jueves, 10 de noviembre de 2016

¡¡¡Invasoras...!!!!

   ¡Creo que es el colmo! ¡Ya están a punto de terminar con toda mi paciencia! (que no es mucha, en todo caso). Me refiero a esas aves que, por muy símbolos de la paz que sean, he decidido declararles  definitivamente la guerra! Creo que opinaré algo parecido a Nicanor Parra en uno de sus antipoemas...


   Regando mis bellas flores un día,  esta vez en el balcón pequeño, al mirar al piso, casualmente, me  di cuenta de que las señoritas palomas habían estado trabajando arduamente. Tenían hojas de diverso tipo, una serie de ramitas, prontas ya a terminar el nido. ¡Suerte la mía que alcancé a darme cuenta, pues de otra manera me habría tenido que hacer cargo de los "críos" (jajaja) y pagar la correspondiente asignación familiar, además de estar en una permanente cuerda floja, pues si hubiera tratado mal a los polluelos (más bien "pilluelos"), habría corrido el riesgo  de ser denunciada por "sí" o por "no" (así están las cosas en estos días). Por lo tanto, tomé el toro por las astas, figuradamente hablando: recogí todos los materiales que componían el "nido" ya prácticamente listo, con esfuerzo nada de principesco (agachándome de forma poco decorosa, por suerte estaba sola como siempre) y, ademas, debiendo ayudarme de un mal llamado escobillón, pues sólo le quedan unas cuantas "mechas" hirsutas. Luego de evacuar en el basurero los materiales de la "construcción palomística", me sentí realizada, tranquila, calmada, casi en un estado seráfico (jajaja). ¡Había logrado eliminar una amenaza latente, perdón, más bien patente, producto de una iluminación cuasi divina que me llevó a mirar en el sitio preciso! (Jajaja)
   A  pesar de que esto ocurrió hace unas tres semanas, he debido seguir atenta, como una verdadera vigía, al menos cuando estoy en palacio. ¿Cómo tanto?, pensarán ustedes. ¡Es que no saben  lo que es vivir con estos pájaros cerca, que se aprovechan de tu bonhomía para hacer, deshacer y otras cosas... menos santas!
   Les cuento...
  Esta Guerra Fría con sus correspondientes campañas y escaramuzas tiene una larga data, a lo menos unos cinco años, cuando el hecho de encontrar que prácticamente estas vecinas de mal vivir se habían "tomado" un sector del balcón y habían instalado un verdadero campamento en él, aprovechándose de mi actitud casi ambientalista y pacífica, me hizo entrar en una cólera ciega y sorda (muda no, porque los garabatos que salieron de mis labios de rubí son irreproducibles, jajaja).  Resulta que un día de media estación, tiempo en que ocupo poco este espacio debido al clima, me encontré - ¡oh, sorprise! - con un par de palomas que a pesar de mis "¡chúzzz!" no querían ahuecar el ala. Luego de lograr mi cometido inicial y considerando medio sospechosa su renuencia a abandonar el sector, me ajusté el monóculo (jajaja) y procedí a revisar el lugar. ¡Casi caigo fulminada por la impresión al descubrir un nido con unos  "pilluelos" asquerosos, con una desproporcionada cabeza ...y completamente pelados, desde la testa a las patas! ¡Asquerosos! 
   Frente a esta situación "de facto", procedí de forma similar. "Agarré", como me lo permitió mi rechazo casi atávico a los seres no-humanos, la cuna-nido y la dejé con habitantes y todo sobre el  parapeto del balcón. Cabe señalar que un especimen se veía con vida, por lo que supuse que sus padres vendrían en su auxilio apenas lo escucharan piar  o lo vieran. Luego, procedí a realizar una limpieza rápida, porque debo recalcar que estos seres alados no son muy aficionados a mantener su hábitat , ni el de otros, muy limpio.  Al rato después, al mirar, ya no vi a los allegados "sin casa". Me quedé tranquila,...pero no por mucho rato, pues, cuando me asomé al balcón, me di cuenta que no habían sido rescatados por la familia, sino que se habían precipitado pisos abajo. Desde mi torre, los observé, pequeñitos y sin movimiento. La verdad, me sentí liberada... Algunos pueden decir ¿Cómo tan cruel, despiadada, inhumana, etcetcetc.? Es probable, pero no me quitó la tranquilidad...ni el sueño (jajaja). 
   Desde ese momento, decidí hacer más que algo. Compré una malla ad hoc y pagué a alguien para que cerrara los dos balcones, dejando unas especies de "ventanas", que se pudieran abrir a voluntad, especialmente en tiempo primaveral y veraniego. Con ello, las palomas, a pesar de su intentos infructuosos, ya no pudieron acceder a los balcones de mi palacio. Que lo intentaron, se notó: numerosas plumas pegadas a la malla fueron la prueba fehaciente. 
  Pasaron los años, las estaciones, la lluvia, el calor... y el viento. Fue este último, precisamente, quien me obligó a cambiar el sistema, al romper la malla. Esta vez, hace unos tres de meses, mandé a instalar unas persianas de bambú, aunque, producto de la conformación del espacio no se pudo  cubrir todo, por la peligrosidad del trabajo. Lo importante fue que quedó mucho más práctico y ...elegante. Sin embargo, estos demonios con alas, lograron encontrar un  resquicio (son como los abogados, o, éstos son como ellas, jejeje) y aprovechando la brisa o el viento, que mueve las persianas, ingresaban  tupido y parejo. Eso me llevó a cumplir una nueva labor: transformarme en un verdadero espantapájaros, viviente e itinerante, hasta que....
   ¡Ta ta ta tán! 
   Aburrida de la patudez de estos avechuchos, un día se me ocurrió la brillante idea de dejar un escobillón metálico que tengo en el balcón superior, a la salida de la puerta, de manera que apenas las sintiera arrullar, podría tener el "arma" a mano para darles un escarmiento. No pasó un día cuando, muy temprano, ya había una parejita instalada al interior, ...¡de nuevo!  Entonces monté en santa cólera, "agarré" el "arma" por la cabeza y mientras las visitas indeseadas buscaban desesperadamente la salida (las persianas estaban cerradas, pero ellas habían logrado "colarse"), enarbolé mi escoba-espada, con tan buena puntería que una quedó casi K.O. ¡Bravo! ¡Primer Round ganado! La tomé de las alas y la lancé al exterior. Segunda paloma: trató de escapar como pudo, pero la práctica me había transformado en maestra y ...¡crush!, hizo la cabeza de la que quedaba, a la que también envié al exterior, adolorida y con unas cuantas plumas menos. ¡Calma! ¡No murieron, pues el instinto y la conciencia que les quedaba luego del apaleo, las hizo volar sin inconvenientes!   
   Debo agregar que mi heroica acción tuvo efectos altamente positivos. En esta semana, mientras he estado en casa, no han intentado acercarse.  Eso me permite inferir lo siguiente: que aprendieron la lección (por lo que la inteligencia no les falta) o que sufrieron amnesia y ya no recuerdan sus intentos de toma.  Por si acaso, el arma sigue allí, a la espera de ser usada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario