"No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague" le dijeron muchas veces a don Juan Tenorio y él, como única respuesta, con la soberbia típica del macho joven que se siente poderoso y lejos del alcance del castigo humano, contestaba "¡Qué largo me lo fiáis!". Sin embargo, el castigo, divino en esta ocasión, le llegó "más temprano que tarde" (otra frase para el bronce, aunque banalizada por los periodistas de estos tiempos).
Me llegó la hora de cumplir y ya lo hice. No os asustéis, no había castigo divino involucrado (jaja).
Me explico...
Después de leer la extraordinaria novela de Posteguillo, "Yo, Julia", me quedé un par de días en un estado -o estadio- de incertidumbre y de vacuidad, tratando de contestar a la pregunta "¿Qué leo ahora?". Y como, por casualidad (?) había estado revisando en mi blog lo que había escrito el 2014, me encontré con una deuda pendiente, de la cual me acordé, tomando la decisión de poner remedio a ese punto negro en mi honra.
En ese primer año de trabajo en Cepech, yo entré en relación indirecta con la madre de un estudiante a quien le presté unos libros y ella, en retribución, hizo lo mismo. Sin embargo, las dos novelas que me envió para leer eran de "carne y hueso", metafóricamente hablando (jajaja) y no tuve la suficiente voluntad de dejar de lado mi Kindle para comenzar a dar vueltas páginas de papel. Así que comencé una y, ya pasado un tiempo prudente, las devolví, sin leerlas.
En el vacío post traumático del término de la lectura de la novela de Posteguillo, decidí buscar los libros que hace cuatro años no había atendido. Resultado: ...¡los encontré! ... y acabo de terminar de leer el primero.
"El valle del asombro" de Amy Tan (novelista norteamericana de ascendencia china) relata, esencialmente, la vida que las mujeres cortesanas llevaban en la China de la primera mitad del siglo XX. La historia se desarrolla principalmente en Shanghai, abarcando el ciclo vital de tres mujeres, no sólo unidas por lazos sanguíneos (madre, hija y nieta), sino también por el sufrimiento que las consecuencias de sus decisiones llevaron a sus vidas. Junto con ello, lo más importante sin duda, el texto nos devela la realidad de las cortesanas en una Sociedad China, leal y respetuosa de sus tradiciones y familia, pero también extraordinariamente hipócrita en su vida íntima (desde nuestra perspectiva occidental).
Es un relato algo lacrimógeno si el lector o lectora tiene un corazón sensible, recomendable por su efecto catártico y por el no menos importante rechazo que provocan algunos acontecimientos, que sirven para valorar la tranquila (¿o insípida?) vida que uno lleva en comparación con las protagonistas.
"El valle del asombro" es el nombre de una pintura que simboliza la búsqueda de "mi" lugar en el mundo, el anhelo de superar los obstáculos (las cinco montañas en la pintura) para llegar a la felicidad (el valle). También hay unos bellos versos de "mi amigo" Walt Whitman, que se transforman en el correlato de esta búsqueda existencial.
"Nadie, ni yo ni nadie, puede
andar este camino por ti.
Habrás de recorrerlo tú
solo.
No está lejos; lo tienes a tu
alcance.
Tal vez estás en él desde
que naciste, sin saberlo.
Tal vez está en todas
partes: en el mar y en la
tierra."
Parafraseando la novela, me surge la pregunta "¿Estaré yo buscando "mi" lugar en el mundo? ...¿O ya lo he encontrado? Viajaré a Shanghai para comprobarlo...algún día...
Por el momento, me urge hacer algo más perentorio y terrenal. Ha llegado hasta mis glándulas olfativas uno de los olores que más me recuerdan que estoy viva y que debo hacer algo si quiero seguir estándolo. Es el adictivo olor a pan tostado... ¡Mmmm! Aterrizo en este pequeño mundo que he construido y me pongo de pie para preparar una rica once. ¡Hasta pronto!
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