domingo, 24 de diciembre de 2017

Momentos...

  
Al viajar hacia el norte de la península, el relieve que me rodea va cambiando. Ya no son campos llanos y arcillosos, sino que la tierra comienza a poner sus propias barreras al avance humano. Los cerros, montes y enormes bloques pétreos van apareciendo y desapareciendo, mientras el bus sigue su rápida trayectoria, como quien escapa de una persecución,
escondiéndose bajo los abundantes túneles, entre abedules, y hondonadas, entre pequeños retazos de campos soleados, con las nubes cerrándonos el paso, como queriendo echársenos encima. Es hermoso lo que veo, es agreste y transmite vida y fuerza.
......
  Recién pasadas las nueve a.m. salgo a recorrer el mundo, no a conquistarlo, pues ello significaría anclaje y no es posesión ni detención lo que deseo. Lo que se detiene se anquilosa, se muere. 
  Caminata por  la Costanera, diríamos en buen chileno, por largo trecho hasta llegar a un maravilloso túnel: casi insonoro (a pesar de que la calle está a unos 10 metros), pero pleno de color y luz. Entrar a él es como sumergirse en el mar. El efecto es extraordinario: sólo se escucha el oleaje de las olas al chocar en las rocas, mientras el azul y verde te rodea, te envuelve desde el techo. ¡¡Es la fiesta de los sentidos!!
......

   Estaba un tanto decepcionada de haber hecho el esfuerzo de viajar a Guernica sin encontrar casi nada que me hubiera "tocado" o "acercado" a lo vivido en aquel lugar. Tanto así que debí contener mis deseos de regresar a Bilbao en lugar de esperar que el Museo para el cual había comprado ticket, abriera sus puertas en la jornada de la tarde. También el único local de souvenirs visto comenzaba a atender más tarde. Ya había almorzado y visto todo lo posible, casa, esculturas, parque, pintura, edificios.
  ¡Por suerte me quedé! La experiencia vivida al interior de la segunda dependencia de la exposición permanente del Museo de la Paz no pudo ser más ilustrativa y sensitiva. No había más visitantes en idioma español, por lo que ingresé sola a la sala cuando su puerta se abrió. Me pareció estar entrando a un escenario. Todo a media luz, una mesa con dos sillas, dos ventanas con visillos y persianas bajas, lo que no impedía que se filtrara algo de luz. Cuando escuché la voz de la mujer y sin ver que la luz aumentara su intensidad no supe qué hacer. Me acerqué a la puerta-ventana más cercana para ver si se abría. Nada. Me acerqué a la mesa (la voz hablaba del día a día en tiempos de guerra, de correr a los refugios al escuchar la sirena) y de pronto veo mi propio reflejo en lo que parecía un espacio vacío. 
Era vidrio o espejo, no lo sé. Me sentí vulnerable, como si estuviera siendo una conejilla  de Indias. En el intertanto, la puerta se había cerrado. Vi una banca tras mío, adosada a la pared. Me senté y entendí que eso era lo que se esperaba de mí. Seguía el monólogo. Esta vez recordaba la alegría de momentos "normales" compartidos. Las risas infantiles, la vida y la luz se cuela por las persianas. De improviso, un sonido comienza a llenar el ambiente, acercándose: ¡¡aviones!! La voz ya no se escucha. El ulular de una sirena es superado por el ruido de las explosiones. La luz se apaga. El ruido es ensordecedor. Gritos. La pared de vidrio-espejo se transparenta y aparece una montaña de escombros, mientras unas imágenes van apareciendo detrás de los escombros, cual hologramas,  que muestran instantáneas del bombardeo. Comienza a escucharse una suave y triste melodía. Una puerta del costado de abre. Debo salir. 
  Sin embargo, no me resulta fácil. El piso de madera se ha transformado en vidrio y bajo él hay escombros repartidos en cada cuadrado de vidrio. Dudo. Me parece que si camino sobre el vidrio éste se quebrará. La puerta empieza a cerrarse y debo salir, debo enfrentarme a lo sucedido. Hay biombos con fotografías de los hechos, cual laberinto. No me detengo en ellos. Me apura "escapar" de allí. Me parece que debo ponerme "a salvo" fuera de esa sala. Logro hacerlo. Suspiro ...y respiro...
.......

   Definitivamente, Bilbao no me da confianza. Ya el año pasado tuvimos esa percepción. No era tarde pero ya había oscurecido.  
 Caminaba a orillas de la Ría Bilbao, pasado el Museo Guggenheim, ya de regreso al Puente del Ayuntamiento, cuando escuché a una mujer que le gritaba algo a su perro, que se había adelantado, y pasaba cerca de mí. Yo venía fotografiando la noche, las luces, el río. La llovizna se  había detenido y la noche era ideal para lo que estaba haciendo. 

Crucé las vías del tranvía para fotografiar una escultura en medio de una fuente de agua en funcionamiento. Estaba buscando la mejor perspectiva de mi objetivo cuando la mujer del perro llegó hasta mí y comenzó a increparme porque "la estaba siguiendo, espiando", amenazándome con darme unas "hostias". Quedé estupefacta, traté de explicarle que se equivocaba y ante la insistencia de hacerme comulgar (darme hostias, jaja), me contuve de decirle "vieja loca" y escapé. Soldado que arranca... Era más alta y corpulenta que yo (lo que no cuesta mucho) y se acompañaba de un perro no menor. Me amenazó con seguirme "a ver si me gustaba", frente a lo cual y sin haber visto ni un policía por allí, hice uso de mi buen estado físico y corrí por la Costanera, como tantos deportistas que se ven a toda hora... No, definitivamente no me gusta Bilbao...
......

