jueves, 23 de junio de 2016

Sequía de lágrimas...


   No soy masoquista, aclaro inmediatamente, pero he tomado conciencia que necesito llorar. 
-¡Amiga mía!... Pero, ¿qué te pasa? ¿qué te ha sucedido? 
- La verdad: nada en concreto..., nada en realidad...
- Pero, ...¿entonces?... ¡No entiendo! No me parece para nada congruente tu actitud. Al contrario, creo que es hasta medio ridícula y exagerada...
- ¡No , esta vez  sí que te equivocas!
     De ninguna manera estoy exagerando.  Sé que no es producto de cierto patetismo que va adquiriendo el ser humano cuando va avanzando en la madurez y acercándose a la vejez. Simplemente me he dado cuenta que necesito llorar, que he llorado poco  últimamente y que mis glándulas lacrimales requieren irrigación (¿glándulas u hormonas?, jajaja, ¡qué ignorancia más supina!). Han pasado semanas o meses en que no lloro con ganas, un buen rato y por una razón justificada...
- ¡Ja! Me parece que te he visto secarte más de una lágrima mientras leías alguno de tus libros, no hace muchos días!
- ¡No es lo mismo, pues! Ésos son personajes ficticios, amigos imaginarios; sus problemas suelen ser tan  tremendos y terribles que, a veces, uno los acompaña en su pesar, aunque realmente no sabe si llora para empatizar con sus vicisitudes o simplemente de alivio porque la vida que a uno le ha tocado en suerte es un paraíso al lado del infierno casi diario de ellos. 
    Lo mismo suele suceder cuando uno ve una película tremendista, en que al prenderse la luz de la sala del Cine o ver desplazarse  el listado de los participantes en la pantalla de tu TV,  al fin respiras tranquila y al comenzar a moverte agradeces a quien sea, al Destino, a Dios, a la Pachamama , o, por último,  a la vida que te ha tocado vivir, el no tener experiencias tan límites como las observadas y escuchadas.  Pero ese efecto catártico no dura mucho. La vida se te impone, TU VIDA... y una vez terminada la función, debes reiniciar tu propia función, que quedó entre paréntesis  mientras eras espectador. 
   Y, así y todo, creo que me falta un remezón fuerte. Pero no de aquellos literales, a pesar de que en más de una ocasión he tenido la impresión de que el palacio se mueve silenciosa, y sutilmente, como anunciando un suspiro telúrico. Tampoco me refiero a terremotos emocionales, cuyo impacto es capaz de remover el eje de tu cordura. No, con un solo cataclismo ha sido suficiente, de cuyas réplicas aún debo cuidarme ...a veces... El proceso de recuperación ha sido lento, en constante diálogo conmigo misma y mis amigos ficticios, amén de algunas acciones volitivas que, como verdaderos chalecos salvavidas, me han mantenido a flote en el mundo real. 
- ¡Uff, Principessa! ¿Entonces qué quieres? No logro seguirte...
- Sentir más, sólo eso...
   La sequía de lágrimas habla de ausencia de penas y de alegrías de verdad, genuinas, profundas. Y de todo aquello se nota la falta. Las horas del día y de clases transcurren, las semanas se siguen las unas a las otras, el cambio de los meses se nota más en el calendario y en los pies al final de cada uno de sus días que en el corazón...
   ¿Se habrá secado el pozo de la magia temporal? ¿Acaso la esfera del reloj ha dejado de medir la vida? ¿O nunca la midió y sólo ahora cobro conciencia de aquello? 
   ¡Qué dilema! ¡Qué vacío más despejado y sin nubes? ¡Qué fome! Tal vez, para cambiar el rutinario informe meteorológico mi vida cotidiana debiera recurrir a las "Instrucciones para llorar" de Julio Cortázar y poner mi mente "en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del Estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca". O, tal vez, si esto no me resulta efectivo, deberé imaginar la pérdida de una buena oferta de zapatos porque se me acabó el cupo de la tarjeta o en el quiebre de una de mis hermosas y cuidadas uñas...Total, como dijo Nicolás, "el fin justifica...cualquier cosa", especialmente en este  mundo postmoderno, tecnológico...y chilensis...

lunes, 20 de junio de 2016

Derribando mitos...


