visita. El vídeo inicial ya me confirmó mi  acierto. Todo lo que sabía gracias a la lectura de una trilogía de Santiago Posteguillo era histórico: la dinastía Barca en la Península Ibérica, la importancia estratégica de Qar Qadast (Cartago Nova posteriormente, Cartagena en la actualidad) en el dominio cartaginés en parte de Iberia, la muerte de Amílcar y la sucesión por parte su yerno Asdrúbal, la creación y fortificación de la ciudad, el ascenso de Aníbal ante la muerte de Asdrúbal (apodado "El Bello", seguramente para diferenciarlo de uno de los hermanos de Aníbal, del mismo nombre, pero no con similares  atributos), la partida del ejército cartaginés a la península Itálica vía Los Alpes, con elefantes incluidos, la caída de la inexpugnable Qart-Hadast en manos de los romanos, bajo el liderazgo del joven general Publio Cornelio Escipión, que, a futuro, sería la bestia negra de Aníbal en territorios africanos.
  Encontrar allí mismo, bajo mis pies, vestigios de la muralla que rodeó la ciudad en tiempos de Asdrúbal (siglo III a. C.), reconocer los detalles que el vídeo explica de su estructura, resultó emocionante.
 También lo fue encontrar los vestigios de la  Cripta de la Ermita de San José, que se construyó en el mismo lugar,  muchos siglos después, sobre todo si se observaba en algunos compartimentos restos óseos humanos y una calavera (que probablemente sean réplicas). Y de nuevo debí superar el miedo casi cerval de caminar sobre  vidrio, lo único que me separaba de caer sobre las ruinas...de la historia cartaginesa en la Península Ibérica. Fue un visita emocionante y adrenalínica, que me reconcilió con Cartagena..

sábado, 6 de enero de 2018

Sensaciones...

En LUGO...
...un fuerte sobrecogimiento me produjo ingresar a la Domus do Mitreo, casi tanto como para que los ojos se vieran en apuros. Tenía frente a mí, bajo nivel, los vestigios de una casa en que habían vivido, siglos atrás, personas de la cultura de la que somos deudores. ¡¡¡Yo estaba allí!!, siendo espectadora de parte de lo que fue uno de los  más grandes imperios de la Historia, hasta ahora. La prohibición de sacar fotos me llevó a un examen más minucioso de cada espacio, ayudándome de las imágenes  virtuales existentes en cada tramo, para retroceder en el tiempo y reconstruir la Domus (casi como Carpentier en el relato "El viaje a la semilla", salvando las distancias, claro está). Traté de imaginarla entera, en pleno funcionamiento, incluso estuve calculando cuántas personas cabrían en determinado espacio... Luego, el video, para completar los antecedentes...    
Salí como pisando nubes del edificio, aprovechando de sacar unas fotografías desde el pasillo de salida, cuya pared era vidriada, con el objetivo precisamente que  uno tuviera un "petit bouchè" antes de ingresar a la recepción. Recuerdo claramente mi "¡¡ohh!!" de asombro, de expectación, de emoción cuando iba ingresando... ¡¡Fue una visita espectacular!!


En SANTIAGO de COMPOSTELA...
...mucha frustración, frío, no saber qué hacer cuándo lo que caía del cielo no era maná sino agua y en gran cantidad. Podría haber regresado al alojamiento, pero esto no me pasó por la mente. Cuando estoy de viaje, como en este caso, sólo utilizo el alojamiento para dormir y descansar. Desde las 9,30, hora en que salí, hasta las 12 horas estuvo lloviendo, con bastante intensidad a ratos.  Y, como las calles del casco histórico son la mayoría en pendiente, el agua corría por ellas y yo debía caminar apegada a la pared como un musgo cualquiera. Lo que más me interesaba era que mis zapatos no se filtraran. ¡¡Lo conseguí!! A ratos caminaba bajo los soportales, especialmente los de la "Platería", que tienen una longitud de unas cuatro cuadras, con un par de metros de espacio descubierto cada tanto. Yo, está más decir, no era la única, pero tampoco éramos tantos.
 Aproveché de ingresar a la única sala de exposiciones que vi abierta al público (era domingo) y allí me entretuve un rato con las obras del escultor César Lombera. Con sorpresa descubrí que "mis amigas gallegas" se llamaban María, las mismas con las cuales me había sacado una foto el día anterior 
y que la escultura del escritor español Ramón del Valle-Inclán (a quién leí en tiempos universitarios) era también obra de él.  Terminada la visita de la expo, de nuevo  a la lluvia. 
Volví a los soportales y, aprovechando algunos locales abiertos, (el mínimo considerando la enorme cantidad que existe) comencé a vitrinear. Fue la ocasión de comprar unos recuerdos para mis amigas y para mis sobrinas. Seguía el diluvio. Me empezó a dar frío. Tenía la capucha de mi "sudadera" -dijeran los españoles- completamente mojada, por lo que el frío ya empezaba a hacerme sonreír (jaja). Entonces tomé la decisión de comprarme un polerón para cambiarme. La caza de éste no duró mucho. En el segundo local consultado lo adquirí. Los del primero eran muy poco discretos en los estampados. La prenda resultó ser bastante gruesa, con polar por dentro, lo que me quitó el frío de inmediato, pues me la "encasqueté" allí mismo. 
   A mediodía, por una media hora, el cielo dejó de llover y las personas, cual callampas después de la lluvia y sol, aparecieron como por ensalmo. Fue el momento propicio para tomar sol y alegrarse, pensando que la vida era bella, que ya no llovía, que mis pies estaban secos y que ya no tenía frío.


