Han pasado días, con sus respectivas noches. Todo normal en este punto y parece que por el momento seguirá así, pues aparte del eclipse, la CC no tiene contemplada la necesidad de rotación de días y noches...por ahora -espero no equivocarme, 😡-. En esta docena de jornadas no he estado inmersa en la inactividad, como otros. ¡No, señores! He estado haciendo diferentes cosas, todas - o casi- dentro de la categoría de lo que se considera normal: cocinar, elaborar pan y otras exquisiteces de ese ámbito, asear mi m2, cuidar el huerto-jardín, incluido el riego cada tantos días, informarme, ver Netflix -o intentar al menos-, salir de compras y ...leerrrr, por supuesto, mientras tanto, ahora, escribo. A eso, hay que agregar, la recepción en palacio de un par de amigas queridas, la asistencia a una reunión de los habitantes del edificio y la visita al parque donde está mi hija. Esos detalles por el momento. Ahora, entremos en tema.
Nunca me había quedado muy claro el vocablo Leviatán, tal vez porque no soy, ni de lejos, estudiosa de la Biblia, ni siquiera como texto literario. No, aquello no va conmigo, ya lo saben. Aunque eso no quiere decir que no he leído más de algún pasaje o que me he interiorizado por terceros de algún personaje, hecho o sección específica. Había escuchado acerca de él, pero aparte de saber que es un ser mitológico, con características monstruosas (cercano a un dragón 🐲) todo quedaba muy circunscrito al dogma cristiano anterior al génesis, representando al caos y a la oscuridad y, por ende, al Mal. Fuera del ambiente teológico, aplicándolo a nuestro tiempo y lugar -hic e nunc-, para algunos el Neoliberalismo, para otros, el Comunismo, representarían al Leviatán moderno, fuente de todos los males habidos y por haber. Para los primeros, la clave del exterminio del 'ente maligno' parecen ser las "transformaciones profundas"; para los segundos, una asonada. Yo, lo único que sé y he experimentado es que, desde mi minúscula perspectiva humana ya en decadencia, antes de entrar en un ataque de pánico con los leviatancitos de palacio que de pronto se hacen presentes, descargo toda mi fuerza física en mi pie derecho y los envío a su caos telarañado transformados en pulpa.
No me ha resultado fácil aplicar el concepto a la novela Leviatán de Paul Auster, un relato extraordinario. Si bien Peter Aaron -alter ego de Auster- nos informa que llama así a la historia pues aquél era el nombre de la obra incompleta de su amigo Ben, no cabe aceptar de buenas a primeras esta respuesta como válida, pues no deja de ser recurso literario, porque Ben es un personaje ficticio. Por lo tanto, hay que buscar la explicación en el mundo del relato. ¿Será acaso su entrañable amigo el Leviatán que sembró el caos en distintas ciudades norteamericanas poniendo bombas en las réplicas de la estatua de la libertad? ¿O en realidad es la propia sociedad estadounidense el Leviatán al que hay que despertar, provocar y destruir antes que él extermine a sus componentes?
En las primeras líneas de la novela, Peter afirma saber quién es ese desconocido que ha muerto despedazado mientras manipulaba una bomba en Wisconsin y decide, antes de que la 👮♂️ 👮♂️ descubra su identidad y se erija en torno a los restos de ese desconocido toda una red de especulaciones, falsedades y mitos, contar la historia de su amigo, esperando tener el tiempo suficiente para terminarla antes de que develen el misterio. Es así como regresa en el tiempo al momento en que conoció a Benjamín Sachs, su gran amigo. Para ello, debe también revelar su propia historia, indisolublemente unida a la de Ben, un joven escritor con una primera obra exitosa, escrita mientras permanecía en la cárcel por ser objetor de conciencia contra la guerra de Vietman. Es una historia que recorre los años de la mutua amistad, que le sirve al propio Peter para detectar los atisbos de la tragedia final, que, sin embargo, no logró captar, inmerso como estaba en sus propias pequeñeces y mezquindades. La obra tiene la virtud de ir envolviéndote en la trama y, paso a paso, ir uniendo las piezas que explican el final sólo cuando ya es demasiado tarde. Cada persona conocida, cada acción emprendida tienen un significado y un peso en el trágico desenlace. Nadie ni nada es inocuo y los eventos se van encadenando y sucediendo de la única manera posible para conducir al momento postrero. Es la historia de un hombre que pareció haber encontrado su camino pero se perdió en el trayecto de una búsqueda permanente, consumiendo pequeños sucedáneos que no lograron satisfacerlo. Un ser humano que, en solitario, sufre la sinrazón del sinsentido de la vida y que, desde una mirada simplona y políticamente correcta, uno podría pensar que la habría desperdiciado vanamente, pero que desde su propia mirada era el único destino posible. ¡Uff!
