jueves, 15 de julio de 2021

Vibras...

   

    Hoy, al retomar mi sana costumbre de quedarme en palacio sin salir a patiperrear por cualquier motivo, me he dado cuenta de que había estado dándole largas a la lectura intensa y extensa. Tomo conciencia que se hacía necesario una moderación en mis exacerbados hábitos hortícolas. Ha llegado el momento de la espera del sembrador, de la visita temprana a primera hora del día (de "mi" día,  independiente a la hora que deje la cama), del riego cotidiano y nada más.    

    Estar a cada rato yendo a mirar para ver si descubro la magia del crecimiento de cada semilla o planta ya es enfermizo, 😂,  y es tiempo distraído que puede ser mejor aprovechado. Incluso creo que he llegado a estresar a alguna de mis siembras tanto revisarlas a cada rato y "echarles un ojo". Deben ya estar paranoicas las pobres. Debo asumir que todo tiene su tiempo de desarrollo y de fructificación, que no cambiará por más que yo desee que se apure, que se abrevie y que se deje de demoras.  Como dice un texto por ahí  "hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar..." (jejeje).

    Así que he dejado de pisar el acelerador, he dejado de azuzar los bueyes e ir, piano piano va lontano, lo que no deja de suponer un esfuerzo para mi espíritu inquieto y apurón.

 [Abro paréntesis: viene hasta mi memoria un cuento-largo o novela-corta que leí hace miles de años y que no he olvidado, "Un espíritu inquieto" de Manuel Rojas, una verdadera belleza de relato con el que me identifiqué alguna vez. Recuerdo que, junto a la breve novela "La amortajada" de María Luisa Bombal y otro texto que en este momento no viene no recuerdo, los utilicé como base de un trabajo de literatura para formular una hipótesis acerca de la visión que tenían algunos escritores chilenos sobre la vida y la muerte. ¡Ideas mías no más,  😉!...Cierro paréntesis]. 

    Alguna vez aprenderé a ser más reposada (voy camino a eso  creo) sólo  que en esto me parezco a Sto. Tomás  (no en lo de "santo/a" precisamente). Debí darme cuenta que mi primera familia de setas 🍄 🍄🍄, más que crecer se había detenido y adquirido un color cadavérico. Cuando capté aquello fue el momento en que me dije ¡basta! : el amor excesivo también es dañino , 😂.  Así  que ahora no las voy a visitar a cada rato, sino unas pocas veces nada más. Y también les rociaré menos agua, salvo que las vea con la lengua afuera.   

    Esto de las buenas o malas vibras es altamente contagioso, ¿se han fijado? Somos tan receptivos los humanos (los que no se han transformado en cuasi-máquinas por alguna razón) que captamos de manera subliminal o a través de los vellos corporales (cuando no se es lampiño) las buenas o malas vibras. Nos damos cuenta de un ambiente cargado de mala o buena onda casi al instante, cuando somos más intuitivos y/u observadores. Y quiera uno o no, si las vibras son negativas nos afectan y contaminan. Lo bueno es que no es permanente y uno no arriesga irse a la UCI por eso. Claro que para lograrlo uno tiene que ver más allá  de su propio ombligo, de otra manera es imposible captar las señales.  Simplemente no te das cuenta de nada de lo que "se teje" a tu alrededor.  

    Si las malas vibras son colectivas el efecto en el individuo es mayor. Lo mismo sucede en caso contrario; si son buenas levantan cualquier ánimo decaído. Por eso estos tiempos han sido dañinos para muchos, beneficiosos para otros. En lo personal, he sido menos afectada, por mi tendencia antisocial. Claro que mis plantas están  a punto de exigir atención  psicológica,  😂.  Pero eso no quita que una o más  llamadas telefónicas  mejoren el ánimo,  que unos wsp te alegren el momento y te den compañía, amén de los recursos personales que uno ha implementado para sentirse bien y en paz con la vida.     