  La oscuridad nos rodea, al tren, más bien. Al interior del vagón hay luz normal. Vamos abandonando Bilbao por las catacumbas férreas. Salimos a la luz. Numerosas estaciones  van surgiendo al lado de las vías. También surge la vida y la naturaleza. Ríos corren alrededor de la línea, como tratando de llegar antes que la máquina a su destino. No todo lo que observo es hermoso, pero es natural. 
Así como veo naturaleza en pleno, árboles, cerros,  cauces interminables de ríos, también hay basura y pobreza, parte también de la vida. El tren apura la marcha a ratos; en otros momentos, avanza a paso cansino, acezante y ondulante, transmitiendo su movimiento a nuestro cuerpo. Disfruto la morosidad del trayecto. 
Me entretengo descubriendo los nombres de las estaciones. Ha sido un viaje descansado y gozoso, con reminiscencias infantiles. Me alegro de la casualidad transformada en voluntad cuando decidí tomar este transporte. El doble de tiempo, pero el triple o más de plenitud...
  

miércoles, 20 de diciembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra...Veintiocho... [Ayer]

   Veintiocho...                                                             [Ayer]
  Durmió tranquila y feliz el sueño de los justos, de los inocentes, de los básicos ...o de los cansados (como otras tantas veces).
  Los soles y lunas transcurrieron normalmente en la vida de Maui (mejor dicho, en el mundo de ella, pues el sol y la luna, aunque fundamentales en su  existencia, son externos a ella), con varias réplicas diarias del terremoto vivido, a las que se fue acostumbrando, sin saber que estos eventos serían una constante en la vida de sus descendientes.
   Cuando ya estuvo preparada con suficientes pieles para su vestimenta y abrigo, carne seca y ahumada para su viaje (envidia en sabor de sus descendientes modernos), con armas bien fabricadas y en la cantidad necesaria, decidió iniciar el viaje definitivo. Esperaba encontrar nuevas tierras, lejos de los peligros de los movimientos telúricos, ojalá algún clan semejante y dispuesto a aceptarla. Hasta ahora no había tenido problemas con esto de vivir sola, pero no podía seguir así indefinidamente. Quería también formar una familia. Claro que no a costa de cualquier cosa y en el primer clan que encuentre, sino en el que se sienta cómoda y acogida, en que su aporte se valore y no sea motivo de disensión. No todos los clanes aceptaban que las mujeres cazaran, pues en muchos esta tarea se consideraba exclusiva de los machos. Sin embargo, a ella, además de gustarle, se le daba bien aquello. ¡Bien, Maui! Ahora entiendo algunas cosas...
  Hombres como el de la pareja encontrada hacía algunos soles y lunas, por ejemplo, no veían con buenos ojos su independencia. Se dio cuenta de eso, así como que la mujer con su hija parecían tenerle miedo a su compañero y padre. No, ella no quería una relación así. 
  Se preparó para la siguiente jornada, dejando su equipamiento listo en lo que era posible. Se levantó antes de  que amaneciera. Aún faltaba para que saliera el sol. Ordenó sus pieles de dormir, comió algo frío (no quiso hacer fuego, debía cuidar al máximo su piedra fogar hasta que encuentre otra) y una vez que llenó su "cantimplora" de agua, inició la marcha. 
   Cabe señalar que nuestra amiga Maui 1.0. fue rápida y eficiente en su preparación. Grandes ventajas le otorgaba su tiempo de vida: nada de duchas ni lavado de cabellera antes de comenzar la jornada (con el correspondiente secado, alisado, rizado, ondulado, etc.); nada de dudar frente a un clóset, preguntándose "¿Qué me pongo?"; nada de maquillaje y bisutería, menos tomar el celular, iPod, iPad, para revisar msn, wssp, facebook, twitter ni instagram; tampoco interiorizarse de las noticias del espectáculo y el pronóstico del tiempo en tv para ver si llevar o no paraguas. ¡Estaba salvada! Antes de salir no necesitaba tomar toda esa serie de decisiones tan "relevantes" para las Mauis contemporáneas...
  Considerando todos los obstáculos ahorrados gracias a su tipo y tiempo de vida, se echó su carga a la espalda y comenzó su nueva vida. No se fijó si los augurios eran favorables o no (no sabía aún de aquello), pero sí se dio cuenta que el cielo se aventuraba sin nubes, por lo que sería una jornada en que avanzaría sin grandes inconvenientes. Se alegró de ello y sin tocar madera en ninguna parte, inició su recorrido.

sábado, 16 de diciembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Veintisiete... [Hoy]

   Veintisiete...                                                             [Hoy]
Maui se siente completamente satisfecha. Ya lleva 12 días en España y si bien es cierto ha habido algunos chascarros, éstos no han pasado de ser sólo menudencias del diario vivir en un país extranjero, del mismo idioma, aunque más "civilizados", como señaló un taxista (jajaja, como si nosotros anduviéramos con la pluma parada, piensa nuestra amiga). La verdad es que lo que cambia son algunas costumbres, usos y expresiones, no más que eso, que ya es bastante. Si a eso se agrega la "falta de mundo" completamos la escena.  
 Y así es como se ha enfrentado a algunas cosas y situaciones como si hubiera sido transplantada desde el siglo antepasado a la actualidad. Aunque esto último pareciera darle la razón al señor conductor de taxis, en favor de nuestra dilecta friend, debo señalar que no es así. 
   Por ello, cual si fuera Colón, se sintió descubridora del agua caliente para su café al darse cuenta que al  darle el máximo volumen a la llave en su color rojo, ésta casi le quemaba la piel. ¡Bien!
   También descubrió, cual Edison o Tesla, el funcionamiento de los calefactores adosados a la pared y que, vía cañerías con agua de calderas -probablemente- ofrecen una temperatura apta para fríos invernales, que a ella, no por efectos de soponsios ni nada parecido -eso dice ella- la considera, a veces, excesiva.
  Asimismo, esta vez en Zaragoza, tuvo la suerte de hacer funcionar un aparato de radio que estaba empotrado en la pared y que había supuesto, inicialmente, que tenía que ver con la calefacción. No era así, pues. Sólo el último día, la curiosidad y el tiempo disponible,  le hicieron intrusear y logró hacer funcionar el artefacto que resultó ser una radio. 
   En Soria casi la sorprende la tecnología. Las persianas exteriores funcionaban, decía un cartelito, con electricidad, por lo que había que buscar el interruptor correspondiente. No había ninguno cerca de la ventana. Al final, muy oportunamente (casi hizo todo un "show" frente a los visillos al querer desvestirse) descubrió que uno de los interruptores que había sobre el velador era el responsable de cerrar las personas. ¡¡Bien!!   