En ASTORGA...
...maravillada, es lo menos que puedo decir, cuando salí de la Estación de Autobuses y vi, frente a mí, mis objetivos de la visita a esta ciudad: ahí estaban, iluminados y soberbios el Palacio de Gaudí y la Catedral. ¡Extraordinarios!  
No había ningún taxi alrededor así que pregunté dónde quedaba el hotel y, para mayor alegría, me dijeron que estaba detrás del Palacio. Sólo tuve que cruzar la calle, subir una corta escalera, pasar por los alrededores y allí estaba mi lugar de alojamiento. ¡¡Qué mejor!! No demoré mucho en instalarme, tomar un pequeño refrigerio y salir a la caza nocturna de imágenes. Sin necesidad de plano de la ciudad, pues es pequeña en comparación con otras visitadas, me di a la tarea de reconocer el lugar, en sus calles aledañas, tomando fotografías de lo posible. Me gusta tener las dos versiones, si la iluminación lo permite, de los edificios que llaman mi atención. A veces, la noche les da un aire de misterio y fantasía fascinante. Lo ideal es tener primero una visión diurna de los edificios para luego ver su imagen nocturna, porque a la inversa suele suceder que a la luz del día
(como en otras situaciones de la vida) desaparece parte de la magia.


En PALENCIA...
...mientras caminaba a orillas del Río Carrión, entendí por qué ese sector se llamaba Parque dos Aguas. En un tramo, el río se divide debido a una pequeña isla y el cauce sigue su curso, inquieto, por la hoya fluvial, en dos direcciones que, luego, vuelven a transformarse en una.
 El sonido del agua se introduce en el cuerpo y te calma. A ratos, disputan mi atención los patos o unos pajaritos, albinegros, muy llamativos, y que he encontrado en diversas situaciones de este viaje. ¡Son hermosos!  
Camino casi solitaria. A ratos, suele cruzarse en mi camino algún deportista o un ciclista. O el dueño/a de un perro que lo ha sacado a pasear. El día está fantástico, de la temperatura adecuada para no desabrigarse. Una brisa mínima, sólo para refrescar se siente a ratos. Mañana relax y de unión con la naturaleza. ¡Qué mejor!


En ZAMORA...
...una persona frente a unas 40 que parlotean a destajo...¡¡Uff! Casi como ave en corral ajeno y, como estamos aquí, podría decirse como cigüeña en nido extraño. Sin embargo, el bullicio de las conversaciones y los gritos de los niños no es más que música de fondo, mientras yo disfruto de un almuerzo gourmet, uno de los mejores a la fecha. 
Un vino que se me ha subido a la cabeza y  tiene embotada mi par de neuronas (medalla  de oro 2016 en un Concurso Mundial en Bruselas, ¡¡bien!!). Las voces, de ninguna manera en sordina, impiden hablar, pero como estoy sola y a espaldas de los parlantes, cero problema.  Sigo degustando el vino (Valbusenda, Toro, Roble 2008 con denominación de origen). Saldré seguramente "balbuceando", pero no importa, no tengo obligación de conversar con nadie. Espero el postre.  
El ambiente es absolutamente grato y embotante, después del frío y viento gélido de la mañana a orillas del Río Duero, tan frío
(aunque las farmacias indicaban 2 grados, a mí me pareció 0 grado) que debí entrar a un café-bar y servirme un americano delicioso y gratificante. Era primera vez que lo hacía. Se veía luminoso el local, blanco y la joven que atendía era rubia (jajaja). Necesitaba ir al  baño y recurrí a ello, pero el café me reanimó.
   Después, al cruzar el Puente de Hierro y ver un par de carpas modestas (fabricadas con restos de tela) en una pequeña isla a orillas de la ribera del Duero, donde un hombre estaba tratando de hacer unos arreglos precisamente en su "vivienda", no me sentí de lo mejor y el efecto benefactor del café llegó hasta ahí: yo quejándome internamente del viento y el frío y allí había personas que vivían a un paso del agua, a merced del viento, sin ningún servicio básico y, lógicamente, en situación de completa precariedad. 
La realidad golpea, a veces, nuestro cómodo mundo. Felizmente, ¡¡no soy culpable!! (evito decir, "soy inocente", pues no me parece lo mismo)...