    Anoche terminé  de leer una novela que creí haber leído en tiempos de universitaria. Al bajar el telón  de esta narración de más de 900 páginas, no puedo asegurar si era ésa la novela que leí o no. El título, Los cipreses creen en Dios, removió  mi memoria, el nombre de su autor, también: José María Gironella. Sin embargo, aunque no estoy absolutamente  segura creo que efectivamente la leí, sólo que la olvidé por completo. ¿Puede suceder aquello? Por supuesto, sobre todo si fue una lectura obligatoria realizada a matacaballos entre tantas otras lecturas. Lo que nunca me olvidé fue el significado de los "cipreses" en el mundo literario, especialmente  en el español, en que son símbolo de 'muerte', por ello estoy más por sí que por no. Además, ha pasado tanta agua bajo el puente, que es posible que la memoria me haya jugado una mala pasada. En tiempos universitarios no era preocupación ni tema de mucho interés personal leer algo acerca de una guerra sucedida en ultramar menos en la primera mitad del siglo XX. En la actualidad, llevo leídas numerosas novelas, de distintos autores en relación al mismo acontecimiento.  A pesar de ello, pareciera no agotarse.    

  Decidí comenzar la lectura de la tetralogía por varios motivos. 1, por su título, que me trajo el recuerdo de los cipreses vistos en la ciudad española de Guadalajara en una plaza creada en homenaje a los caídos durante la Guerra Civil, ubicada a un costado el cementerio, cipreses de por medio. 2, porque el escenario de los acontecimientos se desarrolla en una ciudad que visité y me gustó mucho, que espero volver a visitar: Gerona o Girona. 3, porque el relato comienza con los acontecimientos que incubaron la conflagración y yo contaba con menos antecedentes de aquello.   

    Si bien es cierto, tal como lo advierte el autor antes del inicio del relato, no todo lo que "cuenta" la novela sucedió precisamente en Gerona, sí sucedió, aunque haya sido en otra parte. Son las licencias que los autores de ficción pueden tomarse independiente de que sea una novela histórica. La verdad es que la hermosa ciudad amurallada de Gerona, con su río y sus puentes, con sus bellas construcciones religiosas medievales en el antiguo centro histórico, no ha perdido su encanto, que, sin duda, debió  ser muchísimo mayor antes de la guerra fratricida.   

   Los cipreses creen en Dios es el relato ficticio en el que he encontrado mayores antecedentes previos, valga la redundancia, de la guerra civil y de ambos lados. Con mucha habilidad, el autor muestra el avance de los acontecimientos a través  de la vida cotidiana de los cinco integrantes de una familia de clase media. Ellos, en su quehacer diario, ya sea como jefe de familia, madre o hijos-estudiantes, se van relacionando con diferentes personas y entidades de la comunidad, van fijando posturas, evaluando, aprobando o rechazando y actuando según sus principios y circunstancias frente a lo contingente. Sin ser actores en la sórdida lucha por el poder que se ha polarizado completamente en el país y en la ciudad (que ya no mide consecuencias, sean éstas parte de la misma alianza  o frente político) son víctimas de las arbitrariedades de un segundo gobierno republicano que cae en la anarquía y en el caos, provocado por sus propios integrantes, que pretenden imponer las mismas medidas que tanto  "éxito" han alcanzado en la URSS en los campos y en las ciudades españolas, sin considerar para nada la parte del país que no está de acuerdo con ellos ni sus métodos, incluidos partidos de la misma coalición  o adversarios políticos. Se espían entre sí, se disputan el protagonismo, realizan acciones revolucionarias o las entorpecen. Caída la primera víctima, los pudores morales dejan de tener importancia y la escalada se produce. En el sector contrario, los derrotados en las urnas  y minoritarios también estudian su actuación, establecen planes y acuerdos secretos por el "bien de la nación", hasta que llega en momento de las definiciones y de la acción. La sublevación es exitosa en Gerona pero no en Barcelona, de la cual depende administrativamente. Por tanto, deben rendirse ante la realidad y entregar el control que tuvieron por unas horas. La revancha no se hace esperar, sangrienta e incendiaria, incontenible e irracional. Es el inicio de la guerra civil, 19 de julio de 1936 (dos días  antes había comenzado en el norte de África, en territorio colonial español). 

