viernes, 2 de julio de 2021

David vs. GOLIAT

 


  Cuando el 23 de marzo me levanté animosa y dispuesta a realizar la "inversión" de esta última parte de mi vida, no pensé  que iniciaba un largo periplo de varios malos ratos con resultado -0 para mi tranquilidad mental. 

   Sucede que en los pocos más de 15 días que estuve en La Unión a fines de febrero y hasta la primera quincena de marzo de este año en casa de mi hermana me lo pasé divinamente, cual Buda sentada, monopolizando su bergere, en el cual estaba la mar de cómoda, como conté en una ocasión anterior. Quedaba tan bien instalada que decidí hacer un gasto extraordinario -una inversión más  bien- y comprar uno exclusivo para mi principesca persona una vez estuviera de regreso en palacio. Pensado y hecho. Investigué, coticé y decidí. La compra no duró más de 5 minutos, cash cash, pero la entrega era dentro de casi dos meses. ¡Nada qué  hacer! En las otras tiendas, la demora era mayor. Bueno, me dije, con tal de que llegue antes de mi cumpleaños, antes de que termine la pandemia y antes de que salga "cascando" una vez nos levanten todas las restricciones, está  bien,👍.     

    Si les contara todo lo que soñé "echada" en mi bergere, descansando merecidamente de la vida, no me creerían. No vayan a pensar que sin-bergere todo ha sido sufrimiento. ¡Para nada! La cuestión es que una semana antes de la fecha de su llegada hice un cambio de la disposición de los muebles para dejarle el espacio más idóneo. Instalado allí, el goce estaba asegurado. Llegó la tan esperada fecha, lunes 17 de mayo. No salí  ese día: me dediqué  a esperar  su llegada. Cada tanto, cual Julieta esperando a su Romeo, me asomaba al balcón a ver si venía por allí, a hombros de algún  levantador de pesos, 😁. ¡Nada! Miraba mi celular, nothing... Esperé todo el día cual Penélope, no porque estuviera tejiendo en el intertanto, sino por la absoluta fe en el proceso. Seguí esperando hasta el siguiente día. Pasado el mediodía me acerqué al local de Falabella e hice presente mi inquietud. Una vendedora me señaló que estaban demorando hasta dos días, así que no se preocupe, me dijo. También la respuesta telefónica fue similar. ¡Uff! Respiré tranquila y no me preocupé. Rápidamente fui a realizar unas compras y recomencé la espera.    

   Pronto dejé de esperar y volví a mi vida normal-sin-bergere, cada vez más desesperanzada del mundo. En esos días había ido a dejar a ABCDin mi "flamante" máquina para hacer pan con el objeto de que sea enviada al servicio técnico de Santiago. Ella no-hacía-pan pues sólo había funcionado una hora y media cuando la tuve en mis manos el 28 de marzo. Debí esperar que terminara la cuarentena para que sea recibida en ABCDin, por lo que ya estaba curada de espanto.  En fin...

   El 28 de mayo, con las esperanzas rotas y el espacio vacío en el salón de palacio, llamé a Atención al cliente. No hubo claridad en la respuesta, nada concreto: que había habido unos problemas, que los estaban solucionando, pero nada más.  Ipso facto, decidí, in extremis, desistir de la compra. La telefonista me pidió  antecedentes de mi número de mi tarjeta bancaria. Le dije "hasta luego" mejor y me fui a la tienda con la bilirrubina marcando altos índices. Allí busqué a la culpable de mis pesares: la persona que me había hecho la venta, 😠.  Y ahí empezaron los trámites: que debo llamar, que está lento el sistema, que espere un poco... Habiéndome hecho esperar lo suficiente para ver si me arrepentía del paso dado, me pidió número telefónico para llamarme apenas esté iniciado el trámite de devolución de dinero y que no estuviera esperando más tiempo. ¡Las pinzas! Seguro que me iban a llamar, 😡   

    Volví el 31 a la tienda. Le enrostré a la buena señora su incumplimiento. Esta vez buscó a la "Jefa" y ella inició la tarea de solicitar la devolución de dinero. Luego de más de una hora de una "cómoda" espera, cambiando de un pie a otro el peso de mi bello cuerpo, completando puzzles lingüísticos digitales en mi celular, la Jefa me avisa que el trámite está ingresado y que me llegará durante el día una copia de la solicitud de devolución de dinero, en el cual constaría cuándo me devolverían el dinero. Esta vez sí llegó el correo (lo entregaba el sistema, por suerte). En él se me comunicaba que en 15 días, "a más tardar" se me transferiría mi dinero. Curioso resultó leer que los que usaban tarjeta Falabella o alguna tarjeta de crédito bancaria no debían esperar más allá de 72 horas. Los que habían pagado en efectivo o con débito debían hacerlo una quincena. ¡Qué ironía!   

  Llegó el 22 de junio y, estando en cuarentena, llamé. La Srta. no sabía por qué no se habían cumplido los 15 días, pero el proceso estaba "en desarrollo", como dicen los periodistas. Prometió dejar constancia del reclamo y solicitar que se me llame para una respuesta más clara. Obviamente, no es necesario ser ningún adivino para saber que nadie llamó. Sin embargo, aún confiando en la Humanidad (el documento de la solicitud no hablaba de 15 días "hábiles" para transferir) les di el beneficio de la duda, pues debía, rápidamente, ir a resolver el caso "máquina-para-hacer-pan-que-no-hacía-pan". Resultó que el famoso aparatito "no tenía arreglo" -textual-, así  que las alternativas eran cambiar la máquina por otra o pedir devolución del dinero. Lógicamente pedí la devolución pues en todos estos meses transcurridos -tres- ya había recuperado mi mágica mano panadera.    

   30 de junio: ¡Ring! Llamé nuevamente y por última vez. Seguía la situación "en desarrollo" y estaba detenida la devolución por estar pendiente el despacho. Ahí me enojé, pero traté de no desquitarme con la pobre telefonista (por suerte era connacional, porque a los extranjeros a veces ni se les entiende lo que dicen). Consultaba a su supervisor pero no había ninguna solución. Debía concurrir a la tienda donde había realizado la compra. Fui. Estaba abierta pero no atendía reclamos, pues estábamos en cuarentena, 😢. 

    Fue el momento en que decidí "vengarme". Aún sabiendo que igualmente debían devolverme el no poco dinero, recurrí a SERNAC. Mi reclamo resultó un verdadero modelo de claridad y precisión, con comprobantes incluidos. ¡Precioso quedó, como para enmarcarlo! A los instantes recibí el acuse de recibo con fecha posible de resolución. Me sobé las manos de satisfacción, 😁.   

   Ya tengo en mi poder el equivalente a un sueldo mensual bajo el colchón, jajaja. En la mañana fui a la tienda, busqué a la "Jefa". No tuve necesidad de decirle que los había denunciado a Sernac. Todo mi "prontuario" de reclamos y llamadas estaba en pantalla. Igual me hizo esperar... la muy jefa. Luego de poco más de una hora tuve mis dólares en la cartera. Fue tanta la emoción, que no pude volver inmediatamente a palacio a descansar. Necesitaba quemar las endorfinas liberadas, así que caminé y caminé. Cuando ya estuve más calmada, jajaja, regresé a palacio con la hora justa para servirme un sabroso plato de "pantrucas" que preparé ayer y del que me quedaba una porción. David había vuelto a ganarle a Goliat.   

2 comentarios: