Hoy, al retomar mi sana costumbre de quedarme en palacio sin salir a patiperrear por cualquier motivo, me he dado cuenta de que había estado dándole largas a la lectura intensa y extensa. Tomo conciencia que se hacía necesario una moderación en mis exacerbados hábitos hortícolas. Ha llegado el momento de la espera del sembrador, de la visita temprana a primera hora del día (de "mi" día, independiente a la hora que deje la cama), del riego cotidiano y nada más.
Estar a cada rato yendo a mirar para ver si descubro la magia del crecimiento de cada semilla o planta ya es enfermizo, 😂, y es tiempo distraído que puede ser mejor aprovechado. Incluso creo que he llegado a estresar a alguna de mis siembras tanto revisarlas a cada rato y "echarles un ojo". Deben ya estar paranoicas las pobres. Debo asumir que todo tiene su tiempo de desarrollo y de fructificación, que no cambiará por más que yo desee que se apure, que se abrevie y que se deje de demoras. Como dice un texto por ahí "hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar..." (jejeje).
Así que he dejado de pisar el acelerador, he dejado de azuzar los bueyes e ir, piano piano va lontano, lo que no deja de suponer un esfuerzo para mi espíritu inquieto y apurón.
[Abro paréntesis: viene hasta mi memoria un cuento-largo o novela-corta que leí hace miles de años y que no he olvidado, "Un espíritu inquieto" de Manuel Rojas, una verdadera belleza de relato con el que me identifiqué alguna vez. Recuerdo que, junto a la breve novela "La amortajada" de María Luisa Bombal y otro texto que en este momento no viene no recuerdo, los utilicé como base de un trabajo de literatura para formular una hipótesis acerca de la visión que tenían algunos escritores chilenos sobre la vida y la muerte. ¡Ideas mías no más, 😉!...Cierro paréntesis].
Alguna vez aprenderé a ser más reposada (voy camino a eso creo) sólo que en esto me parezco a Sto. Tomás (no en lo de "santo/a" precisamente). Debí darme cuenta que mi primera familia de setas 🍄 🍄🍄, más que crecer se había detenido y adquirido un color cadavérico. Cuando capté aquello fue el momento en que me dije ¡basta! : el amor excesivo también es dañino , 😂. Así que ahora no las voy a visitar a cada rato, sino unas pocas veces nada más. Y también les rociaré menos agua, salvo que las vea con la lengua afuera.
Esto de las buenas o malas vibras es altamente contagioso, ¿se han fijado? Somos tan receptivos los humanos (los que no se han transformado en cuasi-máquinas por alguna razón) que captamos de manera subliminal o a través de los vellos corporales (cuando no se es lampiño) las buenas o malas vibras. Nos damos cuenta de un ambiente cargado de mala o buena onda casi al instante, cuando somos más intuitivos y/u observadores. Y quiera uno o no, si las vibras son negativas nos afectan y contaminan. Lo bueno es que no es permanente y uno no arriesga irse a la UCI por eso. Claro que para lograrlo uno tiene que ver más allá de su propio ombligo, de otra manera es imposible captar las señales. Simplemente no te das cuenta de nada de lo que "se teje" a tu alrededor.
Si las malas vibras son colectivas el efecto en el individuo es mayor. Lo mismo sucede en caso contrario; si son buenas levantan cualquier ánimo decaído. Por eso estos tiempos han sido dañinos para muchos, beneficiosos para otros. En lo personal, he sido menos afectada, por mi tendencia antisocial. Claro que mis plantas están a punto de exigir atención psicológica, 😂. Pero eso no quita que una o más llamadas telefónicas mejoren el ánimo, que unos wsp te alegren el momento y te den compañía, amén de los recursos personales que uno ha implementado para sentirse bien y en paz con la vida.
Anoche terminé de leer una novela que creí haber leído en tiempos de universitaria. Al bajar el telón de esta narración de más de 900 páginas, no puedo asegurar si era ésa la novela que leí o no. El título, Los cipreses creen en Dios, removió mi memoria, el nombre de su autor, también: José María Gironella. Sin embargo, aunque no estoy absolutamente segura creo que efectivamente la leí, sólo que la olvidé por completo. ¿Puede suceder aquello? Por supuesto, sobre todo si fue una lectura obligatoria realizada a matacaballos entre tantas otras lecturas. Lo que nunca me olvidé fue el significado de los "cipreses" en el mundo literario, especialmente en el español, en que son símbolo de 'muerte', por ello estoy más por sí que por no. Además, ha pasado tanta agua bajo el puente, que es posible que la memoria me haya jugado una mala pasada. En tiempos universitarios no era preocupación ni tema de mucho interés personal leer algo acerca de una guerra sucedida en ultramar menos en la primera mitad del siglo XX. En la actualidad, llevo leídas numerosas novelas, de distintos autores en relación al mismo acontecimiento. A pesar de ello, pareciera no agotarse.