   Todo esto no es nada nuevo. Todas las guerras civiles y las revoluciones tienen similar gestación. Y es por eso que no resulta tan difícil para una persona informada y estudiosa, además con una amplitud de criterio, observar en la propia realidad señales indesmentibles que pueden conducir a un camino sin retorno y a heridas que requieren de décadas para cicatrizar. Cuando los aires sociales se enrarecen y las vibras vibran con intensidad cargada negativamente, es muy difícil dar marcha atrás. Los líderes vociferantes se multiplican como callampas bajo la lluvia de septiembre (antes, al menos era así; ahora en pleno cambio climático, hasta lo normal ha dejado de serlo). Hoy, a nivel público, en nuestro país, no se conversa ni dialoga, se grita; no se intercambian ideas, se ataca verbalmente; no se cree en los demás, se desconfía de todos; yo tengo la razón, los demás están equivocados, como si ésta fuera  única e indiscutible.  

   En fin, por eso "converso" con mis plantas, porque no me pueden responder. Ya algún grado de contaminación me ha alcanzado. No sé cuánto. Ustedes pueden juzgar. Va este botón de muestra: hace un par de días nada más escribí a TVN noticias para solicitar que "mejoren" o reemplacen a una periodista porque ya no la soporto. Obviamente no me han contestado, 😞.  Resulta que una de mis secciones favoritas de los noticieros televisivos nacionales (que sólo "disfruto" a las 13 horas) es la información internacional, que veo en Chilevisión y TVN. En este último canal, los días festivos y fines de semana, hay una periodista que tiene serios problemas de reiteración, abundancia de muletillas y comunicación enredosa. Se llama Sofía (¡'sabiduría' nada menos!). Ya me resulta un suplicio escucharla y por eso, basándome en mi derecho a emitir una opinión respetuosa y con fundamentos, envié mi sugerencia, firmando con mi nombre como corresponde y agregando con orgullo "Profesora de Castellano". Si no consideran mi petición deberé  eliminar esta sección en aquella cadena televisiva por el bien de mi salud mental. ¿Ustedes que opinan? 😥.





     

viernes, 9 de julio de 2021

Pinturas...

  

    Ayer en la tarde estuve pintando. Sí, tal cual lo leen. Usé  tonos pastel: un color sandía suave -o salmón-  (bien suave como el trozo de salmón que compré hace un par de días, que terminó  tan desvaído que parecía merluza: no era fresco, aunque estaba congelado; claro, eso no es garantía de nada; sin embargo estaba sabroso. Creo que no consumiré más salmón sino hasta que viaje a Valdivia; en el mercado establecido de acá cuesta la friolera de $ 15.000 y eso ya es un abuso), malva claro, amarillo ocre (bueno este último no era tan pastel, salvo que fuera de zapallo, jajaja). Seguro se preguntarán qué estuve pintando con esos colores. Super simple: unas botellas de plástico para transformarlas en maceteros. ¡No se rían! ¡Es verdad! Estuve oficiando de pintora de "brocha gorda", 😂.     

  Esto no es novedad para mí aunque hacía tiempo que no tomaba una brocha. También tuve a mano un cautín, con el que me anduve quemando un poquito, nada grave. Estaba abriendo orificios en las botellas-maceteros. También les di esta función a un fuentón grande que usaba para lavar ropa hace mucho tiempo y a un canastillo para ropa. Los tenía por ahí, arrumbados, en calidad de desempleados, y se me ocurrió darles una nueva oportunidad de ser útiles. Uno está lleno de dientes de ajos sembrados y el otro envase ya veré su destino. Por de pronto tiene los orificios instalados.    

   Esto de sembrar siempre me ha gustado, pero no creí poderle sacar tanto partido en estos tiempos en casa. Empecé con los germinados, que están a medio morir saltando. Unos porotos se fueron a la bolsa del compost: empezaron a oler mal y les salieron bigotes (jajaja, parece que les eché mucha H2O). Las semillas de chía se siguen haciendo las locas, mientras que no pasa nada con dos variedades de sésamo. Los gránulos de linaza parece que quieren asomar la nariz y hoy día he iniciado el proceso para unos porotos de soya que compré en un local  chino.   