En estas jornadas mis lecturas casi han resultado un cercano parangón con aquellos chistes blancos de antaño en que participaban y competían personajes representantes de distintas nacionalidades, con las características propias de su idiosincrasia. Aquí no hubo competencia, nadie ha ganado (al menos no me inclinaré por ninguno en particular), simplemente son los autores de los tres últimos textos leídos, todos con un elemento en común: la muerte y su misterio. El primero y ya comentado es estadounidense (Paul Auster), el segundo, francés (Pierre Lemaitre) y el tercero, español (Juan Gómez-Jurado).
Vamos con el segundo, Pierre Lemaitre. De él ya leí hace unos años la novela "Camille", policíaca, ¡impresionante! En esta ocasión fue Vestido de novia, no menos impactante. Sophie casi se arrastra por la vida. La muerte la rodea. Hace muy poco murió su suegra, luego su esposo y ella no ha logrado recuperarse del todo. Al contrario, las pesadillas están haciendo de su vida un infierno y, si sigue así, durmiendo apenas, tratando de trabajar en un estado de letargo, con numerosas situaciones de olvidos, acusada de pequeños robos en supermercados que no recuerda haber cometido y otra serie de errores que casi la están volviendo loca, no podrá seguir adelante. Ha perdido su trabajo profesional por una equivocación imperdonable, pero debe ser viviendo. Consigue un puesto de cuidadora de un niño de seis años, con quien logra una muy buena relación inicial que se malogra, hasta encontrarse con el horror de la muerte del pequeño que no recuerda haberla realizado aunque los indicios la acusan. Huye casi enloquecida y, en su fuga, mata a una joven que la había acogido en su casa. Hay una orden de búsqueda nacional, pero logra escabullirse. Cambia de identidad y se da -tiene- un plazo de tres meses para encontrar un futuro marido, que le permita cambiar de apellido y llevar una nueva vida. Lo logra. El candidato, desechado al comienzo, es el mejor disponible,😭. Sin embargo, Franz, tiene su propia historia y su agenda. Conoce más a Sophie que ella misma y esto, su casamiento con ella, es la última etapa de su plan. ¡Tatatatán! ¿Cuál es la relación entre ambos? ¿Quién alcanza sus fines? ¿Cómo se desarrolla de aquí en adelante la trama? Te aseguro que es espeluznante lo que sucede. ¡Un thriller digno de los numerosos premios obtenidos!
Tercer y último participante: Juan Gómez-Jurado con Reina roja, una novela que vi en muchos de los escaparates de las librerías españolas durante mi último viaje (¡Ay!, ¡cómo añoro viajar! El segundo semestre reinicio, en espera de que cualquier Leviatán pandémico no resurja de las cenizas, toco madera, 👀). Es el primer volumen de una trilogía me acabo de enterar (me apuraré en terminar esta columna para buscar las otras partes,😉). Las 500 páginas se leen a una velocidad vertiginosa. ¡Es que su trama es muy adictiva!, además de que la vida de Carla depende de la rapidez con que Jon, un robusto policía de Bilbao, castigado y enviado a Madrid (no es que esté gordo, piensa él reiteradamente, 😳 ) y Antonia Scott, la "Reina roja" (aludiendo al personaje de "Alicia en el país...") resuelvan el asesinato de un adolescente y del posible crimen de Carla, cuyo secuestro y modus operandi son indicadores de que están frente a un asesino serial. ¡Muy interesante!
No acostumbro a leer preferentemente este tipo de relatos, aunque sí a ver seriales y documentales. He descubierto que pueden constituir una excelente estrategia para prevenir el alzheimer, 😁.Mantienen la atención en vilo, obligan a recordar detalles y la adrenalina se activa más que de ordinario. Lo que sí no deja de llamar mi atención e inducirme a cuestionamientos acerca de los rasgos psicopáticos y/o sociopáticos que puedan tener los autores y lectores de estos relatos, Dios guarde a la que escribe, 😅. Hasta pronto y buena lectura.
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