   Un viernes realmente despejado aunque muy helado esperaba a doña Principessa tras las puertas de palacio, cuando a las 8,05 horas lo abandonó, para dirigirse a su lugar de trabajo. Ella es un principessa moderna: debe trabajar (jajaja, no le queda otra solución; no hay príncipe consorte que la mantenga, ni muchos súbditos que estén al día con sus tributos).  Como siempre, salió vistiendo completamente fashion -rouge et noire- de pies a cabeza (o a la inversa mejor, para que no se le vaya la sangre azul a la testa), totalmente  combinada a riesgo de congelarse (antes muerta que sencilla) sin abrigo, con apenas una chaquetilla corta, bonita prenda pero tan mínima que no le llegaba ni a su cintura de avispa (hay avispas ...y avispas, por si acaso). Y como ya es archisabido que la distancia desde los hombros a la cintura principesca no es mucha, la famosa prenda es algo así como una estampilla, que más luce que calienta...
   Con esa pinta fashionista partió pisando fuerte, con ánimo de triunfadora, bien dispuesta a la brega cotidiana, en la mañana del día viernes.


(Es curioso como los colores y los días de la semana influyen en nuestra actitud.  A través de los años me he podido dar cuenta de ello...y de otras cosas más, claro está. ¡No me iba a pasar toda la vida pensando en colores y días semanales, jajaja!  El lunes es el día  de la resignación y del funcionamiento a media máquina, pleno de deseo que los días siguientes pasen rápido hasta llegar al jueves, víspera el viernes -obvio- y portador de la buena noticia, insoslayable e inexorable, de que ya el fin de semana está cerca y ha llegado la hora del descanso. Casi pareciera, a veces, que uno sólo hubiera nacido para esperar los fines de semana...y los otros días son mero acompañamiento. En cuanto a los colores, hay un par de ellos que me dan fuerza y energía, el rojo y el azulino; este último es mi color favorito. En ocasiones especiales, cuando debo iniciar un desafío, utilizo principalmente el rojo, el que me da fuerza y seguridad. El azulino, me da alegría y simpatía -creo, jajaja-. Pareciera que los días azulinos hacen aflorar mi ingenio y creatividad. Suelo estar chispeante, jajaja. Para aminorar el peso oscuro del color negro, siempre lo combino  con algún tono contrastante, ya sea amarillo, naranjo, verde, blanco, rojo, al igual que el café con el cual juego a los matices.)
    Ya en su lugar de trabajo se sintió a salvo de la polar temperatura. A pesar del día, todos llegaron a tiempo de compartir  un café o un té mañanero. Durante la semana laboral, hay días más animados y muy divertidos, dependiendo de los comensales a la hora del café. Algunos, hasta coprolálicos  y otros pseudointelectuales (a los días, me refiero).
 Comienza la jornada. Cada uno se prepara su café, acompañándolo con algún sandwich o galleta, dependiendo del hambre, las costumbres y los medios. No falta el que llega con un té especial (de los caros e importados) o un capuchino.  Nuestra amiga se sirve sólo café, como siempre.  Ya ha tomado en casa, pero, luego del frío sufrido en el trayecto, un nuevo coffe es bienvenido. La conversación gira en torno a animales: perros, gatos, conejos, ratones. Casi se podría abrir  un zoo con todos los invocados. De pronto, Daniel dice que los gatos, en realidad, no cazan ratones  como todos creen, los perros, sí.  El rechazo colectivo  no se hace esperar. No todos aceptan ese vuelco  revolucionario de creencias tan atávicas. 
¿Cómo un gato no va a cazar ratones,?, reclama escandalizado Patricio. Agrega: "¡¿O sea que nos engañaron toda la vida con Tom y Jerry?! Surgen risas espontáneas ante tan sentida queja, al estilo "Los doce juegos" de Los Prisioneros. De gatos y perros se pasa a los conejos. Daniel vuelve a lanzar una molotov sobre el tapete, compartiendo que tuvo un orejudo amigo a quien todos los perros de "la pobla" le tenían terror. Este  "inocente" mamífero dejaba que sus enemigos se acercaran y los tomaba por sorpresa lanzándoseles al cuello ...o cogote.
 No faltó la mirada incrédula y las ganas de repetir la afamada  frase, digna del bronce, de Natalia Valdebenito, "¿Y vo' creí que ...?" (no termino la dichosa frase porque mi religión no me lo permite, jajaja). De corolario y para terminar de derribar mitos ancestrales, creencias requeteprofundas, saberes consuetudinarios y costumbres milenarias, además de cuanta cosa antiquísima se les pudiera ocurrir, va Daniel (tan travieso él) y lanza la pregunta del millón: 
- ¿Saben ustedes cuál es la parte del conejo más preciada? 
   Algunos estuvieron a punto de decir "las patas", pero, no, era demasiado fácil la respuesta, así que se obligaron a  callar para no pecar de ingenuos, supersticiosos, ilógicos e ignorantes. "¿Con qué cosa irá a salir éste ahora? ¡No creo que los conejos tengan una perla en su interior  como las ostras! Jajaja", pensaba para sí doña Principessa. 
- ¡La orina! 
- ¡Qué???
- ¡Sí! De ella se hacen los perfumes...
  Luego fue explicando como, científicamente, se le extrae o anula el olor a almizcle a dicha orina y se le agregan los distintos aromas, para que el producto final tenga una mayor permanencia en la piel. No faltó el que dijo "¡Por suerte yo no uso perfume!". 
   El ¡¡¡timbre!!! (aunque no la campana) los salvó de aquel Atila, derribador de cuanta creencia infantil o adolescente persistía en los últimos reductos de inocencia de cada uno de ellos. Abandonaron la sala de profes riéndose de lo conversado y compartido. Doña, para no ser menos, emprendió la subida de los peldaños, pensando que muchas veces es mejor permanecer en la ignorancia para ser feliz. De todas maneras, al volver a palacio, se propuso examinar olfativamente sus perfumes, no vaya a ser cosa que por culpa de ellos y los conejos aún esté sola, a pesar de sus numerosos y extraordinarios  atractivos (jajaja)
  