   Lo que realmente ha sido una sorpresa maravillosa e inesperada es el resultado que llevo a la fecha con los champiñones, a los que no les tenía mucha fe (bueno, ninguna novedad diría  más de alguien, 😂). Cuando se me ocurrió incursionar en el terreno de los hongos (comestibles, aclaro) comencé a informarme a través de YouTube (fuente de casi todos mis conocimientos últimamente). Casi desisto al ver varios videos en que se planteaba necesario contar con una placa de Petri, jeringa,  matraz... ¡Chuata! , me dije, esto no es lo mío. Hasta había un señor con delantal blanco para agregarle más dificultad a la cosa. Yo, en la actualidad, sólo cuento con delantales de cocina, que pueden estar recién lavados pero no les falta una que otra manchita propia de los menesteres culinarios; los pocos blancos que tenía en tiempos de Cepech los deseché hace tiempo. También había un video de un joven lleno de tatuajes entre los cuales sobresalía alguna hoja de marihuana,  jajaja. Y más  encima hablaban en lengua: que el micelio, que las esporas, que había que usar un gel , ¡uff! Estaba a punto de renunciar a mi sueño por un rato (producir mis propios champiñones, ¡mmm, qué delicia!😋), cuando un joven más aterrizado y práctico explicaba en palabras sencillas y acciones menos esotéricas cómo obtener micelio de las "patitas" de las setas 🍄 y las esporas de la parte inferior del sombrero (de las callampas, claro, no del profesor). El alma me volvió al cuerpo. Siguiente tarea: comprar champiñones con el máximo de "patitas" sucias y "sacrificar" uno de ellos 🍄para obtener las esporas. Todo bien (estaban bastante  limpias las "patitas" de las 🍄🍄,  pero un par salían de la norma de limpieza). En un pequeño contenedor plástico (de ésos en los que uno guarda las porciones de comida en el congelador ) procedí  a sembrar los restos obtenidos. Las esporas se demoraron un poco más en salir a la luz pero algo vi (la mancha nada más porque son microscópicas; además, ni modo que yo pudiera verlas aunque hayan sido pequeñas). Aún no aparecen las primeras setas pero se nota el crecimiento del micelio en la tierra. Eso, con el primer experimento. El segundo, ha sido fantástico. Un día  encontré  setas-ostra en un supermercado. ¡Oh!😱, me dije. Voy a experimentar con éstas también. Éstas estaban más cochinitas, 😁. Realicé el mismo proceso: sembrado y acción para obtener esporas, la que resultó  casi nula. En fin, me dije, que sea lo que el champiñón quiera. Lo increíble es que ya la segunda siembra ha dado resultado óptimo, pues hay todo un surtido de callampas bebés. Así que deberé  darle tiempo al tiempo y ver los resultados, para luego llevar el experimento a "gran escala", es decir, en un contenedor que permita al menos prepararme un almuerzo con champiñones de vez en cuando.   

    Volviendo a la preparación de mis maceteros reciclados (pensar que por años estuve desechando los envases de H2O mineral), esperaré a que, además de secar la pintura, estén en el tamaño adecuado unos pequeños paquetes de lechuga morada comprados y unos cebollines para trasplantar. Me llego a frotar las manos imaginando aportar con más productos a mi comida cotidiana de lo que ya cultivo. En la actualidad tengo perejil, cilantro y unas acelgas medio raquíticas de mi propia mano. Los tomates cherry aún están en floración. Deseo ampliar la producción a lechugas, ajos, cebollines, pimientos, setas por supuesto y acelgas como Dios manda. Toda una producción de subsistencia,  además de los germinados.  Ya les contaré lo que resulta. 

    Mis flores no las he desatendido. Procedí al cambio de tierra y poda de algunas a las que nunca les había dado una manito en más de diez años. Me dio mucho trabajo sólo el hecho de sacarlas de los maceteros, no porque se negaran ex profeso sino porque eran pura raíz. La tierra la habían casi consumido completamente. Así que tuve que "entrar a picar" y vamos cortando raíces como loca. Quedaron preciosas (sólo espero que sobrevivan, 😂). A una enredadera que estaba con sus hojillas feas y secas simplemente le di el "sobre azul" y ocupé el sitio con un sembradío de cilantro.  

