domingo, 7 de abril de 2019

Nutrientes...

           Después de mi lectura matinal, abundante y provechosa, hago un paréntesis para reflexionar. 
     He estado leyendo, en estos días, además de la novela de turno de cada ocasión, lo que escribí hace algunos años, cuando quise redireccionar mi vida a través del blog...¡Un momento! Eso no se leyó bien... No quiero decir que el blog haya sido el objetivo final, sino que fue  el medio utilizado en su momento para salvarme de los demonios (los míos, no los que me rodean, de carne y hueso, jajaja) y que luego se transformó en una conversación con "la mujer que siempre va conmigo" (Machado, te doy las gracias). 
    Decía que me he dado a la tarea -y goce, la verdad sea  dicha- de traer a la memoria lo que escribí desde el 2014 en adelante. ¡Ha sido verdaderamente esclarecedor! Aparte de admirarme cada vez más (jajaja), he podido ir visualizando el proceso, con sus avances, retrocesos y tropiezos, de la recuperación del sentido de mi vida. Y eso está transformándose,  valga la redundancia y la reiteración, en un tramo más del todo. 
   Dicho aquello, regreso al presente, el que, no me  cabe duda, no puede ser más satisfactorio (toco madera). Ayer, sin ir más lejos, fue un día muy nutritivo, comenzando con la jornada, a primera hora, enfrentada por propia voluntad, al aseo completo y minucioso de mi hábitat (bueno, tan completo no, faltó la limpieza de vidrios). Mis manitas se hicieron ver, moviendo adornos y chiches de su cómoda y empolvada posición, para dejarlos lo más presentables posibles. La cocina terminó casi brillante (dentro de lo que cabe), mientras el refrigerador olía a limpio...
    Aquí me detengo un momento, para evitar algún mal pensamiento en quien sigue esta escritura... No se trata que esta principessa sea desaseada y poco higiénica. ¡No lo permita Dios! (¡jajaja!) Sucede que hay "detallitos" del aseo doméstico que son menores y no inciden en la salud de su bella persona, pero que no permiten que todo esté prístino y aséptico. Esto es sólo un recurso al que recurre  con el fin de  parecer más humana (¡jajaja!). 
   Le ocupó casi media jornada dejar todo con olor a limpio. Aprovechó, incluso, de deshacerse de algunos objetos sin peso emocional. Mayor orden no hubo, pues en aquello no tiene falencias.

-¿Y por qué tanto esfuerzo, amiga mía? 
- ¡Ooohhh! ¡Mira quién ha aparecido! ¡Tanto tiempo! ¡Ya casi no me acordaba de tu personilla!
- ¡Humm! Eso de "personilla" suena un poquitín peyorativo, ¡queridísima friend! 
- ¡No, para nada! ¡Sólo es exceso de cariño! ¡Jajaja!
- Reitero mi pregunta: ¿a qué se debe el  sacrificio ceniciento?
-¡Ah! Punto uno,  a que hacía tiempo (un par de semanas, no más) que no le daba una manita a los muebles y, dos, más importante aún,  tenía  visitas ese día, ¡jajaja!
- ¡Ajá! ¡O sea, de no ser por ello, seguirías bajo el polvo! 
- ¡Nooo! Lo habría hecho igual, aunque no con el mismo entusiasmo, claro está. En esta ocasión, ¡lo hice por cariño y respeto a las visitantes! En todo caso, no eché la basura bajo la alfombra, ¡sino que limpié de verdad! 
    Sucede a veces que uno necesita motivación para realizar tareas poco gratas, al menos a mí me pasa aquello. No me gusta planchar, despolvar, limpiar vidrios (tampoco lo hice esta vez) y otras pequeñas cosillas domésticas, de manera que para afanarme en ellas requiero un motivo, obligación o estar casi muerta de aburrimiento... 
  Así que, cual Cenicienta moderna me aboqué a la misión limpieza, después de la cual me sentí como supongo debe sentirse un general tras una batalla ganada: completamente satisfecha y liviana, lo que no es poco. 
      La mañana no terminó allí. Tuvo un par de vitaminas más.
     Mientras bajaba al supermercado, me encontré en pasillo con una pareja de vecinos conversando: ellauna nonagenaria vecina, tan animosa ella que llega a dar envidia. La saludé con cariño. A su lado estaba un enemigo de tiempos laborales (jajaja), con una estampa tan delgada, que me asombró. Rápidamente aclaró que no estaba enfermo sino simplemente se estaba cuidando. Después de alabar mi aspecto deportivo -él- nos explicó que se estaba controlando en forma permanente y, cual prestidigitador, extrajo de su bolsillo un aparatito, parecido a una pequeña palm (agenda electrónica) y se la frotó sobre el brazo, sobre la ropa. El dispositivo medía la glucosa.  Nos explicó que funcionaba gracias a un chip inserto en su brazo. Me causó asombro. Yo desconocía la existencia de esa tecnología. Todo interesante y bien, hasta que le salió por los poros, no sólo la glucosa, sino también su naturaleza ABC1 : "Claro que esto sólo lo tienen en  la Clínica las Condes", dijo, orgulloso. "¡Ups!", me dije, "¡sigue igual que siempre!" (¡jajaja!).  A pesar de eso, fue grato detenerme un rato y conversar con ellos. Hubo un tiempo en que el rechazo mutuo, hasta de presencia, era lo único que me unía a él. Se nota que ya nos somos simplemente casi indiferentes, lo que es sano para ambos. 
  Seguí mi camino hasta el súper y desde allí regresé con mi pequeña carga diet e integral para el encuentro de la tarde. Pero, ¡oh, una nueva sorpresa! Me esperaba un sabroso  regalo: ¡una bolsa con granadas y paltas! Un afectuoso agradecimiento salió por mis ojos y mis labios ante ese detalle tan dulce. 
-¡Ejem!
-¡¿Qué!?
- ¡Qué detalle! ¿¿Un admirador??
- No, para nada. Tampoco puedo decir amigo, pero es un conocido de años, que sabe de mi gusto por estos frutos y en un par de ocasiones al año suele sorprenderme con estos detalles. 
   Precisamente, estos  "detalles" y otros parecidos son los que alegran el día y alimentan, metafóricamente hablando, el espíritu, haciendo de la vida diaria una aventura grata y crecedora.
   Y más avanzado el día, mientras la Plaza de los Héroes bullía de actividad y música folclórica, yo esperaba la llegada de mis amigas,  quienes no tardaron en llegar y con las cuales compartí el resto del día, en amena y sabrosa conversación. 
- Bonito día tuviste, al parecer.
- ¡Sí, no cabe duda! 
   Fue una jornada revitalizadora, que te recuerda que no estás sola ni olvidada, que aún puedes entregar sonrisas y recibirlas, que el tiempo sigue su marcha, pero no te ha dejado atrás. 
  

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