Decidí comenzar la lectura de la tetralogía por varios motivos. 1, por su título, que me trajo el recuerdo de los cipreses vistos en la ciudad española de Guadalajara en una plaza creada en homenaje a los caídos durante la Guerra Civil, ubicada a un costado el cementerio, cipreses de por medio. 2, porque el escenario de los acontecimientos se desarrolla en una ciudad que visité y me gustó mucho, que espero volver a visitar: Gerona o Girona. 3, porque el relato comienza con los acontecimientos que incubaron la conflagración y yo contaba con menos antecedentes de aquello.
Si bien es cierto, tal como lo advierte el autor antes del inicio del relato, no todo lo que "cuenta" la novela sucedió precisamente en Gerona, sí sucedió, aunque haya sido en otra parte. Son las licencias que los autores de ficción pueden tomarse independiente de que sea una novela histórica. La verdad es que la hermosa ciudad amurallada de Gerona, con su río y sus puentes, con sus bellas construcciones religiosas medievales en el antiguo centro histórico, no ha perdido su encanto, que, sin duda, debió ser muchísimo mayor antes de la guerra fratricida.
Los cipreses creen en Dios es el relato ficticio en el que he encontrado mayores antecedentes previos, valga la redundancia, de la guerra civil y de ambos lados. Con mucha habilidad, el autor muestra el avance de los acontecimientos a través de la vida cotidiana de los cinco integrantes de una familia de clase media. Ellos, en su quehacer diario, ya sea como jefe de familia, madre o hijos-estudiantes, se van relacionando con diferentes personas y entidades de la comunidad, van fijando posturas, evaluando, aprobando o rechazando y actuando según sus principios y circunstancias frente a lo contingente. Sin ser actores en la sórdida lucha por el poder que se ha polarizado completamente en el país y en la ciudad (que ya no mide consecuencias, sean éstas parte de la misma alianza o frente político) son víctimas de las arbitrariedades de un segundo gobierno republicano que cae en la anarquía y en el caos, provocado por sus propios integrantes, que pretenden imponer las mismas medidas que tanto "éxito" han alcanzado en la URSS en los campos y en las ciudades españolas, sin considerar para nada la parte del país que no está de acuerdo con ellos ni sus métodos, incluidos partidos de la misma coalición o adversarios políticos. Se espían entre sí, se disputan el protagonismo, realizan acciones revolucionarias o las entorpecen. Caída la primera víctima, los pudores morales dejan de tener importancia y la escalada se produce. En el sector contrario, los derrotados en las urnas y minoritarios también estudian su actuación, establecen planes y acuerdos secretos por el "bien de la nación", hasta que llega en momento de las definiciones y de la acción. La sublevación es exitosa en Gerona pero no en Barcelona, de la cual depende administrativamente. Por tanto, deben rendirse ante la realidad y entregar el control que tuvieron por unas horas. La revancha no se hace esperar, sangrienta e incendiaria, incontenible e irracional. Es el inicio de la guerra civil, 19 de julio de 1936 (dos días antes había comenzado en el norte de África, en territorio colonial español).
Todo esto no es nada nuevo. Todas las guerras civiles y las revoluciones tienen similar gestación. Y es por eso que no resulta tan difícil para una persona informada y estudiosa, además con una amplitud de criterio, observar en la propia realidad señales indesmentibles que pueden conducir a un camino sin retorno y a heridas que requieren de décadas para cicatrizar. Cuando los aires sociales se enrarecen y las vibras vibran con intensidad cargada negativamente, es muy difícil dar marcha atrás. Los líderes vociferantes se multiplican como callampas bajo la lluvia de septiembre (antes, al menos era así; ahora en pleno cambio climático, hasta lo normal ha dejado de serlo). Hoy, a nivel público, en nuestro país, no se conversa ni dialoga, se grita; no se intercambian ideas, se ataca verbalmente; no se cree en los demás, se desconfía de todos; yo tengo la razón, los demás están equivocados, como si ésta fuera única e indiscutible.
En fin, por eso "converso" con mis plantas, porque no me pueden responder. Ya algún grado de contaminación me ha alcanzado. No sé cuánto. Ustedes pueden juzgar. Va este botón de muestra: hace un par de días nada más escribí a TVN noticias para solicitar que "mejoren" o reemplacen a una periodista porque ya no la soporto. Obviamente no me han contestado, 😞. Resulta que una de mis secciones favoritas de los noticieros televisivos nacionales (que sólo "disfruto" a las 13 horas) es la información internacional, que veo en Chilevisión y TVN. En este último canal, los días festivos y fines de semana, hay una periodista que tiene serios problemas de reiteración, abundancia de muletillas y comunicación enredosa. Se llama Sofía (¡'sabiduría' nada menos!). Ya me resulta un suplicio escucharla y por eso, basándome en mi derecho a emitir una opinión respetuosa y con fundamentos, envié mi sugerencia, firmando con mi nombre como corresponde y agregando con orgullo "Profesora de Castellano". Si no consideran mi petición deberé eliminar esta sección en aquella cadena televisiva por el bien de mi salud mental. ¿Ustedes que opinan? 😥.