  ¡Ah!, casi se me olvida. En esto de buscarle utilidad a las cosas poco útiles, decidí pintar también unas lamparillas colgantes de vidrio (cuyo sentido original era portar velas) e instalé como moradora una lechuga en cada una de ellas. Ya veré qué resulta de esa vida en altura. El único problema es que debo "encararme" en una silla para poder regarlas. ¡No hay caso!, ¡siempre los de arriba abusando de los de abajo! 😉 .

viernes, 2 de julio de 2021

David vs. GOLIAT

 


  Cuando el 23 de marzo me levanté animosa y dispuesta a realizar la "inversión" de esta última parte de mi vida, no pensé  que iniciaba un largo periplo de varios malos ratos con resultado -0 para mi tranquilidad mental. 

   Sucede que en los pocos más de 15 días que estuve en La Unión a fines de febrero y hasta la primera quincena de marzo de este año en casa de mi hermana me lo pasé divinamente, cual Buda sentada, monopolizando su bergere, en el cual estaba la mar de cómoda, como conté en una ocasión anterior. Quedaba tan bien instalada que decidí hacer un gasto extraordinario -una inversión más  bien- y comprar uno exclusivo para mi principesca persona una vez estuviera de regreso en palacio. Pensado y hecho. Investigué, coticé y decidí. La compra no duró más de 5 minutos, cash cash, pero la entrega era dentro de casi dos meses. ¡Nada qué  hacer! En las otras tiendas, la demora era mayor. Bueno, me dije, con tal de que llegue antes de mi cumpleaños, antes de que termine la pandemia y antes de que salga "cascando" una vez nos levanten todas las restricciones, está  bien,👍.     

    Si les contara todo lo que soñé "echada" en mi bergere, descansando merecidamente de la vida, no me creerían. No vayan a pensar que sin-bergere todo ha sido sufrimiento. ¡Para nada! La cuestión es que una semana antes de la fecha de su llegada hice un cambio de la disposición de los muebles para dejarle el espacio más idóneo. Instalado allí, el goce estaba asegurado. Llegó la tan esperada fecha, lunes 17 de mayo. No salí  ese día: me dediqué  a esperar  su llegada. Cada tanto, cual Julieta esperando a su Romeo, me asomaba al balcón a ver si venía por allí, a hombros de algún  levantador de pesos, 😁. ¡Nada! Miraba mi celular, nothing... Esperé todo el día cual Penélope, no porque estuviera tejiendo en el intertanto, sino por la absoluta fe en el proceso. Seguí esperando hasta el siguiente día. Pasado el mediodía me acerqué al local de Falabella e hice presente mi inquietud. Una vendedora me señaló que estaban demorando hasta dos días, así que no se preocupe, me dijo. También la respuesta telefónica fue similar. ¡Uff! Respiré tranquila y no me preocupé. Rápidamente fui a realizar unas compras y recomencé la espera.    

   Pronto dejé de esperar y volví a mi vida normal-sin-bergere, cada vez más desesperanzada del mundo. En esos días había ido a dejar a ABCDin mi "flamante" máquina para hacer pan con el objeto de que sea enviada al servicio técnico de Santiago. Ella no-hacía-pan pues sólo había funcionado una hora y media cuando la tuve en mis manos el 28 de marzo. Debí esperar que terminara la cuarentena para que sea recibida en ABCDin, por lo que ya estaba curada de espanto.  En fin...

