El olvido a veces es grande y profundo. He comprobado que he dicho cosas, que he realizado acciones que no recuerdo en absoluto. Otras personas, testigos o protagonistas, me las han traído a la memoria en más de una ocasión provocando sorpresa y extrañeza en mí, que sigo en blanco, a pesar de los detalles agregados. Qué provoca este olvido tan intenso lo ignoro. Unos dirían que puede deberse a la falta de significación del hecho en cuestión. Asumo esto en algunos casos pero no me conformo con esta respuesta para todo. Sé que hay más razones. Por ejemplo, el psicoanálisis plantea el olvido como un mecanismo de defensa de tu "yo consciente". Pero no es el caso. Nada hay de desagradable o doloroso en estos olvidos personales. Para muestra un botón: olvidé completamente que había leído otra novela del escritor chino Gao Xingjian que tengo aún en mi biblioteca física...y a mí ¡me gusta leer! Alguien podría aludir a la falta de interés en el texto, pero eso no es posible, pues subrayé con destacador algunos párrafos (verde intenso y fucsia furioso, 😃) y eso casi nunca lo hago. Por qué lo olvidé, lo ignoro (tal vez si me someto a una sesión de hipnosis podría enterarme pero yo no creo en aquello, 😁). La cuestión es que completé una segunda lectura y esto es lo que me gustaría compartirles.
Ya les he contado más de una vez (parece que me estoy repitiendo, 😂) que me gusta lo futurista y como soy una descreída acérrima, obviamente las utopías pueden ser un anhelo en lo profundo de mi arca de los anhelos, pero que está tan al fondo que ya no ve ni podría ver la luz, como esos ciegos peces abisales. Por lo que el Paraíso Perdido, Shangri-Lá o la Sociedad Nueva del mundo comunista no caben en una realidad terrestre ni celestial que yo pueda aceptar como posible. Y lo que yo no acepto NO ES ( 🙈 🙊 😜 😅 😂, reacción cartesiana).
Fuera de bromas, así como somos y vamos -a la especie humana me refiero- sólo DISTOPÍAS son posibles a futuro, aunque ya las haya en muchos lugares en la actualidad, sólo que no las conocemos, no las vemos o nos negamos a aceptarlas. Total, si no me afectan, para qué preocuparme (que conste que no tengo espíritu de activista; ya dejé la romántica adolescencia y la etapa de profesora idealista tras mío hace un buen rato).
Menciono esto porque en la novela El libro de un hombre solo de Gao Xingjian me encontré con el distópico mundo chino de los tiempos de Mao Zedong, que no deja de parecerse a la Sociedad "perfecta" de la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley (publicada en 1932), sólo que con menor tecnología. Los mensajes cotidianos al comienzo de jornada, la transmisión constante de eslóganes positivos instando al trabajo conjunto, a la feliz vida comunitaria, al agradecimiento y cuasi-adoración del Gran Líder son casi calcados de la novela de Huxley, aunque el escenario de ésta sea en un futuro indeterminado y profético.
El "tú"-protagonista de El libro de un hombre solo está en Hong Kong. Ha llegado hasta allí a participar en la representación de una de sus obras de teatro, prohibida desde hace unos años en el continente, China (hecho autobiográfico). Allí conoce a Margarita, una alemano-judía, quien lo insta a recordar su vida anterior, a exorcizar esos recuerdos dolorosos y los no tantos cuando perteneció a ese mundo y escribirlos. En capítulos intercalados, "él" aparece en distintas situaciones, siendo una pieza más de esa maquinaria imparable que, quincenalmente, va lanzando y promoviendo campañas y movimientos colectivos (El Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural, Tres Anti, Cinco Anti, Las Cien Flores; los Movimientos de la Reforma Agraria, Antiderechista, Sufán, etc.) en los que se ve obligado a participar como el que más para no ser acusado de contrarrevolucionario y depurado por sus compañeros, que no amigos. En ese mundo no tienes amigos, sólo camaradas; ni la familia es confiable, pues puedes ser acusado y denunciado de individualista, de conservador, de traidor a la revolución y eso te significaría, en el mejor de los casos, el envío a una granja de reeducación, donde tampoco serás bienvenido porque eres citadino y nada sabes de la vida campesina. Si tienes definitivamente "mala estrella" serás ajusticiado a golpes, con una bala, colgado como un pollo ...o desaparecerás misteriosamente, sin que nadie pueda buscarte o preguntar por ti, pues arriesga correr la misma "suerte". Luego de aquello, el lugar donde vives será rápidamente ocupado por un camarada y ya de ti no quedará más memoria. ¡Finito!