 

miércoles, 15 de junio de 2016

Ensayando sonrisas...


    Abro nuevamente los ojos a un día gélido. Es sábado y debo obedecer a la alarma. Me avisa que debo levantarme. Trato  de desoír su llamado pero,... no, no puedo, debo cumplir. Son las últimas horas del trabajo semanal; ya he realizado 50,  ¡uff!, sólo me quedan 8 ... Ha sido una semana pesada...
  Por eso, este finde decidí quedarme en palacio, no salir sino a lo indispensable y darme, a lo menos de 24 horas de descanso. Estaré sola, como siempre -o casi siempre- en este mundo que me ha quedado, en este mundo en que elegí continuar  hasta el último día. 
   Camino por el Paseo Germán Riesco en dirección a Freire, ensayando sonrisas matinales y sabatinas con los trabajadores del aseo que, ya antes de las 8 horas, recogen la basura arrojada por los ciudadanos, dentro y fuera de los basureros. Me contestan, respetuosamente y algo sorprendidos, seguramente de que, con un insignificante gesto, los saque del anonimato. Con sus ropas de trabajo, todos me parecen iguales, pero cada uno es una persona distinta, con necesidades y anhelos, igual que yo.
   Llego a Freire y me "estaciono" provisoriamente en el paradero ubicado a la salida del Edificio Paz, otrora también lugar de encuentros familiares y amistosos... Espero, mientras escucho la música popular y bailable que se desprende de un aparato musical de uno de los trabajadores del Aseo, quizás compañeros de los anteriores, que están descansando (¿de qué estarán descansando si estamos a la prima hora matinal?) en el asiento del paradero, mientras fuman, conversan, acompañados de sus herramientas de trabajo: escobillones y envases-basureros móviles. Pronto llega otro transeúnte que espera, al igual que yo. Fuma, mientras camina y se mueve, por el pavimento de la calle, a orillas de la berma. De pronto, escucho que alguien le habla (no entiendo lo que le dice) y él le entrega el cigarrillo encendido y a medio consumir. El beneficiado parece ser un vagabundo. Observo su despeinada cabellera, su ropa sucia y su rostro moreno. No cabe duda que es un vagamundo ...o vaga-rancagua...(jejeje)