Al llegar a Barcelona, siendo la única pasajera que iba quedando en el bus, prácticamente la echaron abajo (eso me contó un pajarito, jajaja). Ni siquiera llegó el bus a un Terminal (o "Estación", como le llaman acá), sino simplemente en una Avda. cualquiera, que sabía era central pero nada más. En fin... Había taxis: estaba de suerte. Y era tannnta - a la suerte me refiero- que el taxista, en una detención de semáforo frenó bruscamente pero contra el trasero de otro taxi (jaja). "¡¡Guau!! ¡¡Ahora sí que la hizo de oro éste!! ¿¿Me bajo o no me bajo??", pensó Maui, preocupada, sin saber si tendría que salir a defender al conductor, si debería ir a la policía, o simplemente arrancar (soldado que huye sirve para dos guerras... a lo menos). Permaneció a la expectativa: el chófer se bajó, el otro arrimó el vehículo a la vereda (llevaba pasajero también), miraron la trompa y el trasero de sus respectivos vehículos, se dijeron algo, el chocado pidió un número telefónico al chocador y listo el problemita. Ambos se subieron a los automóviles y siguieron con sus vidas.  En nuestro país, seguro habría habido un florido intercambio de unos cuantos &@$#+* (entiéndase "garabatos"), tal vez unos intentos de agresión mutua, unos gritos y gestos destemplados, además de las amenazas del Infierno. Felizmente no llegó la sangre al río y el taxista, luego de dejarla cerca e indicarle cómo llegar a su destino, siguió su camino. 
  "¡¡Uff!!, de la que me salvé", pensó nuestra amiga. 
  Siguió la indicación señalada por el conductor y comenzó a buscar el Hostal como si estuviera a la caza de Wally. 44, 33, 30, vamos bien... Cuando de pronto ve unas letras al estilo "Hollywood", pero en sentido semicircular, que decían "HOSTAL   ..ROPA" . Con cristiana resignación pensó: "aquí debe ser". No era 8 sino 18 su número (lo que le faltaba en letras -se llamaba EUROPA- le sobraba en números), una cosa por otra, la vida suele tener sus compensaciones (jajaja). Insufló de aire sus pulmones y se dispuso a subir los veinte peldaños aprox. Recepción: un hombre, casi de mala catadura, la atendió. Todo bien, habitación 404, cuarta planta. Clave wifi, dispone de espacio y artefactos para calentar agua y demases. "¡¡Bien!!", pensó Maui. "Se acabó la mala racha", se dijo, claro que demasiado pronto. Allí está el ascensor, le dijo el hombre: otros peldaños, ascensor a punto de jubilar, que había que casi rezarle padre nuestros y ave Marías para que funcione. Por fin, la habitación: la cama, lámpara, velador, mesilla, lavamanos y...una silla adosada al calefactor, sobre la cual (la silla) había uno de esos baldes que usan los aseadores para estrujar sus mopas. ¿Cuál era la razón de aquel "adorno" tan poco estético? La razón más básica y mundialmente conocida: una gotera, que salía del calefactor adosado a la pared. 
  "¡Qué bajo hemos caído! ¿¿Me habrán visto las canillas??", pensó Maui. Estaba en el piso cuarto. Debió rogarle al ascensor para que funcionara y se presentó en recepción para pedir cambio de habitación. Tuvo éxito. La bajaron a la planta dos y aunque no había balde, igualmente la dependencia era básica y no contaba con tv. Por suerte no es fanática de aquel aparatito, pero que no hubiera habiéndose publicitado no hablaba bien de la empresa. Lo que hay que decir a favor es que frío no pasó, aunque el bullicio hasta tarde, que se escuchaba en dependencias anexas, era bastante desagradable. En fin, precios baratos, por algo son... Lo otro positivo fue la ubicación, a una cuadra de la Rambla y ésta a unas pocas cuadras de la Plaza Catalunya y, en sentido inverso, el Puerto.
 Al abandonar Barcelona, igualmente Maui se va completamente satisfecha, pues ha terminado de gozar la creatividad de Antonio Gaudí, a quien su antepasada no ha visto ni en pintura, ni siquiera en estilo rupestre, en tanto su descendiente, en el futuro, seguro tendrá otros ídolos e intereses que nuestra Maui no logra visualizar.
   La Tierra ha seguido su marcha y el viaje de nuestra amiga también. Ya veremos que otra novedad podemos compartirles.  
  

jueves, 7 de diciembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra ... Veintiséis..[Hoy]

  Veintiséis...                                                                 [Hoy]
 
Hacía
tiempo que no sentía tanto frío y algo de rabia. No puedo hablar de "mucha" rabia, porque tendría que volverla contra mí misma. Son los avatares por los que uno debe estar dispuesta a pasar en algún momento cuando se embarca en una aventura como ésta. 
 Espero haber aprendido la lección: solamente reservar alojamiento una vez que esté segura de que el trayecto planificado se desarrollará sin inconvenientes. Así, si el viaje se entorpece, queda la alternativa de cambiar de itinerario en el camino. 
Ha sido un día de dulce y agraz. Por un lado, llegando sin problemas al Terminal de Segovia, aunque debiendo esperar más tiempo del necesario. Feliz, al final, porque había logrado cumplir la mitad del viaje, pero con la mala suerte de que en esa mitad quedé varada por horas
(casi 6) con un frío de los mil demonios (no había calefacción en dicho lugar, Aranda del Duero), sin almuerzo, salvo un café y un sandwich, sintiéndome como Anita, la huerfanita. Al confirmar que al bus al que debí subirme para llegar a mi destino -Soria-  se había ido dejándome (dejándonos, mejor dicho, pues también había un lolito estudiante en las mismas que yo) en ese Terminal, cual Tom Hanks, sin poder ni siquiera salir a recorrer debido a las maletas que portaba. 
  Algo positivo, aunque aún sin saber si llegaré correctamente a mi destino (uff, no hay ni madera cerca como para neutralizar la mala suerte). Por un lado, he  aprovechado de usar una ruana que compré y de cuya inversión casi me estaba arrepintiendo y, por otro lado, he leído y escrito en cantidades absolutamente inusuales en estos días. Además, mis patitas han aprovechado de descansar bastante, a pesar de estar medio congeladas.
   ....
 
Llegué a mi destino casi a las 22 horas. Felizmente aún aguardaban con la habitación sin ocupar, la cual resultó ser excelente. Eso me reconcilió con el mundo. En pleno centro de Soria, salí a buscar qué comer y aunque había mucha gente en las terrazas de bares y restaurantes no encontré un café cercano. 
   Es impresionante cómo los españoles, y sus visitantes, a pesar del frío reinante - bajo cero en estos días- se instalan en las numerosas terrazas existentes, a conversar, beber y fumar. Los que no fuman, claro está, están al interior. Es muy difícil encontrar locales para gente más quitada de bulla. 
   "¡Eureka!" exclamó Maui, al realizar un maravilloso descubrimiento, a fuerza de tener que beber agua de la llave en lugar de comprarla, pues no venden con gas, que es la que requería ayer tarde, cual adicta con síndrome de abstinencia. ¿¿Cuál era ese extraordinario hallazgo?? Pues, al ir llenando el vaso, debió darse la maña de manejar bien la orientación de la llave del agua para que ésta sea fría y no tibia. Y en esa faena tan compleja estaba cuando sus neuronas realizaron algo inusual: ¡¡hicieron sinapsis!! ¡¡Ahí tenía la solución para un desayuno y unas onces más económicas!! Es cierto que le gusta el café bieennn caliente, pero a falta de pan... Había traído un frasquillo de café instantáneo y sucralosa, con el objetivo de pedir hervidor en cada alojamiento. Pero a la fecha, en ninguno le había resultado y debía salir a realizar todas las comidas fuera, que no siempre resultaban baratas. Y ahorrarse algunos eurillos (así hablan los españoles) no estaba mal; al contrario, era necesario, si no quería llegar a final de la aventura mendigando (jajaja). 
   Ya todo arreglado, con la última e imperdible visita realizada al Claustro de los Arcos de San Juan del Duero, un monumento arquitectónico extraordinario (del siglo XII), espera en la Estación de Autobuses de Soria, no como Penélope, la  Leal, sino como Maui, la patiperra contemporánea, ya   casi adaptada a los fríos de estos pagos. Espera que sea la hora de salida del Bus que la llevará, a continuación,  a Zaragoza, donde estará en algo más de un par de horas. ¡¡Bon vogage, querida Maui!! 

martes, 5 de diciembre de 2017

El día en que se ... Veinticuatro... [Ayer]

   Veinticuatro...                                                           [Ayer]
  Una vez ubicado el mejor lugar para armar su "campamento", Maui fue a buscar su carga dejada a unos pasos. Se organizó rápidamente. No podía ser de otra manera: no tenía muchas cosas que organizar, prácticamente no tenía nada. Unas "armas" rudimentarias, la "ropa" que llevaba puesta, su piedra-fogar y, su gran posesión, el venado encontrado, comida y protección a la vez. 
   Quebró unas ramas y armó un habitáculo medianamente decente para aquellos tiempos. Luego, buscó unas piedras e improvisó el lugar para el fuego. Buscó combustible seco para prenderlo y más material para mantenerlo, cocinar y calentarse. Una vez todo esto a punto, se dio a la tarea de despellejar su presa y destasarla. Realizado aquello, atravesó una pierna  con una de sus "lanzas" y prendió su fuego y mientras la carne se asaba, "construyó" un especie de tendedero para disponer la carne restante, mientras al cuero, prácticamente intacto, lo dejaba estacado en un espacio medianamente soleado para permitir que se vaya secando de a poco. Orientó su "tendedero" enfrente de la dirección del humo para que el secado sea el adecuado e impida que la carne se agusane. Sus años de vivir sola la habían preparado de manera óptima para esta situación. 
   Después de terminada su tarea se dedicó a alimentar su cuerpo. La carne estaba deliciosa. No contaba con frutos ni hierbas para acompañarla, tampoco tenía ese producto marino para mejorar su sabor, pero había calmado su hambre. Hasta que no quitó hasta la última brizna de carne del hueso no se dio por satisfecha. Luego, lo lanzó lo más lejos que pudo al cauce del río, y, después de dar vuelta la carne para permitir un secado parejo, decidió ir a darse un baño. No fue fácil tomar la decisión: hacía mucho frío y no tenía pieles para quitar el agua del posible,  pero estaba y se sentía sucia. 
  Cierto era que podría dejarlo para cuando llegara de nuevo el sol (ahora ya quedaba poco de él) pero no sabía lo que le depararía la nueva jornada. Ella no era de las que aplazaba las tareas. Por lo tanto, se quitó rápidamente sus sucias vestimentas y se acercó con cuidado a la orilla del agua. Primero debía tantear el terreno para no ponerse en peligro.  Había un suave remanso que se transformó en el lugar ideal para limpiarse sin riesgos. Me frotó el cuerpo con rudeza, se trató de lavar y desenredar de la mejor forma el cabello y el resultado la dejó bastante conforme. Ya buscaría esa planta que le dejaba la cabellera totalmente limpia. No había divisado ningún ejemplar de ella por la orilla. Claro que tampoco se había dedicado a ello  con afán. Lo importante y primordial había sido instalarse, faenar el venado, hacer fuego y alimentarse.
 Corrió un poco, saltó otro tanto y, ya con el agua algo escurrida, se vistió nuevamente. Deseo que en la siguiente jornada hubiera bastante sol para lavar y secar parte de su vestimenta. Era necesario. Volvió a su campamento. Todo estaba normal. El fuego lamentablemente estaba casi apagado aunque quedaban unas cuantas brasas, que le permitieron prender la leña que agregó rápidamente. Se sentó cerca para terminar de secarse y  neutralizar, en parte, el frío que estaba haciendo. Su cuerpo entero tiritaba con la baja temperatura. Trató de pensar en otra cosa, en los días de sol y calor que había pasado hacía algunas jornadas. Le pareció sentir nuevamente los rayos en su piel. ¡¡Qué alegría, qué gozo!!  Hizo un pormenorizado recuerdo de aquellos gratos momentos, que no sólo le calentaron el cuerpo, sino que también le entibiaron el alma.
   Querida Maui, has descubierto,ni más ni menos, aunque sea en forma rudimentaria, el poder de la mente. Has podido soslayar lo inmediato y evadirte a una realidad más grata. ¡Qué maravilla! ¡Qué intuición más acertada! Sigue recordando o imaginándote en momentos más gratos y viajarás sin necesidad de pasajes o billetes.  ¡¡Enhorabuena!!

El día en que se detuvo la Tierra .... Veintitrés .... [Mañana]