   El 28 de mayo, con las esperanzas rotas y el espacio vacío en el salón de palacio, llamé a Atención al cliente. No hubo claridad en la respuesta, nada concreto: que había habido unos problemas, que los estaban solucionando, pero nada más.  Ipso facto, decidí, in extremis, desistir de la compra. La telefonista me pidió  antecedentes de mi número de mi tarjeta bancaria. Le dije "hasta luego" mejor y me fui a la tienda con la bilirrubina marcando altos índices. Allí busqué a la culpable de mis pesares: la persona que me había hecho la venta, 😠.  Y ahí empezaron los trámites: que debo llamar, que está lento el sistema, que espere un poco... Habiéndome hecho esperar lo suficiente para ver si me arrepentía del paso dado, me pidió número telefónico para llamarme apenas esté iniciado el trámite de devolución de dinero y que no estuviera esperando más tiempo. ¡Las pinzas! Seguro que me iban a llamar, 😡   

    Volví el 31 a la tienda. Le enrostré a la buena señora su incumplimiento. Esta vez buscó a la "Jefa" y ella inició la tarea de solicitar la devolución de dinero. Luego de más de una hora de una "cómoda" espera, cambiando de un pie a otro el peso de mi bello cuerpo, completando puzzles lingüísticos digitales en mi celular, la Jefa me avisa que el trámite está ingresado y que me llegará durante el día una copia de la solicitud de devolución de dinero, en el cual constaría cuándo me devolverían el dinero. Esta vez sí llegó el correo (lo entregaba el sistema, por suerte). En él se me comunicaba que en 15 días, "a más tardar" se me transferiría mi dinero. Curioso resultó leer que los que usaban tarjeta Falabella o alguna tarjeta de crédito bancaria no debían esperar más allá de 72 horas. Los que habían pagado en efectivo o con débito debían hacerlo una quincena. ¡Qué ironía!   

  Llegó el 22 de junio y, estando en cuarentena, llamé. La Srta. no sabía por qué no se habían cumplido los 15 días, pero el proceso estaba "en desarrollo", como dicen los periodistas. Prometió dejar constancia del reclamo y solicitar que se me llame para una respuesta más clara. Obviamente, no es necesario ser ningún adivino para saber que nadie llamó. Sin embargo, aún confiando en la Humanidad (el documento de la solicitud no hablaba de 15 días "hábiles" para transferir) les di el beneficio de la duda, pues debía, rápidamente, ir a resolver el caso "máquina-para-hacer-pan-que-no-hacía-pan". Resultó que el famoso aparatito "no tenía arreglo" -textual-, así  que las alternativas eran cambiar la máquina por otra o pedir devolución del dinero. Lógicamente pedí la devolución pues en todos estos meses transcurridos -tres- ya había recuperado mi mágica mano panadera.    

   30 de junio: ¡Ring! Llamé nuevamente y por última vez. Seguía la situación "en desarrollo" y estaba detenida la devolución por estar pendiente el despacho. Ahí me enojé, pero traté de no desquitarme con la pobre telefonista (por suerte era connacional, porque a los extranjeros a veces ni se les entiende lo que dicen). Consultaba a su supervisor pero no había ninguna solución. Debía concurrir a la tienda donde había realizado la compra. Fui. Estaba abierta pero no atendía reclamos, pues estábamos en cuarentena, 😢. 

    Fue el momento en que decidí "vengarme". Aún sabiendo que igualmente debían devolverme el no poco dinero, recurrí a SERNAC. Mi reclamo resultó un verdadero modelo de claridad y precisión, con comprobantes incluidos. ¡Precioso quedó, como para enmarcarlo! A los instantes recibí el acuse de recibo con fecha posible de resolución. Me sobé las manos de satisfacción, 😁.   

   Ya tengo en mi poder el equivalente a un sueldo mensual bajo el colchón, jajaja. En la mañana fui a la tienda, busqué a la "Jefa". No tuve necesidad de decirle que los había denunciado a Sernac. Todo mi "prontuario" de reclamos y llamadas estaba en pantalla. Igual me hizo esperar... la muy jefa. Luego de poco más de una hora tuve mis dólares en la cartera. Fue tanta la emoción, que no pude volver inmediatamente a palacio a descansar. Necesitaba quemar las endorfinas liberadas, así que caminé y caminé. Cuando ya estuve más calmada, jajaja, regresé a palacio con la hora justa para servirme un sabroso plato de "pantrucas" que preparé ayer y del que me quedaba una porción. David había vuelto a ganarle a Goliat.