    Después de presenciar esa escena, me pregunté qué motivó al transeúnte-detenido entregar su cigarrillo. ¿Conocía al caminante o prefirió no hacerse problemas, compartiendo su pertenencia? ¿Qué habría hecho yo en su lugar? Difícil suponerlo, considerando que no fumo y no me une ningún lazo amistoso, amoroso ni vicioso con el tabaco. No obstante, debo señalar que me he enfrentado negativamente a la solicitud de alguna persona, que pide el helado o la bebida que uno va consumiendo. ¿Valdrá la pena, realmente, arriesgarse a una reacción violenta o bochornosa por un "bien" con tan poco valor comercial? Creo que no, pero uno analiza las situaciones en perspectiva pasado el momento. Es probable que en algún caso similar uno rechace entregar lo propio por mera tacañería, aunque en mi caso, suele ser la reacción visceral ante la invasión de mi metro cuadrado y de mi derecho a decidir libremente lo que regalo. 

    Sigo esperando hasta que llega al paradero el vehículo de un colega con el que nos trasladamos a Rengo. Nos vamos animadamente conversando de experiencias educativas  gratificantes. Transmite también el gusto por lo que hace. ¡Qué bien! Ha sido una verdadera suerte  encontrarnos en este camino educativo. Creo que para ambos...espero... Si no hubiera sido así, me habría visto en la necesidad de buscar otra forma de viaje, evitando esta facilidad. Así lo hice el año pasado con otro colega, quien no me desagradaba  pero tampoco me agradaba tanto tanto. A veces me cansaba su yoísmo y la actitud de criticar todo... Eso es una carga  para el alma, de manera que cuando en el camino cotidiano se producen esos encuentros, prefiero alejarme. 
- ¡Cómo tan intolerante!
- Para nada... Simplemente que privilegio mi tranquilidad personal y sanidad mental. 
   Así verdaderamente es. A estas alturas de mi vida lo que menos quiero es desperdiciar mi tiempo en personas desagradables  a menos que esté obligada a aquello...y aún así lo pensaría...En todo caso, esto no es novedad en mí. Felizmente, no he sido dependiente  de los demás desde jovencísima. Podía estar sola sin problemas y no renunciaba a mi ser-individual para pertenecer a la masa. Claro que aquello tiene su contrapartida: los amigos, si los tienes, se cuentan con los dedos de una mano. Mientras era liceana, por ejemplo, tuve dos amigos; en la Universidad, lo mismo, aunque, algo más cercano, había un grupo con los que nos reuníamos frecuentemente. En mi trabajo, lo mismo.
     En la actualidad,  comparto con casi todos, pero la amistad demora en llegar, porque no es tiempo de desesperos (no hay ningún tren que pueda dejarme en el andén, jajaja).  Prefiero observar primero y dejar que las relaciones vayan madurando solas. Total, la vida es joven ...y queda mucho tiempo, considerando que viviré hasta los 100 años...como dice un amigo.
  

miércoles, 1 de junio de 2016

Sólo un paréntesis...