  Veintitrés...                                                       [Mañana]
  ¿Veintitrés? ¿Estaremos vivos, los seres humanos quiero decir (nosotros que rato estaremos incinerados) en el siglo veintitrés? 
  - Así como  vamos, lo dudo- contestó Ami. 
 Su voz la sorprendió. Sólo entonces se dio cuenta que había expresado su pensamiento en voz alta. "Deberé tener más cuidado, ya no estoy sola", pensó. 
  Caminaron con cuidado, una detrás de otra, precedidas por Liu. Éste parecía tener grandes dotes de guía; se deslizaba con una seguridad impresionante. 
  Ami era la guía humana en esos momentos. Cuando estuvieron planificando Maui se dio cuenta que su pequeña amiga, por el hecho de haber nacido en Osaka, conocía menor la urbe. Ellas, con su madre, sólo hacía dos años que habían llegado a la gran ciudad, por lo que aún había grandes sectores desconocidos, vírgenes (como en el pasado, dicen, eran algunos lugares de la Tierra)
  Ami había asegurado que podría, sin problemas, llegar hasta donde estaba su familia y, una vez logrado aquello,  buscarían a su madre. El lugar donde vivían los padres de Ami estaba relativamente cerca, por lo que no debería ocuparles mucho tiempo. Claro, si todo estuviera normal, pero en esas condiciones, la cosa era distinta y ... atemorizante.
 Un maullido de horror la sacó bruscamente de su ensimismamiento. Liu se había detenido y estaba transformado en un  verdadero arco con púas. Lo que tenían delante era un amasijo extraño, en cuyo montón pudieron descubrir unos cuantos cráneos ...¡¡humanos!! El espanto les revolvió el desayuno a ambas y se vieron en la obligación de alejarse un poco para aliviar sus estómagos. Una vez algo recuperadas, decidieron alejarse un poco y parlamentar.
   Lo recién visto les daba más luces en relación a lo sucedido. El evento  había sido nuclear, atómico o algo parecido. No cabía duda. Estaban al interior de la cúpula y lo que había sucedido a esas "personas" era reciente. Por lo tanto, si ellas -perdón, "ellos"- no estaban en las mismas condiciones era porque la situación les había sorprendido en lugares cerrados y, por lo tanto, herméticos. 
   Maui recordó que cuando recobró el conocimiento estaba en un lugar desconocido, en la "ciudad vieja". Aún no puede recordar qué hacía allí; todavía tenía elementos inconexos en su memoria. En todo caso, ese sector estaba  bajo la cúpula también, aunque en la parte periférica, así como parte del mar, hasta las islas artificiales. Lo que significaba que todo el material que habían arrastrado las olas era, probablemente de las islas. 
   Comentó aquello con Ami. Llegaron a la conclusión de que la cúpula estaba destruida en alguna parte. Las plantas nucleares estaban a kilómetros de distancia y ellas habían podido ver el efecto en la misma ciudad. Claro que también cabía la posibilidad que hubieran sido víctimas de un ataque externo y, en tal caso, la situación adquiría mayor gravedad. 
   Tomaron la decisión de apurarse al máximo, de ir al trote donde el trayecto se los permitiera. Ahora no sólo se trataba de ubicar a sus seres queridos, sino también de protegerse: debían reducir al máximo el tiempo al "aire libre". Pronto la radiación empezaría a afectarles. 
   Recién pasado el mediodía, Ami comenzó a reconocer algunos hitos. ¡¡Al fin!! La esperanza les dio nuevos bríos. 
- ¡Allá es!- exclamó.- Casi no nos falta nada-. 
  Aumentaron la velocidad hasta casi llegar a la carrera y, luego, como temerosas de enfrentarse a una realidad insoslayable, fueron deteniendo paulatinamente el paso, como una máquina en funcionamiento a la que se le ha cortado el fluido energético. 
  El edificio estaba inclinado sobre un costado, con los primeros pisos reducidos al mínimo y con otros, superiores, absolutamente destruidos en parte, mostrando todo su interior a los observadores. 
 -¡Mis padres!-, gritó Ami e intentó correr hacia la construcción, prueba patente de la destrucción sucedida, pero Maui, más rápida, alcanzó a detenerla con firmeza. 
- ¡Espera!, debemos encontrar el camino más seguro para acercarnos-. 
  Liu, junto a ellas, ronroneó manifestando su acuerdo. Debían ser cautelosas, perdón, "cautelosos", pensó en su fuero gatuno. Esto de andar con sólo hembras era contagioso...

martes, 28 de noviembre de 2017

El día en que la Tierra se detuvo. .. Veintidós... [ Hoy]

    Veintidós...                                                          [Hoy] 
Cuando los examinadores anunciaron que sólo quedaban 20 minutos para que se cumpliera el tiempo máximo de la PSU de Lenguaje y a mí me faltaban dos textos, el mundo colapsó, la Tierra detuvo sus movimientos de rotación y traslación, el aire de cargó de ozono y estuve a punto de un ataque de aplopejía. 
   Mis manos comenzaron a temblar, mi garganta quedó más seca que el Desierto de Atacama y no me resultó fácil centrarme en lo que estaba haciendo. Me desesperé realmente. Me faltaban algo de 14 preguntas y eso significaba que debía despedirme del desayuno con la Presidenta. No me iba a alcanzar ni siquiera para un petit bouchè con margarina o mermelá, estirando la mano para sacar de las bandejas que fueran pasando por algún pasillo.
  ¿Qué es lo que había pasado??
   La primera sección estaba más difícil de lo que esperaba y, por lo tanto, ocupé más tiempo del recomendable (unos 5 minutos más de lo previsto). Pero más que ese factor, influyó la serie de interrupciones de los otros participantes, que, de pronto, no entendían la información. Por ejemplo, cuando se dijo que ya podrían salir (porque ya se había cumplido una hora) creyeron que se había terminado el tiempo y se asustaron varios. Y para qué decir de los examinadores y otros seres humanos ambulantes, que entraban y salían de la sala que era un gusto. A mí me correspondió la primera fila horizontal, así que no me resultaba fácil sustraerme del continuo tráfico. 
  Creo que el amor propio fue el que me ayudó a centrarme un poco, aunque detrás mío, había un "jovenzuelo" que comenzó a leer en sordina. ¡¡Me dieron ganas de gritar!! 
   Nunca me formé en el hábito de la lectura veloz, pues no lo he necesitado. Siempre he leído por gusto, y cuando no ha sido así, me he dado el tiempo para desentrañar y tragar de la mejor manera las lecturas no deseadas. Pero aprender la técnica de la lectura veloz, never. 
   Vista en dicha situación límite, debí aprender en el campo de batalla, tratando de salir lo menos magullada posible. ¡¡Ufff!! 
  Empecé a leer siguiendo las líneas como alumna de primero básico, con el fin de atender con la vista y el movimiento de la mano para concentrarme, sobre todo considerando el moscardón que estaba en el pupitre trasero. Hasta me llegué a enojar con Einstein (que aparecía aludido en el penúltimo texto)  porque, cómo, pensé yo, encontraba absurda la existencia de los agujeros negros. ¡¡Y tan inteligente que dicen que  era!! 
  Una vez terminadas las preguntas, comencé a traspasar alocadamente las respuestas (Glups, ahora que lo pienso, no cotejé si estaban bien trasladadas) y, luego, a remarcar las demás, cuyo relleno estaba a medias (estrategia para realizar revisión final y, eventualmente, alguna corrección). Los dos lápices que llevé ya tenían la punta roma (gastada quiero decir, no procedentes del Imperio  aquel, ampliamente conocido), así que, en contra del tiempo, me dispuse a usar el sacapuntas (el que casi se escapa de mis manos) y desperdiciar más grafito. 
   Faltaban sólo 5 minutos cuando decidí entregar. Ya no procesaba a esa altura, debido al repechaje final que había ejecutado. Quedaban varios en la sala cuando me retiré. Después pensé que podía haberme quedado hasta el final. En fin, no lo hice. ¡¡La suerte ya  está echada!!
  Por suerte que los resultados son privados, pienso ahora.  Ah, me encontré con la grata sorpresa que uno de los textos lo conocía: el relato de García Márquez, "Un día de éstos". Simpático el relato. Cada vez que lo he leído lo he asociado al gobierno militar. Me simpatiza el dentista. 
  Lo bueno: el material del facsímil no era roneo, así que me resultó más fácil subrayar y tarjar. Ojalá valga la pena el ataque de colon que me despertó esta madrugada. 
   Mañana me corresponde la Prueba de Historia y Ciencias Sociales. Mi meta en ésta es sólo 700 puntos, considerando que soy neófita en el asunto.
.... 
Ya terminé la tarea. No estaba fácil la PSU de Historia, aunque debo señalar, que manejé mejor el tiempo
(salí 18 minutos antes). Respiré tranquila pues en la mañana logré retroalimentar un poco, practicando la lectura veloz (jajaja). Al salir del liceo, me encontré con 3 alumnos regalones y nos detuvimos a conversar un poco, haciendo algunos comentarios. Fue lindo ver a Valentina, Carlos y Patricio. Les recordé que debían compartir conmigo sus resultados. En respuesta, me señalaron que también esperaban que yo compartiera los míos.  
   Al finalizar esta tarea autoimpuesta, me asiste la tranquilidad de haber cumplido haciendo el mejor esfuerzo, sin caer en la tentación de inventarme excusas para no asistir. 
  Ahora estaré tranquila-nerviosa esperando el 26 de diciembre para enterarme de mis resultados. Porque la Tierra, me imagino, seguirá su curso, sea el puntaje que sea, gane uno u otro Candidato, marque el termómetro 30, 35 o 40 grados.

