En honor a la verdad, no le habíamos tomado el peso a estar algunas horas (¡¡varias!!) en la famosa ciudad de Miami. Cierto que no íbamos a abandonar el aeropuerto, pero estaríamos allí, a pesar de todo y aquello no había formado parte de nuestros planes iniciales. Simplemente, fue producto del azar. Así que pretendíamos sacar el mayor provecho de esta oportunidad. Lo que sí, primero debíamos sortear la revisión de ingreso y el check in para el avión de conexión, en un país con un idioma sin manejo, salvo en broma.
Bien. Nos bajamos con nuestras cosillas (equipaje de mano) y procedimos, en un aeropuerto gigante y desconocido para nosotras, las hermanitas Álvarez, a seguir a los demás. Es la estrategia más segura, les cuento. Un pequeño y rápido tren nos llevó a un determinado sector, donde debimos hacer una kilométrica fila para que nos revisen los documentos y nos permitieran ingresar al airport.
Un par de policías con cara de pocos amigos y en forma bastante poco afable iba instruyendo y apurando a los viajeros, en inglés. En lo que sí tuvimos suerte fue en la atención que allí nos brindó una funcionaria de raza negra, con la cual nos comunicamos en castellano sin inconvenientes. Fue muy amable y simpática, lo que permitió reivindicar a sus compañeros. Pasamos sin problemas la revisión de documentos. Una vez ingresadas, nos dedicamos a buscar el mesón que nos permitiera chequear nuestros pasajes para llegar a Madrid.
Nos enviaron donde el diablo perdió el poncho y, una vez allí, a esperar un rato que nos toque nuestro turno. La mujer que nos atendió nos salió con un "I not speak spanish", así que recurrimos a otra persona, quien nos señaló que debíamos comunicarnos con Iberia, pues aquella línea era la operadora, situación que desconocíamos, ya que habíamos comprado pasajes en American Airlines. ¡Hmmm!, nos dijimos. ¡¡¡Cambio en las reglas del juego!!! La oficina estaba cerrada hasta las 13 horas y recién eran las 6 de la mañana (ya agregadas las dos horas de diferencia con respecto al horario chileno).
Buscamos el sector de Iberia y nos movimos por ese sector para no perdernos. Vitrineamos todo lo que pudimos con la clara conciencia de que en los aeropuertos siempre el comercio es más caro. Compramos algunos recuerdos de la ciudad, para tener la evidencia que habíamos visitado la city.
Luego, descubrimos cómo salir al exterior y lo hicimos dándonos cuenta que hacía mucho calorrrr. Y lo más emocionante: ¡¡¡vimos nuestra bandera en uno de los mástiles!!!
Seguimos recorriendo, sentándonos a ratos, para luego buscar un lugar dónde almorzar. A las chiquillas se les ocurrió tomar sopa, yo quise pizza...de dos tipos, más un jugo de mango...Fue muuuucha pizza... Quedé como un lorito, jajaja...(te recuerdo, querida Mirella).
Y así llegó el tiempo de chequear, esperar otro rato y luego, finalmente, comenzar los trámites de salida de Miami. Posterior a ello, de nuevo a revisión...por la Police U.S. ¡Uff!, ahora se les ocurrió que nos saquemos los zapatos y pasemos por un pórtico, donde una policía ya con poca paciencia, nos ponía manos arriba frente a unos rayos X, donde se veía hasta lo que habíamos comido. Luego, a my sister le encontraron una botella con agua que nos habían dado en el avión y ...se la enviaron... al basurero!! En el intertanto, su pasaje de avión había desaparecido de la bandeja en la que había recorrido por la banda transportadora... ¡¡¡Diablos!!!
Si no hubiera sido porque yo, casualmente, había visto a alguien que recogió sus cosas detrás nuestro y tomó un pasaje suelto, nos habríamos visto en serios aprietos. El señor lo había dejado por allí y lo pude recuperar: era el pasaje de my sister. Solucionado el impasse, empiezo a recuperar mis cosas y no encuentro mi necessaire .... ¡¡Me asusté!! Inmediatamente pensé en que algún vivaracho se lo había llevado, pero...¡¡¡Noo..., lo habían dejado para revisión especial!! ¡Chanfles, aquí me matricularon!, pensé...
El policía poco amigable, antes de abrirlo, me preguntó si había algo con que pudiera lastimarse. ¡¡Cómo se le ocurre!!, me habría gustado decirle, aunque no lo hice. Podría haberse puesto compleja la situación. En mi pequeño equipaje tenía mis elementos de tocador (cremas, desodorantes, shampoo y otros similares...).
El intruso policía agarró el pomo de mi crema de manos y le tomó el peso, sin señalar nada (¡se salvó!) pero...mi shampoo, no se salvó: estaba algo más de medio el frasco y era mucha cantidad, según dijo, así que obligada a despedirme de mi posesión de tocador y evitar reacciones inadecuadas (total, sólo eran unos 150 ml. y no del caro precisamente, jiji).
Por último, al fin pudimos ponernos a la fila para abordar, en la que ya nos dejaron tranquilas...por el momento. Así que, faltando unos 15 minutos para iniciar oficialmente el viaje, pusimos nuestra humanidad en los asientos del avión, deseando que pronto nos sirvieran nuestra cena y así resarcirnos de todos los malos ratos, de los cuales nos estuvimos riendo varios minutos, acordándonos de las reacciones, caras y expresiones nuestras en cada situación.
Cuando momentos después de haberse ya iniciado el viaje, nos llevaron la cena, nos sentimos felices. El cuidado por los detalles en la calidad de la comida, así como en la atención, nos impresionó. Había todo tipo de bebidas para los pasajeros, de las con y sin alcohol. Desde wisky hasta agua pura. Nosotros, de puro contentas, pedimos vino y en lugar de servirnos un poco en un vaso, nos entregaron sendas botellas de "tintolio". Con la guatita llena y el corazón alegre, vimos una película y luego a descansar...a medias, porque las "turbulencias" nos mantuvieron a medio dormir, de lo que despertamos del todo cuando nos llevaron el desayuno, un rato antes de aterrizar. Para sorpresa nuestra llegamos mucho antes de lo esperado pues no habíamos contado con la diferencia horaria.
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