  Sólo fue un paréntesis, la verdad, aunque haya durado más de lo presupuestado. Me corrijo: no había presupuestado nada al respecto. Simplemente me dejé llevar  por el deseo.
- ¡Guauu! Amiga mía! Esto se parece a unas Confesiones tipo Triple X.
- ¡Cierto!  ¡Jajaja! Claro que sí, sacado de contexto. Entendido así, erróneamente,  habría que ponerle como titular  "Confesiones íntimas de doña Principessa". 
- ¿Lo has pasado bien en estas semanas de silencio ...y de "dejarte llevar por el deseo", como dijiste? Porque la verdad, no veo ninguna huella para poder deducir si ha sido así o no...
- ¿Huellas? ¿La "vida loca" deja indicios? 
- ¡Claro que sí! Una sonrisa de oreja a oreja, el cutis más terso (dicen, jajaja), el ansia en la mirada (parece letra de tango), el cabello revuelto y desordenado, el caminar más ligero...y otros más....
- ¡Tranquilein! Debo puntualizarle que los "deseos" humanos pueden ser múltiples y los que, en mi caso,  me llevaron a un torbellino de veinte días aproximadamente, no fueron los que usted, maliciosamente ha supuesto...
   ¡No, pues! Mi estirpe no me permitiría jamás- nunca caer en un vórtice de sensualidad y sexo. Hay normas del buen comportamiento, valores internalizados, imagen que cuidar, riesgos a los que uno no se debe exponer si  tiene dos dedos de frente...
   ¡Humm! ¿Esos "dos dedos de frente" desde dónde hasta dónde se medirán? En el caso de las personas calvas, no hay problema. Tienen una ventaja comparativa en relación a este sesudo enigma, pero los pelucones, si quieren cumplir con esta condición, literalmente se entiende, no a todos'les alcanzaría la frente que natura les dio. ¿De dónde habrá surgido esta expresión? ¿Tendrá la misma antigüedad de los primeros homínidos descubiertos? Porque , al parecer, la frasecita hace alusión a la menor capacidad intelectual de nuestros antepasados, cuya frente no era que digamos muy despejada. Al contrario, creo que era más bien difícil distinguir el final de las cejas y el comienzo del cabello, por lo que no quedaba espacio realmente para una frente aunque sea para que la gente no pele (digo yo).
   Después de estas profundas disquisiciones, vuelvo a lo central. 
    Estuve sumergida durante tres semanas en una especie de Triángulo de la Bermudas que me engulló, metafóricamente hablando. En estos días no hice más que preparar mis clases, trabajar, alimentarme y ....LEER. Rato libre que tenía lo dedicaba a volver al siglo XVIII para seguir las vicisitudes  de la vida de los personajes de la saga de ocho tomos de Diana Gabaldón.  El lunes, a las 7 y tanto de la mañana, logré terminar el último volumen y quedar  definitivamente tranquila y relajada. ¡Ya estaban todos están en casa, a salvo, con sus seres queridos! 
- ¡Humm! ¡Eso era! Pensé que había algo más interesante en tu vida, Principessa. Algo así como una aventurilla un tanto tránsfuga o pecaminosa.
- ¡Jajaja! ¡De ninguna manera! Aún en plena juventud (jajaja, hoy precisamente estoy cumpliendo un año más), ya no estoy para decisiones irreflexivas y arriesgadas..., sobre todo si no aportan mucho como experiencia positiva.
    En estos días, anduve entre bosques y montañas, entre lagos y pantanos, bajo un sol abrasador, soportando el frío, el viento y la nieve otras veces. Anduve escondida en algunas esquinas, con el sabor del miedo en la garganta y el corazón latiendo a cien por hora, mientras repetía mentalmente algunos conjuros de buena suerte, cruzando los dedos de las manos ...y de los pies (jajaja). Todo ello, por mis queridos amigos-ficticios (no imaginarios, que quede claro, aún no llego a ese extremo).
   Ahora, he quedado como casa deshabitada, casi como perro sin hogar ni amo. He estado como en ascuas, sin ver el rumbo. No obstante, esta bajada del telón en la vida de mis amigos-literarios me ha permitido valorar la enorme compañía que un libro (más bien ocho) puede entregar a las personas que saben valorarlos. 
   Está terminando el día. Hoy he estado chispeante y energética, sin necesidad de ningún elemento externo. He recibido el saludo de los más cercanos, es decir, de quienes valoran la importancia de la palabra y del gesto por sobre el compromiso vacío. Sin duda, ha habido silencios no esperados, pero sí intuidos. La vida tiene de todo y hay que prepararse para aquello. Los cariños y las fidelidades son cambiantes, como el ser humano, y quien no acepte aquello, está perdido/a. En mi caso, felizmente, la brújula sigue funcionando. ¡Buona sera!