jueves, 23 de noviembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Veintiuno... [Ayer]

Veintiuno ...                                                                  [Ayer]
   Se internó en el bosquecillo cercano con dificultad. Los obstáculos que representaban las ramas y los ganchos caídos eran numerosos. Aunque ocupara el resto del día, debía llegar hasta el Gran Bosque. Sólo allí habría posibilidades de caza. Era altamente probable que los animales también hayan iniciado el éxodo. Por tanto, no sería una tarea fácil tener éxito. Pero, pensándolo bien, también cabía la posibilidad de encontrar alguna pieza aplastada y/o muerta, como los animales marinos hallados. 
   De arma sólo llevaba un par de toscas lanzas aguzadas en forma rápida en la hoguera. Por el momento, con eso le bastaría  para asegurar su subsistencia y su abrigo. 
   Según el tamaño de lo que cazara, podría seguir su camino, alejándose más del mar, adentrándose en lugares llanos y de aguas correntosas, buena para tomar. Sin embargo, allá era más helado, le había dado a entender la pareja con la que se había encontrado lunas atrás. Por ello, su plan era mantenerse por los sectores conocidos durante varios soles y algunas lunas, hasta que pudiera proveerse de pieles, elaborar más y mejores armas, fabricar algún utensilio, recolectar frutos, secar carne, sea cual fuere el animal. También necesitaba confeccionar un bolso para cargar pieles, alimentos y todas sus pertenencias.
  Dejó de pensar en el futuro, para preocuparse del presente. Era necesario. ¡Cada cosa a su tiempo!
  ¡Bien, Maui! Concreta y práctica como siempre, sin dejar de lado la proyección temporal. Los pasos deben irse dando de a poco, sin apresurarse. Además, ni a ti ni a mí, nadie nos espera, por lo que nadie te apura. Eres dueña del tiempo y del reloj, eres dueña de tu vida. 
 Caminó con oído atento los senderos ya conocidos, los que pudo reconocer, a pesar de la variación que introdujo el fenómeno telúrico. Fijó los hitos de su ingreso al bosque. Aquello, le permitiría ingresar sin temores porque podría encontrar la salida sin dificultades. Reinició el avance, atenta a cualquier ruido que pudiera escuchar. 
   El silencio la envolvió, dándole un aire de sobrenatural al ambiente. El bosque parecía haber quedado sin vida, salvo que...¡No! ¡Otra vez! Debo protegerme. Oyó el ruido ya conocido la noche anterior, aunque menos intenso. La tierra bajo sus pies comenzó a moverse. Rápidamente, por instinto, se deslizó bajo unas ramas, pues éstas, si no se equivocaba, amortiguarían  el golpe de alguna caída. Sintió alivio cuando el movimiento así como comenzó terminó. Al afirmarse en tierra para salir de su escondite tocó algo blando. Se asustó, emitiendo un grito. Quiso salir arrancando, pero luego pensó que, tal vez allí, tenía parte de su comida o vestimenta. Se movió cuidadosamente y levantó, después de varios intentos, la enorme rama que le había servido de refugio. Cuando se dio cuenta que lo tocado correspondía al cuerpo de un venado, soltó la rama para evitar que éste huyera, si acaso aún estuviera con vida. Se alegró de su suerte, aunque inicialmente el terror casi se apodera de ella. 
 Salió del lugar y buscó otra rama o tronco que pudiera hacer de puntal para levantar la que le interesaba. El esfuerzo se vio recompensado. Logró levantar un sector de la mole de ramas y hojas, dejando al descubierto el cuerpo, inerte, del venado. Agradeció a sus manes por lo encontrado y se dio a la tarea de arrastrar su presa para dejarla en el sendero. El animal había recibido el golpe en la cabeza y una de sus patas estaba quebrada. Aunque hubiera quedado con vida, no habría sobrevivido mucho tiempo. Había sido un hermoso animal. 
   Decidió regresar a su improvisado campamento para desollar y curtir la piel, además de despiezar y cortar carne, la que pondría a secar el mayor tiempo posible. Esperaba hacer todo aquello sin inconvenientes ni sorpresas inesperadas y desagradables. Pero, pero...
    En su entusiasmo, casi se olvida que la sed ya se estaba transformando en una necesidad acuciosa. Por lo tanto, su tarea inmediata era conseguir agua. No podía estar otro día sin el vital elemento. ¡Hum! ¡Cambio de planes! Debería buscar una corriente de agua lo más cerca de allí e instalar un nuevo campamento.  El anterior ya no le servía para la tarea que se avecinaba.
    Se sentó a descansar un momento, aprovechando de planificar sus siguientes acciones. Debería construir una nueva parihuela para llevar el venado. No sabía cuán lejos estaba la corriente de agua, por lo que requería de ese artilugio  para caminar más rápido con su carga e instalar su provisorio hábitat. 
   Se dio a la tarea con afán y pronto tuvo el resultado esperado. Dejó su cargamento en la linde del bosque y fue hasta donde estaban los restos de la hoguera a buscar su piedra fogar. Se encontró con que alguien o algo había estado allí: la comida que había dejado bajo el follaje que le sirvió de lecho había sido descubierta  y ya no estaba. Respiró tranquila. El o los ladrones había(n) dejado huellas pequeñas, por lo que no debía temer. Encontró lo más importante. Luego, escogió algunas proyectos de lanzas y volvió rápidamente al lugar donde había dejado su cargamento. Estaba intacto. Decidió rodear el bosquecillo. Ir por el interior revestía más peligros que ventajas. Dedujo que si allí había vegetación abundante, cerca debía existir una fuente de agua. Siempre era así. 
   El sonido de un tropel  casi la toma de sorpresa. Una manada de venados, pasó cerca de allí a velocidad de huida. Seguramente un depredador los perseguía. No alcanzó a divisar ni a los fugitivos ni al perseguidor(es). De pronto, llegó hasta sus oídos el ruido del chapoteo  que hacían los animales al ingresar a un curso de agua y, a la vez, de nuevo, la tierra moviéndose. Se detuvo y también la tierra. Rectificó su conjetura: no era de un depredador del que huían sino del movimiento telúrico. Se alegró de que aquella fuera la razón y no la primera que había pensado. Eso la tranquilizaba.
   Siguiendo la dirección en que los había escuchado, logró llegar a un pequeño arroyuelo. Se sintió feliz, feliz. Había culminado una nueva tarea con éxito. Ahora, había que poner manos a la obra. 
   Con una piedra filosa a manera de cuchillo, realizó una incisión en el cuello del animal, lo sangró sobre la tierra, agradeció a sus propios protectores y a los de los venados y se dispuso a separar la piel de la carne.

