En una rápida mirada, vi 5 cajas medianas, numerosas cajitas y, al darme vuelta hacia el mueble del TV, vi otras tantas. ¿Cómo diablos he podido juntar todas éstas?, me pregunté.
Las más pequeñas son de joyas que compré en estos años. Hay una, que fue producto del regalo de amigas, a manera de recuerdo por la separación. Suele suceder cuando uno cambia o la hacen cambiar (jajaja) de trabajo. Éstas están casi todas vacías, porque, cuando viajo, las joyas que contienen prefiero juntarlas en una sola caja más grande y guardarlas en un escondite secreto. Luego, cuando regreso, me da flojera volverlas a separar. Total, me digo, no será cosa de mucho tiempo que vuelva a partir y así han ido quedando vacías ya por un largo período. Estos últimos meses, en que el uso de joyas no ha sido una necesidad ni prioridad, han seguido en su escondite, que ya ni me acuerdo cuál es.
De las cajas medianas, sólo una la compré personalmente, hace años a un alumno que las fabricaba para ganar unos pesos. Las otras, han sido regalos: de una amiga-colega, de dos sobrinas y hay una que no recuerdo de quién. Es probable que también sea de una ex colega y amiga. Hubo un año que recibí muchos regalos 🎁 para una Navidad. Fue la Navidad más triste de mi vida, la primera sin mi hija. Seguramente fue en esa fecha que me llegó alguna de esas cajitas.
Abajo, en el living, tengo una cajita-baúl, muy preciada, que me llegó de regalo en un Día de la Madre, lleno de bombones. Su presencia me la recuerda. Más de una vez, Mirella me regaló bombones. Son una debilidad culpable. Por eso no compro, pero los acepto de regalo (jajaja).
Y la caja más grande, si se le puede llamar así, es un necessaire que le perteneció a mi madre y que me regaló en vida. Estuvo muy de moda hace años portar un necessaire cuando uno viajaba. Era un signo de elegancia. Claro que no salía nada de barato andar "chic", pues esa pequeña maletita sólo era el detalle que complementaba todo un atuendo. Traje, sombrero, guantes, tacos, medias ad hoc y el necessaire. Es casi la imagen de la mujer de mundo de los años 50 y 60. Mi madre debe haber comprado ese símbolo de elegancia cerca de los 70, aunque no estoy segura. Nosotras con mi hermana se lo envidiábamos. Seguramente por ello, una Navidad de nuestra adolescencia, cada una recibió un necessaire de regalo, claro que más pequeño, más liviano y más sencillo. Ni recuerdo en qué recodo de mi camino vital quedó mi primer necessaire. Cuando veo el de mi madre la recuerdo, bella joven, llena de vida.
Luego de todo un retroceso en el tiempo, terminé de limpiar mis cajas y cajitas sólo a medias. Cuando el pasado se me hace presente como ahora, me distraigo y disperso. El pasado pesa y de pronto me veo buscándolo y persiguiéndolo en algún objeto que se me había olvidado y que me urge encontrar, como si de eso dependiera el seguir viviendo. Es tanto lo que vas guardando en el transcurso de tu vida, que a veces, en un afán de limpieza y orden, sin saber lo que el futuro te depara, te deshaces de objetos que han sido importantes en una etapa de tu camino, que luego de superada uno cree que ya no son necesarios. Sin embargo, en más de una ocasión, la vida te hace una mala jugada o una broma de mal gusto y aquello que regalaste, donaste, botaste u olvidaste, toca a la puerta de tus recuerdos y te hace ver la falta, el vacío existente, pero ya es demasiado tarde. El objeto en sí mismo no era valioso, sin embargo, en lo simbólico era irreemplazable.
Por ello, prefiero conservar las cajas y cajitas que he recibido de 🎁, aunque no sea mucho lo que guarden, algunas joyas de fantasía (ya casi no me quedan de valor, luego que un par de amantes se las llevaron, amantes de lo ajeno, aclaro), lápices labiales, lápices de ojos, botones varios y otras chucherías por el estilo. No he querido botar lo que ya no uso, ya lo hará quien le corresponda cuando cambie de sustancia. Un día me daré tiempo para volver a descartar algunas cosas. Por ahora no hay apuro. Que siga parte de mi vida al interior de esas cajas y cajitas. Más de una sonrisa arrancarán cuando sean abiertas. Sólo las seguiré despolvando cada ciertos días.