No vayan a caer en la tentación de creer que yo ignoraba lo que ocurrió -y sigue ocurriendo en más de un sentido- en China. Pero no es lo mismo conocer aquello por medio de un texto objetivo-informativo o histórico que en primera persona (o en tercera, a través de este "él", del cual el "tú"-protagonista es más bien un observador). Gao Xingjian logra transmitir el miedo cerval, primigenio, de ese ser humano que grita más fuerte las consignas, que canta más alto las canciones revolucionarias, que controla férreamente sus emociones, que mantiene los ojos bajos para que quienes lo rodean no sospechen, ni puedan, por una fracción de segundo, darse cuenta que él sigue siendo un individuo, que no es una oveja, que no es una pieza más de la gran maquinaria revolucionaria. Por ello, opta por la soledad, inhibiendo al máximo incluso su vida sexual, porque hasta hablar dormido es un riesgo latente. Logra engañar al sistema tal como el protagonista de Un mundo feliz, Bernard Marx (¡qué apellido!), pero el costo emocional y afectivo es tremendo.
Hace poco vi la película "Inquebrantable" y hubo momentos en que estuve a punto de dejar hasta allí su visualización, ya que no su "disfrute". Una verdadera catarsis. Cuando leía a Xingjian no dejé de pensar en el protagonista del filme, Phil, cuya heroicidad para nada es equivalente a la del personaje de la novela. "Él" no presenta una oposición activa; al contrario, se mimetiza y trata de pasar inadvertido. ¿Será por ello más admirable Phil y más condenable "Él"? Es una postura humana compleja la de evaluar desde la comodidad de un sofá. Habría que estar "en sus zapatos" para calificar, por ejemplo, de valiente o cobarde al uno o al otro. Cada vez que veo cómo los norcoreanos aclaman a su líder pienso si cada uno de esos cuasi-robots son "creyentes" o no. En la historia leída, la Revolución es más que una acción política, es una Religión, en la que abundan las "confesiones ideológicas" y las "sesiones de autocrítica", en que los "malos elementos" son desenmascarados y castigados, eliminándolos de ese "mundo feliz". La privacidad no existe, es una lacra burguesa y contrarrevolucionaria, así que no te atrevas a desear para ti un pequeño espacio personal.
" Al principio no había enemigos, ¿por qué había que crearlos? Acabas de darte cuenta de que si todavía tienes un enemigo, sólo es la sombra que ha dejado en tu corazón el viejo Mao, hoy ya muerto y bien muerto. Lo único que quieres es salir adelante, es inútil pelear contra la sombra de un hombre muerto y malgastar el poco de tiempo de vida que te queda.
"En la actualidad no tienes doctrina. Y un hombre sin doctrina se parece más a un hombre. Un insecto o una hierba tampoco tienen, tú eres un ser vivo al que ya no manipula ninguna doctrina, prefieres ser un observador que vive al margen de la sociedad, que, aunque no pueda evitar tener un punto de vista, una opinión y alguna inclinación, no tiene doctrina ; ésa es la principal diferencia entre el "tú" presente y el "él" que observas" (pág. 192)
Conocer parte de la historia de un pedazo de nuestro planeta nunca está de más -el conocimiento no ocupa lugar, dicen- y así, al menos, evitarás que te cuenten cuentos. Hasta pronto.
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