El día en que se detuvo la Tierra.... Veinte.... [Hoy]

  Veinte...                                                       [Hoy]

Tranquilidad es lo que me ha embargado al salir del hospedaje y encontrarme con un día templado y con un lunes tranquilo, de pueblo pequeño, que se niega a vivir las prisas de las metrópolis. Se respira naturaleza a pesar de estar rodeados de desierto. Muchos árboles, con años hasta decir basta, en la Plaza de Armas de Copiapó
   De pronto uno puede caer en pensar que es descuido de los habitantes -no me consta-, pero mirando el contenido que le queda al vaso, prefiero pensar que es la manera de cuidar y mantener lo que se tiene, evitando caer en la cultura del desecho, y, en este caso, hacer leña de ellos. Lo que más me alucina son los árboles con sus flores lilas, chañar o pimiento, me dice el joven del café cuando le pregunto. No está seguro.
   Un buen Capuccino para empezar el día y hacer tiempo, mientras los de una oficina de Turismo, particular, se dignan en iniciar el trabajo semanal. Especifico "particular", pues en la oficina pública de Informaciones  me atendieron temprano y en forma expedita, entregándome todos los folletos necesarios.
   Ahora, aquí estoy, esperando que los benditos encargados de la Office lleguen, aunque ya me comuniqué por teléfono con uno de ellos. ¡Malas noticias! El desierto florido está en extinción. Ése era mi objetivo. ¡Grr! En fin, aprovecharé los días en visitar la región, que también tiene sus encantos, según lo que me informaron. Ya veré el próximo año el florido desierto, aunque tenga que pedir permiso en el trabajo...¡¡Bien!!  

   Viajo a Caldera. Me encantó el puerto. 
Lo recorro por la playa hasta donde ésta termina y debo ascender hasta la calle haciendo uso de mis habilidades físicas. No encontré a nadie en mi recorrido y eso que era pasado el mediodía. Regreso al centro por una Avda. en construcción, con mucho equipamiento de juegos y ejercicios. Tremenda y hermosa inversión. 
   Llego a una Plaza diferente: la del Padre Negro, cuyo hito central es la Iglesia del mismo nombre, la que llamó mi atención por estar en altura, construida sobre una alta base de piedra y de forma cuadrada. Subo la escalinata. Guardando las distancias, me parece estar ascendiendo a un monumento maya. Es pequeña, ornamentada con pinturas muy vívidas. Su altar está construido directamente en la roca. Es hermosa. Fue construida en 1940, gracias a la gestión del Padre Negro, un sacerdote colombiano. 
  Almuerzo en el centro, en una mesa al aire libre. No es una maravilla el menú pero está mejor que el de ayer, que consumí en un restaurante peruano. 

 Luego de satisfecho el hambre, me dirijo a Bahía Inglesa, aquí en Chile. Hermosísima playa de "arena" blanca y aguas color turquesa. Y lo más maravilloso: había muy poca gente. Estuve un par de horas allí, a todo sol.
 Felizmente andaba con un sombrero de mi colección, así que, al menos la  cabeza y el rostro estuvieron protegidos. Fue una delicia leer, mientras el sonido de las olas  llegaba suave, a un par de metros de donde yo estaba.
   Quise conocer la Estación de Ferrocarriles de Caldera, hito histórico en el desarrollo de esta vía de traslado en nuestro país. Pero estaba cerrada por reparaciones.¡¡Plop!! 

 De vuelta en Copiapó, me encontré con la fantástica Estatua por la Paz Mundial, en honor  al rescate de los 33, enviado por China, además de una áurea estatua ecuestre,  que no supe en honor a quién era pues no tenía inscripción. 
De lo que sí estoy segura es que no era don Quijote ni tampoco el nunca-bien-ponderado General de los anteojos oscuros. Se veía imponente al atardecer.
   Siguiente día: viaje a Vallenar y Huasco, pasando por la tristemente célebre Freirina.     
No me gustó Vallenar,  al menos lo que vi. Veredas muy sucias, no con basura que se recoge y se soluciona el problema,  sino con aquella suciedad pegada, que ya no es posible "erradicar". Ciudad muy descuidada y en deterioro subterráneo.  Hay un Paseo, en lo que recorrí,  que está más cuidado, seguramente porque es de más reciente construcción.  Me recordó las ciudades de Talca y Arica (el Paseo, no el descuido ostensible) 

  Me fui a Huasco,  donde el mar me reconcilió con el viaje.  Es un puerto menor que el de Caldera, en el cual se veía muy poca actividad. Los numerosos locales ubicados en la Costanera estaban cerrados. Había un sector  bloqueado por reparaciones. 
  Caminé hasta una escultura gigante que,  parecía un pájaro según desde dónde se le mirara. Volví a la calle principal,  desde la cual divisé una Iglesia de peculiar construcción. Fui hasta ella. Era realmente hermosa. Se levantaba mirando al mar.  No ingresé a ella. La fotografié bastante,  eso sí.  Día caluroso en Huasco. Luego de comprar agua, mandarinas y damascos,  me di a la importante tarea de buscar un Restaurante.  Encontré uno que me satisfizo y el menú solicitado estaba muy rico. Lo hice acompañar de un sauvignon blanc Misiones de Rengo, ¡¡¡exquisito!!!  Luego de negociar el cambio del postre (de chocolate,  ¡puaj! , me carga ese sabor en todo, excepto en las barras del mismo) por un café,  me fui a  caminar por la Costanera huasquina.
 Esta vez llegué al  Faro; más allá estaba la playa... No pude permanecer mucho tiempo: debía regresar a Vallenar.  Lo hice, envuelta en la modorra de media tarde.  
   Llegando a Vallenar me bajé al ingresar a la ciudad. Quise caminar por un Paseo a orillas del río... El cauce era abundante y rápido.  Era un gusto mirar sus aguas en medio de una zona tan árida. Sin embargo,  el lugar, de reciente implementación, estaba completamente descuidado (malezas, pasto largo y basura).
   Faltaba aún para mi viaje de regreso pero opté por esperar en el Terminal, de preferencia, en algún lugar fresco. Antes de iniciar la espera,  a comprar agua y un helado (de H2O, of course).
  Regreso sin inconvenientes, un rico café al llegar al alojamiento con un sándwich con el último pan existente en mi despensa.  
  Otro día,  último recorrido, esta vez hacia el norte: Chañaral.  Un capuchino antes de subir al bus y partimos.  No alcanzamos a recorrer una cuadra y el bus chocó con un poste, rompiendo una luz trasera. Debió regresar al Terminal y se ignoraba la hora en que se continuaría el viaje. ¡Tur Bus!  Pedí el cambio de pasajes para el día siguiente. "No se puede", dice la funcionaria. "Haga un reclamo y le devolverán el dinero". Otra ventanilla,  llenado del formulario correspondiente,  recepción dinero.  Nueva ventanilla, a comprar los pasajes para el día siguiente.  Elijo horarios,  asientos (evitando números fallidos, jajaja) y al querer pagar, el total era el doble. Pensé que había escuchado mal o  me estaba vendiendo cuatro pasajes, pero no. ¡¡Valían el doble!! Después de lanzar un comedido "sinvergüenzas", me fui a la competencia.  Tuve que esperar un rato, pero disponía de un horario más tarde de regreso, con lo que compensaba la demora.  
  No voy a entrar en detalles de lo que hice en el intertanto, pues lo importante es que salí y llegué a la hora a Chañaral.  Por suerte se me ocurrió preguntar por horario de buses a Diego de Almagro, porque de otra manera me habría quedado con las ganas de ir. El mismo bus en que había llegado partía para allá en 30 minutos.  Decisión del caso: me fui a Diego de Almagro antes de conocer  Chañaral.  
  Durante una hora y media,  bajo un sol achicharrante, recorrí algunas calles del pueblo, especialmente su Avda. principal por el bonito bandejón central, lo más recientemente reconstruido. 
Anduve por la Plaza y otras calles aledañas en buen estado, pues había otras, perpendiculares a la principal, que estaban en reparación y sólo con ripio. 
Cuando finalicé mi recorrido y me dispuse a esperar el bus, extraje el agua mineral de la mochila para calmar mi sed. ¡Estaba tibia!
    Una vez de regreso en Chañaral me dediqué a recorrer lo más vistoso a simple vista: el Faro del Milenio, en un cerro y una gruta a la Virgen (o a una virgen, jaja), ambos en altura. 
   Por suerte estaba descansada; así y todo, debí hacer varias detenciones. Luego recorrí todo el borde costero, subiendo y bajando también algunas escaleras. Ya de vuelta, pasé a un Restaurante. Me merecía alimentarme con algo rico, especialmente pensando que en D.de Almagro no había almorzado para lograr recorrer el máximo en las dos horas que tenía. Me prepararon un rico sandwich (un churrasco con palta y tomate)Lástima que la señora no tenía ají. Extraño encontrar un local de comida sin ají. Le disculpo el servicio higiénico, que aún estaba en construcción, ¡pero no el ají! Y el café parece que era Dolca no más, porque ella me llevó la taza ya preparada, como para que yo no gaste mucho, jajaja. En todo caso, no era Nescafé, tampoco Juan Valdez (jajaja). En fin... La necesidad tiene...
   El regreso a Copiapó fue un desastre. Más de una hora de atraso, injustificado desde mi punto de vista, pues el bus no venía de Arica, pues. Me llamó la atención la informalidad de estas personas. 
   Mañana descansaré, aunque no sea el séptimo día, sino sólo el quinto. Me quedaré en Copiapó y visitaré el Museo, si me queda tiempo, pero más importante me parece ir a conocer la Estación de Ferrocarriles, que vi al pasar cuando llegué el domingo...  
  Casi ya cumplido la mayor parte de esta salida, me siento realmente contenta, a pesar de no haber logrado el objetivo primero (no obstante, en las cercanías de Vallenar, pude divisar campos de flores de color fucsia a orillas de carretera). Todo ha sido conocer lugares por primera vez y tomar fotografías preciosas, además de descansar de la actividad laboral. 
  Al finalizar esta parte, debo señalar que las huellas de la catástrofe sufrida por Chañaral y Diego de Almagro aún se notan. La tierra acumulada, los escombros, el polvo en suspensión, las paredes sucias de las casas y hasta las nuevas construcciones son testigos de lo sucedido. 
Sin embargo, es mínimo lo que se observa comparado con lo vivido. Resulta muy difícil compatibilizar las imágenes de lo visto por los medios, en que el agua corría caudalosa por las calles arrastrando lo que encontraba a su paso y la aridez de los cerros y los caminos en la actualidad.  
   Y así como en el desierto las semillas duermen un largo sueño para despertar airosas en invierno y primavera, los torrentes de los ríos, también invisibles la mayor parte del tiempo, de pronto despiertan arrolladores, trayendo consigo el recuerdo al hombre que la naturaleza no se deja dominar tan fácilmente. Y yo, una Maui contemporánea cómoda, visitando el lugar cuando el peligro ya ha pasado. Es dura la vida por acá, lo acabo de comprobar. 
   Al regresar, me llevo en la retina los distintos tonos de café de montañas y cerros, los colores del agua y del desierto, la  intensa tonalidad de las flores, que alegran la vida de estas Mauis chilenas del siglo 21.